Stevie Rae
—Creo que deberíais concederle una tregua a Zoey. Después de todo lo que ha vivido, puede tomarse unos días libres —dijo Stevie Rae.
—Si solo se tratase de eso… —dijo Erik.
—¿A qué te refieres?
—Apuesto a que no piensa volver. En absoluto.
—Eso es una soberana tontería.
—¿Has hablado con ella? —le preguntó Erik.
—No, ¿y tú? —contraatacó la chica.
—No.
—En realidad, Erik ha sacado a la luz un buen punto —dijo Lenobia—. Nadie ha hablado con Zoey. Jack dice que no va a volver. Yo he hablado con Aphrodite. Ella y Darius estarán pronto aquí. Zoey ni hace, ni recibe llamadas.
—Zoey está cansada. Stark todavía está en mal estado. ¿No fue eso lo que dijo Jack? —preguntó Stevie Rae.
—Sí —contestó Dragon Lankford—. Pero lo cierto es que apenas hemos hablado con ella desde que volvió del Otro Mundo.
—A ver, en serio, ¿por qué es tan importante? Actuáis como si Z fuese una chiquilla rebelde que estuviese haciendo novillos, y no una alta sacerdotisa cojonuda.
—Bueno, por una parte, nos concierne porque tiene mucho poder. El poder trae consigo responsabilidades. Y tú lo sabes —le explicó Lenobia—. Y después está la cuestión de Neferet y Kalona.
—Ante eso tengo algo que decir —habló la profesora Penthasilea—. Yo no soy la única presente que ha recibido el mensaje más reciente del Alto Consejo. No hay ningún «Neferet y Kalona». Neferet rompió con su consorte en el momento en que su espíritu volvió a su cuerpo y recobró el conocimiento. Ella lo ha azotado públicamente y después lo ha desterrado de su lado y de la sociedad vampira durante un siglo. Neferet le ha infligido ese castigo por el crimen de matar al humano. El Alto Consejo dictaminó que había sido Kalona, y no Neferet, la persona responsable del crimen.
—Sí, eso lo sabemos, pero… —empezó Lenobia.
—¿De qué estáis hablando? —los interrumpió Stevie Rae, sintiendo que le iba a explotar la cabeza.
—Parece que nosotras no estamos en la lista de correo —dijo Kramisha, con aspecto tan alterado como el de Stevie Rae.
Cuando el reloj de fuera empezó a dar las doce de la medianoche, Neferet atravesó la puerta escondida por donde la alta sacerdotisa entraba a la sala del Consejo de Tulsa. Avanzó con determinación hacia la enorme mesa redonda. Su voz era como un látigo, llena de confianza y mando.
—Veo que he tardado mucho en regresar. ¿Alguien me puede explicar por qué se ha empezado a permitir el acceso a iniciados a nuestras reuniones del Consejo?
—Kramisha es más que una iniciada. Es una poetisa laureada y una profetisa. Súmale a eso que yo soy una alta sacerdotisa y que la he invitado… Todo eso le da derecho a estar presente en esta reunión del Consejo.
Stevie Rae se tragó el inmenso miedo que sentía al enfrentarse a Neferet y se alegró de que su voz sonase firme cuando finalmente pudo liberar las palabras que se acumulaban en su garganta.
—¿Y tú por qué no estás en prisión por el asesinato de Heath?
—¿En prisión? —se rió cruelmente Neferet—. ¡Qué insolencia! Yo soy una alta sacerdotisa, una que se ha ganado el título, no alguien a quien se lo han dado por defecto.
—Y, aun así, sigues evitando la pregunta sobre tu culpabilidad en el asesinato del humano —dijo Dragon—. Yo tampoco recibí el comunicado del Alto Consejo de los vampiros. Me gustaría que me explicaras tu presencia aquí y por qué no fuiste considerada responsable del comportamiento de tu consorte.
