14

Rephaim

Estaba volando en círculos alrededor del edificio Mayo, temiendo aterrizar y enfrentarse a Kalona y a Neferet, cuando sintió la llamada de Stevie Rae. Supo instantáneamente que era ella. Reconoció la caricia de la tierra cuando el poder se elevó desde debajo de él y se arremolinó entre las corrientes de aire para encontrarlo.

Ella te llama…

Ese era el único empujoncito que necesitaba Rephaim. No importaba lo enfadada que estuviese con él. No importaba lo mucho que lo odiase… Lo estaba llamando. Y si ella lo llamaba, él iba a responder. En su corazón sabía que, pasase lo que pasase, siempre trataría de responder.

Recordó las últimas palabras de Stevie Rae: «Cuando decidas que tu corazón te importa tanto a ti como a mí, ven a buscarme. Seguro que no tienes problema. Solo sigue a tu corazón».

Rephaim cerró la parte de su mente que le decía que no podía estar con ella… que no debía preocuparse por ella. Llevaban separados más de una semana. Cada día de esa semana le había parecido un eón de tiempo. ¿Cómo había llegado a pensar que podría mantenerse alejado de ella? Hasta su propia sangre gritaba por estar con ella. Hasta enfrentarse a su ira era mejor que nada. Y necesitaba verla. Necesitaba encontrar una manera de advertirla sobre Neferet. Y sobre Padre, también.

—¡¡No!! —le gritó al viento.

No podía traicionar a su padre. Pero tampoco puedo traicionar a Stevie Rae, pensó, desesperadamente. Encontraré el equilibrio. Encontraré la manera. Debo hacerlo. Indeciso sobre lo que iba a hacer, Rephaim calmó los pensamientos que bullían en su mente y se concentró en seguir la cinta de resplandor verde que lo guiaba hacia Stevie Rae, como si fuese la de un salvavidas.

Stevie Rae

Stevie Rae estaba esperándolo con tal concentración que no tuvo dificultades en sentir a Rephaim acercándose a Gilcrease. Cuando descendió elegantemente desde el cielo, ella estaba de pie, mirando hacia arriba, buscándolo con los ojos. Tenía la intención de ser totalmente fría. Él era el enemigo. Se suponía que tenía que recordarlo. Pero en cuanto aterrizó se miraron fijamente.

—Oí tu llamada. He venido —dijo él, sin aliento.

Bastó con eso. Con el simple sonido de su voz maravillosa y familiar. Stevie Rae se lanzó a sus brazos y enterró la cara entre las plumas de su hombro.

—Oh, Diosa mía. ¡Te he echado tanto de menos!

—Yo también te he echado de menos —contestó él, apretándola contra su cuerpo.

Se quedaron allí de pie, temblando entre los brazos del otro, durante lo que a ella le pareció mucho tiempo. Stevie Rae inhaló su aroma… esa sorprendente mezcla de sangre mortal e inmortal que latía por su cuerpo… que los conectaba y que, por lo tanto, también latía por el suyo.

Y después, de repente, como si a los dos se les hubiese ocurrido en el mismo momento que no podían hacer lo que estaban haciendo, Stevie Rae y Rephaim rompieron el abrazo y se alejaron un paso del otro.

—Entonces, eh, ¿todo va bien? —le preguntó ella a él.

Él asintió.

—Sí. ¿Y tú? ¿Estás a salvo? ¿No te pasó nada a ti cuando mataron a Jack hoy?

—¿Cómo sabes que han matado a Jack? —dijo ella, con voz dura.

—Sentí tu tristeza. Fui hasta la Casa de la Noche para asegurarme de que estabas bien. Allí te vi con tus amigos. Yo… escuché al chico llorando por Jack —dijo, vacilando sobre qué decir, intentando elegir las palabras con cuidado y honestidad—. Eso y tu tristeza me dijeron que estaba muerto.

—¿Sabes algo de su muerte?

—Quizás. ¿Qué tipo de chico era Jack?

—Jack era bueno y dulce, quizás el mejor de todos nosotros. ¿Qué sabes, Rephaim?

—Sé por qué murió.

—Cuéntamelo.

—Neferet le debía a la Oscuridad una deuda de vida por atrapar el alma inmortal de mi padre. Esa deuda debía pagarse mediante un sacrificio de una persona que fuese inocente, incorruptible por la Oscuridad.

—Y ese era Jack; ella lo mató. ¡Lo más frustrante de todo es que parece como si Neferet no lo hubiese hecho! Estaba hablando ante el Alto Consejo de la escuela, justo delante de mí, cuando ocurrió el accidente de Jack.

