Stevie Rae
—¿De verdad que va a volver?
La voz de Damien sonaba tan débil y temblorosa que Stevie Rae tuvo que inclinarse sobre la cama para oírlo. Tenía los ojos vidriosos y bastante ausentes. No supo distinguir si eso indicaba que el cóctel de medicamentos y sangre que los vampiros de la enfermería le habían preparado funcionaba, o si seguía en estado de shock.
—¿Estás bromeando? Z se ha subido al primer avión. Llegará como en unas tres horas. Si quieres, puedes venir al aeropuerto conmigo para recogerla a ella y a Stark.
Stevie Rae estaba sentada en el borde de la cama de Damien y por eso no le costó rascarle la cabeza a Duchess… porque esta estaba hecha un ovillo alrededor del chico. Como su única respuesta fue mirar fijamente a la pared que tenía enfrente, ella le dio otra palmadita a la perra. Como respuesta, recibió dos débiles movimientos de cola.
—Eres una perra muy buena, sí señor —le dijo Stevie Rae.
Duchess abrió los ojos y le lanzó una mirada conmovedora, pero no volvió a mover la cola ni resopló felizmente como solía hacer. Stevie Rae frunció el ceño. ¿Estaba más delgada?
—Damien, cariño, ¿ha comido algo Duchess recientemente?
Él parpadeó, con aire confuso, miró a la perra acurrucada a su lado y los ojos empezaron a aclarársele de verdad. Pero antes de que pudiese decir nada, se escuchó la voz de Neferet desde detrás de Stevie Rae, aunque ella no la había escuchado entrar en la habitación.
—Stevie Rae, Damien está un estado emocional muy frágil ahora mismo. No debería tener que preocuparse por trivialidades como alimentar a una perra o actuar como si fuese un vulgar criado e ir al aeropuerto a recoger a una iniciada.
Neferet pasó por delante de ella. Llena de una preocupación maternal, se inclinó sobre Damien. Stevie Rae se puso de pie automáticamente y retrocedió varios pasos. Habría jurado que algo que había entre las sombras que rondaban el borde del vestido largo y sedoso de Neferet había empezado a arrastrarse hacia ella.
Con una reacción similar, Duchess se apartó del regazo de Damien y se hizo un ovillo malhumoradamente a los pies de su cama, uniéndose a su gata dormida, pero siempre sin apartar la vista de Damien.
—¿Desde cuándo recoger a una amiga en el aeropuerto es trabajo de criados? Y créeme… yo sí que sé cuál es el trabajo de un criado.
Stevie Rae miró hacia la puerta y vio a Aphrodite, que parecía acabar de materializarse.
Bueno, yo flipo… ¿estoy tan descolocada que ya no oigo nada?, pensó Stevie Rae.
—Aphrodite, tengo algo que decirte que se aplica a todos los que estáis en esta habitación —dijo Neferet, con voz regia y muy autoritaria.
Aphrodite se colocó una mano en su esbelta cadera.
—¿Sí? ¿Qué?
—He decidido que el funeral de Jack debería hacerse a la manera en que despedimos a un vampiro que ha completado el cambio. Su pira funeraria se encenderá esta noche, en cuanto llegue Zoey a la Casa de la Noche.
—¿Vas a esperar a Zoey? ¿Por qué? —preguntó Stevie Rae.
—Porque era una buena amiga de Jack, por supuesto. Pero la razón más importante es que durante la confusión que reinó aquí cuando yo estaba bajo la influencia de Kalona, Zoey ejerció como alta sacerdotisa de Jack. Afortunadamente, esa época lamentable ha quedado atrás, pero es justo que sea Zoey la que encienda la pira de Jack.
Stevie Rae pensó que era terrible que los ojos esmeralda de Neferet pudiesen parecer tan perfectamente inocentes, aunque estuviese tejiendo una telaraña de engaños y mentiras. Tenía tantas ganas de gritarle a la tsi sgili que sabía su secreto…, que Kalona estaba allí y que era ella quien lo controlaba a él y no al revés. Que ella nunca había estado bajo su influencia. Que Neferet sabía desde el principio quién y qué era Kalona y lo que estaba haciendo ahora era mentir como una bellaca.