Stevie Rae esperaba que Neferet explotara ante el interrogatorio de Dragon pero, en lugar de eso, su expresión se suavizó y sus ojos verdes se llenaron de aflicción. La voz de Neferet era cálida y comprensiva cuando le contestó al maestro de esgrima.
—Me imagino que el Alto Consejo ha esperado para enviarte el comunicado porque están al corriente de que sigues sufriendo profundamente por la pérdida de tu compañera.
Dragon palideció, pero su mirada azul se endureció.
—Yo no perdí a Anastasia. Me fue arrebatada. Fue asesinada por una criatura creada por tu consorte y que actuaba bajo sus órdenes.
—Entiendo que tu dolor pueda influir en tu juicio, pero deberías saber que ni Rephaim ni los demás cuervos del escarnio tenían órdenes de herir a nadie. Al contrario: se les ordenó proteger. Cuando Zoey y sus amigos prendieron fuego a la Casa de la Noche y robaron nuestros caballos, se lo tomaron como un ataque. Simplemente, reaccionaron.
Stevie Rae y Lenobia se miraron rápidamente, telegrafiando el mensaje: que no sepan quién estuvo implicado en eso. Stevie Rae mantuvo la boca cerrada, negándose a descubrir la parte que había jugado Lenobia en la huida de Zoey.
—Ellos mataron a mi compañera —dijo Dragon, atrayendo la atención de todos.
—Y yo lo lamentaré eternamente —contestó Neferet—. Anastasia era una buena amiga mía.
—Perseguiste a Zoey, a Darius y al resto del grupo —la acusó Stevie Rae—. Nos amenazaste. Le ordenaste a Stark que disparase a Zoey. ¿Cómo justificas todo eso?
El bello rostro de Neferet pareció arrugarse. Se apoyó en la mesa y sollozó suavemente.
—Lo sé… lo sé… Fui débil. Dejé que el inmortal alado nublara mi mente. Él dijo que Zoey debía ser destruida… Y como yo creía que él era Érebo reencarnado, también lo creí.
—Oh, eso son solo un montón de gilipolleces —explotó Stevie Rae.
Los ojos esmeralda de Neferet la atravesaron.
—¿Tú nunca has querido a alguien y has descubierto más tarde que, en realidad, solo era un monstruo disfrazado?
Stevie Rae sintió que la sangre le desaparecía de la cara. Le contestó de la única manera que sabía: con la verdad.
—En mi vida, los monstruos no se disfrazan.
—No has contestado a mi pregunta, joven sacerdotisa.
Stevie Rae levantó la barbilla.
—Te la contestaré. No, nunca he querido a nadie que no supiese cómo era desde un principio. Y si estás hablando de Dallas, sé que tenía sus cosas, pero nunca esperé que se entregase a la Oscuridad y enloqueciese.
La sonrisa de Neferet era taimada.
—Sí, oí lo de Dallas. Es triste… tan triste.
—Neferet, yo sigo necesitando entender el dictamen del Alto Consejo. Como maestro de esgrima y líder de los Hijos de Érebo de esta Casa de la Noche, tengo derecho a ser informado de todo aquello que pueda comprometer la seguridad de nuestra escuela, esté de luto o no —exigió Dragon, pálido pero resuelto.
—Tienes toda la razón, maestro de esgrima. En realidad, es muy simple. Cuando su alma inmortal volvió a su cuerpo, me confesó que había matado al humano porque pensaba que el odio que sentía Heath por mí era una amenaza —dijo Neferet, sacudiendo la cabeza, con aire triste y contrito—. El pobre chico estaba convencido, de alguna manera, de que yo era la culpable de las muertes de la profesora Nolan y de Loren Blake. Kalona pensó que, al matar a Heath, me estaba protegiendo.
Volvió a sacudir la cabeza.
