21

Zoey

No tuve que esforzarme mucho para localizarla. Neferet estaba en las escaleras del templo de Nyx, a mi izquierda. Cuando todo el mundo se giró y la miró, sentí que Stark se colocaba a mi lado de tal manera que le bastaría un movimiento rápido para interponerse entre ella y yo. También noté a Stevie Rae. De repente estaba a mi otro lado, y por el rabillo del ojo pude ver a las gemelas, e incluso a Damien. Mi círculo de amigos me rodeaba, dejándome saber, sin palabras, que me guardaban las espaldas.

Cuando Neferet empezó a caminar hacia mí, me concentré automáticamente. Pensé: Ha debido volverse loca, totalmente loca para pedirme que lleve a cabo el funeral y después atacarme delante de toda escuela. Pero cuerda o loca, no importaba. Era malvada, peligrosa y venía a por mí… y yo no iba a huir.

Así que sus siguientes palabras me sorprendieron casi tanto como lo que había empezado a hacer.

—Escúchame, Zoey Redbird, iniciada alta sacerdotisa, y sé testigo. He obrado mal ante Nyx, ante ti y ante esta Casa de la Noche.

Su voz era fuerte, clara y hermosa y parecía instilar música en el aire que la rodeaba. En el tempo que estaba creando, Neferet empezó a quitarse la ropa.

Debería haber sido un momento embarazoso, o incómodo, o erótico, pero no fue nada de eso. Era, simplemente, hermoso.

—Os he mentido a ti y a mi Diosa.

Se sacó la camisa, que cayó flotando detrás de ella como si fuese un pétalo desprendiéndose de una rosa.

—Os he engañado a ti y a mi Diosa sobre mis intenciones.

Se desató la falda de seda negra que llevaba puesta y salió de ella como si fuese un charco de agua negra. Completamente desnuda, caminó directamente hacia mí. Las llamas violetas y amarillas de la pira de Jack se reflejaron en su carne, haciendo que pareciese como si ella también ardiese, solo que sin ser consumida. Cuando llegó junto a mí, se arrodilló, echó la cabeza hacia atrás y abrió los brazos.

—Y lo peor de todo: permití que un hombre me sedujese y me apartase del amor de mi Diosa y de su camino. Ahora aquí, desnuda ante ti, ante nuestra Casa de la Noche y ante Nyx, pido ser perdonada por mis malas acciones, porque creo que no puedo vivir esta terrible mentira ni un momento más.

Cuando terminó de hablar, bajó la cabeza y los brazos y después, formalmente, con respeto, Neferet se inclinó ante mí.

En el completo silencio que siguió a su discurso, por mi mente zumbaron una cacofonía de pensamientos contradictorios: Está fingiendo… Ojalá no… Es culpa suya que Heath y Jack estén muertos… Es una maestra de la manipulación. Tratando de averiguar lo que debería decir… lo que debería hacer… miré a mi alrededor, indefensa, buscando alguna pista. Las gemelas y Damien miraban a Neferet boquiabiertos, totalmente asombrados. Miré a Aphrodite. Ella también observaba a Neferet, pero su cara reflejaba un asco no disimulado. Stevie Rae y Stark me miraban a mí. Apenas imperceptiblemente, sin decir una palabra, Stark sacudió la cabeza una vez: no. Miré entonces a Stevie Rae, que vocalizó una palabra: «miente».

Casi sin respirar, observé el círculo formado por la Casa de la Noche. Algunos me miraban, interrogantes, a la expectativa, pero la mayoría de ellos miraban embobados a Neferet, llorando abiertamente con lo que era una obvia mezcla de felicidad y alivio.

En ese momento, se cristalizó un pensamiento que se abrió paso como una daga entre los demás de mi mente: Si no acepto sus disculpas, la escuela se volverá en mi contra. Pareceré una mocosa vengativa y eso es exactamente lo que quiere Neferet.

No tenía elección. Lo único que podía hacer era reaccionar y esperar que mis amigos confiasen en mí lo suficiente como para saber que sabía distinguir entre la verdad y la manipulación.

—Stark, dame tu camisa —dije, rápidamente.

Él no lo dudó. Se la desabrochó y me la dio.

Segura de que mi voz seguía contando con el poder del espíritu, le hablé.