Pero el propio y terrible secreto de Stevie Rae hizo que sus palabras se le quedasen atrapadas en la garganta. Escuchó a Aphrodite tomar aire, como si se estuviese preparando para cantarle las cuarenta a Neferet, pero en ese momento Damien atrajo la atención de todos. Se tapó la cabeza con las manos y empezó a sollozar, hablando entrecortadamente.
—Es… es que… no puedo entender cómo puede haberse ido.
Stevie Rae empujó a Neferet y cogió a Damien entre sus brazos. Se alegró al ver que Aphrodite se movía rápidamente al otro lado de la cama y colocaba una mano sobre el hombro convulsionado del chico. Ambas miraron a Neferet con los ojos entrecerrados por la desconfianza y la aversión.
La cara de Neferet siguió triste, pero impávida, como si notase el dolor de Damien pero solo permitiese que la rodease, sin penetrar en ella.
—Damien, te dejaré entre el consuelo de tus amigas. El avión de Zoey aterriza en el aeropuerto internacional de Tulsa a las 21.58. He fijado la pira funeraria exactamente para medianoche, porque es una hora propicia. Os veré a todos allí.
Neferet abandonó la habitación, cerrando la puerta tras ella con un clic casi imperceptible.
—Jodida puta mentirosa —dijo Aphrodite conteniendo la respiración—. ¿Por qué se hace la buena?
—No cabe duda de que está tramando algo —dijo Stevie Rae mientras Damien lloraba en su hombro.
—No puedo hacerlo.
Damien se separó de repente y se alejó de las dos. Sacudió la cabeza sin parar. Los sollozos y las convulsiones habían acabado, pero seguían bajándole lágrimas por las mejillas. Duchess se arrastró hasta él y se colocó en su regazo, con el hocico cerca de su mejilla. Cammy se acurrucó y se apretó con firmeza a su costado. Damien pasó un brazo por encima de la perra de pelo dorado y otra alrededor de su gata.
—No puedo despedirme de Jack y lidiar con Neferet —dijo, mirando a las dos chicas—. Ahora entiendo por qué se rompió el alma de Zoey.
—No, no, no, no.
Aphrodite se inclinó y le puso un dedo en la cara.
—No pienso pasar por todo ese estrés de nuevo. La muerte de Jack es algo malo. Muy malo. Pero tienes que permanecer entero.
—Por nosotros —añadió Stevie Rae en un tono mucho más suave, indicándole con la mirada a Aphrodite que fuese más amable—. Tienes que mantenerte entero por tus amigos. Estuvimos a punto de perder a Zoey. Hemos perdido a Jack y a Heath. No podemos perderte a ti también.
—No puedo luchar más —gimió Damien—. Ya no me queda corazón.
—Sigue ahí —dijo Stevie Rae, suavemente—. Solo que está roto.
—Se arreglará —añadió Aphrodite, sin mala intención.
Damien tenía los ojos brillantes por las lágrimas cuando la miró.
—¿Cómo lo sabes? A ti nunca te han roto el corazón —dijo, y se giró para mirar a Stevie Rae—. Ni a ti.
Mientras Damien continuaba hablando, las lágrimas empezaron a caer cada vez más rápido por sus mejillas.
—No dejéis que os rompan el corazón. Duele demasiado.
Stevie Rae tragó con fuerza. No podía contárselo… no podía contárselo a ninguno, pero cuanto más pensaba en Rephaim, más se le rompía el corazón cada día.
—Zoey va a conseguirlo y ella ha perdido a su Heath —dijo Aphrodite—. Si ella puede, tú también, Damien.
—¿Y de verdad que va a volver? —Damien repitió la pregunta con la que había empezado.
—Sí —le contestaron Aphrodite y Stevie Rae a la vez.
