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A Corazón de Fuego se le erizó el pelo de incredulidad y furia al ver al nuevo líder del Clan de la Sombra erguido en la Gran Roca. Contempló cómo el atigrado movía su enorme cabeza de un lado a otro. Bajo su reluciente pelaje se tensaban los músculos, y sus ojos ámbar parecían centellear de triunfo.

—¡Garra de Tigre! —bufó.

Su viejo enemigo, el gato que había intentado matarlo más de una vez, era ahora uno de los felinos más poderosos del bosque.

La luna llena estaba justo encima de los Cuatro Árboles, proyectando su fría luz sobre los miembros de los cuatro clanes, reunidos allí para la Asamblea. A todos les había impactado conocer la muerte de Estrella Nocturna, el líder del Clan de la Sombra, pero ningún gato se esperaba que su sucesor pudiera ser Garra de Tigre, el antiguo lugarteniente del Clan del Trueno.

Junto a Corazón de Fuego, Cebrado estaba rígido de expectación, con los ojos brillantes. El lugarteniente se preguntó qué pensamientos pasarían por la cabeza de su compañero. Cuando fue expulsado del Clan del Trueno, Garra de Tigre invitó a su viejo amigo a irse con él, pero Cebrado lo rechazó. ¿Estaría arrepintiéndose ahora de esa decisión?

Corazón de Fuego vio que Tormenta de Arena se encaminaba hacia él.

—Pero ¿qué está pasando? —siseó la gata canela al llegar—. Garra de Tigre no puede liderar el Clan de la Sombra. ¡Es un traidor!

Corazón de Fuego vaciló unos segundos. Poco después de unirse al Clan del Trueno había descubierto que Garra de Tigre había asesinado al lugarteniente Cola Roja. Más tarde, ya convertido en lugarteniente, Garra de Tigre condujo a un grupo de gatos proscritos a atacar el campamento del Clan del Trueno, y él mismo trató de matar a la líder, Estrella Azul, para poder ocupar su puesto. Como castigo, lo habían desterrado de su propio clan y del bosque. Desde luego, no era una historia muy noble para el líder de ningún clan.

—Pero el Clan de la Sombra no sabe nada de todo eso —le recordó Corazón de Fuego a la gata, hablando en voz baja—. Ninguno de los otros clanes lo sabe.

—Entonces, ¡tú deberías contárselo!

Corazón de Fuego miró a Estrella Alta y Estrella Doblada, los líderes del Clan del Viento y el Clan del Río respectivamente, que se hallaban sobre la Gran Roca junto a Garra de Tigre. ¿Le harían caso si les contaba lo que sabía? Además, el propio Clan de la Sombra había sufrido tanto por el sangriento liderazgo de Cola Rota, seguido por una devastadora enfermedad, que probablemente no les importaría el oscuro pasado de su nuevo líder, siempre que éste pudiera convertirlos de nuevo en un clan fuerte.

Por otro lado, Corazón de Fuego sentía cierta satisfacción culpable porque Garra de Tigre hubiese saciado su sed de poder en un clan diferente. Quizá, a partir de ahora, el Clan del Trueno ya no tendría que vivir temiendo que los atacara, y Corazón de Fuego podría pasear por el bosque sin tener que mirar a sus espaldas continuamente.

Aun así, mientras debatía con sus sentimientos encontrados, supo que jamás se perdonaría si dejaba que Garra de Tigre se alzara con el poder sin protestar siquiera.

—¡Corazón de Fuego!

Nimbo, su peludo aprendiz blanco, se acercaba a toda prisa seguido por la fibrosa guerrera marrón Musaraña.

—Corazón de Fuego, ¿vas a quedarte ahí y permitir que ese caca de zorro asuma el poder?

—Silencio, Nimbo —ordenó—. Lo sé. Voy a…

Se interrumpió al ver que Garra de Tigre se adelantaba en lo alto de la Gran Roca.

—Me complace estar con vosotros en la Asamblea esta noche. —El enorme atigrado hablaba con sosegada autoridad—. Y me presento ante todos como el nuevo líder del Clan de la Sombra. Estrella Nocturna murió de la enfermedad que se llevó a muchos de mi clan, y el Clan Estelar me ha nombrado a mí como su sucesor.

