Me complace agradecer la importante contribución del Aula de Escritores, donde se llevó a cabo buena parte del trabajo preliminar de esta obra, y de la Fundación Ragdale, donde se escribió. Gracias también a George Cabanas y Eddie Lama, así como a Jack Hitt y Paul Though, que me presentaron a los Kong. Y, por último, gracias a Sarah Elizabeth Miles, quien asegura ser capaz de hacer cualquier cosa —¡cualquier cosa!— por ver su nombre en un libro.