Stevie Rae
—¡No puedes matar a nadie! —gritó Stevie Rae mientras Rephaim recogía una espada de un Hijo de Érebo del suelo.
Él la miró.
—Obliga a Kalona a ir en contra de los deseos de Neferet —le murmuró—. Es la única manera de terminar con esto.
Entonces corrió a hacer lo que le ordenaba su padre.
¿Obligar a Kalona a hacer algo en contra de Neferet? ¿De qué está hablando Rephaim? ¿Kalona no está bajo su control? Stevie Rae se puso de pie con dificultad, pero esos terribles hilos negros no solo habían penetrado su escudo de tierra, sino que también la habían debilitado. Se sentía exánime, mareada y tenía ganas de vomitar.
Entonces apareció Zoey, agachada a su lado, mientras Stark montaba guardia, colocado entre ellas y la sangrienta batalla entre los Hijos de Érebo, Kalona y Rephaim. Stevie Rae miró hacia arriba justo a tiempo de ver materializarse una espada gigante en su mano. Agarró la muñeca de Zoey.
—¡No dejes que Stark dañe a Rephaim! —le rogó Stevie Rae a su mejor amiga.
Esta la miró a los ojos.
—Por favor —añadió—. Por favor, confía en mí.
Zoey asintió una vez y después le habló a su guerrero.
—No le hagas daño a Rephaim.
Stark giró la cabeza, aunque sin apartar la vista de la batalla.
—Estoy jodidamente seguro de que se lo haré si te ataca —le replicó.
—No lo hará —afirmó Stevie Rae.
—Yo no apostaría por ello —dijo Aphrodite, corriendo para reunirse con ellos mientras Darius, con su espada desenvainada, se unía a Stark y a la barrera entre el peligro y sus sacerdotisas.
—Paleta, esta vez la has cagado pero bien.
—Odio tener que estar de acuerdo con Aphro —dijo Erin.
—Lo odio de verdad, pero tiene razón —secundó Shaunee.
Damien, demacrado, se arrodilló al otro lado de Stevie Rae.
—Ya le echaremos la bronca a Stevie Rae más tarde. Ahora mismo tenemos que averiguar cómo sacarla de este lío —dijo.
—No lo entiendes —le dijo Stevie Rae, con los ojos llenos de lágrimas—. No quiero que me saquéis de él y lo único que es un lío es que os hayáis enterado así de lo de Rephaim, en lugar de por mi boca.
Damien la observó durante lo que pareció mucho tiempo antes de responderle.
—Oh, ya veo. Lo entiendo porque antes de perderlo, yo aprendí muchas cosas sobre el amor.
Antes de que Stevie Rae pudiese decir nada más, se escuchó un grito de dolor de uno de los Hijos de Érebo que atrajo todas las miradas. Kalona lo acababa de apuñalar en la parte carnosa de su muslo y el joven guerrero se había caído pero, tan rápidamente como se había desplomado, otro guerrero lo había apartado de en medio y otro más había ocupado su lugar, cerrando la grieta en el círculo mortífero que rodeaba a los seres alados.
Estaban luchando espalda contra espalda. Stevie Rae quería hacerse un ovillo y morirse mientras veía a los guerreros de la Casa de la Noche avanzar en su ataque una y otra vez. Perfectamente conjuntados, en perfecta sintonía, Kalona y Rephaim se complementaban con los movimientos del otro. En una parte de su cerebro, Stevie Rae reconocía la belleza del baile letal que se desarrollaba entre los guerreros y los seres alados… Había una elegancia y una simetría en la batalla que era impresionante. Pero la mayor parte de su cerebro solo quería gritarle a Rephaim: «¡Corre! ¡Huye! ¡Sal de aquí! ¡Sálvate!».
Un guerrero se abalanzó contra Rephaim y, en el ultimísimo momento, él rechazó el golpe. Enferma, asustada y casi completamente derrotada por la tremenda incertidumbre de lo que les iba a pasar a los dos, a Stevie Rae le llevó más tiempo de lo normal ver lo que estaba haciendo Rephaim… o, más bien, lo que no estaba haciendo. Y cuando se dio cuenta, Stevie Rae sintió el dulce sabor de la esperanza.
—Zoey —dijo, apretando la mano de su amiga, sin querer apartar la vista de la batalla—. Mira a Rephaim. No está atacando. No está hiriendo a nadie. Solo se está defendiendo.
Zoey hizo una pausa y lo observó.
—Tienes razón. ¡Stevie Rae, tienes razón! No está atacando.
