20

Zoey

Casi paso de largo y después recordé que antes de que superara el cambio, Erik había sido el compañero de habitación de Jack. Y por eso también recordé que, en ese momento, no importaba lo que había sucedido entre nosotros dos. Yo estaba ejerciendo de alta sacerdotisa esta noche por Jack y sabía, sin lugar a dudas, que él no querría que dejase a Erik allí fuera sentado solo, llorando.

Además, recordé también el momento en que Erik me había encontrado a mí llorando tras mi primer y desastroso ritual de las Hijas Oscuras. Por aquel entonces había sido dulce y amable y me había hecho sentir como si yo realmente pudiese manejar la locura que había encontrado en esta escuela.

Le debía un favor a cambio de eso.

Apreté la mano de Damien e hice que él y todo mi grupo se parara.

—Cariño —le dije a Damien—, quiero que vayas con Stark y todos los demás a la pira. Hay algo que tengo que hacer muy rápidamente. Además, por lo que he podido leer sobre funerales vampíricos y todo eso, tú, porque en realidad Jack era tu consorte, tienes que pasar un tiempo meditando antes de que se encienda la pira.

Al menos esperaba que eso fuese lo que Damien necesitaba hacer.

Como si se materializara en respuesta a mis palabras, apareció una vampira de entre las sombras, andando desde la pira funeraria.

—Tienes toda la razón, Zoey Redbird —dijo.

Yo, junto con el resto de mis amigos, la miramos inquisitivamente.

—Oh, debería presentarme —dijo, ofreciéndome su antebrazo para el tradicional saludo vampírico—. Soy Beverly.

Hizo una pausa, se aclaró la garganta y volvió a comenzar.

—Soy la profesora Misal. La nueva profesora de hechizos y rituales.

—Oh, eh, encantada de conocerte.

Le devolví el saludo agarrándole el antebrazo. Sí, tenía un tatuaje vampírico completo: un precioso diseño que me recordaba a notas musicales, pero juraría que aparentaba menos edad que Stevie Rae.

—Mmm, profesora Misal, ¿puedes llevar a Damien y al resto de los chicos a la pira? Tengo que hacer algo aquí.

—Por supuesto. Todo estará preparado para ti —dijo, girándose hacia Damien y hablándole con amabilidad—. Por favor, sígueme.

Damien dijo un «vale» desmayado; parecía tener los ojos supervidriosos. A pesar de ello, empezó a seguir a la nueva profesora. Stark se quedó atrás. Sus ojos miraron las sombras y el banco donde estaba sentado Erik. Después se giró hacia mí.

—Por favor —le dije—. Necesito hablar con él. Confía en mí, ¿vale?

Su cara se relajó.

—Ningún problema, mo bann ri.

Antes de comenzar a seguir a Damien, añadió algo más suavemente en su excelente acento escocés.

—Te estaré esperando cuando hayas acabado.

—Gracias.

Intenté transmitirle con mi mirada lo mucho que lo amaba y que apreciaba su lealtad y confianza.

Sonrió y se fue con el resto del grupo. Bueno, excepto Aphrodite. Y Darius, que la rondaba como su sombra.

—¿Qué? —les pregunté.

—Como si te fuéramos a dejar sola —dijo Aphrodite, poniendo los ojos en blanco—. En serio. ¿Estás tan perdida? Neferet se las arregló para cortarle la cabeza a Jack sin ni tan siquiera estar allí. Darius y yo no te vamos a dejar sola para consolar a Erik el Despreciable.

Miré a Darius, que sacudió la cabeza.

—Lo siento, Zoey, Aphrodite tiene razón.

—¿Podríais, al menos, quedaros aquí, para no escucharnos? —les pregunté, exasperada.

—Como si quisiéramos escuchar los balbuceos llorosos de Erik. Sin problema. Pero apúrate. Nadie debería esperar por culpa de un ser despreciable —dijo Aphrodite.

Ni siquiera me molesté en suspirar mientras me alejaba de ellos e iba junto a Erik. Vale, en serio. El tío no sabía ni que yo estaba allí. Estaba plantada delante de él. Tenía la cara entre las manos y estaba llorando. Llorando de verdad. Como sabía que era un excelente actor, me aclaré la garganta y me preparé para ser semisarcástica o, al menos, pasiva-agresiva.

