Cuando fue en busca de Carbonilla, el sol estaba descendiendo y proyectaba largas sombras a través del claro. Encontró a la curandera en su guarida, revisando sus provisiones de hierbas curativas, y se sentó justo en la boca de la cueva para hablar con ella.
—¿El hijo de Cola Pintada? —maulló la gata cuando él terminó de contarle las sospechas de Fronde Dorado. Entornó los ojos pensativa—. Sí, creo que sé a qué se refiere. Le echaré un vistazo.
—Deberás tener mucho cuidado con Cola Pintada —le advirtió Corazón de Fuego—. Cuando le he sugerido que examinaras a Copito de Nieve, prácticamente me ha arrancado la nariz.
—No me extraña. Ninguna reina quiere pensar que sus cachorros no son perfectos. Yo me encargaré de eso, no te preocupes. Pero no enseguida —añadió mientras disponía su reserva de bayas de enebro en un pulcro montón—. Ya es demasiado tarde para molestarla hoy, y mañana tengo que ir a las Rocas Altas.
—¿Tan pronto? —se sorprendió él. No se había dado cuenta de lo deprisa que habían pasado los días.
—Mañana por la noche es luna nueva. Todos los curanderos estarán allí. El Clan Estelar me entregará todos mis poderes al completo. —Carbonilla vaciló antes de agregar—: Fauces Amarillas debería haber venido conmigo, para presentarme al Clan Estelar como una curandera totalmente instruida. Ahora tendré que pasar por toda la ceremonia sin ella.
Mientras hablaba, su mirada se volvió más distante. Corazón de Fuego sintió que la gata estaba alejándose de él, moviéndose hacia una tierra de sombras y sueños a la que no podía seguirla.
—Tendrás que llevarte a un guerrero contigo —maulló—. La última vez que Estrella Azul intentó ir a las Rocas Altas, el Clan del Viento no le permitió atravesar su territorio.
Carbonilla lo miró con calma.
—Me gustaría ver a la patrulla que se atreva a impedirle el paso a un curandero. El Clan Estelar jamás perdonaría algo así. —Su expresión cambió y sus ojos destellaron con picardía—. Puedes acompañarme hasta los Cuatro Árboles, si te apetece y si puedes pasar un rato sin Tormenta de Arena.
El joven guerrero se sintió incómodo.
—No te entiendo —masculló, pero recordó que se había ido a comer con Tormenta de Arena mientras Carbonilla estaba contándole su sueño, y la curandera se habría sentido injustamente despreciada—. Tormenta de Arena puede dirigir la patrulla del alba sin mí —añadió—. Yo iré contigo a los Cuatro Árboles.
El día siguiente amaneció húmedo y brumoso. Volutas de niebla se ondulaban entre los árboles cuando Corazón de Fuego y Carbonilla emprendieron la marcha hacia los Cuatro Árboles. Las pegajosas nubes blancas atenuaban el sonido de sus pasos y perlaban sus pelajes de diminutas gotitas. En medio del silencio, el lugarteniente dio un brinco al oír la llamada de alarma de un pájaro. Tenía cierto temor a perderse en aquel bosque de aspecto desconocido y fantasmagórico.
Para cuando cruzaron el arroyo y empezaron a subir la cuesta que llevaba a los Cuatro Árboles, la niebla ya se estaba disipando, y en lo alto de la hondonada los recibió un radiante sol. Los cuatro gigantescos robles se alzaban justo delante de ellos; sus hojas se estaban volviendo de un dorado rojizo con la cercanía de la estación de la caída de la hoja.
Carbonilla soltó un resoplido y se sacudió la humedad del pelo.
—¡Qué bien! Ya estaba empezando a pensar que tendría que encontrar el camino a las Rocas Altas siguiendo mi olfato, y solamente he estado allí una vez, con Fauces Amarillas.
Corazón de Fuego también agradeció el calor del sol. Se estiró con deleite y olfateó el aire para captar olor a presas. En vez de eso, lo rodeó el olor de otros gatos. «¡Gatos del Clan de la Sombra!», pensó, tensando los músculos mientras miraba a uno y otro lado. Se relajó al cabo de un instante al ver al curandero Nariz Inquieta, que subía desde la hondonada procedente del territorio del Clan de la Sombra, acompañado de otro gato. Aquél no era un guerrero hostil. El Clan Estelar inculcaba a los curanderos que estuvieran por encima de la rivalidad entre clanes.
—Parece que, después de todo, no vas a tener que viajar sola —le dijo a Carbonilla.
