Rephaim
Rephaim apenas había tenido tiempo de asimilar lo que había pasado cuando Neferet ordenó su muerte. Estaba mirando a Stevie Rae con asombro mientras ella se fijaba en algo blanco sobre la hierba. Entonces se desató el caos. El resplandor verde que lo había rodeado desapareció. Stevie Rae se puso pálida como un fantasma y se balanceó, mareada. El cuervo del escarnio estaba tan concentrado en ella que ni siquiera se dio cuenta de que Dragon lo atacaba. De repente, su amiga Zoey estaba delante de él, colocada entre él y el Hijo de Érebo vengador.
—No. Nosotros no atacamos a la gente que elige el camino de la Diosa.
Habló con su voz amplificada y los guerreros se frenaron, indecisos ante ella. Rephaim notó que Stark se había colocado a un lado y Darius al otro. Ambos guerreros tenían las espadas levantadas, pero sus expresiones hablaban a gritos: ninguno de los dos quería luchar contra sus hermanos.
Es culpa mía. Es culpa mía que estén enfrentándose entre ellos. Los pensamientos de Rephaim se entremezclaron con autoodio e incertidumbre mientras corría hacia Stevie Rae.
—¿Harás que los guerreros se enfrenten entre sí? —le preguntó Neferet a Zoey, incrédula.
—¿Harás que nuestros guerreros maten a alguien que está al servicio de su Diosa? —contraatacó Zoey.
—¿Así que ahora eres capaz de juzgar lo que hay en el corazón de otros? —dijo Neferet, sonando arrogante y sabia—. Ni las altas sacerdotisas de verdad reclaman para sí esa habilidad divina.
Rephaim sintió un cambio en el aire antes de que ella se materializase. Fue como si una tormenta hubiese estado contenida y sus rayos hubiesen cargado el aire a su alrededor. En el medio de esa oleada de luz y poder, apareció la Gran Diosa de la Noche, Nyx.
—No, Neferet, Zoey no puede afirmar tener esa habilidad divina, pero yo sí.
Cada tentáculo de Oscuridad que había estado buscando un objetivo, acechándolo para desangrarlo, se deslizó en retirada cuando escuchó su voz divina. A su lado, Stevie Rae jadeó, como si soltase el aliento que había estado conteniendo, y se cayó de rodillas.
A su alrededor, Rephaim escuchó murmullos fascinados.
—¡Es Nyx!
—¡Es la Diosa!
—¡Oh, bendita sea!
Y después toda su atención se vio atrapada por Nyx.
Era, sin duda, la noche personificada. Tenía el pelo como la luna llena del cazador, brillante, con una luminiscencia plateada. Sus ojos eran como el cielo con luna nueva: negros e infinitos. El resto de su cuerpo era casi completamente transparente. Rephaim pensó que había visto un destello de seda negro levantándose con una brisa propia, y las curvas de una mujer… y quizás hasta una luna creciente tatuada en su frente lisa, pero cuanto más trataba de concentrarse en la imagen de la Diosa, más transparente e incandescente se volvía. Entonces se dio cuenta de que era el único que seguía de pie. Todos los demás se había arrodillado ante la Diosa y él también lo hizo.
Pronto se dio cuenta que no debía preocuparse por su reacción tardía. La atención de Nyx estaba en otra parte. Estaba flotando hacia Damien que, irónicamente, no tenía ni idea de que se le aproximaba porque estaba arrodillado con la cabeza inclinada y los ojos cerrados.
—Damien, hijo mío, mírame.
Damien levantó la cabeza y abrió los ojos de la sorpresa.
—¡Oh, Nyx! ¡Eres tú de verdad! Pensé que te había imaginado.
—Quizás, de alguna manera, lo has hecho. Quiero que sepas que Jack está conmigo y que es uno de los espíritus más puros y más llenos de felicidad que mi reino ha conocido nunca.
Las lágrimas inundaron los ojos de Damien.
—Gracias. Gracias por decírmelo. Me ayudará a olvidarlo.
