Todos los hombres nacen condenados, eso dicen los sabios. Todos maman del pecho de la Muerte.
Todos inclinan la cabeza ante el Monarca Silencioso. Ese Señor en la Sombra alza un dedo. Una pluma revolotea hasta el suelo. No hay razón alguna en Su canción. Los buenos mueren jóvenes. Los perversos prosperan. Es el rey de los Señores del Caos. Su aliento hiela todas las almas.
Hace mucho tiempo hallamos una ciudad dedicada a adorarle, pero ahora es tan vieja que ha perdido su dedicación. La tenebrosa majestad de su deidad se ha raído, ha sido olvidada por todos excepto por aquéllos que se mantienen a su sombra. Pero Enebro se enfrentó a un terror más inmediato, un espectro de anteayer que rezumó al presente desde una altura que dominaba la ciudad. Y debido a ello la Compañía Negra fue hasta allí, a aquella extraña ciudad mucho más allá de los límites del imperio de la Dama… Pero esto no es el principio. En el principio estábamos muy lejos. Sólo dos viejos amigos y un puñado de hombres nos reuniríamos más tarde para enfrentarnos cara a cara a la sombra.