32

Después del saludo entusiasta con que lo recibieron Charlton y Sissy, y tras la conversación de varias horas de duración que mantuvieron en la biblioteca, Josh cogió el telegrama procedente de Nome, se fue a la cocina a por una cerveza y salió al jardín. Ya era de noche. Se sentó en la hierba bajo un árbol, abrió la botella y bebió un largo trago. Cruzó las piernas y pasó la vista por el telegrama.

DE: Jake Fynn, Brandon Corporation, Nome.

A: Josh Brandon, Brandon Hall, San Francisco.

Me alegra saber que has llegado sano y salvo a San Francisco, Josh. Puedo imaginarme que Sissy se te habrá echado al cuello nada más verte. Se habrá quedado aliviada al quitarle tú la responsabilidad por la empresa. Saluda a tu hermana de mi parte: fue una jefa estupenda y una maravillosa amiga. + + + No, Josh, no iré a San Francisco hasta el mes de septiembre. Regresaré a Valdez en el momento en que el mar de Bering se deshiele. Creo firmemente, igual que tu amigo Ian, que algún día se encontrará oro en el Tanana. Si no es este verano, seguro que será el siguiente. + + + En otro orden de cosas, la patrulla rescató los restos mortales de Leif. Lo que escribiste en la nieve era del todo ilegible. ¿Qué inscripción quieres que lleve su lápida? + + + Te deseo mucha suerte, de corazón, en tu reencuentro con Shannon. Escríbeme pronto y cuéntame cómo fue. Y mándame fotos de tu hijo. Te extraño mucho. Jake.

Dirigió la vista a la bahía, contempló la niebla que entraba desde el Pacífico a través del Golden Gate, y se puso a escuchar los sonidos de la noche.

Shannon. ¿Qué estaría haciendo en esos momentos? Bebió un sorbo de la botella y recordó la época más hermosa de su vida, la que había pasado con ella. Él la había amado desde el primer instante. El amor de él se fue haciendo cada vez más profundo a pesar de las separaciones continuas. Y en esos años en los que habían estado separados, ese amor se había convertido en unas ansias dolorosas. ¿Qué sucedería cuando la llamara al día siguiente?

Josh se metió el telegrama de Jake en el bolsillo de los tejanos y volvió a entrar en la casa. Ya en su dormitorio metió algunas cosas suyas en una bolsa, dejó una nota sobre el escritorio de Charlton y cerró la puerta de la casa al salir.

San Francisco había cambiado durante su ausencia. Sobre los tejados de las casitas de estilo victoriano sobresalían cada vez más rascacielos, cuya brillante iluminación hacía que se desvaneciera el brillo de las estrellas en el cielo. ¡Había unas vistas fascinantes! En Lombard Street, las magnolias despedían su perfume embriagador. La buganvilla de color rojo brillante había cubierto casi por completo la casa de Ian. Josh entró, cerró la puerta y se dirigió a la sala de estar.

Se detuvo sorprendido y dejó su bolsa en el suelo. La mesa estaba llena de cartas. Con las rodillas temblorosas se dejó caer en el sofá y contempló la bola de nieve que estaba entre las cartas. ¡Era el símbolo de su amor! En el cristal bailaba una pareja de enamorados a través de los copos brillantes que se arremolinaban a su alrededor. Dio cuerda al reloj de música en la base de la bola de nieve y volvió a ponerla entre las cartas. Shania y Jota bailaban juntos, felices, con las delicadas notas del Sueño de amor, de Liszt. Se le hizo un nudo en la garganta, y no tuvo más remedio que tragar saliva al vagar sus ojos sobre la enorme colección de cartas, postales y notas garabateadas. Ella le había escrito tantas cartas como él a ella, contándole sus pensamientos y sus sentimientos, sus miedos, esperanzas y anhelos, toda su vida.

Se puso en pie por la emoción y se sirvió un whisky. Luego agarró la bola de nieve y las cartas y subió al dormitorio. Se desnudó, se metió en la cama y saboreó el whisky. Entonces comenzó a sumergirse en la vida de ella. Experimentó lo que ella había experimentado, viajó con ella a Europa, África, Asia y Australia, vio a Shannon nadando en la laguna de color azul turquesa de Tahití, oyó reír alegremente a Ronan y sintió cómo debía de sentirse Rob como papá.