Estrella Alta, el líder blanco y negro del Clan del Viento, se volvió hacia él y lo saludó llamándolo por su nuevo nombre.

—Bienvenido, Estrella de Tigre —maulló, asintiendo respetuosamente—. Que el Clan Estelar camine a tu lado.

Estrella Doblada se sumó a sus palabras mientras el nuevo líder del Clan de la Sombra inclinaba la cabeza agradecido.

—Os doy las gracias por vuestro recibimiento —contestó Estrella de Tigre—. Es un honor hallarme aquí con vosotros, aunque desearía que las circunstancias hubieran sido diferentes.

—Esperad un momento —lo interrumpió Estrella Alta—. Deberíamos ser cuatro. —Miró hacia la multitud de gatos que había a sus pies—. ¿Dónde está la líder del Clan del Trueno?

—Vamos. —Tormenta Blanca se había unido a los demás guerreros del Clan del Trueno, y dio un empujoncito a Corazón de Fuego—. Vas a representar a Estrella Azul, ¿recuerdas?

Corazón de Fuego asintió, repentinamente incapaz de hablar. Tensó los músculos, preparándose para saltar. Un segundo después estaba trepando a la cima de la Gran Roca para situarse al lado de los otros líderes. Durante un momento, la nueva perspectiva de la hondonada lo dejó sin aliento. Le dio la impresión de estar muy por encima, observando el cambiante diseño de luces y sombras de los gatos congregados, mientras la luna brillaba entre las ramas de los cuatro gigantescos robles. Se estremeció al captar el pálido fulgor de incontables pares de ojos.

—¿Corazón de Fuego?

Levantó la vista al oír la voz de Estrella Alta.

—¿Por qué estás tú aquí? ¿Le ha sucedido algo a Estrella Azul?

El joven lugarteniente inclinó la cabeza respetuosamente.

—Nuestra líder inhaló humo durante el incendio y todavía no está lo bastante bien para viajar. Pero se recuperará —se apresuró a añadir—; no es nada grave.

Estrella Alta asintió, y Estrella Doblada repuso malhumorado:

—¿Vamos a empezar o no? Estamos desperdiciando la luz de la luna.

Sin aguardar respuesta, el atigrado líder del Clan del Río emitió el gañido que señalaba el inicio de la reunión. Cuando se apagaron los murmullos de los gatos congregados, maulló:

—Gatos de todos los clanes, bienvenidos a la Asamblea. Esta noche se nos une un nuevo líder, Estrella de Tigre. —Apuntó al enorme guerrero con una sacudida de la cola—. Estrella de Tigre, ¿estás preparado para hablar ahora?

Dándole las gracias con un gesto cortés, Estrella de Tigre se adelantó para dirigirse a los asistentes.

—Estoy aquí, ante vosotros, por deseo del Clan Estelar. Estrella Nocturna era un noble guerrero, pero era viejo y no tuvo fuerzas para combatir la enfermedad cuando ésta llegó. Su lugarteniente, Rescoldo, también murió.

Mientras escuchaba esas palabras, Corazón de Fuego notó un hormigueo de inquietud. Los líderes de clan recibían nueve vidas cuando iban a compartir lenguas con el Clan Estelar en la Boca Materna, y Estrella Nocturna se había convertido en líder hacía apenas unas estaciones. ¿Qué había ocurrido con sus nueve vidas? ¿La enfermedad del Clan de la Sombra había sido tan violenta que se las había arrebatado todas?

Bajó la vista y reparó en Nariz Inquieta, el curandero del Clan de la Sombra, que estaba cabizbajo. No podía verle la cara, pero su postura encorvada sugería que estaba sumido en la tristeza. Debía de resultarle muy duro el hecho de que sus conocimientos no hubieran bastado para salvar a su líder.

—El Clan Estelar me condujo al Clan de la Sombra cuando mayor era su necesidad —continuó Estrella de Tigre desde lo alto—. No habían sobrevivido gatos suficientes para cazar para las reinas y los veteranos, o para defender al clan, y no había ningún guerrero preparado para ocupar el lugar del líder. Entonces el Clan Estelar mandó una profecía a Nariz Inquieta: que surgiría otro gran líder. Y yo os juro por todos nuestros antepasados guerreros que seré ese líder.

Con el rabillo del ojo, Corazón de Fuego advirtió que Nariz Inquieta se rebullía con desazón. Por algún motivo, parecía triste ante la mención de la profecía.