El orgullo por Rephaim le causó dolor en el pecho a Stevie Rae, como si su corazón estuviese latiendo demasiado fuerte para seguir dentro de su caja torácica. Los guerreros siguieron atacando, brutales y letales en su esfuerzo. Kalona siguió hiriendo, mutilando y hasta matando. Rephaim siguió solo defendiéndose: bloqueaba golpes, fintaba y se abalanzaba, pero no hería a ninguno de los guerreros que obviamente trataban de matarlo.
—Tiene razón —dijo Darius—. El cuervo del escarnio está completamente a la defensiva.
—¡Atacadlos! ¡Matadlos! —gritó Neferet.
Stevie Rae apartó los ojos de Rephaim el tiempo justo para mirarla. Parecía llena de poder, disfrutando de la violencia y de la destrucción que veía ante ella. ¿Por qué nadie más veía la terrible Oscuridad que latía y se arrastraba excitada a su alrededor, envolviéndose en sus piernas, acariciando su cuerpo, alimentándose de su poder mientras, a su vez, Neferet se alimentaba de la muerte y de la destrucción a su alrededor?
Con un vengador Dragon Lankford liderándolos, los guerreros Hijos de Érebo redoblaron su ataque.
—Tengo que parar esto —habló Stevie Rae más para ella misma que en voz alta—. Antes de que sea demasiado tarde y no pueda evitar matar a alguien, tengo que parar esto.
—No hay forma de pararlo —dijo Zoey, suavemente—. Creo que Neferet planeaba algo así. Kalona está aquí probablemente porque ella le dijo que estuviese.
—Kalona puede, pero Rephaim, no —exclamó Stevie Rae con firmeza—. Ha venido para asegurarse de que estoy bien y no voy a permitir que caiga por eso.
Sin dejar de mirar la sangrienta batalla, la alta sacerdotisa roja se imaginó que era un árbol… un roble gigante y fuerte, y que sus piernas eran raíces penetrando profundamente en la tierra. Tan profundamente que los pegajosos hilos de la Oscuridad de Neferet no pudiesen alcanzarla. Y después se imaginó extrayendo el poder del espíritu de la tierra… rico, fértil y poderoso. La pura esencia de la tierra se introdujo en su cuerpo. Stevie Rae se puso de pie. Apartó la mano de Z y, cuando lo hizo, vio su propia mano. Brillaba con un suave y familiar verde. Empezó a caminar hacia delante, hacia Rephaim.
—Eh, ¿adónde te crees que vas? —le preguntó Stark.
Detrás de él, Darius parecía muy sólido justo en medio de su camino.
—A bailar con las bestias, para poder penetrar en su disfraz.
La cita del poema de Kramisha vagó por su mente, como si estuviese soñando.
—Vale, ¿estás loca? —dijo Aphrodite—. Estate aquí quietecita, aléjate de ahí.
Stevie Rae ignoró a Aphrodite y les hizo frente a los dos guerreros.
—Estoy conectada con él. Mi decisión está tomada. Si tenéis que luchar contra mí… hacedlo, pero yo voy a ir allí, a su lado.
—Nadie va a luchar contra ti, Stevie Rae. Dejadla ir —les exhortó Zoey a Stark y a Darius.
—Necesito tu ayuda —le dijo Stevie Rae a Zoey—. Si confías en mí, ven conmigo y dame un empujoncito con el espíritu.
—¡No! Tú no te puedes meter en esto —le dijo Stark a Zoey.
Esta le sonrió.
—Pero si yo ya me he metido con Kalona antes y ganamos, ¿recuerdas?
Stark bufó.
—Sí, después de que yo muriese.
—No te preocupes, guardián. Te volveré a salvar si es necesario.
Zoey se giró hacia Stevie Rae.
—¿Dijiste que Rephaim te había salvado la vida?
—Dos veces, y tuvo que enfrentarse a la Oscuridad para hacerlo. Rephaim tiene bondad en su interior. Te lo prometo, Z. Por favor, por favor, confía en mí.
—Confío en ti. Siempre lo haré —dijo Zoey—. Yo voy con Stevie Rae.
Se lo dijo a Stark, que no pareció alegrarse por la noticia.
—Yo también voy —dijo Damien, con los ojos secos—. Si necesitas aire, estaré allí. Sigo creyendo en el amor.
—No me gusta ese pajarraco, pero el aire no se va sin el fuego —dijo Shaunee.
—Ídem, gemela —dijo Erin.
Stevie Rae los miró a todos.
—Gracias a todos. Esto significa mucho más para mí de lo que puedo expresar.
—Oh, por todos los demonios. Vamos a salvar a ese desagradable chico pájaro para que la paleta y él puedan vivir infelices y comer perdices —dijo Aphrodite.
