Corrie oyó el fuerte estrépito metálico de la puerta del almacén de esquí e interrumpió su trabajo, preguntándose si Pendergast habría vuelto. Sin embargo, en lugar de una figura vestida de negro, entró decidida una mujer alta que llevaba guantes y bufanda polares y un enorme gorro de lana con pompones.

—¿Corrie Swanson? —preguntó mientras se acercaba.

—Esa soy yo.

—Capitana Stacy Bowdree. Te estrecharía la mano, pero he traído un par de cafés. —Le entregó a Corrie un vaso enorme de Starbucks—. Venti con leche desnatada y cuatro cargas de café y doble de azúcar. Lo he tenido que adivinar.

—Uau. Lo ha acertado todo. —Corrie aceptó el café agradecida—. No tenía ni idea de que fuera a venir a Roaring Fork. Qué gran sorpresa.

—Pues aquí estoy.

—Cielos, Stacy… ¿Puedo tutearte? No sabes cuánto te debo. Me salvaste el trasero con esa carta. Me enfrentaba a diez años de prisión, no sé cómo darte las gracias…

—¡Vas a hacer que me ruborice! —Bowdree rio, destapó su café y bebió un buen sorbo—. Si quieres darle las gracias a alguien, dáselas a tu amigo Pendergast. Fue él quien me explicó la situación y me contó lo que te habían hecho. Yo ayudé encantada como pude. —Miró alrededor—. Madre mía, cuántos ataúdes. ¿Cuál es mi tatarabuelo Emmett?

—Este de aquí.

La condujo hasta los restos del minero, extendidos en una mesa contigua. De haber sabido que la capitana iba a venir, habría intentado ponerlos en orden. Confiaba en que la descendiente de Emmett lo entendiera.

Sorbió su café algo nerviosa mientras Bowdree se acercaba, alargaba la mano y, con sumo cuidado, cogía un trozo de cráneo.

—Cielos, sí que lo destrozó ese oso.

Estuvo a punto de decir algo, pero se calló a tiempo. Pendergast, con toda razón, le había aconsejado que no le hablara a nadie, nadie, de la verdadera causa de la muerte hasta que hubiera terminado su trabajo.

—Este trabajo me parece fascinante —dijo Bowdree dejando con cuidado el trozo de cráneo en la mesa—. Entonces ¿de verdad quieres ser policía?

Corrie rio. Bowdree le había caído bien enseguida.

—Bueno, creo que, en realidad, me gustaría ser agente del FBI, especializada en antropología forense. No una rata de laboratorio, sino un agente de campo con aptitudes especiales.

—Eso es estupendo. Yo también he estado planteándome la posibilidad de entrar en los cuerpos de seguridad… Bueno, es el paso lógico habiendo hecho una carrera militar.

—¿Ya no estás en el ejército, entonces? ¿Ya no eres capitana?

Bowdree sonrió.

—Siempre seré capitana, pero, sí, me han licenciado. —Hizo una pausa—. Bueno, creo que debería irme. Si quiero quedarme por aquí más tiempo, más vale que encuentre un sitio barato donde alojarme; el hotel en el que estoy me está arruinando.

Corrie sonrió.

—Conozco la sensación.

—Solo quería presentarme y decirte que creo que lo que estás haciendo aquí es magnífico.

Bowdree dio media vuelta.

—Un momento.

La capitana se volvió.

—¿Te apetece tomar un café en Starbucks luego? —Señaló su vaso—. Quisiera devolverte el favor, si no te importa que sea tarde. Quiero aprovechar bien el día, siempre y cuando no me congele antes.

El rostro de Bowdree se iluminó.

—Sería estupendo. ¿Qué tal a las nueve?

—Te veo luego.