25

ALGUNOS ojos ven en la oscuridad y hay oídos que escuchan los más leves susurros. Como los ojos y los oídos del edificio abandonado. Ahora guiaban a Víctor entre las sombras y el silencio, como un ser sin voluntad y con un único objetivo: matar.

Bárbara había escondido a Clara en una especie de nicho del piso superior. Ella regresó hacia la escalera y esperó a Víctor tras un muro. No iba a permitir que volvieran a hacer daño a su hermana. Ya le falló una vez, pero eso no volvería a ocurrir.

Respiraba por la boca, muy abierta, tratando de evitar el menor ruido. Su corazón hacía que vibrara a intervalos rápidos y regulares, bombeando sangre a través de sus venas a punto de estallar.

Los pasos de Víctor se acercaban. Parecía arrastrar los pies, aunque el dolor de su tobillo se había disipado en la oleada química que anegaba su cerebro. El momento estaba llegando. La vida o la muerte iban a enfrentarse en una lucha definitiva. Bárbara levantó el cuchillo. Si lograba herir a Víctor, podría regresar con Clara al sótano y escapar por el túnel que había usado el mendigo para entrar y salir del edificio.

«Dios, por favor, dame fuerzas», imploró la joven.

Pero Dios, el verdadero, si es que existía, se hallaba muy lejos de aquel lugar.

Víctor sabía dónde estaba ella. El ser despiadado que había tomado el control de su conciencia y de su voluntad podía verla allí detrás y escuchar el sonido agitado de su corazón y de su aliento. Apareció de pronto en la habitación, agachado y raudo. Bárbara descargó su brazo contra el aire. Al darse cuenta de que había fallado retrocedió hasta una esquina, que detuvo su atropellado movimiento.

Aún aferraba el cuchillo entre sus manos, pero las notaba flojas y apenas capaces de sostenerlo. Supo que estaba perdida. Jamás conseguiría vencer a Víctor en una lucha cara a cara. Sólo un esfuerzo sobrehumano le permitió obligarse a no mirar a Clara y delatar su escondite. Se movió muy despacio hacia el lado opuesto, para atraer toda la atención de Víctor.

—¿Qué es lo que te pasa? Confiaba en ti…

Su voz vibraba de angustia. La boca se le llenó de un sabor desagradable, que anunciaba el miedo más agudo que se puede experimentar. El miedo a la muerte.

Frente a ella, Víctor se mantuvo en silencio y quieto un momento. Bárbara no podía ver su rostro, ni siquiera distinguir su silueta más que como una sombra entre sombras. Pero notó que empezaba a acercarse. Lentamente, como una criatura sedienta de sangre e imposible de frenar.

—No lo hagas, Víctor. No…

—Debes morir, debes morir, debes morir… —dijo el joven, con voz ausente y una larga pausa entre cada palabra.

Sólo repetía el mandato que resonaba dentro de su cabeza como un mantra. Pero algo cambió. La Doctora, desde su caseta de control, había cambiado de idea. Le ordenó que sólo golpeara a la chica para dejarla sin sentido.

—¡NOOO…!

Fue el último grito de Bárbara antes de recibir un terrible puñetazo de Víctor en pleno rostro, que le hizo perder el conocimiento. Había intentado golpearle de nuevo con el cuchillo, pero él lo agarró por la base entre las manos y se lo arrancó como a una niña pequeña.

Clara había escuchado los gritos en silencio. Se había sentado en el suelo, llorando y con el pulgar en la boca, como un bebé. Su mente no era capaz de comprender lo que estaba sucediendo. Pero notaba el peligro y sentía que su hermana ya no podría ayudarla.

La voz interior de Víctor le reveló el lugar donde se hallaba escondida. No tardó en situarse frente a ella. Guardó la navaja en un bolsillo y se agachó despacio. Alargó los brazos hacia la chica y le rodeó el cuello con las manos. Los ojos de Clara se abrían a medida que la presión le cortaba el aire. No trató de resistirse. Murió de un modo tan silencioso como había vivido sus últimos años.

Después, Víctor se incorporó de nuevo y regresó hasta el lugar donde había dejado a Bárbara. La voz interior le ordenó que la cogiera en brazos y bajara con ella hasta el piso inferior. El experimento estaba a punto de finalizar. Y lo haría con la prueba definitiva de que el ser humano puede convertirse en un juguete dirigido por control remoto.