—Vale. Bien. Sí. Todo será mejor cuando Zoey esté aquí —dijo él, sin dejar de abrazar a Duchess y con Cameron apretujada a su lado.
—Eh, a Duchess y a Cammy parece que no les vendría mal algo de cena —dijo Aphrodite.
A Stevie Rae le sorprendió ver que extendía la mano y que, cautelosamente, acariciaba la cabeza de la perra.
—No veo nada de comida para perros aquí y lo único que tiene Cammy es esa horrible cosa seca. Francamente, os aseguro que Maleficent no miraría nada que no pareciese recién pescado. ¿Y si le digo a Darius que me ayude a subir algo de comida para ellas? A no ser que prefieras estar solo. Si es así, puedo llevarme a Cammy y a Duchess y darles de comer.
Damien abrió mucho los ojos.
—¡No! No te las lleves. Quiero que estén aquí conmigo.
—Vale, vale, de acuerdo. Darius puede traerle la comida a Duchess —propuso Stevie Rae, preguntándose en qué demonios estaría pensando Aphrodite.
De ninguna manera podían dejar a Damien sin esos dos animales.
—La comida de Duch y todo lo demás están en la habitación de Jack —dijo Damien, acabando con un pequeño sollozo.
—¿Te gustaría que trajésemos todas sus cosas aquí? —le preguntó Stevie Rae, cogiéndole la mano.
—Sí —murmuró él.
Después su cuerpo se agitó y palideció aún más.
—¡Y no dejéis que tiren las cosas de Jack! ¡Tengo que verlas! ¡Tengo que revisarlas!
—Ya me he adelantado. De ninguna manera iba a permitir que esas vampiras revolvieran con sus garras las maravillosas colecciones de Jack. He delegado en las gemelas la responsabilidad de meter en cajas sus cosas y sacarlas de allí —dijo Aphrodite, con aire engreído.
Damien, claramente olvidando por un instante que su mundo estaba lleno de tragedia, casi sonrió.
—¿Has conseguido que las gemelas hagan algo?
—Correcto —contestó Aphrodite.
—¿Cuánto te ha costado? —le preguntó Stevie Rae.
Aphrodite puso mala cara.
—Dos camisetas de la nueva colección de Hale Bob.
—Pero tenía entendido que su colección de primavera aún no había salido —dijo Damien.
—Punto número uno: bien… me alegro de que lo sepas, y dos: las colecciones llegan antes si eres asquerosamente rica y tu madre «conoce a alguien» —dijo, entrecomillando las palabras en el aire.
—¿Quién es Hale Bob? —preguntó Stevie Rae.
—Oh, por todos los demonios —dijo Aphrodite—. Tú vente conmigo. Puedes ayudarme a cargar con los accessoires de la perra.
—Te refieres a que yo cargaré con ellos, ¿verdad?
—Verdad.
Aphrodite se inclinó y, como hacía cada día, besó a Damien en la coronilla.
—Volveré con los chismes de la perra y la gata. Oh, ¿quieres que traiga a Maleficent? Ella…
—¡No! —gritaron Damien y Stevie Rae con igual tono de terror.
Aphrodite levantó la barbilla, indignada.
—Es tan típico que nadie comprenda a esa maravillosa criatura excepto yo…
—Hasta luego —le dijo Stevie Rae a Damien y lo besó en la mejilla.
En el vestíbulo Stevie Rae le frunció el ceño a Aphrodite.
—En serio, ni siquiera en tu cabeza puede entrar que sea una buena idea alejar a los animales de él.
Aphrodite le puso los ojos en blanco y sacudió hacia atrás su pelo.
—Claro que no, boba. Sabía que le parecería horrible y que lo sacaría de ese estado de abstracción y superdepresión… y funcionó. Darius y yo traeremos algo de comida de animales para este zoo de perra y gata que tenéis montado y, de paso, como por casualidad, pasaremos por el comedor y cogeremos algo de cena para llevar, suficiente para él también. Damien es demasiado damita para echarnos fuera y hacernos comer solas. Et voilà! Damien tendrá algo en el estómago antes de pasar por el horrible trago de la pira funeraria.