—Hijo mío, no hace falta que olvides a Jack. Recuérdalo y regocíjate en el amor breve y hermoso que compartisteis. Hacer eso no es implica olvidarlo ni superarlo, es curarse.
Damien sonrió a través de sus lágrimas.
—Lo recordaré. Siempre lo recordaré y elegiré tu camino, Nyx. Te doy mi palabra.
La forma flotante de la Diosa se giró de forma que su mirada los abarcó a todos. Rephaim vio que Nyx miraba a Zoey con cariño y que esta le sonreía.
—Feliz encuentro, mi Diosa —dijo Zoey, sorprendiendo a Rephaim con el tono de familiaridad de su voz.
¿No debería ser más respetuosa… más temerosa… al dirigirse a la Diosa?
—¡Feliz encuentro, Zoey Redbird!
La Diosa le devolvió la sonrisa a la alta sacerdotisa iniciada y él pensó, por un momento, que parecía una exquisita niñita encantadora, una niñita que, de repente, le resultaba familiar. Con un sobresalto, la reconoció. ¡El fantasma! ¡El fantasma era la Diosa!
Entonces Nyx empezó a hablar, dirigiéndose a todo el grupo, y su cara cambió para convertirse en un ser etéreo tan brillante y hermoso que era difícil contemplarla e imposible pensar en otras cosas excepto en las palabras que pronunció como una sinfonía sobre todos ellos.
—Mucho ha pasado aquí esta noche. Se han tomado elecciones que han alterado espíritus, lo que significa que, para alguno de vosotros, se han abierto nuevos caminos de vida. Para otros, sus caminos se han visto sellados por las elecciones tomadas hace tiempo. Y algunos de vosotros os halláis en un precipicio vital.
La mirada de la Diosa se posó en Neferet, que inclinó su cabeza al instante.
—Has cambiado, hija. Ya no eres la que eras. ¿De verdad puedo seguir llamándote hija?
—¡Nyx! ¡Gran Diosa! ¿Cómo podría no ser tu hija?
Neferet no levantó la cabeza cuando le contestó y su pelo denso color caoba cubría por completo su cara, ocultando su expresión.
—Esta noche has pedido perdón. Zoey te dio una respuesta. Yo te daré otra. El perdón es un regalo muy especial y hay que ganárselo.
—Pido humildemente que compartas ese don especial conmigo, Nyx —dijo Neferet, con la cabeza todavía inclinada y escondiendo la cara.
—Cuando te ganes ese don, lo recibirás.
Abruptamente, la Diosa se alejó de ella y se fijó en el maestro de esgrima, que cerró el puño sobre el pecho respetuosamente hacia ella.
—Tu Anastasia está liberada del dolor y del remordimiento. ¿Tomarás la decisión de Damien y aprenderás a regocijarte en el amor que tuviste y seguir adelante, o elegirás destruir aquello por lo que ella te quería tanto… tu habilidad de ser al tiempo fuerte y misericordioso?
Rephaim observaba a Dragon, esperando una respuesta del maestro de esgrima que no llegó, cuando Nyx pronunció su nombre.
—Rephaim.
Él miró a Nyx a la cara solo un momento y después recordó lo que era e inclinó su cabeza, avergonzado, y habló las primeras palabras que llegaron a su mente.
—¡Por favor, no me mires!
Sintió la mano de Stevie Rae deslizándose en la suya.
—No te preocupes. No está aquí para castigarte.
—¿Y tú cómo sabes eso, joven alta sacerdotisa?
La mano de Stevie Rae apretó la suya espasmódicamente, pero su voz no vaciló.
—Porque tú puedes ver en su corazón y yo sé lo que encontrarás allí dentro.
—¿Qué crees tú que hay en el corazón del cuervo del escarnio, Stevie Rae?
—Bondad. Y no creo que sea ya un cuervo del escarnio. Su padre lo ha liberado. Así que ahora creo que es una especie de, eh, chico que no ha existido nunca antes.
Se tropezó con las palabras, pero consiguió acabar.
—Veo que estás conectada con él —fue la enigmática respuesta de la Diosa.
—Sí —asintió ella, con firmeza.