—Neferet, por lo que a mí respecta, yo te perdono. Nunca quise ser tu enemiga.

Ella levantó la vista hacia mí; sus ojos verdes eran totalmente cándidos.

—Zoey, yo… —empezó.

Yo hablé por encima de sus palabras, interrumpiendo el sonido dulce de su voz.

—Pero yo solo puedo hablar por mí misma. Serás tú la que tengas que buscar el perdón de la Diosa. Nyx conoce tu corazón y tu alma, así que será allí donde encuentres su respuesta.

—Entonces ya la tengo, y me llena el corazón y el alma de alegría. ¡Gracias, Zoey Redbird, y gracias, Casa de la Noche!

Hubo murmullos por todo el círculo.

—¡Gracias a la Diosa!

—¡Bendita sea!

Y yo me obligué a sonreír mientras me inclinaba y le ponía la camisa de Stark sobre sus hombros.

—Por favor, levántate. No deberías estar arrodillada ante mí.

Neferet se levantó elegantemente y se puso la camisa de Stark, abotonándosela con cuidado. Después se giró hacia Damien.

—Feliz encuentro, Damien. ¿Me das permiso para elevar mi plegaria personal por el espíritu de Jack a la Diosa?

Damien no habló. Solo asintió y no pude saber entre la tristeza y la pena de su cara si se estaba creyendo la función de Neferet o no. Ella siguió representando su papel a la perfección.

—Gracias.

Neferet se acercó más a la abrasadora pira de Jack, echó la cabeza hacia atrás y levantó los brazos. Al contrario que yo, no amplificó su voz, si no que habló tan bajito que ninguno la pudimos escuchar. Su cara estaba inclinada de manera que yo tenía una perfecta visión de ella. Su expresión era serena y sincera y me pregunté cómo era posible que algo que estaba segura que estaba tan podrido por dentro pudiese tener un exterior tan espléndido.

Creo que fue porque la estaba mirando con tanta atención, intentando encontrar la grieta en su armadura, que vi todo lo que pasó después.

La expresión de Neferet cambió. Seguía teniendo la cara inclinada hacia arriba, pero era obvio, al menos para mí, que había visto algo sobre nosotros.

Después lo escuché. Era un sonido vagamente familiar. No lo reconocí inmediatamente, aunque me puso los pelos de punta. Pero no miré hacia arriba. Seguí observando a Neferet. Fuese lo que fuese que estaba viendo, le molestaba y le preocupaba. No cambió su postura ni dejó de decir su «plegaria», pero sus ojos miraron preocupados a su alrededor, como comprobando que nadie más había descubierto lo que ella había visto. Cerré los párpados y esperé tener aspecto de estar rezando, meditando, concentrada… cualquier cosa menos estar observándola. Esperé un par de segundos y abrí los ojos, lentamente.

Neferet no estaba mirando hacia mí, definitivamente. Estaba observando a Stevie Rae, pero mi mejor amiga no era consciente de ello. Ella estaba demasiado ocupada mirando hacia arriba, también. Solo que su expresión no era molesta o preocupada… era radiante, como si estuviese buscando algo que la llenaba de completa felicidad, de completo amor.

Confundida, volví a mirar a Neferet. Seguía observando a Stevie Rae y su expresión había cambiado de nuevo. Vi que se le agrandaban los ojos, como dándose cuenta de algo, y después su cara se teñía de placer, como si acabase de descubrir algo que la había hecho superfeliz.

Yo no parecía ser capaz de dejar de observar a Neferet, pero busqué la mano de Stark automáticamente, como si supiese que mi mundo estaba a punto de explotar cuando la voz de Dragon Lankford resonó como un toque de diana que lo cambió todo.

—¡Cuervo del escarnio en el cielo! ¡Profesores, poned a los iniciados a cubierto! ¡Guerreros, a mí!

El tiempo empezó a moverse aceleradamente entonces. Stark me colocó detrás de él mientras mirábamos hacia arriba. Lo escuché maldecir y supe que tenía que ser porque no tenía su arco con él.

—¡Quiero que entres en el templo de Nyx! —me gritó Stark por encima del sonido que explotaba a nuestro alrededor, empujándome ya en esa dirección.