—La tsi sgili se lo entregó a la Oscuridad. No era necesario que ella estuviese presente. Solo tenía que haberlo marcado como su sacrificio y después dejar sueltos los hilos de Oscuridad para que consumaran el asesinato. No necesitaba ser testigo de la muerte.

—¿Cómo puedo probar que fue ella la responsable?

—No puedes. El acto está consumado. Su deuda está pagada.

—¡Joder! ¡Estoy tan cabreada que podría escupir clavos! Neferet sigue saliéndose con la suya en esta maldita mierda. Sigue ganando. No puedo entender por qué. No es justo, Rephaim. No es justo.

Stevie Rae parpadeó con fuerza, reteniendo sus lágrimas de frustración.

Durante un momento, el cuervo del escarnio la tocó en el hombro y ella se permitió apoyarse en su mano, consolarse con el contacto con él. Después él se alejó de ella.

—Toda esa ira. Toda esa frustración y tristeza. La sentí también antes, esta noche y pensé…

Vaciló, obviamente intentando decidir si debía seguir hablando.

—¿Qué? —le preguntó ella, suavemente—. ¿Qué pensaste?

Él volvió a mirarla a los ojos.

—Pensé que era a mí a quien odiabas. Que estabas muy enfadada conmigo. También te escuché. Le dijiste al maestro de esgrima que una Oscuridad corrupta e irredimible acechaba fuera. Estabas mirando directamente hacia mí cuando lo dijiste.

Stevie Rae asintió.

—Sí, te vi y supe que si no les decía algo a Dragon y Damien, ellos también te iban a ver.

—¿Entonces no te referías a mí?

Ahora le tocó el turno de dudar a Stevie Rae. Suspiró.

—Estaba muy cabreada, asustada y alterada. No pensaba lo que decía. Solo reaccioné así porque estaba aterrada. —Volvió a hacer una pausa antes de añadir—: No iba por ti, pero, Rephaim, necesito saber lo que está pasando con Kalona y Neferet.

El cuervo se dio media vuelta y caminó lentamente hasta el borde del tejado. Ella lo siguió y se quedó de pie detrás de él mientras contemplaban la noche en calma.

—El alba está cerca —dijo Rephaim.

Stevie Rae se encogió de hombros.

—Me queda como una media hora antes de que salga el sol. Solo me llevará diez minutos o así volver a la escuela.

—Deberías irte ahora y no correr riesgos. El sol puede hacerte mucho daño, aunque lleves mi sangre dentro de ti.

—Lo sé. Me iré pronto —suspiró Stevie Rae—. Entonces no vas a contarme lo que está pasando con tu padre, ¿no?

Él se giró para mirarla de nuevo.

—¿Qué pensarías de mí si supieras que he traicionado a mi padre?

—No es buen tío, Rephaim. No se merece tu protección.

—Pero es mi padre —repuso él.

A Stevie Rae le pareció que Rephaim sonaba exhausto. Quería cogerlo de la mano, decirle que todo iría bien. Pero no podía. ¿Cómo demonios iba a ir todo bien con él en un bando y ella en el otro?

—No puedo luchar contra eso —le dijo, finalmente—. Vas a tener que aceptar lo que es Kalona y lo que tú no eres por ti mismo. Pero tienes que entender que yo debo mantener a mi gente a salvo y que sé que está trabajando codo con codo con Neferet, diga ella lo que diga.

—¡Mi padre está encadenado a ella! —soltó Rephaim.

—¿Qué quieres decir?

—Él no mató a Zoey, por lo que no cumplió su promesa a Neferet y ahora la tsi sgili tiene dominio sobre su alma inmortal.

—¡Oh, genial! Así que Kalona es como un arma cargada en manos de Neferet.

Rephaim sacudió la cabeza.

—Debería serlo, pero mi padre no sirve a los demás con facilidad. Se irrita y se muestra inquieto bajo sus órdenes. Creo que la analogía sería más acertada si dijeses que Padre es como un arma defectuosa y cargada en manos de Neferet.

—Vas a tener que ser más específico. Ponme un ejemplo… ¿qué quieres decir?

Trató de ocultar la emoción en su voz, pero por la manera en que sus ojos se fijaron en ella, Stevie Rae supo que había fracasado.

—No lo voy a traicionar.

—Vale, bien. Lo pillo. Pero ¿eso significa que no puedes ayudarme?

Rephaim la miró fijamente y en silencio durante tanto tiempo que ella pensó que no iba a contestarle. Ya estaba tratando de formular otra pregunta en su cabeza cuando por fin le habló.

—Quiero ayudarte y lo haré mientras eso no signifique traicionar a mi padre.