—Llevaba mucho tiempo alejado de este mundo. No pudo entender que el humano no representaba ninguna amenaza para mí. Su acto de ejecutar a Heath fue simplemente un torpe intento de emular a un guerrero protegiendo a su alta sacerdotisa, por eso tanto el Alto Consejo como yo hemos sido tan misericordiosos con su castigo. Como algunos ya sabéis, Kalona fue azotado cien veces y después desterrado de la sociedad vampira y de mi lado durante un siglo entero.
Hubo un gran silencio.
—Parece que todo este desastre ha sido consecuencia de un trágico malentendido tras otro, pero estoy seguro de que todos hemos pagado con creces lo que sucedió en el pasado. Lo que importa ahora es que las clases se reinicien y que todos sigamos adelante con nuestras vidas —dijo Penthasilea.
—Me inclino ante tu sabiduría y experiencia, profesora Penthasilea —dijo Neferet, inclinando la cabeza respetuosamente.
Después se giró para mirar a Dragon.
—Estos han sido, sin duda, tiempos difíciles para algunos de nosotros, pero tú has pagado el precio más grande, maestro de esgrima. Así que es en ti en quien debo buscar la absolución de mis errores, tanto personales como profesionales. ¿Podrías liderar la Casa de la Noche en una nueva era, creando un fénix de las cenizas de nuestra tristeza?
Stevie Rae quería gritarle a Dragon que Neferet los estaba engañando… que todo lo que había pasado en la Casa de la Noche no era fruto de un trágico error, sino del trágico abuso de poder de Neferet y Kalona. Pero su corazón se hundió cuando vio que Dragon inclinaba la cabeza y, con voz totalmente destrozada y vencida, le contestaba.
—Me gustaría que siguiésemos adelante porque, si no lo hacemos, me temo que no voy a sobrevivir a la pérdida de mi compañera.
Lenobia parecía querer decir algo, pero cuando el profesor empezó a sollozar entrecortadamente, guardó silencio y fue a su lado para consolarlo.
Esto me deja a mí sola para enfrentarme a Neferet, pensó Stevie Rae, mirando a Kramisha, que observaba a Neferet con una mirada apenas disimulada de incredulidad. Vale, a mí y a Kramisha para enfrentarnos a Neferet, se corrigió mentalmente. Se puso derecha y se preparó para el épico enfrentamiento que estaba segura que iba a producirse cuando revelase el embuste de la alta sacerdotisa caída.
En ese momento, un extraño sonido penetró en la sala del Consejo a través de la ventana que estaba abierta al aire fresco de la noche. Fue un sonido horrible, lastimero, que hizo que a Stevie Rae se le pusiese la carne de gallina.
—¿Qué es eso? —preguntó, girando la cabeza, como todos, hacia la ventana abierta.
—Nunca había oído algo igual —dijo Kramisha—. Y me da escalofríos.
—Es un animal. Y sufre.
Dragon recuperó su compostura inmediatamente y su expresión cambió. Volvía a ser, de nuevo, un guerrero, y no un compañero afligido. Se levantó y cruzó la sala del Consejo hacia la ventana.
—Es un gato —reveló Penthasilea, con aire afligido.
—No puedo verlo desde aquí. Viene del lado este del campus —comentó Dragon, dándole la espalda a la ventana y caminando hacia la puerta, con determinación.
—¡Oh, Diosa! Creo que reconozco ese sonido —dijo Neferet con una voz trágica y rota que captó la atención de todos—. Es el aullido de un perro, y el único que hay en este campus es el labrador de Stark, Duchess. ¿Le habrá pasado algo a Stark?
Stevie Rae vio a Neferet apretándose la garganta con su delgada mano, como para mantener a raya el latido de su corazón ante la terrible idea de que le hubiese pasado algo a Stark.
A Stevie Rae le habría gustado abofetearla. Neferet podría haber recibido un maldito óscar de la Academia a la mejor zorra protagonista de ficción. Sin duda. No podía permitir que siguiese con esa mierda.