Cuando levantó la vista, todo cambió. Tenía los ojos hinchados y rojos. Las mejillas estaban bañadas por las lágrimas. Hasta le moqueaba la nariz. Parpadeó un par de veces, como si le estuviese costando enfocar la mirada.

—Oh, eh, Zoey.

Intentó recomponerse. Se sentó más erguido y se limpió la nariz con el reverso de la manga.

—Eh, hola. Has vuelto.

—Sí, aterricé hace un rato. Voy a encender la pira de Jack. ¿Quieres venir conmigo?

Un sollozo empezó a brotar de su interior. Erik inclinó la cabeza y empezó a llorar.

Fue totalmente horrible.

No tenía ni idea de lo que hacer.

Y juro que escuché a Aphrodite bufando en la distancia.

—Eh —dije, sentándome a su lado y dándole golpecitos torpemente en el hombro—. Sé que es terrible. Vosotros erais buenos amigos.

Erik asintió con la cabeza. Noté que estaba haciendo un gran esfuerzo por mantener el control, así que me quedé allí sentada y me puse a parlotear mientras él se sorbía los mocos y se limpiaba la cara con la manga (puaj).

—Todo esto es una mierda. Jack era demasiado bueno, dulce y joven como para que le pasase esto. Vamos a echarlo todos mucho de menos.

—Lo hizo Neferet.

Habló despacio y vi que miraba a su alrededor como si tuviese miedo de que alguien lo escuchase.

—No sé cómo. Joder, no sé cómo, pero lo hizo ella.

—Sí —dije yo.

Nos miramos a los ojos.

—¿Vas a hacer algo? —me preguntó.

Mi mirada no flaqueó ni un poquito.

—Absolutamente todo lo que esté a mi alcance.

Él casi sonrió.

—Bueno, eso es suficiente para mí —dijo, limpiándose la cara de nuevo y pasándose una mano por el pelo—. Me iba a ir.

—¿Eh? —dije yo, brillantemente.

—Sí, me iba. Iba a dejar la Casa de Tulsa para ir a Los Ángeles. Quieren que vaya… a Hollywood. Se suponía que iba a ser el próximo Brad Pitt.

—¿Ibas? —pregunté, totalmente confundida—. ¿Qué te lo impide?

Despacio, Erik levantó la mano derecha y sostuvo así, con la palma hacia arriba, mostrándomela. Parpadeé varias veces, sin entender realmente lo que estaba viendo.

—Sí, es lo que piensas —dijo.

—Es el laberinto de Nyx.

Claro que reconocía el tatuaje de color zafiro que le llenaba la palma, pero era como si a mi mente le costase asimilar lo que veían mis ojos, y no lo consiguió hasta que escuché la voz de Aphrodite desde detrás de mí.

—¡Oh, por todos los demonios! Erik es un rastreador.

Los ojos de Erik dejaron los míos y miraron a Aphrodite.

—¿Estás contenta ahora? Adelante, ríete. Ya sabes que esto significa que no puedo dejar la Casa de Tulsa durante cuatro años… que tengo que quedarme aquí y seguir una estúpida esencia y ser el gilipollas que está allí cuando cualquier crío, durante los próximos cuatro años, sea marcado y averigüe que puede o no, morirse, pero que, sin duda, su vida va a cambiar para siempre.

Hubo un momento de silencio y después habló Aphrodite.

—¿Es eso lo que te preocupa? ¿Que eres el nuevo rastreador y que es un trabajo duro, o lo que realmente te molesta es que tienes que aplazar Hollywood durante cuatro años y que, en ese tiempo, seguro que ya habrá surgido un nuevo Brad Pitt?

Me revolví y me enfrenté a ella.

—¡Era el compañero de habitación de Jack! ¿Te acuerdas de lo que es perder a un compañero de habitación?

Vi que le cambiaba la expresión y que se ablandaba, pero negué con la cabeza.

—No. Tú y Darius marchaos. Os seguiré.