Sobre su hombro pude ver el pandemonio que se había desatado. Algunos gritaban; los profesores llamaban a sus estudiantes y trataban de calmarlos; los guerreros Hijos de Érebo sacaban sus armas, preparados para la inminente batalla. Todo el mundo se movía, excepto Neferet y Stevie Rae.

Neferet seguía de pie al lado de la pira ardiente de Jack… seguía mirando a Stevie Rae mientras sonreía. Mi amiga parecía que había echado raíces en su sitio. Miraba hacia arriba, sacudiendo la cabeza de un lado a otro, sollozando.

—No, espera —le dije a Stark, rodeándolo para que dejase de empujarme hacia el templo—. No puedo ir. Stevie Rae está…

—¡¡¡Cae del cielo, bestia inmunda!!!

La voz de Neferet me interrumpió. Levantó los brazos hacia arriba, con los dedos estirados como si tratase de agarrar algo en el aire.

—¿Puedes verlo? —me preguntó Stark imperiosamente, mirando al cielo.

—¿Qué? ¿Ver el qué?

—Hilos negros, pegajosos, de Oscuridad.

Hizo una mueca de terror.

—Los está utilizando. Y eso significa que estaba mintiendo como una bellaca cuando pedía perdón —dijo, con gravedad—. No cabe duda que está aliada con la Oscuridad.

No hubo tiempo de decir nada más porque, con un terrible grito, un enorme cuervo del escarnio cayó del cielo, aterrizando desplomado en medio de los terrenos de la escuela.

Lo reconocí inmediatamente. Era Rephaim, el hijo favorito de Kalona.

—¡Matadlo! —ordenó Neferet.

Dragon Lankford no necesitaba recibir la orden. Ya se estaba moviendo. Con la espada reluciendo con la luz del fuego, descendió sobre el cuervo del escarnio como un dios vengador.

—¡No! ¡No le hagáis daño! —gritó Stevie Rae y se interpuso rápidamente entre Dragon y la criatura caída.

Tenía las manos levantadas, con las palmas hacia fuera, y toda ella brillaba de color verde, como si en su cuerpo hubiese crecido de repente un musgo iridiscente. Dragon golpeó la barrera verde resplandeciente y rebotó como si hubiese chocado contra una pelota gigante de goma. Fue espeluznante y genial al mismo tiempo.

—Oh, demonios —murmuré, yendo ya hacia Stevie Rae.

Tenía un mal presentimiento sobre lo que estaba pasando. Un presentimiento muy, muy malo.

Stark no intentó pararme.

—Quédate cerca de mí y lejos del alcance de ese maldito pájaro —dijo, simplemente.

—¿Por qué proteges a esa criatura, Stevie Rae? ¿Estás confabulada con ella?

Neferet estaba al lado de Dragon, que se había puesto de pie y estaba temblando del esfuerzo que le estaba costando no correr hacia Stevie Rae de nuevo. Neferet parecía desconcertada, pero sus ojos brillaban salvajemente, como si ella fuese un gato y Stevie Rae fuese su ratón atrapado.

Esta ignoró a Neferet. Miró a Dragon.

—No está aquí para herir a nadie. Te lo prometo —le dijo.

—Libérame, Roja.

El cuervo del escarnio habló cuando por fin llegué junto a Dragon y de Neferet. Él también se había puesto de pie, lo que me sorprendió porque me daba la impresión de que la caída debería haberlo matado. De hecho, el único rastro de daño que podía ver era un corte en su bíceps, que se parecía preocupantemente a uno humano, del que empezaba a manar sangre. Retrocedía lentamente para apartarse de Stevie Rae, pero se había formado una extraña burbuja verde alrededor de los dos y eso no le permitía alejarse mucho de ella.

—Esto no está bien, Rephaim. No voy a seguir mintiendo ni fingiendo.

Stevie Rae miró a Neferet y a la multitud de iniciados y profesores que habían parado de huir y que la observaban, con la sorpresa y el horror claro en sus caras. Después, apretando los dientes y levantando la barbilla, miró al cuervo del escarnio.

—Yo no soy tan buena actriz. Yo nunca he querido ser tan buena actriz.

—No lo hagas.

La voz del cuervo del escarnio me sorprendió. No porque sonase humana. Lo había escuchado hablar antes y sabía que, si no estaba silbando de rabia, podía hablar como un chico. Lo que me sorprendió fue el tono de su voz. Sonaba asustado y muy, muy triste.