Pero la alta sacerdotisa roja no tuvo oportunidad de enfrentarse a Neferet. En cuanto Dragon abrió la puerta del vestíbulo, una cacofonía de sonido lo envolvió todo. Los iniciados corrían hacia la sala del Consejo. La mayoría lloraba y gritaba, pero sobre toda esa algarabía, por encima incluso de los horribles aullidos, pudieron distinguir otro sonido: el de una persona destrozada por el dolor.
Entre ese dolor, Stevie Rae reconoció su voz.
—Oh, no —exclamó, atravesando el vestíbulo—. Es Damien.
Stevie Rae superó hasta a Dragon en su carrera y cuando abrió de par en par la puerta de la escuela, tropezó con tanta fuerza con Drew Partain que ambos cayeron al suelo.
—¡Por la Diosa, Drew! ¡Apártate de mi…!
—¡Jack está muerto! —gritó Drew, luchando por ponerse en pie y tirando de ella—. Allí, al lado del árbol partido del muro este. Pinta mal. Muy mal. Apura… ¡Damien te necesita!
Stevie Rae sintió náuseas mientras procesaba lo que Drew le estaba contando. Y después se vio arrastrada junto con él en la marea de vampiros e iniciados que cruzaban rápidamente el campus.
Cuando Stevie Rae llegó al árbol, tuvo un terrible déjà vu. La sangre. ¡Había tanta sangre…! Volvió al momento en que la flecha de Stark le perforó el cuerpo y le extrajo prácticamente toda la sangre y la vida, en ese mismo lugar.
Solo que esta vez no se trataba de ella. Esta vez era el amable y dulce Jack… y estaba muerto de verdad, así que era diez veces más terrible. Durante un segundo la escena no parecía tener sentido porque nadie se movía… nadie hablaba. No había otros sonidos que no fuesen los aullidos de Duchess y los lamentos de Damien. El chico y la perra estaban agachados al lado de Jack quien yacía, bocabajo, sobre la hierba empapada de sangre, con la punta de una larga espada sobresaliendo varios centímetros, atravesándole la nuca. Lo había empalado con tanta fuerza que casi le había seccionado la cabeza del cuerpo.
—¡Oh, Diosa! ¿Qué ha pasado aquí?
Fue Neferet la que los reactivó. Corrió hacia Jack y se inclinó para apoyar la mano suavemente sobre su cuerpo.
—El iniciado está muerto —dijo, con solemnidad.
Damien levantó la vista. Stevie Rae vio sus ojos. Estaban llenos de dolor, de horror y quizás, solo quizás, de una sombra de locura. Cuando él miró a Neferet, Stevie Rae observó que su cara ya pálida se volvía casi transparente, y eso la sobresaltó.
—Creo que deberías dejarlo en paz —sugirió Stevie Rae, colocándose entre Neferet, Jack y Damien.
—Yo soy la alta sacerdotisa aquí. Soy yo quien debe lidiar con esta tragedia. Lo mejor para Damien es que te hagas a un lado y dejes que los adultos se ocupen —dijo Neferet.
Su tono era razonable, pero Stevie Rae la estaba mirando a sus ojos esmeralda y vio que algo allí dentro se retorcía. Eso le puso los pelos de punta.
Stevie Rae sentía todas las miradas puestas en ella. Sabía que Neferet tenía parte de razón: ella no llevaba tanto tiempo siendo alta sacerdotisa como para saber cómo tratar algo tan horrible como lo que acababa de pasar esa noche. Diablos, realmente ella solo era alta sacerdotisa porque no había ninguna otra iniciada roja que hubiese superado el cambio. ¿Tenía algún derecho a hablar como la alta sacerdotisa de Damien?
La chica se quedó allí de pie, en silencio, luchando contra sus propias inseguridades. Neferet la ignoró y se agachó al lado de Damien, cogiéndolo de la mano y obligándolo a mirarla.
