Tras devolver la carta al interior de la piel impermeabilizada, me tendí en mi lecho de ramas, dejé que mi mente quedara en blanco. Cuervo contaba las cosas de una forma tan espectacular. Pero me pregunté acerca de sus fuentes. ¿La esposa? Alguien tenía que haber reseñado el final de la historia y ocultarlo para ser hallado más tarde. ¿Qué había sido de la esposa, de todos modos? No tenía un lugar en la leyenda. Como tampoco el hijo, incidentalmente. Las historias populares solo mencionan a Bomanz.
Tenía que haber algo allí. ¿Algo que había pasado por alto? Ah. Sí. Una congruencia con la experiencia personal. El nombre en el que Bomanz había confiado. El nombre que, evidentemente, había demostrado ser insuficientemente poderoso.
Lo había oído antes. En circunstancias igualmente furiosas.
En Enebro, cuando la confrontación entre la Dama y el Dominador alcanzó su clímax, con ella protegida en un castillo a un lado de la ciudad y el Dominador intentando escapar a través de otro al otro lado, descubrimos que los Tomados pensaban traicionar a la Compañía una vez se hubiera calmado la crisis. Siguiendo órdenes del Capitán, desertamos. Nos apoderamos de un barco. Mientras nos alejábamos a toda vela, con esposo y esposa enfrentándose sobre la ciudad en llamas, la lucha llegó a su punto álgido. La Dama demostró ser la más fuerte.
La voz del Dominador sacudió al mundo cuando lanzó a los cuatro vientos su último escupitajo de frustración. La había llamado por el nombre que Bomanz había creído poderoso. Al parecer, incluso el Dominador podía equivocarse.
Una hermana mató a la otra y, quizá sí o quizá no, tomó su lugar. Atrapaalmas, en su tiempo nuestro mentor y complotador para usurpar el puesto de la Dama, probó, durante la gran contienda en Hechizo, que había otra hermana. Tres hermanas, pues. Al menos. Una llamada Ardath, pero evidentemente no la que se había convertido en la Dama.
Quizá hubiera el inicio de algo allí. Todas esas listas, allá atrás en el Agujero. Y las genealogías. Encuentra a una mujer llamada Ardath. Luego descubre quiénes fueron sus hermanas.
—Es un comienzo —murmuré—. Débil, pero un comienzo.
—¿Qué?
Había olvidado a Lance. Él no se había aprovechado de ello. Supongo que estaba demasiado asustado.
—Nada. —Había empezado a hacerse oscuro fuera. La llovizna persistía. Allá en el Túmulo derivaban luces fantasmales. Me estremecí. Aquello no parecía que fuese bien. Me pregunté cómo se las estarían apañando Goblin y Un Ojo. No me atrevía a preguntar. En un rincón, Rastreador roncaba suavemente. El Perro Matasapos estaba tendido sobre su barriga, haciendo esos ruidos que hacen los perros cuando duermen, pero capté un destello en uno de sus ojos que decía que no dejaba de estar alerta.
Presté un poco más de atención a Lance. Estaba temblando, y no sólo por el frío. Estaba seguro de que íbamos a matarle. Adelanté una mano, la posé en su hombro.
—Todo está bien, hijo. No te haremos ningún daño. Te estamos agradecidos por haber cuidado de Cuervo.
—¿Es realmente Cuervo? ¿El Cuervo que fue el padre de la Rosa Blanca?
El chico conocía las leyendas.
—Sí. Aunque sólo era el padrastro.
—Entonces no me mintió sobre nada. Estuvo en las campañas de Forsberg.
Aquello me hizo reír quedamente. Dije:
—Conociendo a Cuervo, nunca mentía demasiado. Sólo adornaba la verdad.
—¿Realmente me dejaréis marchar?
—Cuando estemos a salvo.
—Oh. —No sonó tranquilizado.
—Digamos cuando lleguemos al borde de la Llanura del Miedo. Hallarás montones de amigos ahí.
Deseaba plantear una discusión casi política acerca de por qué insistíamos en resistirnos a la Dama. Me negué. No soy ningún evangelista. No puedo hacer conversos. Tengo demasiados problemas en comprenderme a mí mismo y en desentrañar mis propios motivos. Quizá Cuervo pudiera explicarlo después de que Goblin y Un Ojo lo sacaran de allí.
La noche parecía interminable, pero después de tres eternidades que me tuvieron en pie hasta medianoche oí unos pasos inciertos.
—¿Matasanos?
—Aquí dentro —dije. Era Goblin. Sin una luz no podía leerle bien, pero tuve la impresión de que sus noticias no eran buenas—. ¿Problemas?
—Sí. No podemos sacarle.
—¿De qué demonios estás hablando? ¿Qué quieres decir?
—Quiero decir que no poseemos las habilidades necesarias. No tenemos el talento. Esto va a necesitar a alguien más grande que nosotros. No somos mucha cosa, Matasanos. Unos payasos. Con unos cuantos trucos útiles. Quizá Silencioso pueda hacer algo. La suya es un tipo diferente de magia.
—Quizá será mejor que te lo tomes con calma. ¿Dónde está Un Ojo?
—Descansando. Fue duro para él. Le sacudió realmente lo que vio allí.
—¿Qué fue lo que vio?
—No lo sé. Yo era sólo su cabo salvavidas. Y tuve que sacarlo tirando de él antes de que quedara atrapado también. Todo lo que sé es que no podemos sacar a Cuervo sin ayuda.
—Mierda —dije—. Doble maldita mierda de oveja flotante. Goblin, no podemos ganar en esto a menos que tengamos a Cuervo para ayudarnos. Yo tampoco tengo lo que se necesita. Nunca traduciré ni la mitad de esos papeles.
—¿Ni siquiera con la ayuda de Rastreador?
—Él lee TelleKurre. Eso es todo. Yo también puedo, sólo que me toma más tiempo. Cuervo tiene que conocer los dialectos. Algunas partes de lo que estaba traduciendo estaba en ellos. También está la cuestión de qué era lo que estaba haciendo aquí. Por qué fingió de nuevo su muerte y desapareció. De Linda.
Quizás estaba saltando a conclusiones precipitadas. Suelo hacerlo. O quizá me estaba dejando llevar por la inclinación humana hacia la simplificación excesiva, imaginado que si teníamos a Cuervo de vuelta nuestros problemas quedarían simplemente resueltos.
—¿Qué vamos a hacer ahora? —pregunté en voz alta.
Goblin se puso en pie.
—No lo sé, Matasanos. Dejemos que Un Ojo vuelva a apoyarse sobre sus pies y descubramos contra lo que nos enfrentamos. Podemos partir de ahí.
—Correcto.
Se fue. Me tendí de nuevo e intenté dormir.
Cada vez que me sumía en el sueño tenía pesadillas acerca de la cosa que yacía en el lodo y el légamo en que se había convertido el Túmulo.