—Ya está hecho —le dijo Stevie Rae.

Y en ese momento fue cuando encontré mi voz.

—¿Qué diablos está pasando, Stevie Rae?

—Lo siento, Z. Quería contártelo. De verdad que quería hacerlo. Solo que no sabía cómo.

Sus ojos me rogaban que lo entendiese.

—¿No sabías cómo contarme el qué?

Entonces me golpeó… el olor de la sangre del cuervo del escarnio. Con un torrente de terror, reconocí el aroma. Ya lo había olido en Stevie Rae y supe de qué hablaba, de lo que había tratado de contarme.

—Estás conectada con esa criatura.

Yo estaba pensando las palabras, pero fue Neferet la que las dijo en voz alta.

—Oh, Diosa, no, Stevie Rae —dije yo, con los labios fríos e insensibles.

Incrédula, seguí sacudiendo la cabeza de un lado a otro, como si negarlo pudiese hacer que esta pesadilla desapareciese.

—¡¿Cómo?!

La palabra de Dragon pareció rasgarle la garganta.

—No fue culpa suya —dijo el cuervo del escarnio—. Yo soy el responsable.

—No me dirijas la palabra, monstruo.

Dragon sonaba letal.

La mirada teñida de rojo del cuervo del escarnio pasó del maestro de esgrima a mí.

—No la culpes a ella, Zoey Redbird.

—¿Por qué me hablas a mí? —le grité.

Sin dejar de agitar la cabeza, miré a Stevie Rae.

—¿Cómo has dejado que pasase? —le pregunté, y después cerré la boca de golpe al descubrir lo mucho que me parecía a mi madre.

—Joder. Sabía que te pasaba algo raro, Stevie Rae, pero no tenía ni idea de que la rareza llegase a este grado —dijo Aphrodite, colocándose a mi lado.

—Debería haber dicho algo —dijo Kramisha desde varios metros atrás, donde estaba al lado de las gemelas y de Damien, que no dejaban de mirar, incrédulos, primero a Stevie Rae y después al cuervo del escarnio—. Sabía que los poemas sobre una bestia y tú eran malos. Solo que no sabía que eran literales.

—Debido a la alianza entre estos dos, la Oscuridad ya ha teñido a la escuela —dijo Neferet, solemnemente—. Esta criatura debe ser la responsable de la muerte de Jack.

—¡Eso son un montón de tonterías! —dijo Stevie Rae—. Tú mataste a Jack como sacrificio a la Oscuridad porque te concedió el control del alma de Kalona. Tú lo sabes. Yo lo sé. Y Rephaim lo sabe. Por eso estaba aquí arriba, observándote a distancia. Quería asegurarse de que no hicieses algo terrible también esta noche.

Observé a Stevie Rae enfrentarse a Neferet y reconocí la fuerza y la desesperación que vi en mi mejor amiga, porque yo también me había sentido igual cuando me había enfrentado a Neferet… especialmente cuando era yo sola contra ella y nadie en la escuela, llena de vampiros e iniciados, tenía ni idea de que ella distaba mucho de ser perfecta.

—La ha corrompido por completo —dijo Neferet, hablándole a la multitud que se volvía a reunir—. Debemos destruirlos inmediatamente.

Mi estómago se retorció y, con una certidumbre que solo sentía cuando la Diosa guiaba mis acciones, supe que tenía que hacer algo.

—Vale, ya es suficiente.

Con Stark moviéndose inquieto a mi lado y sin apartar la mirada del chico pájaro, me acerqué a Stevie Rae.

—Sabes lo mal que pinta esto.

—Sí, lo sé.

—¿Y estás conectada de verdad con él?

—Sí —afirmó, con seguridad.

—¿Te atacó o algo así? —le pregunté, tratando de encontrarle sentido.

—No, Z, al contrario. Me salvó la vida. Dos veces.

—Por supuesto que sí. ¡Estás aliada con esa criatura y aliada con la Oscuridad!

Neferet se giró para mirar a los iniciados y a los vampiros.

El brillo verde que rodeaba a Stevie Rae se intensificó, al igual que su voz.