De pronto, Corazón de Fuego comprendió que su propia tarea se había vuelto mucho más difícil. Si había una profecía, entonces el Clan Estelar debía de haber escogido a Estrella de Tigre como el nuevo líder del Clan de la Sombra. Sin duda, ni él ni otro gato podían cuestionar las decisiones de sus antepasados. ¿Qué podía decir ahora sin que pareciese que desafiaba el deseo de sus ancestros guerreros?

—Gracias al Clan Estelar —prosiguió Estrella de Tigre—, pude contar con otros gatos dispuestos a cazar para su nuevo clan y luchar por él.

Corazón de Fuego sabía exactamente de qué gatos hablaba: ¡la banda de proscritos que había atacado el campamento del Clan del Trueno! Vio a uno de ellos justo al pie de la Gran Roca, un enorme atigrado rojizo, sentado con la cola enroscada alrededor de las patas. La última vez que lo había visto estaba enzarzado con Pecas, intentando colarse en la maternidad del Clan del Trueno. Irónicamente, algunos de esos proscritos habían crecido en el Clan de la Sombra y apoyado al tiránico Cola Rota. Habían sido desterrados junto con su líder cuando el Clan del Trueno fue en ayuda del oprimido clan.

Estrella Alta dio un paso adelante, con expresión dubitativa.

—Los aliados de Cola Rota eran crueles y sangrientos, al igual que él. ¿Es sensato dejar que regresen al clan?

Corazón de Fuego comprendía los temores de Estrella Alta, pues aquellos mismos gatos habían expulsado a los miembros del Clan del Viento de su propio territorio y casi habían acabado con ellos. Se preguntó cuántos guerreros del Clan de la Sombra compartirían su inquietud. Después de todo, el clan de Cola Rota había sufrido casi tanto como el Clan del Viento bajo su sanguinario mandato. Le sorprendía que hubieran aceptado de nuevo a los desterrados.

—Los guerreros de Cola Rota lo obedecían a él —respondió Estrella de Tigre con calma—. ¿Quién de vosotros no haría lo mismo por su líder? El código guerrero dice que la palabra de un líder es ley. —Se lamió el hocico antes de continuar—. Estos gatos eran leales a Cola Rota. Ahora me serán leales a mí. Patas Negras, que fue el lugarteniente de Cola Rota, es ahora mi lugarteniente.

Estrella Alta seguía receloso, pero Estrella de Tigre le sostuvo la mirada sin vacilar.

—Estrella Alta, tienes razón al odiar a Cola Rota. Él le hizo mucho daño a tu clan. Pero déjame recordarte que no fue decisión mía admitirlo en el Clan del Trueno y cuidar de él. Yo estuve en contra de eso desde el principio, pero cuando Estrella Azul insistió en darle asilo, la lealtad a mi líder me dijo que tenía que apoyarlo.

El líder del Clan del Viento dudó, y al cabo inclinó la cabeza.

—Eso es cierto —maulló.

—Lo único que os pido es que confiéis en mí, que deis a mis guerreros la oportunidad de demostrar que pueden honrar el código guerrero y probar de nuevo su lealtad al Clan de la Sombra. Con la ayuda del Clan Estelar, mi primera tarea es lograr que el clan vuelva a estar fuerte y en condiciones.

Esperanzado, Corazón de Fuego pensó que quizá ahora que Estrella de Tigre había conseguido lo que ambicionaba, llegaría a convertirse de verdad en un gran líder. Había dicho que los desterrados merecían otra oportunidad; tal vez eso sirviera también para el propio Estrella de Tigre. Aun así, Corazón de Fuego sentía un incómodo picor por todo el cuerpo. Todavía quería dejarle claro al nuevo líder que el Clan del Trueno no era algo al alcance de sus garras.

Estaba tan ensimismado en sus pensamientos que no se dio cuenta de que Estrella de Tigre había terminado de dirigirse a los clanes reunidos.

—¿Corazón de Fuego? —maulló Estrella Alta—. ¿Quieres hablar tú ahora?

El joven lugarteniente tragó saliva con nerviosismo y avanzó por la roca fresca y lisa. En el claro podía ver a Tormenta de Arena y los otros miembros del Clan del Trueno mirándolo con expectación; la gata canela lo observaba con un brillo de admiración en los ojos.