—Sí, vamos, pero quita ese «des» y ese «in» de la frase —dijo Stevie Rae.
Y así, con el círculo formado a su alrededor, flanqueada por Stark y Darius, Stevie Rae los condujo hacia delante. Sin dejar de canalizar la tierra, no dudó, sino que avanzó con firmeza hacia la escena de sangre y destrucción, acercándose a Rephaim tanto como pudo.
—¡No! —gritó él, viéndola por el rabillo del ojo—. ¡Aléjate!
—¡Que te lo vas a creer tú! —dijo Stevie Rae, mirando a Damien—. Es hora de apretarse los machos. Llama al aire.
Damien miró al este.
—Aire, te necesito. ¡Ven a mí!
El viento se arremolinó a su alrededor, levantando su pelo y el de todos.
Stevie Rae levantó las cejas mirando a Shaunee, que puso los ojos en blanco, pero se colocó de cara al sur.
—¡Fuego, ven a arder para mí, cariño!
Cuando el calor se unió al aire, y sin necesitar que se lo indicasen, Erin se puso de cara al oeste.
—¡Agua, ven a mí y únete al círculo!
El aroma de un chaparrón primaveral les tocó las caras.
En cuanto el agua se unió a ellos, Stevie Rae miró al norte.
—Tierra, ya estás conmigo. Por favor, únete también al círculo.
La conexión cimentada como con raíces en el suelo ya se había intensificado y Stevie Rae sabía que ella era como un faro que brillaba luminosamente de color verde musgoso.
A su lado, habló Z.
—Espíritu, por favor, completa nuestro círculo.
Tuvieron una sensación de bienestar a la que Stevie Rae se aferró mientras salía del grupo, como si ella fuese su lanza. Llena del poder de su elemento, levantó los brazos y canalizó la atemporal y sabia fuerza de los árboles.
—Tierra, forma una barrera para acabar con esta batalla. Por favor —pidió, señalando a los hombros.
—Ayúdala, aire —dijo Damien.
—Ilumínala, fuego —añadió Shaunee.
—Apóyala, agua —dijo Erin.
—Llénala, espíritu —terminó Zoey.
Stevie Rae sintió un golpe de adrenalina precipitándose desde el círculo de tierra que la rodeaba, subiendo por sus pies hasta su mano. Como si fuesen enredaderas, unos hilos verdes brotaron del suelo, formando una barrera tipo jaula alrededor de Rephaim y Kalona, deteniendo por completo la lucha.
Todos se giraron para mirarla.
—Vale, así está mejor. Ahora podemos arreglar esto —dijo Stevie Rae.
—Así que tú, Zoey, y tu círculo… habéis decidido aliaros con la Oscuridad también —dijo Neferet.
Antes de que Z pudiese responder, habló Stevie Rae.
—Neferet, eso es una chaladura tan grande como los zurullos de un bisonte. Z acaba de volver de estar con Nyx en el Otro Mundo. Consiguió darle una patada en el culo a Kalona allí y traer de vuelta a su guerrero sano y salvo con ella… algo que ninguna otra alta sacerdotisa ha conseguido hacer nunca. No es pasto de la Oscuridad.
Neferet abrió la boca para hablar y Stevie Rae la interrumpió.
—¡No! Solo tengo una cosa más que decirte… No me importa a quién logres engañar, pero quiero que sepas que yo nunca me creeré que hayas cambiado. Eres una mentirosa y no eres nada, nada agradable. Yo he visto al toro blanco y sé el tipo de Oscuridad con la que estás jugando; sé lo pirada que estás. Demonios, Neferet, si puedo ver esa cosa retorcida rodeándote ahora mismo. Así que… ¡¡vete a tomar por culo!!
Le dio la espalda a Neferet y se concentró en Kalona. Abrió la boca y de pronto sus palabras se secaron. El inmortal alado parecía un dios vengador. Tenía el pecho desnudo manchado con sangre y en su lanza negra goteaban trozos de carne. Tenía los ojos ámbar brillantes y la miraban con una expresión mezcla de diversión y desdén.
¿Cómo pude pensar ni por un instante que podría enfrentarme a él?, le gritó su mente. Es demasiado poderoso y yo no soy nadie… nadie…
—Fortalécela, espíritu —susurró la voz de Zoey, transportada por el viento que había conjurado Damien.
Stevie Rae apartó la vista de Kalona y miró a Zoey. Su mejor amiga sonrió.
—Adelante. Acaba lo que has empezado. Puedes hacerlo.
Stevie Rae se sintió muy agradecida. Cuando volvió a fijarse en Kalona, tiró profundamente de las raíces que se había imaginado que la conectaban con su elemento y con esa poderosa unión y el apoyo de sus amigos, acabó lo que había empezado.
