36

A solas con Jean-Marc, Chantal no ve diferencia alguna entre él y los que acaban de marcharse.

—Casi había olvidado —dijo— que compré hace tiempo esta casa para ser por fin libre, para que nadie me espiara, para poder ordenar mis cosas donde quisiera y para estar segura de que se quedan en el sitio donde las he ordenado.

—Ya te he dicho en alguna ocasión que mi lugar está al lado de aquel mendigo y no a tu lado. Estoy al margen del mundo. Tú, en cambio, te has colocado en el centro.

—Y tú te has instalado en una marginalidad muy cómoda que, además, no te cuesta un centavo.

—Siempre estaré dispuesto a abandonar esa cómoda marginalidad. Tú, en cambio, jamás renunciarás a esa ciudadela de conformismo en la que te has asentado con tus múltiples caras.