La primera vez que apareció, Lance cabalgó por los límites del pánico. El hecho de que yo actuara como un tío amistoso no lo tranquilizó. La Dama representando su papel casi lo pateó más allá del borde de la histeria. Tener a Rastreador acechando por los alrededores en su forma natural no fue de ninguna ayuda tampoco.

Un Ojo, de entre todos, fue el que lo calmó. Le preguntó por Cuervo y por cómo se encontraba, y eso hizo el trabajo.

Yo tuve mi propio caso de casi histeria. Horas después de posarnos, antes incluso de que me hubiera repuesto del viaje, la Dama trajo a Susurro y al Renco para hacer una doble comprobación de nuestras traducciones.

Se suponía que Susurro debía comprobar si faltaban algunos papeles. Se suponía que el Renco se sumergiría en sus recuerdos de los viejos tiempos para buscar conexiones que se nos hubieran podido pasar por alto. Al parecer, él estaba mucho más versado en el torbellino social de la primera Dominación.

Sorprendente. No podía imaginar aquel trozo de desecho humano lleno de odio siendo en algún momento de su vida algo más que la maldad personificada.

Llamé a Goblin para que mantuviera un ojo atento a aquellos dos mientras yo me alejaba para ir a ver a Cuervo. Todos los demás habían ido ya a echarle una mirada.

Ella estaba allí, reclinada contra una pared, mordisqueándose una uña, sin mirar a nada como la gran zorra que había atormentado al mundo durante los dioses sabían cuántos años. Como he dicho antes, odio cuando se vuelven humanos. Y ella era humana y luego un poco más. Absolutamente asustada.

—¿Cómo se encuentra? —pregunté, y luego, cuando vi su disposición—: ¿Qué ocurre?

—No ha cambiado. Han cuidado bien de él. No hay nada que unos pocos milagros no curen.

Me atreví a alzar una ceja interrogadora.

—Todas las salidas están cerradas, Matasanos. Me he encaminado por un túnel hacia abajo. Mis elecciones se han ido haciendo más y más angostas, y cada una es peor que la otra.

Me dejé caer en la silla que utilizaba Lance mientras vigilaba a Cuervo, empecé a jugar al médico. Innecesariamente, pero me gustaba verlo por mí mismo. Medio distraído, dije:

—Supongo que es muy solitario, ser reina del mundo.

Un ligero carraspeo.

—Te estás volviendo muy osado.

¿De veras?

—Lo siento. Estaba pensando en voz alta. Una costumbre poco saludable que se sabe que es una causa importante de hematomas y hemorragias. Parece que está bien. ¿Crees que el Renco y Susurro ayudarán?

—No. Pero hay que intentar todos los ángulos.

—¿Qué hay de Bomanz?

—¿Bomanz?

La miré. Parecía honestamente desconcertada.

—El hechicero que te hizo volver.

—Oh. ¿Qué hay con él? ¿En qué puede contribuir un hombre muerto? Dispuse de mi necromante… ¿Sabes algo que yo no sé?

Era malditamente improbable. Me había tenido bajo el Ojo. Sin embargo…

Me debatí durante medio minuto, no deseoso de ceder sin haber conseguido aunque sólo fuera un cabello de ventaja. Luego:

—He sabido por Goblin y Un Ojo que está perfectamente sano. Que se halla atrapado en el Túmulo. Como Cuervo, sólo que incluido el cuerpo.

—¿Cómo puede ser eso?

¿Era posible que se le hubiera pasado aquello por alto mientras me estaba interrogando? Supongo que si no haces las preguntas correctas, no recibirás las respuestas correctas.

Reflexioné en todo lo que habíamos hecho juntos. Había resumido para ella los informes de Cuervo, pero ella no había leído aquellas cartas. De hecho… Los originales, de los cuales Cuervo extrajo su historia, estaban en mis aposentos. Goblin y Un Ojo cargaron con ellos todo el camino hasta la Llanura sólo para asegurarse de que llegaban bien. Nadie los había examinado con detenimiento porque repetían una historia ya contada…

—Mierda —dije, levantándome—. Vuelvo en dos minutos.