—Vale, todo el mundo sabe que solías ser el guerrero de Nyx, pero que estás aquí porque algo lo fastidió —dijo, con bastante naturalidad—, lo que significa que tú lo fastidiaste. También significa que aunque te hayas convertido en alguien malvado y todo eso, solías saber lo que eran el honor, la lealtad y tal vez incluso el amor. Así que tengo algo que decirte sobre tu hijo y quiero que me escuches. No sé ni cómo ni por qué ha pasado, pero lo quiero y creo que él me quiere.
Ahí hizo una pausa y miró a Rephaim a los ojos.
—Sí —dijo él con voz muy clara para que su voz llegase a todos los que observaban—. Te quiero, Stevie Rae.
Ella se permitió un momento para sonreírle ampliamente, llena de orgullo, de felicidad y, sobre todo, de amor. Después se volvió a concentrar en Kalona.
—Sí, es extraño. No, nunca va a ser una relación normal, y la Diosa sabe que vamos a tener que lidiar con un montón de cosas con mis amigos, pero esto es lo más importante: puedo ofrecerle a Rephaim bondad y una vida donde conocerá la paz y la felicidad. Pero no lo puedo hacer a no ser que tú hagas algo antes. Tienes que liberarlo, Kalona. Tienes que permitir que tu hijo tome su propia decisión sobre si quedarse contigo o cambiar su camino. Voy a jugármela y creer con todas mis fuerzas que en algún lugar, enterrado en tu interior, queda todavía un pedacito de ese guerrero de Nyx, y que ese Kalona, el que protegía a nuestra Diosa, hará lo correcto. Por favor, sé ese Kalona de nuevo, aunque solo sea por un segundo.
En el largo silencio que siguió y en el que Kalona miró fijamente a Stevie Rae, sin parpadear, se entrometió la voz de Neferet… desdeñosa y arrogante.
—Ya basta de esta estúpida farsa. Yo me encargo de la barrera de hierba. Dragon, ejerce tu venganza en el cuervo del escarnio. Y a ti, Kalona, a ti te destierro de mi lado, como estabas antes. Nada ha cambiado entre nosotros.
Mientras ella hablaba, Stevie Rae vio que tiraba de las sombras que los rodeaban y de las de su cuerpo, de esos tentáculos negros que se deslizaban y parecían ahora estar siempre cerca de ella.
Stevie Rae se preparó. Iba a ser horrible, pero no tenía intención de ceder y eso significaba que iba a tener que enfrentarse de nuevo a la Oscuridad.
Pero justo cuando sintió el primer golpe de dolor y frío y la sangría que la Oscuridad le estaba causando a la tierra, el inmortal alado levantó una mano, ligeramente.
—¡Alto! Llevo aliado mucho tiempo con la Oscuridad. Obedece mis órdenes. Esta no es tu batalla. ¡¡Vete!!
—¡No! —gritó Neferet cuando los hilos pegajosos, invisibles para casi todos los presentes, empezaron a deslizarse en retirada y fueron reabsorbidos por las sombras de donde venían. Neferet se giró hacia Kalona.
—¡Estúpida criatura! ¿Qué estás haciendo? Te he ordenado marcharte. ¡Tienes que obedecer mis órdenes! ¡Yo soy la alta sacerdotisa aquí!
—¡Yo no estoy bajo tu control! Nunca lo he estado.
La sonrisa de Kalona era victoriosa y parecía tan magnífico por un momento que Stevie Rae contuvo el aliento ante su presencia.
—No sé de qué estás hablando —replicó Neferet, recuperándose rápidamente—. Era yo la que estaba bajo tu control.
Kalona paseó la vista por los terrenos de la escuela, abarcando a los iniciados con ojos abiertos como platos y a los vampiros que o bien estaban armados para luchar contra él, o paralizados entre el deseo de huir de él y el de adorarlo.
—Ah, hijos de Nyx, como yo, muchos de vosotros habéis dejado de escuchar a vuestra Diosa. ¿Cuándo aprenderéis?
El inmortal alado miró a su derecha. Rephaim estaba allí, observando en silencio a su padre.
—¿Es verdad que te has conectado con la Roja?
—Sí, Padre. Es verdad.
—¿Le salvaste la vida? ¿Más de una vez?
—Al igual que ella salvó la mía, más de una vez. En realidad fue ella la que me curó después de la caída. Fue ella quien llenó la terrible herida que la Oscuridad me infligió más tarde, después de enfrentarme al toro blanco por ella —dijo, buscando los ojos de Stevie Rae—. Como pago por liberarla de la Oscuridad, me tocó con el poder de la Luz que posee, el de la tierra.