—¿Aunque tu conexión signifique partir esta Casa de la Noche, y quizás el mundo, en dos?
—Mi madre solía podar sus rosas salvajemente y yo pensaba que les hacía daño, que las iba a matar. Cuando le pregunté por qué lo hacía, me dijo que a veces hay que recortar las cosas viejas para hacerle sitio a las nuevas. Quizás es hora de recortar algunas cosas viejas —dijo Stevie Rae.
Sus palabras lo sorprendieron tanto que Rephaim apartó los ojos del suelo y miró a Stevie Rae. Ella le sonrió y en ese momento deseó más que nada poder devolverle la sonrisa y cogerla entre sus brazos como un chico real podría hacer, porque lo que vio en sus ojos fue calidez, amor y felicidad, sin el menor atisbo de remordimiento o rechazo.
Ella le dio la fuerza para levantar la cabeza hacia la Diosa y encontrar su mirada infinita.
Y lo que vio allí fue familiar porque, reflejadas en los ojos de Nyx estaban la misma calidez, amor y felicidad que había visto en la mirada de Stevie Rae.
Rephaim soltó la mano de Stevie Rae para poder cerrar el puño sobre su pecho, haciendo el antiguo y respetuoso saludo.
—Feliz encuentro, Diosa Nyx.
—Feliz encuentro, Rephaim —dijo—. Eres el único hijo de Kalona que le ha dado la espalda a la ira y el dolor de su concepción y al odio que ha llenado tu larga vida, y que ha buscado la Luz.
—Ninguno de los demás tenía a Stevie Rae —dijo.
—Es verdad que ella ha influido en tu elección, pero tú tuviste que estar receptivo a ella y responder a la Luz, en lugar de a la Oscuridad.
—Esa no ha sido siempre mi elección. En el pasado he hecho cosas terribles. Estos guerreros tienen razón en quererme muerto —dijo Rephaim.
—¿Te arrepientes de tu pasado?
—Sí.
—¿Eliges un nuevo futuro donde te comprometes a seguir mi camino?
—Sí.
—Rephaim, hijo del guerrero inmortal caído Kalona, te acepto a mi servicio y te perdono por los errores de tu pasado.
—Gracias, Nyx.
La voz de Rephaim era ronca por la emoción mientras le hablaba a la Diosa, a su Diosa.
—¿Me lo agradecerás cuando te diga que aunque te perdono y te acepto, hay un precio que debes pagar por las elecciones de tu pasado?
—No importa lo que venga después, te lo agradeceré por toda la eternidad. Lo juro —dijo, sin dudarlo.
—Esperemos que tengas muchos, muchos años para cumplir ese juramento. Conoce entonces ese precio.
Nyx levantó los brazos como si pudiese abarcar la luna entre las palmas de las manos. A Rephaim le pareció que estaba extrayendo luz de las propias estrellas.
—Dado que has despertado la humanidad que hay en tu interior, cada noche te concederé, desde la puesta de sol hasta su salida, la verdadera forma que te mereces.
La Diosa le lanzó el poder brillante que había acumulado entre sus manos, que vibró por su cuerpo, causándole tal dolor que gritó de agonía y se desplomó contra el suelo. Mientras yacía allí, paralizado, solo le llegó el sonido de la voz de la Diosa.
—Para expiar tu pasado, durante el día perderás tu verdadera forma y volverás a la del cuervo, que no conoce nada excepto los deseos básicos de una bestia. Piensa bien en cómo usar tu humanidad. Aprende del pasado y compensa a la bestia. He hablado, ¡que así sea!
El dolor estaba empezado a desvanecerse y Rephaim pudo levantar la mirada hacia la Diosa de nuevo cuando abrió los brazos para englobar a todo el mundo.
—A los demás, os doy mi amor, si elegís aceptarlo, y mi deseo de que seáis benditos para siempre —dijo, alegremente.