—Esto se parece mucho al primer trato que hicimos nosotros y no nos fue tan mal, ¿no? —le preguntó ella, sonriéndole desde abajo.

—No, no fue tan mal.

—Y, en realidad, ¿no estamos básicamente los dos en contra de Neferet?

—Yo sí —contestó él, con firmeza.

—¿Y tu padre?

—Él quiere librarse de su control.

—Bueno, eso es prácticamente lo mismo que estar de nuestro lado.

—Yo no puedo estar de tu lado, Stevie Rae. Tienes que recordar eso.

—¿Entonces lucharías contra mí? —le preguntó ella, mirándolo fijamente.

—No podría hacerte daño.

—Bueno, entonces…

—No —la interrumpió él—. Que no sea capaz de hacerte daño es diferente a luchar por ti.

—Tú lucharías por mí. Ya lo has hecho antes.

Rephaim la cogió de la mano, apretándosela como si así pudiese hacer que lo entendiese.

—Nunca he luchado contra mi padre por ti.

—Rephaim, ¿recuerdas al chico que vimos en la fuente?

Cambió la mano de posición para entrelazar sus dedos con los suyos.

Él no habló. Solo asintió.

—Sabes que está dentro de ti, ¿no?

De nuevo, Rephaim asintió, esta vez despacio y vacilante.

—Ese chico de tu interior es el hijo de tu madre. No el de Kalona. No la olvides. Y tampoco te olvides de ese chico y de aquello por lo que él lucharía. ¿Vale?

Antes de que Rephaim pudiese responder, el teléfono de Stevie Rae sonó con la canción Only Prettier, de Miranda Lambert. Soltó la mano de Rephaim y lo buscó a tientas en el bolsillo.

—¡Es el tono de Z! Tengo que hablar con ella. Todavía no sabe lo de Jack.

Antes de poder pulsar el botón para contestar, la mano de Rephaim agarró la suya.

—Zoey tiene que volver a Tulsa. Es la única manera de que podamos luchar contra Neferet. La tsi sgili odia a Zoey y su presencia aquí sería una distracción.

—¿Una distracción de qué? —le preguntó Stevie Rae justo antes de pulsar el botón y hablar rápidamente por teléfono—. Z, espera. Tengo que decirte algo importante, pero ahora no puedo.

La voz de Zoey llegó a través de la línea y sonó como si hablase desde el fondo de un pozo.

—No hay problema, pero llámame de nuevo, ¿vale?

—Lo haré en lo que tarda un gato muerto en mover la cola dos veces —le dijo Stevie Rae.

—¿Sabes lo asqueroso que suena eso?

Stevie Rae sonrió en el teléfono.

—Cambio y corto.

—Quieres decir cambio y poto. Hasta dentro de un segundo.

La línea se cortó y Stevie Rae levantó la vista hacia Rephaim.

—Explícame lo de Neferet.

—Mi padre desea encontrar una manera de cercenar los hilos que lo atan a Neferet. Para eso, necesita que esté distraída. Su obsesión con Zoey es una distracción excelente, como lo es su deseo de utilizar a los iniciados rojos malvados en su guerra contra los humanos.

Ella levantó las cejas.

—No hay ninguna guerra entre vampiros y humanos.

—Si se cumple la voluntad de Neferet, la habrá.

—Vale, bueno, pues tendremos que asegurarnos de que no sea así. Parece que Zoey sí que va a tener que volver a casa.

—También quieren usarte a ti —le soltó Rephaim.

—¿Eh? ¿Quiénes? ¿A mí? ¿Para qué?

Rephaim apartó la mirada de ella y habló muy rápido.

—Neferet y Padre. No creen que hayas elegido inequívocamente el camino de la Diosa. Piensan que podrían persuadirte para que te pusieses del lado de la Oscuridad.

—Rephaim, no existe ni la más mínima posibilidad de que eso ocurra. Yo no soy perfecta. Tengo mis cosas. Pero elegí a Nyx y a la Luz cuando recuperé mi humanidad. Nunca voy a cambiar esa elección.

—Yo nunca lo he dudado, Stevie Rae, pero ellos no te conocen como yo.

—Neferet y Kalona no deberían enterarse nunca de lo nuestro, ¿verdad?

—Sería muy malo que lo hiciesen.

—¿Muy malo para ti o para mí?

—Para los dos.

Stevie Rae suspiró.

—Vale, pues tendré cuidado —dijo, tocándole el brazo—. Ten cuidado tú también.

Él asintió.

—Deberías irte. Llama a Zoey mientras conduces. El alba está demasiado cerca.

