—Hola, muchacho —dijo Un Ojo, clavando un dedo en el pecho del soldado y echándolo hacia atrás—. Sí. Somos tus viejos colegas.
Detrás de mí, Rastreador miró hacia el otro lado del recinto. El derrumbe del edificio del cuartel general había sido completo. El fuego restallaba y crepitaba dentro. El Perro Matasapos saltó rodeando un extremo de la ruina.
—Mira eso —le di un golpe en el brazo a Goblin—. Está corriendo. —Me enfrenté a Lance—. Muéstranos a tu amigo Corbie.
No deseaba hacerlo.
—No empieces a protestar. No estamos de humor. Hazlo o pasaremos por encima de ti.
El recinto había empezado a llenarse de parloteantes soldados. Nadie reparó en nosotros. El Perro Matasapos llegó a nuestro lado, olisqueó los tobillos de Rastreador, emitió un sonido desde lo más profundo de su garganta. El rostro de Rastreador se iluminó.
Entrarnos detrás de Lance.
—A Corbie —le recordé.
Nos condujo a una habitación donde una única lámpara de aceite iluminaba a un hombre en una cama, cuidadosamente cubierto por una manta. Lance dio más luz a la lámpara.
—Oh, santa mierda —murmuré. Dejé caer el culo sobre el borde de la cama. No era posible—. ¿Un Ojo? —Pero Un Ojo estaba en otro universo. Simplemente estaba allí de pie con la boca abierta. Como Goblin.
Finalmente, Goblin chilló:
—Pero está muerto. Murió hace seis años.
Corbie era el Cuervo que tuvo un gran papel en el pasado de la Compañía. El Cuervo que había puesto a Linda en su actual camino.
Incluso yo había estado convencido de que estaba muerto, y yo era suspicaz por naturaleza acerca de todo lo referente a Cuervo. Había intentado el mismo truco antes.
—Nueve vidas —observó Un Ojo.
—Hubiera debido sospechar cuando oí el nombre de Corbie —dije.
—¿Qué?
—Es un chiste. Corbie. Cuervo. Todo viene a ser lo mismo, ¿no? Nos lo ha estado agitando por delante de nuestras narices.
Verle allí iluminaba misterios que me habían atormentado durante años. Ahora sabía por qué los papeles que había salvado no encajaban totalmente. Él había retirado las piezas clave antes de fingir su última muerte.
—Ni siquiera Linda lo sabía esta vez —medité. El shock había empezado a disiparse. Me descubrí reflexionando que en varias ocasiones, después de que empezaran a llegar las cartas, por mi mente había empezado a flotar la sospecha de que estaba vivo.
Aquello suscitaba toda una ristra de preguntas. Linda no lo sabía. ¿Por qué no? Eso no parecía propio de Cuervo. Pero más aún, ¿por qué abandonarla a nuestra merced, como había hecho, cuando durante tanto tiempo había intentado mantenerla alejada de nosotros?
Había más allí de lo que podían ver los ojos. Más que Cuervo simplemente desapareciendo para poder sondear las cosas que le interesaban en el Túmulo. Desgraciadamente, no podía interrogar a ninguno de mis testigos.
—¿Cuánto tiempo lleva de este modo? —preguntó Un Ojo a Lance. Los ojos del soldado estaban muy abiertos. Ahora sabía quiénes éramos. Quizá mi ego no necesitara deshincharse después de todo.
—Meses.
—Había una carta —dije—. Había papeles. ¿Qué fue de ellos?
—El coronel.
—¿Y qué hizo con ellos el coronel? ¿Informó a los Tomados? ¿Contactó con la Dama?
El soldado estaba a punto de ponerse testarudo.
—Tienes problemas aquí, muchacho. No deseamos hacerte daño. Actuaste bien con nuestro amigo. Habla.
—No hizo nada de eso. Que yo sepa. No sabía leer nada de ese material. Estaba aguardando a que Corbie despertara.
—Hubiera tenido que aguardar mucho tiempo —dijo Un Ojo—. Déjanos algo de sitio, Matasanos. Lo primero que tenemos que hacer es hallar a Cuervo.
—¿Hay alguien más en este edificio a esta hora de la noche? —le pregunté a Lance.
—No a menos que los panaderos vengan en busca de harina. Pero está almacenada en el sótano al otro lado. No vendrán hasta aquí.
—Correcto. —Me pregunté hasta qué punto podía confiar en esa información—. Rastreador. Tú y el Perro Matasapos estad atentos.
—Un problema —dijo Un Ojo—. Antes de que hagamos nada, necesitamos el mapa de Bomanz.
—Oh, vaya. —Me deslicé al vestíbulo, hasta la salida, miré fuera. El edificio del cuartel general estaba en llamas, chisporroteaba testarudamente en la lluvia. La mayoría de la Guardia estaba luchando contra el fuego. Me estremecí. Nuestros documentos estaban ahí dentro. Si la suerte de la Dama se mantenía, arderían. Regresé a la habitación—. Un Ojo, tienes un problema mucho más inmediato. Mis documentos. Será mejor que vayas a por ellos. Yo me ocuparé del mapa.
