Jack
—Duch, ¿qué pasa, preciosa? ¿Por qué estás tan nerviosa hoy?
Jack tiró de la pila de papeles de origami violeta que había debajo del labrador y los puso fuera del alcance del trasero del perro, en el taburete de madera que utilizaba de mesa exterior y para apoyar la espada. La gran perra resopló, golpeó el suelo con la cola y se acercó más a Jack. Él suspiró y la miró, cariñosa pero exasperadamente.
—No hace falta que estés pegada a mí todo el rato. No pasa nada. Solo estoy haciendo adornos.
—Hoy se está pasando de codependiente —dijo Damien, doblando las piernas y sentándose en la hierba a su lado.
Jack paró de trabajar en la espada de papel que había estado doblando y rascó la cabeza suave de Duchess.
—¿Crees que puede sentir que S-T-A-R-K sigue sin estar al cien por cien? ¿Crees que sabe que no va a volver mañana?
—Bueno, es posible. Es extraordinariamente inteligente, pero creo que está más preocupada porque tú te andes subiendo ahí arriba, que porque Stark esté hecho polvo y vaya a volver más adelante.
Jack señaló despreocupadamente la escalera de dos metros y medio de altura colocada y lista para ser utilizada, no muy lejos de donde ellos estaban.
—Oh, ni tú ni Duch tenéis por qué preocuparos. La escalera es totalmente segura. Hasta tiene un gancho de seguridad para mantenerla abierta que la hace aún más estable.
—No sé. Es muy alta —dijo Damien, mirando los aros superiores de la escalera, preocupado.
—Bah, no es para tanto. Además, no voy a subir arriba del todo… o no muchas veces. Algunas ramas de este pobre árbol ya se inclinan hacia abajo. Ya sabes, desde que él salió de debajo.
Jack pronunció la última frase con un murmullo dramático.
Damien se aclaró la garganta y miró el viejo roble bajo el que estaban sentados con la misma mirada cautelosa que le había echado a la escalera.
—Vale, no te enfades, pero tenemos que hablar de por qué has elegido precisamente este lugar para el ritual de celebración de Zoey.
Jack levantó la mano con la palma hacia fuera, haciendo el gesto universal de «stop».
—Ya sé que la gente tiene reticencias al respecto. Pero simplemente he decidido que mis razones para hacerlo aquí son mejores que las razones en contra.
—Cariño, tú siempre tienes las mejores intenciones —dijo Damien, cogiendo a Jack de la mano y sosteniéndola entre las suyas—. Sin embargo, creo que esta vez deberías plantearte que tú eres el único que le ve algo positivo a este lugar. Aquí asesinaron a la profesora Nolan y a Loren Blake. Aquí fue justo donde Kalona escapó de la tierra, desgarrando el suelo y partiendo el árbol. A mí no me parece el mejor lugar para celebrar nada.
La mano libre de Jack cubrió las de Damien.
—Este es un lugar con poder, ¿verdad?
—Correcto —dijo Damien.
—Y el poder no es ni negativo, ni positivo, hasta que no se usa. Solo adquiere esas características cuando fuerzas externas lo toman y lo influencian, ¿verdad?
Damien hizo una pausa, se lo pensó y asintió, de mala gana.
—Sí, supongo que es correcto, otra vez.
—Bueno, pues yo siento que el poder de este lugar… de este árbol partido y de la zona que hay hasta el muro este, se ha utilizado incorrectamente. Necesita que le demos la oportunidad para que sea usado por la Luz y el bien. Quiero darle esa oportunidad; tengo que hacerlo. Algo en mi interior me dice que tengo que estar aquí, preparando el ritual de celebración de Zoey para su regreso, aunque ella y Stark vayan a retrasarse.
Damien suspiró.
—Sabes que yo nunca te pediría que no les hicieses caso a tus sentimientos.
—¿Entonces me apoyas en esto? ¿Aunque todos estén diciendo que tu novio está como una cabra?
Damien le sonrió.
—La gente no anda diciendo que estás como una cabra. Dicen que tu entusiasta celo en la decoración y en la organización de cada detallito te ha nublado el juicio.
Jack soltó una risita.
—Estoy seguro de que no han usado las palabras «entusiasta celo» ni «nublado el juicio».