—No lo hice como pago de nada. Lo hice porque no podía soportar verte sufrir —dijo Stevie Rae.
Lentamente, como si le resultase difícil, Kalona levantó la mano y la puso en el hombro de su hijo.
—¿Sabes que nunca te podrá amar como una mujer ama a un hombre? Siempre desearás algo que ella no puede darte, que nunca te dará.
—Padre, lo que ella me da es más que todo lo que he conocido antes.
Stevie Rae vio el dolor que retorcía la cara de Kalona, aunque solo durara un instante.
—Yo te he querido como hijo mío, como mi hijo favorito —dijo tan en voz baja que ella tuvo que esforzarse para oírlo.
Rephaim dudó y cuando le contestó a su padre, Stevie Rae escuchó la cruda sinceridad de su voz y la tristeza que admitir lo que decía le causaba.
—Quizás en otro mundo, en otra vida, eso habría sido verdad. En esta me diste poder, disciplina e ira, pero no me diste amor. Nunca hubo amor.
Los ojos de Kalona resplandecieron, pero Stevie Rae creyó ver más dolor que furia en sus profundidades ámbar.
—Entonces en este mundo, en esta vida, te daré una cosa más: elección. Elige, Rephaim. Elige entre el padre al que has servido y seguido lealmente durante eones y el poder que ese servicio te ha proporcionado… y el amor de esta alta sacerdotisa vampira, que nunca será completamente tuya porque siempre estará, siempre, horrorizada por el monstruo de tu interior.
Rephaim la miró. Ella vio la pregunta en sus ojos y la respondió antes de que él la pudiese enunciar.
—Yo no veo a ningún monstruo cuando te miro… ni por fuera, ni por dentro. No siento horror ante ti. Te quiero, Rephaim.
Este cerró los ojos un momento y ella se estremeció, intranquila. Él era bueno… Stevie Rae lo creía, pero elegirla sobre su padre cambiaría el curso de su vida para siempre. Él era en parte inmortal y un «para siempre» podía ser algo literal para él. Quizás no podría… quizás no debería… quizás él…
—Padre…
Stevie Rae abrió los ojos en cuanto escuchó la voz de Rephaim. Le estaba hablando a Kalona, pero seguía mirándola a ella.
—Elijo a Stevie Rae y el camino de la Diosa.
Stevie Rae miró rápidamente a Kalona y vio la mueca de dolor que cruzó su cara.
—Pues que así sea. Desde este día en adelante, ya no eres mi hijo.
Hizo una pausa y Rephaim miró al inmortal alado.
—Le pediría a Nyx su bendición para ti, pero ya no me escucha. Así que, en lugar de eso, te daré un consejo: si la amas con todo tu interior, cuando te des cuenta de que ella no te ama de la misma manera (y no lo hará, no puede), se morirá todo lo que tienes dentro.
Kalona desplegó sus grandes alas y elevó ambos brazos.
—¡Rephaim queda libre de mí! —proclamó—. He hablado. ¡Que así sea!
Más tarde Stevie Rae recordaría ese momento y la manera en que el aire se estremeció alrededor de Rephaim con la liberación de su padre. A continuación lo único que pudo hacer fue mirar con los ojos como platos a su amado mientras el tono rojizo que había estado presente en sus ojos siempre que lo había mirado desaparecía, dejando solo los ojos grandes y oscuros de un chico humano mirándola desde la cabeza de un enorme cuervo.
Con las alas todavía extendidas, el cuerpo magnificado por el poder y, como a Stevie Rae le gustaría creer, por el dolor que tenía que sentir en algún lugar de su interior ante la pérdida de su hijo, Kalona miró con sus ojos ámbar a Neferet. No dijo ni una palabra. Solo se rió y se lanzó al aire nocturno, dejando un rastro de risa burlona tras él… y algo más. Desde el aire, una única pluma blanca cayó al suelo a los pies de Stevie Rae. Eso la sorprendió tanto que la barrera que había erigido alrededor de Rephaim se disipó, pero estaba mirando la pluma con tanta intensidad que Stevie Rae ni se enteró de que se le había roto su concentración. Estaba doblándose para recoger la pluma cuando Neferet le dio una orden a Dragon.
—Ahora que el inmortal ha huido, mata a su hijo. A mí no me engañan con esta farsa.
Stevie Rae sintió la punzada terriblemente familiar de la Oscuridad rompiendo su conexión con la tierra, debilitándola. Ni tan siquiera pudo gritar cuando vio a Dragon descender sobre Rephaim.