»Rastreador, tú vigila aquí la puerta. Mantén al chico dentro y a todo el resto de la gente fuera. ¿De acuerdo? —Asintió. No necesitaba ningún estímulo especial mientras el Perro Matasapos estuviera por ahí.
Me deslicé fuera en medio del jaleo. Nadie me prestó la menor atención. Me pregunté si no sería el mejor momento para sacar a Cuervo. Salí del recinto sin ser detenido por nadie, me apresuré bajo la llovizna al Diablo Azul. El propietario pareció asombrarse de verme. No me detuve a decirle lo que pensaba de su hospitalidad, simplemente subí las escaleras, trasteé dentro del conjuro de ocultación hasta que hallé la lanza con el asta hueca. Abajo de nuevo. Una mirada asesina al propietario, luego de nuevo a la lluvia.
Cuando regresé, el fuego estaba bajo control. Los soldados habían empezado a retirar los escombros. Nadie me detuvo tampoco en mi camino. Me deslicé al interior del edificio donde yacía Cuervo, tendí la lanza a Un Ojo.
—¿Has conseguido algo acerca de esos papeles?
—Todavía no.
—Maldita sea…
—Están en una caja en la oficina del coronel, Matasanos. ¿Qué demonios deseas?
—Ah. Rastreador. Lleva al chico al vestíbulo. Vosotros, quiero un conjuro con el que tenga que hacer todo lo que le digamos tanto si quiere como si no.
—¿Qué? —preguntó Un Ojo.
—Quiero enviarlo a por esos papeles. ¿Puedes arreglar las cosas de modo que tenga que hacerlo y vuelva?
Lance estaba en la puerta, escuchando pálido.
—Seguro. Ningún problema.
—Hazlo. Hijo, ¿has comprendido? Un Ojo va a poner un conjuro sobre ti. Vas a ayudar a limpiar ese lío de ahí hasta que puedas conseguir la caja. Tráela hasta aquí y te liberaremos del conjuro.
Pareció que se ponía testarudo de nuevo.
—Puedes elegir, por supuesto. También puedes morir de una muerte muy desagradable.
—Dudo que te crea, Matasanos. Será mejor que se lo demos a probar un poco.
La expresión de Lance me dijo que me creía. Cuanto más pensaba acerca de quiénes éramos, más aterrado se sentía.
¿Cómo habíamos desarrollado una reputación tan feroz? Supongo que las historias crecen y crecen a medida que se cuentan.
—Supongo que cooperará. ¿No es así, hijo?
Asintió, muerta toda testarudez.
Parecía un buen chico. Lástima que hubiera entregado su lealtad al otro bando.
—Hazlo, Un Ojo. Adelante con esto.
Mientras Un Ojo trabajaba, Goblin preguntó:
—¿Qué haremos cuando hayamos terminado aquí, Matasanos?
—Infiernos, no lo sé. Improvisaremos. En estos momentos no te preocupes por las mulas, simplemente carga el carro. Una cosa después de otra. Paso a paso.
—Listo —dijo Un Ojo.
Hice un signo con la cabeza al joven, abrí la puerta al exterior.
—Sal y hazlo, chico. —Le di una palmada en el trasero. Fue, pero con una expresión que hubiera cuajado la leche.
—No se siente muy feliz contigo, Matasanos.
—Que lo jodan. Entra ahí dentro con Cuervo. Haz lo que tengas que hacer. No podemos perder el tiempo. Cuando se haga de día este lugar va a ver algo de vida.
Observé a Lance. Rastreador guardaba la puerta a la habitación. Nadie nos interrumpió. Lance halló finalmente lo que yo deseaba, se alejó de los trabajos de desescombro.
—Buen trabajo, hijo —le dije, tomando la caja—. A la habitación con tu amigo.
Entramos unos momentos antes de que Un Ojo saliera de un trance.
—¿Y bien? —pregunté.
Necesitó unos momentos para orientarse.
—Va a ser más difícil de lo que creí. Pero creo que podemos sacarle. —Señaló el mapa que Goblin había desplegado sobre el estómago de Cuervo—. Está aquí, atrapado, justo dentro del círculo interior. —Sacudió la cabeza—. ¿Le has oído alguna vez mencionar algo acerca de tener algún tipo de antecedentes en el oficio?
—No. Pero hubo momentos en que me lo pregunté. Como en Rosas, cuando rastreó a Rastrillador a través de una ventisca.
—Aprendió algo en alguna parte. Lo que hizo no es ningún truco de salón. Pero era demasiado grande para sus habilidades. —Se quedó pensativo por un momento—. Es extraño ahí dentro, Matasanos. Realmente extraño. No está en absoluto solo. No podremos darte ningún detalle hasta que entremos nosotros también, pero…
—¿Qué? Espera. ¿Entrar vosotros? ¿De qué estás hablando?