—Neferet está planeando algo malo, algo realmente malo —dijo Stevie Rae.
—Cuenta con ello —dijo Aphrodite.
—Bueno, al menos no se le va a ocurrir hacer nada delante de todo el mundo, así que no va, por ejemplo, a matarla.
Aphrodite levantó una ceja y miró con desdén a su compañera.
—Delante de todo el mundo Neferet liberó a Kalona, mató a Shekinah e intentó ordenarle a Stark, que no puede fallar el tiro, dispararte a ti una flecha una vez y a Z otra. En serio, paleta, espabila.
—Bueno, había circunstancias extenuantes con respecto a mí y Neferet no le ordenó a Stark que le disparase a Z delante de toda la escuela, solo delante de nosotras y de un montón de monjas. Por supuesto, ahora ella anda diciendo que fue Kalona la que le obligó a hacer ambas cosas. Además, sigue siendo nuestra palabra contra la suya. Nadie escucha a los adolescentes, ni a las monjas, ya que estamos.
—¿Tienes la más ligera duda de que Neferet puede hacer lo que sea que vaya a hacer esta noche y parecer más inocente que un bebé? —dijo Aphrodite, haciendo una pausa para poner una mueca—. Diosa, no soporto a los bebés… puaj, todas esas vomitonas, comer y cagar y todo eso. Además, se te caen las…
—¿Estás de guasa? —interrumpió Stevie Rae su diatriba—. No pienso hablar de partes femeninas y de bebés contigo.
—Solo estaba usando una analogía, estúpida. Básicamente, estamos convocados a asistir a un marronazo dentro de unas horas. Tú prepara a Z mientras yo trato de sostener a Damien para que no se disuelva en un charco de lágrimas, mocos y angustia esta noche.
—Sabes, no puedes fingir que no te importa nada Damien delante de mí después de que te haya visto verle besarle en la cabeza.
—Algo que negaré durante el resto de mi larguísima y atractiva vida —dijo Aphrodite.
—Aphrodite, ¿alguna vez vas a dejar de obsesionarte contigo misma?
Ambas se pararon de golpe cuando vieron a Kramisha salir de entre las sombras de la esquina del porche de las habitaciones de las chicas.
—Voy a tener que revisarme la vista. No veo nada hasta que no lo tengo justo delante —dijo Stevie Rae.
—No eres tú —repuso Aphrodite, con voz inexpresiva—. Es Kramisha. Es negra. Las sombras son negras… esa es la razón por la que no la hemos visto.
Kramisha se estiró y miró por debajo de la nariz a Aphrodite.
—No, dime que no acabas de…
—Oh, por favor, ahórratelo.
Aphrodite pasó rápidamente a su lado hacia la puerta del dormitorio.
—Prejuicios, opresión, el hombre, blablablá, bostezo, blablablá. Yo soy la mayor minoría aquí, así que ni siquiera trates de sacar el tema.
Kramisha parpadeó dos veces y parecía tan sorprendida como Stevie Rae.
—Eh, Aphrodite —dijo Stevie Rae—. Tú pareces una Barbie. ¿Cómo demonios puedes ser tú una minoría?
Aphrodite se señaló la frente, que estaba totalmente en blanco y sin ninguna marca.
—Una humana en una escuela llena de iniciados y de vampiros es igual a mi-no-rí-a.
Abrió la puerta y entró contoneándose en el edificio.
—Esa chica no es humana —dijo Kramisha—. Yo más bien diría que es un perro rabioso, pero no quiero ofender a los perros.
Stevie Rae dejó escapar un suspiro de largo sufrimiento.
—Lo sé. Tienes razón. No es muy maja, ni siquiera cuando lo está siendo. Con ella misma. Si eso tiene sentido.
—No para mí, pero últimamente dices cosas que no tienen mucho sentido, Stevie Rae —dijo Kramisha.