Como vi que Aphrodite vacilaba, le hablé directamente a su guerrero.

—Como tu alta sacerdotisa, te lo ordeno. Quiero estar a solas con Erik. Llévate a Aphrodite y reúnete conmigo en la pira de Jack.

Darius no lo dudó ni un segundo más. Se inclinó respetuosamente y después cogió a Aphrodite por el codo y, literalmente, tiró de ella. Suspiré profundamente y me senté en el banco al lado de Erik.

—Lo siento. Aphrodite tiene buenas intenciones pero, como diría Stevie Rae, no es muy agradable a veces.

El chico resopló.

—No hace falta que me lo digas. Ella y yo salimos juntos, ¿recuerdas?

—Sí —le contesté, tranquilamente, antes de seguir—. Tú y yo también salimos.

—Sí —dijo—. Pensé que te quería.

—Yo también pensé que te quería.

Me miró.

—¿Estábamos equivocados?

Lo miré. Lo miré de verdad. Diosa, estaba bueno, tipo Superman/Clark Kent. Alto, moreno, ojos azules, musculoso… Pero había algo más en él aparte de eso. Sí, era controlador y arrogante pero, en algún lugar en su interior había un chico muy, muy bueno. Solo que yo no era la chica adecuada para ese chico.

—Sí, nos equivocamos, pero no pasa nada. Hace poco me recordaron que no pasa nada por no ser perfecto, especialmente si aprendes de tus errores. ¿Y si aprendemos de los nuestros? Creo que podríamos ser buenos amigos, de todas maneras.

Sus maravillosos labios se curvaron en una sonrisa.

—Creo que podrías tener razón.

—Además —añadí, golpeándolo con mi hombro—, no tengo suficientes chicos guapos hetero de amigos.

—Yo soy un chico guapo bastante hetero. Quiero decir, un chico hetero que es, como tú dices, bastante guapo.

—Sí, lo eres —dije, alargándole la mano—. ¿Amigos?

—Amigos.

Erik me dio la mano y después, con una sonrisa desenfadada, se arrodilló en el suelo.

Milady, seamos amigos para siempre.

—Vale —dije, casi sin aliento.

Porque sí, no importaba lo mucho que quisiese a Stark, es que Erik estaba muy bueno y era un actor maravilloso.

Se inclinó y me besó la mano. No de manera asquerosa tipo «quiero quitarte las bragas», sino del estilo de la vieja escuela, caballeroso. Aún arrodillado, levantó la vista hacia mí.

—Tienes que decir algo esta noche que nos dé esperanza y que ayude a Damien, porque justo ahora muchos de nosotros estamos desorientados y preguntándonos qué demonios pasa… y Damien no lo está llevando nada bien.

Mi corazón se encogió.

—Lo sé.

—Bien. No importa lo que pase, yo creo en ti, Zoey.

Suspiré. De nuevo.

Sonrió y se puso de pie, tirando de mí.

—Así que, por favor, déjame escoltarte a este funeral.

Cogí el brazo de Erik y di un paso hacia un futuro que no había ni empezado a imaginar.

Fue una vista impresionante, triste e increíble. Al contrario que la última vez que había ardido una pira funeraria en la Casa de la Noche, toda la escuela estaba allí. Los iniciados y los vampiros formaban un enorme círculo alrededor de una estructura tipo tarima que se había construido en el mismo centro de los terrenos de la escuela. Todavía se veía la hierba chamuscada, testigo del hecho de que, no hacía mucho tiempo, el cuerpo de Anastasia Lankford había sido consumido por el fuego de la Diosa en ese mismo lugar. Solo que la escuela, en ese momento, no había salido para ser testigo y presentarle sus respetos. Demasiada gente estaba bajo el control de Kalona… o, simplemente, aterrorizada. Esta noche era diferente. El control del inmortal se había roto y Jack estaba recibiendo una despedida digna de un guerrero.

Mis ojos localizaron a Dragon Lankford antes incluso de mirar la pira funeraria. Estaba justo detrás de Jack, en la penumbra del roble más cercano. Pero las sombras no ocultaban su dolor. Vi que las lágrimas bajaban silenciosamente por su rostro cincelado. Diosa, ayuda a Dragon, fue mi primera oración de la noche. Es un hombre tan bueno… Ayúdalo a encontrar la paz.