—Sus palabras eran sinónimas, aunque inferiores.
—Este es mi Damien… ¡el artista de las palabras!
—Y este es mi Jack… el optimista —le contestó él, inclinándose y besándolo con dulzura en la boca—. Haz lo que quieras aquí. Sé que Zoey lo apreciará, cuando vuelva por fin.
Entonces hizo una pausa y miró a Jack a los ojos, con tristeza.
—Cariño, ¿eres consciente de que puede que Zoey no vuelva en una temporada larga? —añadió—. Ya sé lo que te dijo Stark, y yo todavía no he hablado directamente con Z, pero Aphrodite dice que Zoey no es la misma… y que no se ha quedado en Skye por culpa de Stark. Se queda porque quiere alejarse del mundo.
—Eso no puedo creérmelo, Damien —dijo Jack, con firmeza.
—Yo tampoco quiero creerlo, pero los hechos son que Zoey no vuelve con Aphrodite y Darius y que no le ha dicho a nadie cuándo piensa volver. Y después está todo el tema de Heath. Cuando Zoey vuelva a Tulsa, sabes que va a tener que enfrentarse al hecho de que Heath ya no esté aquí… de que nunca más va a volver a estar.
—Es terrible, ¿verdad?
Se miraron a los ojos y se comprendieron mutuamente.
—Perder a alguien a quien amas debe de ser horrible. Tiene que haber cambiado a Zoey.
—Por supuesto que sí, pero sigue siendo nuestra Z. Tengo un fuerte presentimiento de que va a volver a casa mucho antes de lo que te imaginas —dijo Jack.
Damien suspiró.
—Espero que tengas razón.
—Eh, hasta tú admites que acierto muchas veces. Acertaré con el rápido regreso de Zoey. Simplemente lo sé.
—Vale, bueno, pues confiaré en ello, sobre todo porque adoro tu actitud positiva.
Jack sonrió y le dio un beso rápido.
—¡Gracias!
—Bueno, tanto si Z vuelve dentro de una semana o de un mes, sigo sin estar convencido al cien por cien de que sea buena idea que cuelgues espadas de papel de un árbol si no sabes cuándo vas a necesitar esos adornos. ¿Y si mañana llueve?
—¡Oh, no pienso colocarlas todas, tonto! Solo estoy probando con unas pocas para asegurarme de que las dobleces están perfectas para que cuelguen bien.
—¿Por eso tienes aquí el claymore? Parece horriblemente afilado y, bueno, expuesto ahí apoyado en la mesa de esa manera. ¿La punta no debería estar hacia abajo?
La mirada de Jack siguió la de Damien hasta donde descansaba la larga espada de plata, con la empuñadura apoyada en la tierra y la hoja hacia arriba, reflejando las luces de las lámparas de gas que iluminaban la escuela por la noche.
—Bueno, Dragon me dio instrucciones estrictas, que escuché en su mayor parte, aunque no dejaba de distraerme por lo triste que estaba. ¿Sabes? No sé si lo estará llevando muy bien.
Jack dijo la última parte de la frase en voz baja, como si no quisiese que Duchess los escuchase.
Damien suspiró y entrelazó su mano con la de Jack.
—Yo tampoco creo que lo esté llevando bien.
—Sí, mientras él me decía que no debía clavar la parte puntiaguda de la espada en la tierra porque le podía estropear la punta, o algo así, en lo único en lo que podía pensar yo era en lo oscuras que eran sus ojeras —explicó Jack.
—Cariño, no creo que esté durmiendo muy bien —dijo Damien, con tristeza.
—No debería haberle molestado para pedirle la espada, pero quería usar un ejemplo real para crear el origami, no solo una foto.
—No creo que lo molestases. La muerte de Anastasia es algo que tendrá que superar. Siento decirlo, pero no hay nada que podamos hacer o dejar de hacer para cambiar eso. Y, de todas maneras, tu idea fue excelente. Tus origamis son muy realistas.
Jack se retorció de placer.
—¡Ohhhh! ¿Lo dices de verdad?
Damien lo rodeó con el brazo y lo acercó a él.
—Totalmente. Tienes un don para la decoración, Jack.
Este se acurrucó contra él.
—Gracias. Eres el mejor novio del mundo.
Damien se rió.