Esperaron a que los gatos llegaran hasta ellos. Conforme se acercaban, Corazón de Fuego reconoció al acompañante. Se trataba de Cirro, un pequeño atigrado que había estado a punto de morir por la reciente enfermedad. Él y otro guerrero, Cuello Blanco, habían intentado buscar asilo en el Clan del Trueno. Estrella Azul se negó a acogerlos, pero Carbonilla los refugió en secreto y cuidó de ellos hasta que estuvieron en condiciones de regresar a su propio territorio.
Cuello Blanco había muerto poco después de que Estrella de Tigre y sus proscritos atacaran a una patrulla del Clan del Trueno. Un monstruo pasó por encima del guerrero cuando éste huía del combate. Al revivir el impacto de ese momento, Corazón de Fuego se alegró de ver que al menos Cirro parecía sano y fuerte de nuevo.
—¡Hola! —Nariz Inquieta saludó alegremente a los dos gatos del Clan del Trueno—. Qué alegría encontrarte, Carbonilla. Hace un día estupendo para viajar.
Cirro saludó respetuosamente a Corazón de Fuego con la cabeza y entrechocó su nariz con la de Carbonilla.
—Me alegro de verte en forma otra vez —maulló la gata.
—Es todo gracias a ti —contestó Cirro. Y, con una pizca de orgullo, añadió—: Ahora soy el aprendiz de Nariz Inquieta.
—¡Felicidades! —ronroneó la curandera.
—Y eso también se debe a ti —continuó el atigrado—. Cuando estábamos enfermos, tú supiste qué hacer exactamente. Y luego nos diste las hierbas curativas para que las lleváramos al clan… ¡y funcionaron! Quiero hacer más cosas como ésa.
—Tiene talento de verdad —intervino Nariz Inquieta—. Y fue muy valiente al regresar al clan con las hierbas. Sólo lamento que Cuello Blanco no volviera con él.
—¿No volvió? —preguntó Corazón de Fuego, aprovechando la ocasión para averiguar qué sabía el Clan de la Sombra sobre el destino del joven guerrero.
Cirro negó con la cabeza tristemente.
—No quiso regresar conmigo al campamento. Le daba miedo contraer de nuevo la enfermedad, incluso a pesar de que tuviéramos las hierbas curativas. —Cerró los ojos un instante, como si el recuerdo le resultara doloroso—. Al cabo de unos días encontramos su cuerpo al lado del Sendero Atronador.
—Lo siento —maulló Corazón de Fuego.
Se preguntó si debía contarle la verdad sobre la muerte de Cuello Blanco, pero decidió que sería demasiado penoso revelarle que el nuevo líder del Clan de la Sombra era responsable en parte de la muerte de su amigo. Parecía claro que Cuello Blanco se había unido a la banda de proscritos durante un breve tiempo y lo había pagado con la vida.
Carbonilla restregó el hocico contra el costado de Cirro para consolarlo. Tras sentarse sobre la cálida hierba, indicó con la cola al aprendiz de curandero que se sentara a su lado y empezó a hacerle preguntas sobre su entrenamiento.
—¿Las cosas van mejor ahora? —le preguntó Corazón de Fuego a Nariz Inquieta.
Le habría gustado advertirle sobre Estrella de Tigre, pero no había mucho que pudiera decir sin revelar lo que había sucedido en el Clan del Trueno.
—Eso parece —maulló el curandero, igualmente cauteloso—. Por primera vez en muchas lunas, los aprendices están recibiendo un entrenamiento apropiado, y siempre tenemos el estómago lleno.
—Ésas son buenas noticias —repuso Corazón de Fuego, y se obligó a añadir—: ¿Y qué tal con los proscritos?
Nariz Inquieta frunció la frente.
—Su llegada al clan no gustó a todos los gatos —admitió—. A mí, por ejemplo, no me hizo gracia. Pero no han causado ningún problema… y son guerreros fuertes, nadie puede negarlo.
—Entonces, es posible que Estrella de Tigre se convierta en un gran líder, tal como anunció la profecía —maulló el lugarteniente.
El curandero lo miró sin pestañear.
—Resulta extraño que el Clan del Trueno se desprendiera de un guerrero tan fuerte como él.
Corazón de Fuego respiró hondo. A lo mejor debía aprovechar la ocasión para contarle a Nariz Inquieta la verdad sobre Estrella de Tigre.
—Es una larga historia… —empezó.
—No —lo interrumpió el curandero—. No te estoy pidiendo que reveles los secretos de tu clan. —Se arrimó más al lugarteniente, amasó el suelo con las patas y se acomodó junto a él—. Fuera lo que fuera lo que ocurrió en el Clan del Trueno, estoy convencido de una cosa —dijo en voz baja—: el Clan Estelar nos envió a Estrella de Tigre.