Nyx desapareció en lo que pareció una explosión de la luna. El resplandor fue cegador y eso no ayudó a mejorar la confusión que Rephaim sentía. Su cuerpo se le hacía extraño, desconocido, estaba mareado… Se miró. La sorpresa fue tan grande que, por un momento, no pudo entender lo que veía. ¿Por qué estoy dentro de un chico?, pensó entre el caos de su mente. Fueron los sollozos de Stevie Rae los que finalmente consiguieron llegar a él. Se concentró en ella y, entonces, Rephaim se dio cuenta de que Stevie Rae estaba llorando y riendo al mismo tiempo.
—¿Qué ha pasado? —le preguntó, sin acabar de entenderlo.
Ella no parecía ser capaz de hablar porque seguía llorando lo que parecían lágrimas de felicidad.
Una mano se interpuso en su línea de visión y levantó la vista para ver a la iniciada alta sacerdotisa, Zoey Redbird, sonriéndole irónicamente. Rephaim aceptó la mano que le ofrecía y se puso en pie, un poco tembloroso.
—Lo que ha pasado es que nuestra Diosa te ha convertido en un chico —dijo Zoey.
La certeza lo golpeó entonces y casi lo vuelve a tirar de rodillas.
—Soy humano. Completamente humano.
Rephaim miró hacia abajo, al cuerpo fuerte y alto de un joven guerrero cheroqui.
—Sí, lo eres, pero solo de noche —le recordó Zoey—. Durante el día serás un cuervo completo.
Rephaim apenas la escuchó. Ya se estaba girando hacia Stevie Rae.
Seguramente se había alejado de ella cuando Nyx lo había cambiado, porque ya no estaba a su lado. Ella dio un paso cortito, dudoso, hacia él y después se paró, con aire inseguro, limpiándose la cara.
—¿Está… está mal? ¿Tengo mal aspecto? —le soltó él.
—No —repuso ella, mirándolo a los ojos—. Eres perfecto. Absolutamente perfecto. Eres el chico que vimos en la fuente.
—¿Tú…? ¿Puedo…?
La voz se le apagó. Rephaim estaba demasiado lleno de emoción para encontrar las palabras correctas, así que se movió, cruzando el espacio que había entre él y Stevie Rae con dos pasos largos, fuertes y completamente humanos. Sin dudarlo, la cogió entre sus brazos y después hizo lo que apenas se había permitido hacer ni en sus sueños. Rephaim se inclinó y besó los suaves labios de Stevie Rae con los suyos. Probó sus lágrimas y su risa y finalmente descubrió lo que era ser verdadera y totalmente feliz.
Por eso se apartó a regañadientes.
—Espera. Tengo que hacer una cosa.
Dragon Lankford fue fácil de localizar. Aunque todos los observaban a él y a Stevie Rae, Rephaim sintió la mirada del maestro de esgrima con claridad. Se acercó despacio a él, sin hacer movimientos bruscos. A pesar de ello, los guerreros que estaban a cada lado se movieron, claramente preparados para luchar al lado de su maestro de esgrima, una vez más.
Rephaim se paró delante de Dragon. Lo miró a los ojos y vio el dolor y la ira. Rephaim asintió, reconociendo esos sentimientos.
—Te he causado una gran pérdida. No tengo excusas para lo que era. Solo puedo decirte que me equivocaba. No te pido que me perdones como ha hecho la Diosa —dijo Rephaim, poniéndose sobre una rodilla—. Lo que te pido es que me permitas pagarte la deuda de vida que he contraído contigo sirviéndote. Si me aceptas, mientras respire intentaré, con mis actos y mi honor, expiar la pérdida de tu compañera.
Dragon no digo nada. Solo miraba a Rephaim mientras diferentes emociones contrapuestas pasaban por su cara: odio, desesperación, furia y tristeza. Hasta que finalmente se fusionaron en una máscara de fría determinación.
—Levántate, criatura —dijo Dragon, con voz inexpresiva—. No puedo aceptar tu juramento. No puedo soportar mirarte. No permitiré que me sirvas.
—Dragon, piensa lo que estás diciendo —habló Zoey Redbird, caminando rápidamente para colocarse al lado de Rephaim y con Stark siguiéndola de cerca—. Yo sé que es duro… Yo sé lo que es perder a alguien a quien amas, pero tienes que elegir cómo vas a continuar con tu vida ahora y parece que estés eligiendo a la Oscuridad, en lugar de a la Luz.