—No es difícil estar contigo. Eh, ¿necesitas que te ayude a doblar espadas?
Ahora le tocó reírse a Jack.
—No. A ti no se te da bien ni envolver regalos… supongo que el origami no es uno de tus muchos talentos. Pero sí que me podías ayudar con otra cosa.
Jack miró a Duchess directamente y después se inclinó hacia Damien para susurrarle al oído.
—Podrías llevarte a Duchess a dar un paseo. No me deja tranquilo y no para de revolverme los papeles.
—Vale, sin problema. Iba a salir a correr. Ya sabes lo que dicen: un gay corpulento no es un gay contento. Duch puede echarse unas carreras conmigo. Así quedará exhausta y se le quitará esa obsesión que tiene contigo.
—Me mola tanto que corras…
—Eso no lo dices cuando acabo todo sofocado y sudoroso.
Damien se levantó y recogió la correa de Duchess de la hierba pardusca debido al invierno.
—Eh, a veces me gustas cuando estás sofocado y sudoroso —dijo Jack, sonriéndole desde abajo.
—Entonces puede que no me dé una ducha después —sugirió Damien.
—Puede que sea buena idea —dijo Jack.
—O puede que tú debieras ducharte conmigo.
La sonrisa de Jack se hizo más grande.
—Eso sí que es una buena idea.
—Fulana —dijo Damien, inclinándose para besarlo con fuerza.
—Deslenguado —le contestó Jack, antes de corresponderle.
Duchess se hizo un sitio entre ellos, resoplando, retorciéndose y lamiéndolos a los dos.
—¡Oh, preciosa! ¡A ti también te queremos! —dijo Jack, besando el suave hocico de Duchess.
—Venga, vamos a hacer algo de ejercicio para estar adecuadamente esbeltos y atractivos para Jack —dijo Damien, tirando de la correa de la perra.
Ella lo siguió, pero con bastantes dudas.
—Está bien. Pronto te traerá de vuelta —dijo Jack.
—Sí, pronto veremos a Jack, Duch.
—Eh —dijo el chico mientras se alejaban—. ¡Os quiero a los dos!
Damien se giró, levantó una pata de Duchess y saludó con ella a Jack.
—¡Nosotros también te queremos! —gritó.
Y después se alejó correteando, con la perra ladrando emocionada mientras Damien fingía perseguirla.
Jack los observó mientras se iban.
—Son los mejores del mundo —dijo en voz baja.
La espada que acababa de terminar de doblar era la última de las cinco que había hecho.
Una por cada uno de los cinco elementos, pensó Jack. Colgaré estas cinco para ver cómo quedan.
Mientras cortaba el sedal y lo pasaba por la última de las cinco espadas, los ojos de Jack no dejaban de buscar los mejores lugares para colgar los adornos. Pero no necesitó buscar mucho. El árbol parecía mostrarle la respuesta. El grueso tronco estaba casi partido en dos, haciendo que los laterales del inmenso roble viejo se inclinasen de modo que había ramas anchas orientadas precariamente hacia el suelo. En el lugar donde Kalona se había escapado de su prisión de tierra, las ramas más bajas antes no se habrían podido alcanzar ni con una escalera de seis metros; ahora, a Jack le llegaba con la de dos y medio.
—Ahí arriba. Justo ahí es donde debería poner la primera.
Jack se refería a un lugar en lo alto, directamente sobre el sitio donde había estado sentado, al lado de la mesita. Era una de las ramas principales del árbol que colgaba directamente sobre él, como un brazo protector.
—Es perfecto porque así colgará encima de donde he hecho todas las espadas.
Jack arrastró la escalera hasta la mesa y sostuvo la primera de las cinco espadas de papel por el hilo de sedal largo que le había atado a la empuñadura.
—Uy, casi se me olvida. Toca ensayar —dijo para sí mismo, parándose a pulsar unas teclas de los altavoces para el iPhone que había traído junto con la mesa.
Algo ha cambiado en mi interior
algo ya no es igual;
basta de jugar según las reglas
del juego de otros
La voz de Rachel empezó la canción, firme y clara. Jack se paró con un pie en el peldaño inferior de la escalerilla y cuando Kurt se hizo cargo de la letra, cantó con él, haciendo coincidir su dulce voz de tenor, nota a nota.