Sintiéndose respaldado, Corazón de Fuego empezó a hablar. No iba a fingir que el campamento del Clan del Trueno no había sido arrasado por el reciente incendio, pero no quería dar la impresión de que el clan estaba debilitado. Leopardina, la lugarteniente del Clan del Río, estaba escuchando con atención. Cuando Corazón de Fuego le lanzó una mirada, ella entornó los ojos como si fuera a sopesar sus palabras cuidadosamente. El Clan del Río había ayudado al Clan del Trueno a escapar del fuego, y ningún gato sabía mejor que Leopardina lo vulnerables que eran ahora.

—Hace unas cuantas auroras —explicó Corazón de Fuego—, se originó un incendio en el Cortatroncos que barrió nuestro campamento. Medio Rabo y Centón murieron, y el clan los honró. Y honramos en especial a Fauces Amarillas. Ella regresó al campamento en llamas para rescatar a Medio Rabo. —Bajó la cabeza; los recuerdos de la vieja curandera amenazaban con abrumarlo—. Yo la encontré en su guarida, y estuve con ella cuando murió.

Maullidos de pesadumbre se elevaron entre los asistentes. El Clan del Trueno no era el único con razones para lamentar la pérdida de Fauces Amarillas. Corazón de Fuego advirtió que Nariz Inquieta se erguía mirando hacia lo alto, con los ojos empañados de aflicción. Él había sido aprendiz de Fauces Amarillas cuando la gata era la curandera del Clan de la Sombra, antes de que Cola Rota la expulsara.

—Nuestra nueva curandera será Carbonilla —anunció Corazón de Fuego—. Estrella Azul sufrió por la inhalación de humo, pero se está recuperando. Ninguno de nuestros cachorros resultó herido. Estamos reconstruyendo el campamento. —No mencionó la escasez de presas en la zona quemada del bosque, ni que el campamento seguía desprotegido ante un ataque, pese a los esfuerzos por rehacer los muros—. Debemos dar las gracias al Clan del Río —añadió con una mirada respetuosa a Estrella Doblada—. Ellos nos acogieron en su campamento durante el incendio. Sin su ayuda podrían haber muerto más gatos de nuestro clan.

Mientras Estrella Doblada reconocía sus palabras con un movimiento de la cabeza, Corazón de Fuego no pudo resistirse a mirar de reojo a Leopardina. La lugarteniente del Clan del Río no había apartado ni un instante su mirada ámbar de él.

Tras hacer una pausa para respirar hondo, Corazón de Fuego se volvió hacia Estrella de Tigre.

—El Clan del Trueno acepta que el Clan Estelar haya aprobado tu liderazgo —maulló—. Como proscritos, tus seguidores robaron a los cuatro clanes mientras merodeaban por el bosque, de modo que es bueno que vuelvan a tener su propio clan. Confiamos en que se atengan al código guerrero y se limiten a su territorio. —Le pareció ver un destello de sorpresa en los ojos de Estrella de Tigre, y continuó con firmeza—: Pero no toleraremos ninguna intrusión en las tierras del Clan del Trueno. A pesar del incendio, somos lo bastante fuertes para echar a cualquier gato que ponga una zarpa en nuestro territorio. No tenemos miedo al Clan de la Sombra.

Gañidos de aprobación brotaron entre sus guerreros. Estrella de Tigre inclinó levemente la cabeza y habló en un susurro ronco que sólo oyeron los gatos que estaban sobre la Gran Roca:

—Valientes palabras, Corazón de Fuego. No tienes nada que temer del Clan de la Sombra.

Corazón de Fuego deseó poder creerlo. Tras inclinar la cabeza, retrocedió. Se le alisó el pelo de alivio por haber finalizado su turno de palabra, y escuchó cómo Estrella Alta y Estrella Doblada informaban sobre las novedades: nombramientos de nuevos aprendices y guerreros, y una mayor presencia de Dos Patas junto al río.

Cuando concluyó la parte formal de la reunión, Corazón de Fuego se unió al grupo de guerreros del Clan del Trueno, al pie de la roca.

—Has hablado muy bien —maulló Tormenta Blanca.

Tormenta de Arena lo miró con ojos centelleantes y restregó el hocico contra su cuello.