Después miré a Jack.

Lo que vi me hizo sobrecogerme y sonreír entre mis lágrimas. Como era tradicional en los funerales vampíricos, lo habían envuelto con el sudario tradicional de la cabeza a los pies, pero el de Jack era violeta. Superradiante. Superbrillante. Supervioleta.

—Al final lo hizo —dijo Erik con voz ahogada a mi lado—. Sabía que el violeta era su color favorito, así que fui a The Dolphin, en Utica Square, y compré sábanas violetas. Muchas. Después le dije a Sapphire, en la enfermería, que envolviese en ellas a Jack, aunque no creía que lo fuese a hacer.

Me giré hacia Erik, me puse de puntillas, y le besé la mejilla.

—Gracias. Jack adoraría que hubieses hecho eso. Fuiste un buen amigo para él, Erik.

Él asintió y sonrió, pero no dijo nada y vi que volvía a llorar. Antes de unirme a él y ponerme a sollozar tan fuerte como para que nadie pudiese confundirme con una alta sacerdotisa, aparté mi mirada de él y vi a Damien. Estaba de rodillas, a la cabecera de la pira de Jack. Duchess estaba sentada a su lado y su gata mofletuda, Cammy, estaba acurrucada, afligida, entre sus rodillas. Stark permanecía de pie al lado de la perra y vi que la acariciaba y les hablaba a ella y a Damien al mismo tiempo. Stevie Rae estaba al lado de Stark, con aire muy abatido y llorando sin cesar. Aphrodite se hallaba de pie al otro lado de Damien, con Darius justo detrás de ella. Las gemelas, a su izquierda. Y a cada lado de mi grupo de mejores amigos, toda la escuela se extendía formando un círculo silencioso y respetuoso alrededor de la pira. Muchos de los iniciados y vampiros, incluyendo a Lenobia y a la mayoría de los otros profesores, sostenían velas violetas. No parecía que nadie más estuviese hablando, excepto Stark, pero oí muchos sollozos.

Neferet no estaba a la vista.

—Puedes hacerlo —susurró Erik.

—¿Cómo? —dije, casi sin voz.

—Como siempre haces… con la ayuda de Nyx —me contestó.

—Por favor, Nyx, ayúdame. No puedo hacer esto yo sola —susurré en voz alta.

Y entonces apareció la profesora Misal, indicándome que avanzase. Así que, moviéndome con lo que esperaba que pareciesen los pasos confiados de una madura alta sacerdotisa de verdad, caminé directamente hacia Damien.

Stark me vio primero. Cuando sus ojos se encontraron con los míos, no vi ni rastro de celos o ira, aunque sabía que Erik caminaba justo detrás de mí. Mi guerrero, mi guardián, mi amante, se apartó a un lado y se inclinó formalmente ante mí.

—Feliz encuentro, alta sacerdotisa.

Su voz resonó por los terrenos de la escuela. Todos se giraron hacia mí y me pareció que, como si fuesen uno, la Casa de la Noche se inclinaba, reconociéndome como su alta sacerdotisa.

Me sentí como nunca me había sentido antes. Los profesores, vampiros de cientos de años de edad, y los iniciados más jóvenes… todos me estaban mirando… creían en mí, confiaban en mí. Era tan aterrador como impresionante.

Jamás olvides de esta sensación, resonó la voz de la Diosa en mi mente. Una alta sacerdotisa es tan humilde como orgullosa y nunca olvida la responsabilidad que implica ser líder.

Me paré ante Damien y me incliné ante él primero, con el puño cerrado sobre mi corazón.

—Feliz encuentro, Damien.

Y después, sin preocuparme por estarme desviando del protocolo vampírico de los funerales que había leído en el avión, cogí las manos de Damien y tiré de él para que se levantase. Lo abracé.

—Feliz encuentro, Damien —repetí.

Él sollozó una vez. El cuerpo se le puso rígido y se movió lentamente, como si tuviese miedo de romperse en un millón de pedacitos, pero me abrazó con mucha fuerza. Antes de alejarme, cerré los ojos y me concentré.