Los ojos de Dragon eran crueles y su voz fría cuando le contestó a la joven alta sacerdotisa.
—¿Dices que sabes lo que es perder a alguien a quien amas? ¿Hacía cuánto tiempo que conocías al chico humano? ¡Menos de una década! Anastasia llevaba siendo mi compañera durante más de un siglo.
Rephaim vio que Zoey se estremecía, como si sus palabras la hubiesen herido físicamente y Stark se le acercó más, con los ojos entrecerrados mirando al maestro de esgrima.
—Y por eso una niña no puede dirigir una Casa de la Noche. Ni tampoco puede ser una alta sacerdotisa de verdad, por muy indulgente que sea nuestra Diosa —dijo Neferet, moviéndose suavemente para ponerse al lado de Dragon y tocándole el brazo con deferencia.
—Espera un segundo, Odiosa. No me acuerdo de haber oído a Nyx decir que te perdonaba. Habló de «suposiciones» y de «regalos» pero, corrígeme si me equivoco, no dijo nada en plan «eh, hola, Neferet, estás perdonada» —dijo Aphrodite.
—¡Tú no perteneces a esta escuela! —le gritó Neferet—. ¡Ya no eres una iniciada!
—No, ella es una profetisa, ¿recuerdas? —dijo Zoey, con voz calmada y sabia—. Hasta el Alto Consejo lo ha dicho.
En lugar de responder a Zoey, Neferet se dirigió a la multitud de iniciados y vampiros que los observaban.
—¿Veis cómo retuercen las palabras de la Diosa, incluso pocos momentos después de que se nos haya aparecido?
Rephaim sabía que era malvada… sabía que ya no estaba al servicio de Nyx, pero hasta él tuvo que admitir lo feroz y hermosa que parecía. También tuvo que reconocer los hilos de Oscuridad que acababan de reaparecer y que se deslizaban de nuevo hacia ella, llenándola, alimentándola de su necesidad de poder.
—Nadie está retorciendo nada —dijo Zoey—. Nyx ha perdonado a Rephaim y lo ha transformado en un chico. También le recordó a Dragon que debía tomar una decisión sobre su futuro. Y te hizo saber que su perdón es un regalo que hay que ganarse. Eso es lo único que digo. Es lo único que decimos.
—Dragon Lankfort, como maestro de esgrima y líder de los Hijos de Érebo de esta Casa de la Noche, ¿aceptas a este… —dijo Neferet, haciendo una pausa y mirando a Rephaim con odio— a esta aberración como uno de los tuyos?
—No —dijo Dragon—. No, no puedo aceptarla.
—Entonces yo tampoco puedo. Rephaim, no se te permite quedarte en esta Casa de la Noche. Vete, repugnante criatura, y expía tu pasado en otro lugar.
Rephaim no se movió. Esperó a que Neferet lo mirara. Y después, tranquilamente, pronunciando claramente, habló.
—Yo veo lo que eres.
—¡¡Vete!! —chilló ella.
Él se puso de pie y se alejó del maestro de esgrima y de su grupo de guerreros, pero Stevie Rae le cogió la mano y paró su retirada.
—Donde tú vayas, yo también voy —dijo ella.
Él sacudió la cabeza.
—No quiero que te expulsen de tu hogar por mi culpa.
Con un poco de timidez, Stevie Rae le tocó la cara.
—¿No sabes que mi hogar está donde tú estés?
Él le cubrió su mano con la suya. Sin confiar en su voz, asintió y le sonrió. Sonreír… ¡era increíble lo bien que sentaba!
Stevie Rae retiró su mano suavemente.
—Yo me voy con él —le dijo a la multitud—. Voy a abrir otra Casa de la Noche en los túneles de debajo de la estación. No es tan bonito como este lugar, pero es mucho más agradable.
—No puedes abrir una Casa de la Noche sin la aprobación del Alto Consejo —le soltó Neferet.