—¿Te refieres a la profecía?
—En realidad, hay algo más. —Nariz Inquieta le lanzó una mirada de reojo—. Nuestro último líder jamás fue aceptado por el Clan Estelar —confesó—. Cuando Estrella Nocturna se convirtió en líder, el Clan Estelar no le concedió las nueve vidas.
—¿Qué? —Corazón de Fuego se quedó mirándolo con incredulidad. Si Estrella Nocturna sólo tenía una vida, era comprensible que la enfermedad hubiese podido con él tan fácilmente. Entonces, recuperó el habla—: ¿Por qué no obtuvo las nueve vidas?
—El Clan Estelar no me lo explicó. No sé si se debía a que Cola Rota aún estaba vivo y el Clan Estelar seguía reconociéndolo como líder del clan. Para cuando nos enteramos de que Cola Rota había muerto, Estrella Nocturna estaba demasiado débil para viajar hasta la Piedra Lunar y recibir sus nueve vidas. Desde la llegada de Estrella de Tigre, pienso que quizá él haya sido siempre la elección del Clan Estelar para nuestro clan. Estrella Nocturna no era el gato adecuado.
—Y, aun así, ¿el clan lo aceptó como líder?
—El clan nunca supo que no le habían concedido las nueve vidas —admitió Nariz Inquieta—. Estrella Nocturna era un gato noble y leal a su clan. Decidimos mantener en secreto el rechazo del Clan Estelar. ¿Qué otra cosa podíamos hacer? No había otro guerrero en condiciones de ser líder. Si hubiéramos contado la verdad, el clan habría sido presa del pánico.
Mientras contaba la historia, su voz reveló cierto alivio. Corazón de Fuego supuso que el curandero se alegraba de poder compartir por fin ese secreto.
—Los miembros del clan creyeron que la enfermedad era tan letal que se había llevado todas las vidas de Estrella Nocturna de una sola vez —continuó Nariz Inquieta—. Estaban asustados… muy asustados. Nunca habían tenido más necesidad de un líder fuerte.
«Así que aceptaron a Estrella de Tigre sin cuestionárselo», pensó Corazón de Fuego, añadiendo lo que el curandero había omitido. Pero no había necesidad de que Nariz Inquieta expresara sus dudas hacia su nuevo líder.
—¿Estrella de Tigre ha dicho algo sobre atacar al Clan del Trueno? —preguntó Corazón de Fuego.
El curandero soltó un ronroneo risueño.
—¿De verdad esperas que te responda a eso? Traicionaría a mi clan si te lo contase. Por lo que yo sé, no tienes de qué preocuparte, pero creerme o no es cosa tuya.
Y Corazón de Fuego lo creía. Al menos, creía que Nariz Inquieta no sabía nada sobre los planes de Estrella de Tigre. Sin embargo, si el curandero tenía razón era harina de otro costal.
—¡Corazón de Fuego!
Era la voz de Carbonilla. La gata se había puesto en pie y estaba mirando más allá de la hondonada, hacia los ondulados páramos. Aquél era el territorio del Clan del Viento que los curanderos tendrían que atravesar para llegar hasta las Rocas Altas y la ceremonia.
—¿Nariz Inquieta y tú vais a quedaros todo el día cotilleando como un par de veteranos?
Sus zarpas amasaban el suelo con impaciencia. Cirro estaba a su lado, con la cabeza erguida y los ojos brillantes de ansiedad.
—De acuerdo —maulló Nariz Inquieta, levantándose para reunirse con ellos—. Tenemos todo el día, ¿sabéis? Las Rocas Altas no van a marcharse a ningún sitio.
Los cuatro gatos bordearon la hondonada hasta alcanzar el inicio del páramo barrido por el viento. Carbonilla se detuvo para entrechocar las narices con Corazón de Fuego.
—Estaré bien —maulló—. Gracias por acompañarme hasta aquí. Estaré de regreso mañana por la noche.
—Ten cuidado —repuso Corazón de Fuego.
Ya había estado allí en otra ocasión para despedirse de Carbonilla: la primera vez que ella fue a enfrentarse a los misterios de la Piedra Lunar. Lo recorrió un escalofrío al pensar en su amiga, internándose en los pasadizos subterráneos hasta la resplandeciente roca cristalina, para su comunión silenciosa con el Clan Estelar. No dijo nada más; se limitó a darle un rápido lametón en la oreja a modo de despedida y luego se quedó observando cómo se alejaba cojeando entre la vegetación del páramo seguida por los dos gatos del Clan de la Sombra.