—Damien, sé que estás en shock, pero debes controlarte y contarnos cómo le ha pasado esto a Jack.
Damien parpadeó ciegamente, mirando a Neferet, y entonces Stevie Rae vio que su mirada se aclaraba y que se fijaba en ella. Soltó de mala manera su mano de la suya. Sacudiendo la cabeza de un lado a otro, una y otra vez, empezó a sollozar.
—¡No! ¡No! ¡No!
Ya estaba bien. Stevie Rae ya tenía suficiente. No le importaba que el resto del maldito universo no fuese capaz de ver la realidad entre toda la mierda que rodeaba a Neferet. Ella no iba a dejar que aterrorizase al pobre Damien.
—¿Que qué ha pasado? ¡¿Tú le estás preguntando lo que ha pasado?! ¿Como si fuese una coincidencia que Jack sea asesinado al mismo tiempo que tú apareces en la escuela? —dijo Stevie Rae poniéndose al lado de Damien y cogiéndolo de la mano—. Podrás engañar como tontos a los cegatos miembros del Alto Consejo. Hasta podrás hacer que algunas de estas buenas personas crean que estás aún de nuestra parte, pero Damien, Zoey y… —Hizo una pausa al escuchar dos sonidos ahogados de terror que marcaron la llegada de las gemelas.
—… y Shaunee y Erin y Stark y yo… Nosotros no nos creemos ni de coña que seas buena. Así que ¿por qué no nos explicas tú lo que ha pasado aquí?
Neferet sacudió la cabeza, simulando estar abatida y bellamente trágica.
—Te compadezco, Stevie Rae. Solías ser una iniciada tan dulce y adorable… No sé lo que te ha pasado.
La aludida sintió que la rabia la inundaba. Su cuerpo tembló por la fuerza de la misma.
—Sabes mejor que nadie en la tierra lo que me pasó.
No pudo refrenarse. Era demasiada ira contenida. Stevie Rae avanzó hacia Neferet. En ese momento, lo único que quería, más que nada, era rodear su cuello y apretar, apretar y apretar hasta que no pudiese respirar… hasta que dejase de ser una amenaza.
Pero Damien no le soltó la mano. Su contacto, la confianza que había entre ellos y el murmullo roto de Damien, la contuvieron.
—Ella no lo hizo. Vi lo que pasó y ella no lo hizo.
Stevie Rae vaciló, bajando la vista hacia Damien.
—¿Qué quieres decir, cariño?
—Yo estaba volviendo. Estaba justo fuera de la puerta de la casa de campo. Duchess no me dejaba correr. No hacía más que empujarme hacia aquí. Al final me rendí —explicó Damien con voz ronca y palabras entrecortadas—. Me empecé a preocupar. Estaba mirando hacia aquí. Lo vi.
Empezó a sollozar de nuevo.
—Vi a Jack caer desde la parte de arriba de la escalera y aterrizar en la espada. No había nadie a su alrededor. Nadie.
Stevie Rae se giró hacia el chico y lo abrazó. Al momento, sintió otros dos pares de brazos que los rodeaban cuando las gemelas se unieron a su círculo, apretándolos con fuerza.
—Neferet estaba con nosotros en la sala del Consejo cuando sucedió este terrible accidente —dijo Dragon solemnemente, tocando el pelo de Jack con suavidad—. No ha sido responsable de esta muerte.
Stevie Rae no soportaba mirar el cuerpo roto de Jack, así que estaba observando a Neferet cuando Dragon pronunció esas palabras. Solo ella vio el destello de satisfacción que atravesó su rostro por la victoria, rápidamente reemplazado por una ensayada pose de tristeza y preocupación.
Lo mató ella. No sé cómo, ni puedo probarlo ahora mismo, pero lo hizo ella. Después, en cuanto ese pensamiento se formó, le llegó otro. Zoey me creería. Ella me ayudaría a desenmascarar a Neferet.
Zoey tiene que volver.