—¿Sabes una cosa? Ahora mismo no necesito escuchar esto, no sé a qué te refieres, y, en este preciso instante, no me importa. Hasta luego, Kramisha.
Stevie Rae quiso pasar a su lado, pero la poetisa se mantuvo firme en su camino y se colocó el borde exterior de su peluca rubia tipo bob.
—No tienes derecho a usar ese tono de odio conmigo —dijo.
—Mi tono no es de odio. Mi tono es de molestia y cansancio.
—No. Era odio y lo sabes. Espero que no mientas a menudo. No se te da nada bien.
—Vale. No mentiré tanto —dijo Stevie Rae.
Se aclaró la garganta, se sacudió un poco el cuerpo como un gato pillado en una lluvia primaveral, dibujó una gran sonrisa falsa en su cara y empezó de nuevo, con un tono de voz superfeliz.
—¡Eh, amiga del alma, me alegro de verte, pero tengo que irme!
Kramisha levantó las cejas.
—Vale, primero, no digas «amiga del alma», suenas como la tía de esa peli antigua, Fuera de onda. La que la rubia y Stacey Dash reformaron y convirtieron en alguien popular. No suena bien. Segundo, no puedes salir corriendo porque tengo que darte…
—¡Kramisha!
Sacudiendo la cabeza, Stevie Rae se alejó de la hoja violeta que la chica estaba intentando entregarle.
—¡Yo soy solo una persona! No puedo ocuparme de nada más ahora mismo que no sea el laberinto de mierda en el que ya estoy metida… y disculpa por mi lenguaje. Tienes que guardarte tus poemas premonitorios para ti misma. Al menos hasta que llegue Z, se acomode, y me ayude a asegurarme de que Damien no va a lanzarse al vacío desde lo alto del edificio más cercano.
Kramisha la miró con los ojos entrecerrados.
—Qué pena que no seas solo una persona.
—¿Qué demonios quieres decir? Por supuesto que soy solo una persona. Por la Diosa, ojalá fuese más de una persona. Entonces podría vigilar a Damien, asegurarme de que Dragon no se vuelva totalmente chiflado, recoger a Zoey del maldito aeropuerto a tiempo y averiguar cómo está, coger alguna cosa para comer y empezar a pensar en que Neferet está tramando algo de proporciones masivas para esta noche, en el funeral de Jack. Oh, y quizás una de mis yos podría darse un largo baño de burbujas y escuchar a Kenny Chesney mientras leo el final de Una noche para recordar.
—¿Una noche para recordar? ¿Te refieres a la historia del Titanic que leímos el año pasado en clase de lite?
—Sí. Acababa de empezarla cuando me morí y no-morí y nunca pude acabarla. Me estaba gustando.
—Vale. Te ayudaré. ¡El barco se hunde! ¡Se mueren! Fin. ¿Y ahora podemos ocuparnos de algo más importante? —dijo, volviendo a levantar la hoja de papel violeta.
—Sí, chunga, ya sé lo que pasa, pero eso no quiere decir que no sea una buena historia —dijo Stevie Rae, colocándose un molesto rizo rubio tras la oreja—. ¿Y dices que no sé mentir? Vale, pues esta es la verdad. Mi mamá diría que tengo demasiado en el plato ahora mismo como para meterme otro bocado de estrés de pollo frito, por lo que aparquemos a un lado el poema durante un rato.
Sorprendiendo por completo a Stevie Rae, Kramisha dio una zancada, invadió su espacio personal y la agarró por los hombros.
—No eres solo una persona —le dijo, mirándola directamente a los ojos—. Eres una alta sacerdotisa. Una alta sacerdotisa roja. La única que existe. Y eso implica que tienes que lidiar con el estrés. Con mucho. Especialmente ahora mismo, con Neferet creando todo tipo de caos y locura.
—Ya lo sé, pero…
Kramisha le apretó los hombros con fuerza y la interrumpió.