—Rephaim me salvó de la Oscuridad. Gracias a él sobreviví cuando invoqué accidentalmente al toro blanco. Y aunque la mayoría de esta gente no pueda ver lo que estás haciendo, no olvides que yo sí. Yo veo los hilos de la Oscuridad que siguen tus órdenes.

—Pareces muy familiarizada con ese tema —dijo Neferet.

—Por supuesto que sí —dijo Stevie Rae, enfadada—. Antes del sacrificio de Aphrodite yo estaba llena de Oscuridad. Siempre la reconoceré; al igual que siempre elegiré a la Luz sobre ella.

—¿En serio? —preguntó Neferet con una sonrisa petulante—. ¿Y es eso lo que estás haciendo al elegir a esta criatura? ¿Elegir a la Luz? Los cuervos del escarnio fueron creados con furia, violencia y odio. Viven para la muerte y la destrucción. Este mató a Anastasia Lankford. ¿Cómo se puede confundir eso con la Luz y el camino de la Diosa?

—No era bueno —dijo Rephaim, sin hablarle directamente a Neferet, sino mirando directamente a Stevie Rae—. Lo que era antes de conocerte no era bueno. Entonces tú me encontraste y me sacaste de un lugar oscuro.

Contuve el aliento cuando el cuervo del escarnio lenta y amablemente tocó la mejilla de Stevie Rae, limpiándole una lágrima.

—Me mostraste la bondad y, por un momento, atisbé la felicidad. Eso es suficiente para mí. Libérame, Stevie Rae, mi Roja. Déjales ejercer su venganza sobre mí. Quizás Nyx se apiade de mi espíritu y me permita entrar en su reino, donde algún día podré verte de nuevo.

Stevie Rae sacudió la cabeza.

—No. No puedo. No lo haré. Si yo soy tuya, entonces tú también eres mío. No voy a dejarte ir sin luchar.

—¿Eso significa que lucharías contra tus amigos por él? —le grité, sintiéndome como si todo se estuviese descontrolando.

Con calma, Stevie Rae me miró. Vi la respuesta en sus ojos antes de que hablase con voz triste, pero firme.

—Si tengo que hacerlo, lo haré.

Y después dijo algo, lo único que finalmente tuvo sentido en todo ese montón de locura y que lo cambió todo para mí.

—Zoey, tú habrías luchado contra cualquiera para protegerme mientras estaba llena de Oscuridad, aunque ni siquiera estabas segura de que volvería a ser alguna vez yo misma. Él ya ha cambiado, Z. Le ha dado la espalda a la Oscuridad. ¿Cómo podría hacer yo menos por él?

—¡Esa cosa mató a mi compañera! —bramó Dragon.

—Por eso, así como por una multitud de otras ofensas, debe morir —dijo Neferet—. Stevie Rae, si eliges quedarte al lado de esa criatura, eliges enfrentarte a la Casa de la Noche y mereces perecer con él.

—Vale, no. Esperad —pedí—. A veces las cosas no son simplemente blancas y negras y hay más de una respuesta correcta. Dragon, sé que esto es terrible para ti, pero vamos a respirar y pensar por un segundo. No podéis estar hablando en serio de matar a Stevie Rae.

—Si está del lado de la Oscuridad, merece la misma suerte que esta criatura —dijo Neferet.

—Oh, por favor. Tú acabas de admitir que estuviste del lado de la Oscuridad y Zoey te ha perdonado por ello —expuso Aphrodite—. No estoy diciendo que me guste esta cosa rara del chico pájaro/Stevie Rae, pero ¿cómo va estar bien que tú recibas el perdón pero ellos no?

—Porque yo ya no estoy bajo la influencia de la Oscuridad, que estaba personificada por el padre de esta criatura —dijo Neferet, suavemente—. Ya no estoy aliada con ella. Preguntémosle a la criatura si él puede decir lo mismo.

Miró al cuervo del escarnio.

—Rephaim, ¿jurarías que ya no eres el hijo de tu padre? ¿Que ya no estás aliado con él?

Esta vez Rephaim sí que le contestó directamente a Neferet.

—Solo mi padre puede liberarme de su servicio.

Vi la satisfacción en la cara de ella.

—¿Y le has pedido a Kalona que te libere?

—No —contestó Rephaim, pasando la vista de Neferet a Stevie Rae—. Por favor, entiéndelo.

