Esta noticia corrió entre algunos de su gente.
Y entonces un mensajero se dirigió inmediatamente
a Marruecos al rey Sancho y díjole abiertamente:
«Señor rey de Navarra, sabrás bien ciertamente
que pierdes tu tierra y heredad totalmente,
que el rey Alfonso, que tienes por leal pariente,
ha entrado en Navarra con espada y con fuego ardiente.
Pues tal en quien fiabas, sabrás que lo consiente,
y todo tu reino, si no regresas prontamente,
sabrás que lo habrás perdido, pero muy rápidamente.
Y allá no morarás un día, como te vi hasta el presente,
pues has perdido Vitoria, y Álava igualmente,
Guipúzcoa y Amézcoa con lo perteneciente,
y Fuenterrabía, y todo lo concerniente,
y San Sebastián, donde el mar es batiente,
y villas y castillos que no tengo en la mente.
Y si dejas Navarra por la pagana gente,
Dios te escarmentará, al encolerizarle reiteradamente».
El rey, cuando lo oyó, tuvo el corazón más sangrante
que herido por un venablo o por acerado puñal profundamente,
y se fue al rey moro, diciéndole resueltamente:
«Rey, por tu amistad, y por mostrarme complaciente,
y para poner a tus enemigos abatidamente,
he perdido mi tierra, teniendo el corazón doliente,
y deseo retomar enseguida, pues si no lo hago prontamente,
creo que mi reino lo perderé totalmente».
El rey, cuando lo oyó, se lamentó verdaderamente
y le hizo aparejar naves ornamentalmente,
le dio piedras preciosas, oro y plata largamente
y Dios que es poderoso le dio viento favorablemente
para venir a Navarra.
Guillermo de ANNELIERS (siglo XIII)