—Sí, sí, lo sé —le contestó ella, pero ninguno de los dos se movió.

—Y yo debo regresar —dijo, como tratando de convencerse a sí mismo.

—Espera, ¿ya no te quedas aquí?

—No. Ya ha acabado la tormenta de hielo y hay demasiados humanos por la zona ahora.

—Bueno, ¿y dónde te has ido?

—¡Stevie Rae, no puedo contarte eso!

—Porque estás con tu padre, ¿verdad? —le preguntó ella. Como él no contestó, continuó hablando—. Eh, como si no supiese que el anuncio de Neferet al mundo de lo del castigo de los cien latigazos y el destierro de Kalona durante un siglo no es una trola enorme.

—Sí que lo azotó. Los hilos de Oscuridad lo golpearon cien veces.

Stevie Rae se estremeció, recordando lo horrible que había sido sentir el contacto de uno solo de esos hilos.

—Bueno, eso no se lo desearía a nadie —dijo, mirando a los ojos de Rephaim—. Pero la parte del destierro del lado de Neferet durante un siglo sí que es una trola, ¿verdad?

Rephaim asintió rápidamente, de forma casi imperceptible.

—Y no me vas a decir dónde te quedas porque también está allí Kalona, ¿no?

Él volvió a asentir ligeramente.

Ella suspiró de nuevo.

—¿Y si necesito verte que tengo que hacer? ¿Rebuscar en algún edificio tenebroso y viejo?

—¡No! Tú mantente a salvo en lugares públicos. Stevie Rae, si me necesitas, ven aquí y llámame como has hecho esta noche. Prométeme que no saldrás a buscarme —le pidió, dándole una pequeña sacudida a su brazo.

—Vale, vale. Lo prometo. Pero esto de preocuparse por el otro es bidireccional. Rephaim, sé que él es tu padre, pero también sé que está metido en algo muy malo. No quiero que te arrastre en su caída. Así que ten cuidado, ¿vale?

—Tendré cuidado —le dijo—. Stevie Rae, hoy vi a los iniciados rojos malvados. Están montando su guarida en el instituto Will Rogers. Dallas se ha unido a ellos.

—Rephaim, por favor, no se lo digas a Kalona y a Neferet.

—¿Por qué? ¿Para que puedas mostrarles tu bondad y humanidad y así tengan otra oportunidad de matarte? —le gritó él.

—¡No! Que intente ser buena persona no significa que sea estúpida o débil. Jesús, ¿qué os pasa a ti y a Aphrodite? No voy a salir corriendo a hablar con ellos sola. Caramba, Rephaim, no voy a tratar de razonar con ellos para nada. Ya he comprobado que eso no funciona. Haga lo que haga, lo haré con Lenobia, Dragon y Z, como mínimo. Básicamente, lo que no quiero es que se unan a Neferet, por eso no quiero que ella sepa nada de ellos.

—Demasiado tarde. Fue Neferet la que me mandó tras ellos esta noche. Stevie Rae, te pido que te alejes de los rojos malvados. No te traerán más que problemas.

—Tendré cuidado. Ya te he dicho que lo haría. Pero soy una alta sacerdotisa y los iniciados rojos son mi responsabilidad.

—Los que han elegido a la Oscuridad no son tu responsabilidad. Y Dallas ya no es un iniciado. Él no es tu responsabilidad.

Stevie Rae medio sonrió.

—¿Estás celoso de Dallas?

—No seas ridícula. Simplemente no quiero volver a verte herida. Deja de cambiar de tema.

—Eh, Dallas ya no es mi novio —le dijo ella.

—Ya lo sé.

—¿Estás seguro?

—Sí. Claro.

Él se sacudió y desplegó las alas. Stevie Rae contuvo su aliento mientras lo observaba.

—Llama a tu Zoey mientras conduces de vuelta a la seguridad de la escuela. Te veré pronto.

—Ten cuidado, ¿vale?

Él se giró hacia ella y cogió su cara entre las manos. Stevie Rae cerró los ojos y permaneció allí, recibiendo el consuelo y la fuerza de su caricia. El roce desapareció demasiado pronto. Él desapareció demasiado pronto. Abrió los ojos y vio el batir de sus majestuosas alas en el aire nocturno, elevándolo cada vez más alto, hasta desvanecerse entre la luz casi indiscernible del cielo oriental.

Rephaim tenía razón. El amanecer estaba demasiado cerca. Stevie Rae pulsó la opción de rellamada mientras corría por la mansión desierta, de regreso al Escarabajo.

—Eh, Z. Soy yo. Tengo cosas muy fuertes que contarte, así que prepárate.