Los murmullos de la gente que los observaba le recordaron a Rephaim el viento estival atravesando la hierba de la antigua pradera: el sonido era eterno y sin sentido, a no ser que estuvieses alzando el vuelo.
La voz de Zoey Redbird se abrió paso entre el gentío.
—Si tienes una reina vampira y accedes a permanecer alejada de la política vampírica, el Alto Consejo seguramente te deje en paz —dijo, sonriéndole a Stevie Rae—. Es una grata coincidencia que me hayan convertido, de alguna manera, en reina, recientemente. ¿Y si me voy contigo y con Rephaim? Prefiero los lugares agradables a los cómodos, en realidad.
—Yo también voy —dijo Damien, mirando por última vez a la pira que ardía lentamente—. Elijo empezar de nuevo.
—Nosotras vamos —dijo Shaunee.
—Ídem, gemela —repitió Erin—. Nuestra habitación aquí era demasiado pequeña de todas formas.
—Pero volveremos a buscar nuestras cosas —advirtió Shaunee.
—Oh, demonios, sí —asintió Erin.
—Mierda —dijo Aphrodite—. Lo supe en cuanto se hizo el caos esta noche. Lo supe. Es una mierda que Tulsa no tenga unos grandes almacenes Nordstrom, pero estoy completamente segura de que yo tampoco me quiero quedar aquí.
Mientras Aphrodite se inclinaba sobre su guerrero y suspiraba dramáticamente, cada uno de los iniciados rojos dio un paso adelante. Abandonando la multitud, avanzaron para colocarse detrás de Rephaim y Stevie Rae, de Zoey y Stark, y del resto de su círculo… del resto de sus amigos.
—¿Eso significa que no puedo ser la poetisa laureada de todos los vampiros? —preguntó Kramisha mientras se unía a ellos.
—Solo Nyx puede quitarte eso —le dijo Zoey.
—Bien. Pues acaba de estar aquí y no me ha despedido. Así que supongo que todo va bien —dijo Kramisha.
—¡No eres nada si te vas! ¡Ninguno de vosotros lo es! —gritó Neferet.
—Bueno, Neferet. Esto es así —dijo Zoey—. A veces si juntas a la nada y a tus amigos consigues un montón de algo.
—Eso ni siquiera tiene sentido —repuso Neferet.
—Para ti, no —dijo Rephaim, pasando un brazo por encima de los hombros de Stevie Rae.
—Vámonos a casa —dijo Stevie Rae, pasando un brazo por la cintura de Rephaim, total y completamente humana.
—A mí me parece bien —convino Zoey, cogiendo a Stark de la mano.
—Me parece que nos va a tocar hacer una gran limpieza —murmuró Kramisha, mientras empezaban a alejarse.
—El Alto Consejo de los vampiros tendrá noticias de esto —les dijo Neferet a sus espaldas.
Zoey se paró el tiempo suficiente como para gritarle por encima del hombro.
—Sí, bueno, no será difícil localizarnos. Tenemos internet y todo eso. Además, un montón de nosotros volverá para asistir a clase. Esta sigue siendo nuestra escuela, aunque ya no sea nuestro hogar.
—Oh, genial. Parece que nos van a traer en bus desde las jodidas viviendas sociales —dijo Aphrodite.
—¿Qué son las viviendas sociales? —le preguntó Rephaim a Stevie Rae.
Su cara se iluminó con una sonrisa y lo miró.
—Significa que vendremos de un lugar totalmente diferente que la gente cree que no es tan maravilloso.
—Espero que haya pronto una renovación urbanística —gruñó Aphrodite.
Rephaim sabía que su expresión era como un gran interrogante cuando Stevie Rae se rió y lo abrazó.
—No te preocupes. Tenemos mucho tiempo para que te explique todas estas cosas modernas. Lo único que tienes que saber ahora es que estamos juntos y que Aphrodite no suele ser muy maja.
Ella se puso de puntillas y lo besó y Rephaim dejó que su sabor y su caricia ahogasen las voces de su pasado y los recuerdos que lo acosaban del viento bajo sus alas…