—Jack está muerto. No se sabe quién será el siguiente.
Después la poetisa laureada parpadeó un par de veces, frunciendo su liso ceño marrón, se inclinó hacia delante e inspiró profunda y ruidosamente justo a la cara de Stevie Rae.
Stevie Rae se libró de ella y dio un paso atrás.
—¿Me estás olisqueando?
—Sí. Hueles raro. Ya lo he notado antes. Cuando estabas en el hospital.
—¿Y?
Kramisha la estudió.
—Que me recuerda a algo.
—¿A tu madre? —dijo Stevie Rae, con despreocupación forzada.
—No vayas por ahí. Y mientras lo pienso, ¿adónde ibas?
—Se supone que tengo que ayudar a Aphrodite a coger algo para darles de comer a la gata de Damien y a Duchess. Después tengo que recoger a Z del aeropuerto y decirle que Neferet ha decidido ponerse a un lado y dejar que sea ella la que encienda la pira funeraria de Jack. Esta noche.
—Sí, todos lo hemos escuchado. No me parece bien.
—¿Que Zoey encienda la pira de Jack?
—No, que Neferet se lo permita.
Kramisha se rascó la cabeza y la peluca rubia se movió de un lado a otro.
—Bueno, se me ocurre lo siguiente: deja que Aphrodite se ocupe de las cosas de Damien, por ahora. Tú tienes que salir de aquí —hizo una pausa y señaló vagamente con una mano con uñas doradas los árboles que rodeaban el campus de la Casa de la Noche—… y hacer esa comunión verde brillante con la tierra que haces. De nuevo.
—Kramisha, no tengo tiempo para eso.
—Aún no he terminado. Tienes que recargar pilas antes de que se desaten los infiernos. Mira, no estoy segura de que Zoey vaya a estar preparada para lo que va a suceder esta noche.
En lugar de apartar a la chica y a su marimandona actitud a un lado, Stevie Rae dudó y se pensó lo que iba a decir.
—Puede que tengas razón —dijo, lentamente.
—Ella no quiere volver. Lo sabes, ¿verdad? —le preguntó Kramisha.
Stevie Rae levantó los hombros.
—Bueno, tú tampoco querrías, ¿no? Lo ha pasado mal.
—No creo que yo quisiera, por eso te lo estoy diciendo a ti, porque lo entiendo. Pero Zoey no es la única que lo ha pasado mal últimamente. Algunos de nosotros siguen pasándolo mal. Todos tenemos que aprender a superar lo que ha pasado y seguir adelante.
—Eh, está volviendo… está siguiendo adelante —dijo Stevie Rae.
—No hablo solo de Zoey.
Kramisha dobló la hoja de papel por la mitad y se la entregó a Stevie Rae, que la cogió a regañadientes; cuando suspiró y empezó a desdoblarla, Kramisha sacudió la cabeza.
—No tienes que leerla delante de mí.
Stevie Rae la miró, con cara interrogante.
—Mira, ahora te voy a hablar como lo haría una poetisa laureada con su alta sacerdotisa, así que escúchame con atención: coge este poema y vete a los árboles. Léelo allí. Piénsalo bien. Sea lo que sea lo que estás haciendo, tienes que darle un giro. Esta es la tercera advertencia seria que recibo sobre ti. Deja de ignorar la verdad, Stevie Rae, porque lo que tú haces no te afecta solo a ti. ¿Me has oído?
Stevie Rae inspiró con fuerza.
—Te he oído.
—Bien. Ahora vete.
Kramisha empezó a andar hacia el dormitorio.
—Eh, ¿le puedes explicar a Aphrodite que tenía algo que hacer y que no voy a entrar?
La poetisa miró por encima del hombro.
—Sí, pero me debes una cena en el Red Lobster.
—Sí, vale. Me gusta el Lobster —dijo Stevie Rae.
—Y pediré todo lo que quiera.
—Claro que sí —murmuró la alta sacerdotisa.
Suspiró de nuevo y se encaminó hacia los árboles.