En el asiento trasero, Irupé duerme despatarrada. Al volante, Gumer masca chicle con la vista fija en la carretera repleta de camiones. Detrás, las sierras de Tandil, oscurecidas por el atardecer, parecen un dinosaurio dormido. Yancar mira el reloj, en poco más de una hora estarán en Azul. Enciende la radio y un cigarrillo. Gumer abre su ventanilla y se acoda en el marco.
Todavía no entiendo para qué tenía que venir yo también. No hay nada que entender, la Momia dijo que me acompañases. ¡Ta madre!, como si no tuviera bastante laburo en el putero. No te quejes.
Yancar le da una chupada larga al cigarrillo y lo arroja afuera, cruza los brazos. Antes de que cierre los ojos pasa el cartel que anuncia el desvío a Gardey.
Despertate, ya llegamos.
Irupé se acomoda en el asiento y mira hacia fuera. El Mimos de Azul, expuesto a la última claridad, revela su ruina. Yancar le abre la puerta.
¿No había nada peor? Tranquila, es por unos días nada más. ¿Justo ahora que viene la temporada me traés a este tugurio? Ya te dije, es por unos días. ¿Y yo te creo? Lo que vos creas me importa un carajo, bajá.
Gumer baja del auto y se despereza. Yancar lo mira serio.
Vos esperame acá.
Al verlos entrar, el Tarta deja el trapo sobre el mostrador, se acerca e inspecciona a Irupé. Yancar le palmea la espalda.
¿Contento? A-a-algo es a-algo. ¿C-c-cómo te llamás? Irupé. Te-te-nés pi-pinta de revoltosa. No jodas, Tarta, se porta bien. ¿Te-e tra-traigo a la otra? Ahora no, vuelvo a buscarla en un rato. Dame un whisky.
El Tarta le da la vuelta al mostrador, sirve, le pasa la copa a Yancar y le hace una seña a Irupé. La chica se aleja hacia la trastienda. Yancar pone un dedo en el vaso.
¿Hielo? To-to-da-da-vía n-no lle-llegó, te-tenés q-q-que to-to-má-má-rtelo a-así.
Yancar lo empina, bebe y deja la copa.
Ahora tengo un asunto que atender. Prepará a Tina, Violeta y Andrea. ¿P-p-p-pa-ra qué? Se vienen conmigo.
El Tarta pega un respingo.
¡Q-q-q-qué! Lo que oíste. Me-me tra-traés u-una y te-te lle-llevás tres. Donde manda capitán… P-p-p-pero ¿q-q-qué q-q-quiere la-la Mo-mo-mia, q-q-que me-me mu-muera de-de ha-hambre? Parece que la temporada en la costa viene fuerte, hay que reforzar. ¿Y yo-yo q-q-qué ha-hago c-c-con c-c-cuatro pi-pibas so-solamente? Te las arreglás. E-eso e-es fá-fácil decirlo. Podés negarte si querés. Le digo a la Momia que no quisiste que me las lleve. ¿Te-te cre-creés mu-mu-muy gra-gracioso?
Yancar termina su trago.
Vuelvo en un rato, tenelas listas.
Yancar entra en el auto, Gumer lo mira intrigado.
¿No íbamos a llevar unos paquetes? Llamó la Momia, cambio de planes, volvemos. Sigo sin entender para qué mierda me hizo venir. A veces es mejor no entender, arrancá.
A media hora de andar llegan al Arroyo de los Huesos. Yancar mira atentamente por la ventanilla.
Pará un poco. ¿Qué pasa? Quiero mear.
Gumer mira por el espejo, baja la velocidad y se arrima a la banquina. Yancar sale dejando la puerta abierta y le da la espalda. La ruta está desierta. Gumer se pone otro chicle en la boca y arroja el papel por la ventanilla. Yancar termina de sacudir, guarda y le habla sin volverse.
Gumer, vení, tenés que ver esto. ¿Qué cosa? Vení te digo.
De mal humor, baja y se acerca a Yancar, que se ha puesto en cuclillas, mirando hacia las piedras del arroyo, y señala.
¿Qué hay? Ahí abajo, mirá. No veo nada. Agachate.
Gumer se inclina, Yancar mira alrededor, se yergue y da un paso atrás. En su mano la pistola apunta a la cabeza de Gumer.
¿Qué hacés, loco? Sos boleta. Dejate de joder.
Yancar aprieta el gatillo, el fogonazo ilumina la última expresión de Gumer. El disparo le da de lleno en el parietal derecho, desparramándolo sobre los yuyos.
Como te parezca…
Guarda la pistola, empuja el cadáver para que ruede por el declive hasta la orilla. Se detiene boca abajo entre las piedras. Regresa al auto, cierra la puerta del acompañante, da la vuelta, se ubica al volante, pone primera, gira en U y regresa por donde vino.