Los ojos de pez de Goblin se clavaron en mí cuando entré.

—Que sean unos cuantos minutos más. Se me ha ocurrido algo.

Revolví en la caja donde habían viajado los documentos de Cuervo. Sólo el manuscrito original de Bomanz residía ahora en ella. Volví a salir, ignorado por los Tomados.

Una hermosa sensación, realmente, estar ante sus miradas. Lástima que sólo fuera porque estaban luchando por su existencia. Como el resto de nosotros.

—Bien. Éste es el manuscrito original. Lo examiné una vez, ligeramente, para comprobar la transcripción de Cuervo. Me pareció bien, aunque dramatizaba e inventaba diálogo. Pero los hechos y los personajes son puro Bomanz.

La Dama leyó con increíble rapidez.

—Trae la versión de Cuervo.

Ida y vuelta, bajo el gruñir y el ceño fruncido de Goblin a mi espalda que se alejaba.

—¿Cuánto tiempo son unos cuantos minutos en estos días, Matasanos?

La Dama hojeó éstos también rápidamente. Y pareció pensativa cuando terminó.

—¿Y bien? —pregunté.

—Hay algo aquí. En realidad, es algo que no está aquí. Dos preguntas. En primer lugar, ¿quién escribió esto? ¿Y dónde está la piedra en Galeote mencionada por el hijo?

—Supongo que Bomanz escribió la mayor parte del original y su esposa lo terminó.

—¿Habría usado él la primera persona?

—No necesariamente. Es posible que las convenciones literarias de la época lo prohibieran. Cuervo se burlaba a menudo de mí por incluirme demasiado en los Anales. Él venía de una tradición diferente.

—Bien, aceptaré esto como hipótesis. Siguiente pregunta: ¿Qué fue de la mujer?

—Procedía de una familia de Galeote. Supongo que volvió a ella.

—¿Cuando se sabía que era la esposa del hombre responsable de liberarme?

—¿Lo era? Bomanz era un nombre supuesto.

Echó mi objeción a un lado.

—Susurro consiguió esos documentos en Lords. Como un lote. Nada conecta a Bomanz con ellos excepto su historia. Tengo la sensación de que fueron reunidos en una fecha posterior. Pero sus papeles. ¿Qué sucedió entre el tiempo en que los dejaron aquí y el tiempo en que Susurro los encontró? ¿Se han perdido algunos fundamentales? Es hora de que consultemos a Susurro.

Ese nosotros, por supuesto, no me incluía a mí.

Fuera como fuese, se había prendido el fuego. Antes de que transcurriera mucho tiempo, los Tomados se lanzaban hacia lugares lejanos. A los dos días Beneficio entregó la piedra mencionada por el hijo de Bomanz. Resultó ser inútil. Algunos Guardias se habían apropiado de ella y la habían usado como peldaño en la entrada de sus acuartelamientos.

Capté algunas alusiones ocasionales a una búsqueda en progreso al sur de Galeote, a lo largo de la ruta que había tomado Jazmín tras huir del Túmulo, viuda y engañada. Resultaba difícil hallar huellas tan antiguas, pero los Tomados poseen notables habilidades.

Otra búsqueda avanzaba desde Lords.

Tuve el dudoso placer de estar con el Renco mientras éste señalaba todos los errores que habíamos cometido traduciendo los nombres en UchiTelle y TelleKurre. Parece que no sólo el deletreo no era uniforme en aquellos días, sino tampoco el alfabeto. Y algunas de las personas mencionadas no eran de origen UchiTelle o TelleKurre, sino forasteros que habían adaptado sus nombres al uso local. El Renco se ocupó de elaborar las cosas al revés.

Una tarde Silencioso me hizo el gran signo. Había estado espiando ocasionalmente por encima del hombro del Renco con más devoción que yo.

Había hallado un esquema.