—Pensé que entenderías. Goblin y yo vamos a tener que seguirle ahí dentro. A fin de poder sacarle.
—¿Por qué los dos?
—Uno para cubrir en caso de que el hombre en punta se vea en apuros.
Goblin asintió. Ahora estaban muy serios los dos. Lo cual quería decir que estaban mortalmente asustados.
—¿Cuánto tiempo va a requerir esto?
—No hay forma de decirlo. Puede ser bastante. Primero tenemos que salir de aquí. A los bosques.
Deseé discutir pero no lo hice. En vez de ello fui a comprobar el recinto.
Habían empezado a sacar los cuerpos de entre los escombros. Observé durante unos instantes, tuve una idea. Cinco minutos más tarde Lance y yo salíamos llevando una litera. Una manta cubría lo que parecía ser un gran cuerpo roto. El rostro de Goblin aparecía expuesto. Hacía un gran cadáver. Los pies de Un Ojo asomaban por el otro lado. Rastreador llevaba a Cuervo.
Los documentos estaban bajo la manta con Goblin y Un Ojo.
No esperaba conseguirlo. Pero el macabro trabajo alrededor del edificio derrumbado preocupaba a la Guardia. Habían alcanzado los sótanos.
Fui detenido en la puerta del recinto. Goblin usó su conjuro de sueño. Yo dudaba de que fuéramos recordados. Había civiles por todas partes, ayudando y respaldando los esfuerzos de rescate.
Ésa era la mala noticia. Algunos ahí abajo en el sótano todavía estaban vivos.
—Goblin, tú y Un Ojo id a buscar vuestro equipo. Llevaos al chico. Rastreador y yo iremos a por el carro.
Todo fue bien. Demasiado bien, pensé, siendo pesimista por naturaleza después de la forma en que habían ido las cosas. Pusimos a Cuervo en el carro y nos encaminamos al sur.
En el momento en que entrábamos en el bosque Un Ojo dijo:
—Bien, ya nos hemos salido. Ahora, ¿qué hay con Cuervo?
Yo no tenía ni una sola idea.
—Dilo tú. ¿Cuán cerca tenéis que estar?
—Mucho. —Vio que yo estaba pensando en salir primero de la región—. ¿Linda?
El recordatorio era innecesario.
No diré que Cuervo fuera el centro de su vida. No hablará de él excepto de la más general de las maneras. Pero hay noches en las que se duerme llorando, recordando algo. Si es por la pérdida de Cuervo, no podíamos traerlo a casa de aquella manera. Le rompería el corazón.
Además, lo necesitábamos ahora. Él sabía mejor que nosotros qué demonios estaba ocurriendo.
Apelé a Rastreador en busca de sugerencias. No tenía ninguna. De hecho, no parecía complacido con lo que planeábamos. Como si esperara que Cuervo fuera una competencia o algo así.
—Tenemos a éste —dijo Un Ojo, señalando a Lance, al que nos habíamos llevado con nosotros antes que dejarlo para que muriera—. Utilicémoslo.
Era una buena idea.
Veinte minutos más tarde teníamos el carro bien alejado de la carretera, sobre unas rocas de modo que no se hundiera en la empapada tierra. Un Ojo y Goblin tejieron conjuros de ocultación a su alrededor y lo camuflaron con maleza. Metimos el equipo en paquetes, colocamos a Cuervo en la litera. Lance y yo lo llevamos. Rastreador y el Perro Matasapos nos guiaron a través de los árboles.
No debieron de ser más de cinco kilómetros, pero me dolía todo el cuerpo antes de que termináramos. Demasiado viejo. Demasiado bajo de forma. Y el tiempo era un ciento noventa por ciento miserable. Había tenido lluvia suficiente como para que me durara todo el resto de mi vida. Rastreador nos condujo hasta un lugar justo al este del Túmulo. Podía caminar colina abajo un centenar de metros y ver sus restos. Podía caminar un centenar de metros en la otra dirección y ver el Gran Trágico. Sólo aquella estrecha banda de terreno alto le impedía al río alcanzar el Túmulo.
Montamos tiendas y colocamos ramas en su interior para no tener que sentarnos en la húmeda tierra. Goblin y Un Ojo ocuparon la tienda más pequeña. El resto de nosotros nos apiñamos en la otra. Una vez razonablemente libres de la lluvia, me dispuse a sondear los documentos rescatados. Lo primero que llamó mi atención fue un paquete envuelto en piel impermeabilizada.
—Lance. ¿Ésta es la carta que Cuervo quería que entregaras?
Asintió hoscamente. No se sentía hablador.
Pobre muchacho. Se creía culpable de traición. Esperaba que no quisiera hacer heroicidades.
Bien, valía la pena mantenerse ocupado mientras Goblin y Un Ojo hacían su trabajo. Empezar con la parte fácil primero.