Es demasiado tarde para conjeturas
demasiado tarde para volver a dormirse…
Jack avanzó por la escalera mientras él y Kurt cantaban, fingiendo que subía los escalones del Radio City Music Hall donde había actuado el elenco de Glee en la gira de la pasada primavera.
Es hora de creer en mi instinto,
cerrar los ojos ¡y saltar!
Llegó a la parte superior de la escalera, se detuvo y empezó el primer estribillo con Kurt y Rachel mientras se estiraba para enroscar el sedal en las ramas desnudas por el invierno.
Estaba tarareando las siguientes frases de Rachel, esperando de nuevo la parte de Kurt, cuando un movimiento en la base partida del árbol le llamó la atención. Miró el tronco dañado. Jack se quedó sin aliento. Estaba seguro de haber visto, justo allí, la imagen de una hermosa mujer. La imagen era oscura y borrosa, pero mientras Kurt cantaba sobre perder el amor que suponía que había perdido, la mujer se hizo más clara, más grande, menos vaga.
—¿Nyx? —susurró Jack, asombrado.
Como si se descorriese un velo, de repente la mujer fue totalmente visible. Levantó la cabeza y le sonrió a Jack, tan exquisitamente encantadora como malvada.
—Sí, pequeño Jack. Puedes llamarme Nyx.
—¡Neferet! ¿Qué estás haciendo aquí?
La pregunta salió de su boca antes de poder pensarla.
—En realidad, ahora mismo, estoy aquí por ti.
—¿P… por mí?
—Sí, ya ves, necesito tu ayuda. Sé que te gusta mucho ayudar a los demás. Por eso he venido, Jack. ¿No te gustaría hacer algo por mí? Te prometo que haré que merezca la pena.
—¿Que merezca la pena? ¿A qué te refieres?
Jack odiaba que su voz sonase tan chillona.
—Me refiero a que si tú haces una cosita por mí, yo también haré algo por ti. Llevo mucho tiempo alejada de los iniciados de la Casa de la Noche. Quizás ya no sepa qué es lo que les apasiona. Tú podrías ayudarme… guiarme… mostrármelo. A cambio, yo te recompensaría. Piensa en tus sueños, en lo que te gustaría hacer con tu larga vida después del cambio. Yo podría hacer que esos sueños se hiciesen realidad.
Jack sonrió y abrió los brazos de par en par.
—Pero yo ya estoy viviendo mi sueño. Estoy aquí, en este maravilloso lugar, con amigos que se han convertido en mi familia. ¿Qué más se puede pedir?
La expresión de Neferet se endureció. Su voz era como de piedra.
—¿Qué más se puede pedir? ¿Qué te parece el dominio de este «maravilloso lugar»? La belleza no dura. Los amigos y la familia acaban pudriéndose. El poder es lo único que dura para siempre.
Jack le contestó desde su interior.
—No, es el amor lo que dura para siempre.
La risa de Neferet era burlona.
—No seas tan crío. Te estoy ofreciendo mucho más que amor.
Jack miró a Neferet… la vio de verdad. Ella había cambiado y en su corazón comprendió la razón de ese cambio: había aceptado al mal. Completa, absoluta y definitivamente. Jack entendió lo que había pasado antes incluso de llegar a asimilarlo realmente. Ya no queda ningún resto de Luz en su interior. La voz de su mente era dulce y cariñosa y eso le dio el valor para despejar la sequedad de su garganta y mirar a Neferet directamente a sus ojos fríos y verde esmeralda.
—No pretendo ser borde ni nada parecido, Neferet, pero no quiero lo que me estás ofreciendo. Yo no puedo ayudarte. Tú y yo… bueno… no estamos en el mismo bando.
Empezó a bajar la escalera.
—¡Quédate donde estás!
No supo por qué, pero las palabras de Neferet le atenazaron el cuerpo. Se sintió como si acabasen de atraparlo con fuerza, como si lo hubiesen encerrado allí mismo en una jaula de hielo invisible.
—¡Joven insolente! ¿De verdad te crees que puedes desafiarme?
Dame un beso de despedida,
voy a desafiar a la gravedad…
—Sí —le contestó él mientras la voz de Kurt resonaba a su alrededor—. Porque yo estoy del lado de Nyx, no del tuyo. Así que déjame marchar, Neferet. No te voy a ayudar.
