A Juja la despierta la primera tos. Se levanta de la cama y acude a la habitación de Chito. Maldice, la ventana se abrió durante la noche. El niño está empapado en sudor, inspira con dificultad y emite un silbido al espirar. Regresa a su pieza, toma el inhalador de la mesa de noche y vuelve donde el chico. Lo ayuda a sentarse en la cama y sacude el envase con energía.
Ya está, mi vida, acá está mamá. Abrí la boca, corazón.
Chito, sin despertar del todo, obedece.
Cuando yo te diga, ¿eh?
Juja lo toma por la nuca y coloca la cánula dentro de la boca de su hijo.
Ahora.
El niño inhala cuando Juja presiona la tapa del medicamento.
Otra vez, mi ángel.
El niño vuelve a inspirar y la madre vuelve a presionar, pero esta vez no sale nada del envase.
¡Puta madre!
Molinari aparece en la puerta.
¿Qué pasa? La puta asma, y se me acabó el remedio. ¿Querés que vaya a buscar? Sí, andá corriendo, ¿tenés plata? No. Fijate en mi cartera. Juja abraza al niño. Poroto regresa con un billete en la mano y se lo muestra. ¿Alcanza con esto? No. Hacé una cosa, pasá por el Besitos, despertalo al Cholo y decile que me preste hasta la noche. ¿Cuánto? Cincuenta.
Molinari se viste rápidamente, sale y trota las dos cuadras hasta el cabaret. Golpea con energía la puerta de servicio. Al cabo de unos instantes aparece Cholo semidormido.
Eh, ¿qué pasa? Me manda Juja, necesita que le prestes cincuenta. ¿No podía esperar? Es para el remedio, el pibe tiene un ataque. Pasá.
Cholo camina por el largo pasillo arrastrando las pantuflas y bostezando. Poroto lo sigue. Parte del vano que comunica con el local en penumbra está ocupado por una pila de cajones de cerveza. Entran en la habitación. Cholo recoge su pantalón de la silla, mete la mano en el bolsillo, saca los billetes y le da uno a Molinari.
Gracias, viejo, y disculpá.
Cholo se mete en la cama, se arropa y cierra los ojos.
Cerrá la puerta y controlá que la de calle quede trabada.
Molinari camina por el pasillo hacia la salida. En el cabaret se enciende una luz y oye voces. Se detiene. Espía oculto tras los cajones de cerveza. Rocha, el bulldog, husmea por el local unos instantes y se queda junto a la puerta. Yancar y la Momia se sientan a una de las mesitas.
Qué milagro, usted por aquí.
La Momia hace una pausa, sopesando las palabras de Yancar. Levanta la vista hacia Rocha.
Esperame en el auto.
Aguarda hasta que sale y se cierra la puerta.
Hay cambios importantes. Usted dirá. ¿Sabés que reventó la Chancha? Estoy enterado. Bueno, estuve hablando con Rodríguez, quiere que nosotros nos hagamos cargo del Little Love. ¿Y con Pocha, qué hacemos? Tenés que encargarte de ella. No te va a costar mucho ahora que está sola. No hay problema. Bien, otra cosa. Diga. Rodríguez me puso una condición. ¿Cuál es? Hay un tipo, un ex de la Federal que anda haciendo preguntas incómodas. Hay que limpiarlo. ¿Quién es? Se llama Lascano. ¿El Perro? Sí, ¿lo conocés?
Yancar sonríe.
Si lo conoceré, es el que me encanó, va a ser un placer. No quiero que lo hagas vos. Alguien se va a ocupar de él. Una pena, me habría gustado atenderlo personalmente. Vos hacé lo que yo te digo, quedate mosca. Te necesito para que controles todo Mar del Plata. Lo que usted diga. ¿Por acá cómo van las cosas? Todo bien. El único problema es Juja. ¿Qué pasa? No está trabajando bien. Anda con uno de por acá, está siempre de malhumor y me parece que quiere largarse. Además tiene un pibe enfermo y falta a cada rato. Apretala, cambiala por alguna de las pibas de Azul. Le tengo miedo, es muy bocona y sabe muchas cosas. El idiota de Gumer le hacía llevar las cuentas.
La Momia se queda pensando.
Okey, me voy a ocupar de ella. Habría que hacer algo con el novio también, no sea cosa de que sepa algo. Está bien, ¿qué te pareció el paquete nuevo? Bien, pero dígale a los Cazadores que aflojen la mano y se dejen de joder con los cigarrillos. Vino muy marcada. No va a poder laburar en tres o cuatro días. Me dijeron que era muy rebelde, así que no le quites los ojos de encima. Como mande.
Los hombres continúan conversando. Molinari está paralizado junto a los cajones, la mirada en el suelo, la cabeza desbocada. El sonido de la puerta al cerrarse lo saca de su abstracción. Yancar, solo y pensativo, enciende un cigarrillo.
La Momia se ubica en el asiento trasero, Rocha cierra la puerta, toma su lugar al volante y lo mira por el espejo.
¿Adónde, jefe? Llevame al aeropuerto. ¿Se va? Sí, vos te quedás acá, tengo trabajo para vos. Arrancá, en el camino te explico.