—Aire, ven a Damien. Llénalo de claridad y esperanza y ayúdale a superar esta noche —murmuré.

El aire respondió instantáneamente. Me levantó el pelo y nos envolvió a Damien y a mí. Le escuché inspirar y, cuando exhaló, parte de esa terrible rigidez salió de su cuerpo. Di un paso atrás y lo miré a los ojos.

—Te quiero, Damien.

—Yo también te quiero, Zoey. Adelante —dijo, señalando con la cabeza el cuerpo amortajado de color violeta de Jack—. Haz lo que tengas que hacer. Sé que Jack no está aquí, realmente.

Hizo una pausa y contuvo un sollozo antes de seguir.

—Pero le habría gustado que fueras tú.

En lugar de romper a llorar y tirarme al suelo formando un charco de lágrimas, como me habría gustado hacer, me giré hacia la pira y a la Casa de la Noche. Respiré dos veces profundamente, exhalé y empecé a murmurar con la tercera.

—Espíritu, ven a mí. Haz que mi voz sea lo suficientemente fuerte para que todos me oigan.

El elemento con el que tenía una mayor afinidad me llenó y me fortaleció. Cuando empecé a hablar, mi voz era como un faro de la Diosa, y resonó con fuerza y espíritu sobre los terrenos de la escuela.

—Jack no está aquí. Racionalmente lo entendemos. Damien me lo acaba de decir, pero esta noche quiero que todos lo sepamos.

Sentí que los ojos de todos estaban fijos en mí y pronuncié despacio y claramente las palabras inspiradas por la Diosa que llegaban a mi mente.

—Yo he estado en el Otro Mundo y os puedo prometer que es tan precioso, maravilloso y real como vuestros corazones quieren creer. Jack está allí. No siente ningún dolor. No está ni triste, ni preocupado, ni asustado. Está con Nyx en sus prados y sus arboledas —dije e hice una pausa para sonreír entre el brillo de las lágrimas—. Probablemente esté retozando felizmente en esos prados y arboledas.

Escuché la risa sorprendida de Damien que tuvo su eco en la de algunos otros iniciados.

—Está reencontrándose con amigos y familiares, como mi Heath, y probablemente decorándolo todo como un loco.

Aphrodite soltó una carcajada y Erik se rió.

—No podemos estar con él ahora mismo —dije, mirando a Damien—. Eso es duro. Sé que es duro. Pero podemos estar seguros de que lo volveremos a ver… en esta vida o en la siguiente. Y cuando lo hagamos, no importará quiénes seamos o dónde estemos, os prometo que una cosa en nuestro espíritu, en nuestra esencia, seguirá siendo la misma: el amor. Nuestro amor vivirá y perdurará para siempre. Y sé que esta promesa viene directamente desde la Diosa.

Stark me alargó un largo bastón de madera que tenía algo envuelto en un extremo. Lo cogí, pero antes de caminar hacia la pira mis ojos se cruzaron con los de Shaunee.

—¿Me ayudarás? —le pregunté.

Ella se secó las lágrimas, se colocó cara al sur, levantó los brazos y con una voz magnificada por el amor y la pérdida, habló.

—¡Fuego! ¡Ven a mí!

Las manos que sostenía en lo alto sobre su cabeza brillaban mientras Shaunee caminaba conmigo a la parte superior de la gigante pila de madera sobre la que yacía el cuerpo de Jack.

—Jack Swift, fuiste un chico dulce y especial. Siempre te querré como a un hermano y amigo. Hasta la próxima vez que te vea, feliz encuentro, feliz partida y feliz encuentro de nuevo.

Cuando toqué con el extremo de la antorcha la pira, Shaunee le lanzó el elemento, prendiéndola con un brillo de otro mundo que resplandecía de colores amarillo y violeta.

Me giré hacia Shaunee y ya estaba abriendo la boca para agradecérselo tanto a ella como a su elemento, cuando la voz de Neferet atravesó la noche.

—¡Zoey Redbird! ¡Iniciada alta sacerdotisa! ¡Te pido que seas testigo!