—Ahí es donde te equivocas, incorruptible inocente. Acabas de demostrar que me vas a ayudar, y mucho —dijo Neferet levantando las manos y haciendo un movimiento rápido en el aire que la rodeaba—. Como os prometí, aquí lo tenéis.
Jack no tenía ni idea de a quién le hablaba Neferet, pero sus palabras le pusieron la carne de gallina. Indefenso, la observó abandonado las sombras del árbol. Parecía deslizarse, alejándose de él, hacia la acera que la conduciría al edificio principal de la Casa de la Noche. Mirándola, distante, notó que sus movimientos se parecían más a los de un reptil que a los de un humano.
Por un instante pensó que se iba… pensó que estaba a salvo. Pero cuando ella llegó a la acera se volvió para mirarlo y sacudió la cabeza, riéndose suavemente.
—Me lo has puesto bastante fácil, niñato, al rechazar mi oferta tan honorablemente.
Hizo un movimiento de ataque hacia la espada. Con los ojos como platos, Jack estuvo seguro de ver que algo oscuro agarraba la empuñadura. La espada giró, giró y giró hasta que el extremo elevado apuntó hacia él.
—Aquí tienes tu sacrificio: alguien a quien he sido incapaz de corromper. Tómalo y satisface con él mi deuda con tu maestro, pero espera a que el reloj dé las doce. Retenlo hasta entonces.
Sin volver a mirarlo, Neferet se deslizó fuera de su vista y entró en el edificio.
Le pareció que pasaba mucho tiempo hasta que llegó la medianoche, antes de que sonasen los tañidos del reloj de la escuela, a pesar de que Jack trató de apartar de su mente las cadenas frías e invisibles que lo atenazaban. Se alegró de haber puesto Desafiando a la gravedad en reproducción continua. Le consolaba escuchar a Kurt y a Rachel cantando sobre cómo superar sus miedos.
Cuando el reloj empezó a repicar, Jack sabía lo que iba a pasar. Sabía que no podía evitarlo… sabía que no podía cambiar su destino. En lugar de luchar inútilmente, de arrepentirse de cosas en el último minuto o de derramar lágrimas en vano, cerró los ojos, respiró profundamente y después, con alegría, se unió a Rachel y a Kurt en el estribillo:
Prefiero
desafiar a la gravedad.
Dame un beso de despedida,
voy a desafiar a la gravedad.
Creo que voy a intentar
desafiar a la gravedad
¡y no lo podrás evitar!
La suave voz de tenor de Jack resonaba entre las ramas del roble destrozado cuando la persistente magia que Neferet había dejado allí, aguardando el momento, lo arrojó desde lo alto de la escalera. Cayó de forma truculenta, horrible, sobre el claymore que lo aguardaba, pero cuando la espada le tocó el cuello, antes de que el dolor y la muerte de la Oscuridad pudiesen tocarlo, su espíritu despegó de su cuerpo.
Abrió los ojos y se encontró en un prado impresionante, a los pies de un árbol que era idéntico al que Kalona había destrozado, solo que este estaba entero y verde y, a su lado, había una mujer vestida con una brillante túnica plateada. Era preciosa. Jack pensó que podría quedarse mirándola eternamente.
La reconoció al instante. La conocía de siempre.
—Hola, Nyx —la saludó, en voz baja.
La Diosa sonrió.
—Hola, Jack.
—Estoy muerto, ¿verdad?
La sonrisa de Nyx no vaciló.
—Sí, mi maravilloso, adorable e incorruptible niño.
Jack vaciló antes de hablar.
—No parece tan malo, esto de estar muerto.
—Ya verás como no lo es.
—Voy a echar de menos a Damien.
—Volverás a estar con él. Algunas almas se vuelven a encontrar una y otra vez. Las vuestras lo harán; te lo prometo.
—¿Lo hice bien allá?
—Estuviste perfecto, hijo mío.
Después Nyx, la Diosa de la noche, extendió los brazos y envolvió a Jack con ellos. Y con su caricia los últimos restos mortales de dolor, tristeza y pérdida desaparecieron de su espíritu, dejando en su lugar amor… solo y siempre amor. Y Jack conoció la felicidad perfecta.