—Lo hago. Te prometo que sí —le dijo ella, para después gritarle a Neferet—. ¡No le ha pedido que lo libere porque no quiere traicionar a su padre!

—Sus razones para escoger a la Oscuridad no son importantes —dijo Neferet.

—De hecho, yo creo que sí —apunté—. Y otra cosa, estamos hablando de Kalona como si él estuviese aquí. ¿No se supone que ha sido desterrado de tu lado?

Neferet posó sus fríos ojos verdes sobre mí.

—El inmortal ya no está a mi lado.

—Pero suena como si estuviese aquí, en Tulsa. Si está desterrado, ¿qué está haciendo aquí? Eh, Rephaim —dije, titubeando con su nombre.

Era muy raro estar hablando con esa aterradora criatura como si fuese un chico normal.

—¿Está tu padre en Tulsa?

—Yo… yo no puedo hablar de mi padre —dijo el cuervo del escarnio, con voz entrecortada.

—No te estoy pidiendo que digas nada malo ni que nos digas exactamente donde está —le espeté.

Me sorprendí al descubrir la angustia en sus ojos teñidos de rojo.

—Lo siento. No puedo.

—¡Veis! No va a hablar en contra de Kalona; no se enfrentará a él —disparó la voz de Neferet—. Y como el cuervo del escarnio está aquí, sabemos que o bien Kalona ya está en Tulsa, o está de camino. Y cuando ataque esta escuela, como seguramente hará, estarás, de nuevo, a su lado para luchar contra nosotros.

Rephaim posó sus ojos escarlata en Stevie Rae y habló con una voz llena de desesperación.

—No te haré daño, pero él es mi padre y yo…

Neferet lo interrumpió.

—Dragon Lankford, como alta sacerdotisa de esta Casa de la Noche, te ordeno protegerla. Mata a este vil cuervo del escarnio y a cualquiera que se ponga de su lado.

Vi que Neferet levantaba una mano y daba un giro de muñeca hacia Stevie Rae. La burbuja verde brillante que la rodeaba junto con el cuervo del escarnio tembló y la alta sacerdotisa roja gimió. Se puso muy pálida y se llevó una mano al estómago, como si fuese a vomitar.

—¿Stevie Rae?

Empecé a caminar hacia ella, pero Stark me agarró de la mano, tirando de mí hacia atrás.

—Neferet está usando a la Oscuridad —me advirtió—. No puedes interponerte entre ella y Stevie Rae… te mataría.

—¿Oscuridad? —dijo Neferet, con la voz henchida de poder—. No estoy usando a la Oscuridad. Estoy usando la venganza justa de una diosa. Solo eso me permite romper esta barrera. ¡Ahora, Dragon! ¡Muéstrale a esta criatura el precio de enfrentarse a mi Casa de la Noche!

Stevie Rae volvió a gemir y se cayó de rodillas. El brillo verde se desvaneció. Rephaim estaba inclinado sobre ella y su espalda estaba completamente expuesta y era vulnerable a la espada de Dragon.

Levanté la mano que no me tenía agarrada Stark, pero ¿qué iba a hacer yo? ¿Atacar a Dragon? ¿Para salvar al cuervo del escarnio que había matado a su compañera? Estaba paralizada. No podía permitir que Dragon le hiciese daño a Stevie Rae, pero no la estaba atacando… estaba atacando a nuestro enemigo, a un enemigo con el que mi mejor amiga se había conectado. Era como ver una de esas películas de serie B y esperar a que degüellen a alguien, lo descuarticen y empiece la carnicería gore, solo que esto era real.

Se escuchó un zuuuuuum, como un temporal controlado, y Kalona descendió desde el cielo, aterrizando entre su hijo y Dragon. Tenía una terrible lanza negra en la mano, la que había materializado en el Otro Mundo, y con ella rechazó el ataque de Dragon con tal fuerza que hizo que este cayese de rodillas.

Los Hijos de Érebo entraron en acción. Más de una docena corrieron a defender a su maestro de esgrima. Kalona era un borrón letal, pero hasta él tenía problemas para ocuparse de tantos guerreros al mismo tiempo.

—¡Rephaim! ¡Hijo! —lo llamó Kalona—. ¡A mí! ¡Defiéndeme!