Corazón de Fuego le dio un leve lametón en la mejilla.

—Es hora de marcharse —anunció—. Despedíos, y si algún gato os pregunta, decidle que al Clan del Trueno le está yendo bien.

Por todo el claro, los grupos de gatos se iban disolviendo conforme los cuatro clanes se preparaban para partir. Corazón de Fuego empezó a mirar alrededor en busca del resto de sus guerreros. Reparó en una conocida figura gris azulado y cruzó la hondonada para reunirse con ella.

—Hola, Vaharina —saludó—, ¿cómo estás? ¿Y Látigo Gris? No lo he visto por aquí esta noche.

Látigo Gris había sido el primer amigo de Corazón de Fuego en el Clan del Trueno; habían entrenado juntos como aprendices. Pero luego se enamoró de Corriente Plateada, una joven guerrera del Clan del Río que acabó muriendo al dar a luz a sus cachorros. Látigo Gris abandonó su clan para irse con sus hijos al Clan del Río. Aunque habían pasado algunas estaciones, Corazón de Fuego todavía lo echaba de menos.

—Látigo Gris no ha venido. —La reina del Clan del Río se sentó y enroscó pulcramente la cola alrededor de las patas—. Leopardina no se lo ha permitido. Está furiosa por la manera en que se comportó durante el incendio. Dice que en su corazón Látigo Gris sigue siendo leal al Clan del Trueno.

Corazón de Fuego debía admitir que probablemente Leopardina tenía razón. Látigo Gris le había preguntado a Estrella Azul si podía regresar al Clan del Trueno, pero la líder se lo había negado.

—¿Cómo está? —repitió Corazón de Fuego.

—Bien —respondió Vaharina—. Y los cachorros también. Me ha pedido que te pregunte cómo os está yendo después del incendio. Has dicho que lo de Estrella Azul no es grave, ¿verdad?

—Así es. Pronto estará mejor.

Intentó sonar seguro y confiado. Era cierto que Estrella Azul se estaba recuperando de los efectos de inhalar humo, pero hacía varias lunas que la mente de la líder estaba confundida. La gata había empezado a dudar de su propio juicio, e incluso se cuestionaba la lealtad de sus guerreros. Descubrir la traición de Garra de Tigre la había trastornado profundamente, y a Corazón de Fuego le preocupaba cómo reaccionaría ante la noticia de que el lugarteniente al que había desterrado era ahora el líder del Clan de la Sombra.

—Me alegra que Estrella Azul esté recuperándose.

La voz de Vaharina interrumpió sus pensamientos. Corazón de Fuego agitó las orejas.

—¿Cómo se encuentra Estrella Doblada? —preguntó a su vez, cambiando de tema.

El líder del Clan del Río le había parecido frágil cuando permitió que el Clan del Trueno se refugiara en su campamento, y esa misma noche, al lado de Estrella de Tigre, aún le había parecido más mayor de lo que recordaba, aunque quizá no fuera extraño. El líder del Clan del Río había tenido que enfrentarse a unas inundaciones que desplazaron a sus gatos del campamento, y a la escasez de presas porque los residuos de los Dos Patas habían envenenado el río. Además, Corriente Plateada, la amada de Látigo Gris, era la hija de Estrella Doblada, y su muerte le había causado un gran dolor.

—Se encuentra bien —respondió Vaharina—. Últimamente ha pasado por muchas cosas, ya lo sabes. A mí me preocupa más Tabora —añadió, refiriéndose a su madre—. Ahora parece muy anciana. Temo que se irá pronto con el Clan Estelar.

A Corazón de Fuego le habría gustado consolarla con un lametón amistoso, pero no estaba seguro de cómo reaccionaría la reina del Clan del Río ante un gesto así de un gato de otro clan.

Aparte de Tabora, él era el único que sabía que la anciana veterana del Clan del Río no era la verdadera madre de Vaharina y su hermano Pedrizo. Su padre, Corazón de Roble, los había llevado al Clan del Río cuando eran recién nacidos, y Tabora había accedido a cuidar de ellos. Su verdadera madre era Estrella Azul.

Mientras murmuraba unas palabras de ánimo y se despedía de Vaharina, no pudo evitar pensar que a los dos clanes aún les aguardaban muchos problemas a causa del secreto de Estrella Azul.