¿Qué es el amor verdadero? Mientras leía las cartas, reflexionaba sobre esta cuestión: «Shannon podría ser ahora mi esposa, no la suya. Ronan es mi hijo, no el suyo. Voy a quererle, pero ¿debo destruir esa felicidad?».

Josh siguió leyendo. Los recuerdos de la felicidad perdida hicieron aparecer una sonrisa en su rostro, y durante unos instantes no se sintió tan solo porque Shannon le permitía formar parte de su vida. Pero sí estaba solo. Estaba sentado en la cama bebiendo un whisky, leía las cartas de ella y estaba triste. Y le afectó encontrar una foto entre las cartas, una fotografía de Shannon y Rob, cogidos de la mano en la playa. Su expresión era de compenetración absoluta, sus miradas denotaban amistad y amor. Ronan, que jugaba en la arena, irradiaba una expresión de felicidad con mamá y papá.

«Eso es amor verdadero».

Josh deseó para sus adentros que los dos fueran felices y quisieran al pequeño. Lo deseó con mucha intensidad, como si él estuviera en el lugar de Rob, como si fuera él quien besara a su esposa y abrazara a su hijo. Extrajo del bolsillo de los tejanos la fotografía arrugada de Shannon y Ronan, que había llevado como compañía a través de las vastedades heladas de Alaska. Su esposa y su hijo, eso es lo que habían sido ellos para él durante todo ese tiempo en el que había estado regresando para encontrarles. Y eso que apenas hacía unas horas que Sissy le había contado que Ronan era en realidad su hijo.

Josh bebió un sorbo de whisky. En esa casa, en esa cama, en ese pequeño mundo brillante de la bola de nieve habían sido felices. Puso la copa en la mesita de noche, colocó la fotografía a su lado encima de la almohada y siguió leyendo.

La última carta contenía solo una palabra: ¡Llámame!

Josh descolgó el auricular del teléfono. Por fin se produjo la conexión.

—¿Shannon?

—¡Josh! —exclamó ella sin aliento.

—Estoy aquí de nuevo —dijo él sencillamente.

—¿Dónde estás?

—Donde mi corazón tiene su hogar.

Ella rio en voz baja, pero su risa sonó tensa porque le temblaba la voz.

—¡Eres un romántico!

—¡Igual que tú! He leído tus cartas —dijo él con dulzura—. Son maravillosas. —Pudo escuchar cómo ella se llenaba los pulmones—. ¿Podemos vernos mañana? —preguntó él—. ¿En el bar del hotel Palace, tomando un capuchino con amaretto?

—No. —Él sintió cómo la decepción le hacía un nudo en la garganta. Pero ella dijo acto seguido—: Ven aquí simplemente.

Cuando picó con la aldaba, el mayordomo se dispuso a abrirle la puerta, pero Shannon le hizo un gesto negativo con las manos.

—Déjeme a mí, Portman. —Abrió la puerta de la casa de par en par.

Josh estaba sacando de su automóvil una bicicleta de juguete, se colocó el armazón de madera en el hombro y regresó a la puerta.

—Hola, forastero —le saludó ella.

¡Con qué placer se habría arrojado ella en los brazos de él! ¡Al ver la sonrisa de él le vinieron a la mente todos los bonitos recuerdos! Sin Josh le había faltado algo en la vida: la confianza y el amor que los había fusionado en un todo. Sin él no volvería a sentirse nunca como un todo.

Él había cambiado. Sus movimientos eran más sosegados, y producía un efecto más resolutivo y sereno que antes. Las pequeñas arrugas en torno a los ojos se habían hecho más profundas; sin embargo, seguía siendo guapísimo, atractivo y desenvuelto. Tenía la camisa abierta metida en los tejanos, y estaba muy moreno.

Con una sonrisa de oreja a oreja por el saludo ligero de ella, dejó la bicicleta apoyada en la puerta, puso un osito de peluche en el sillín y se detuvo frente a ella. Los dos se miraron a los ojos.

—Hola, Shannon.

Igual que el día de su primer reencuentro en la playa, se cogieron de las manos y se mantuvieron así. Y de nuevo fue Shannon la primera en tirar hacia ella. Se abrazaron y se besaron con fervor como si no hubieran estado separados dos años sino que fuera ayer cuando pasearon por la playa cogidos de la mano. Ella inspiró profundamente el aroma de él y le besó en la mejilla antes de separarse de él.

—¿Cómo te encuentras, Josh?

Él no le soltó las manos.

—Me siguen dando palpitaciones cuando te veo.

—A mí también.

Él sonrió.

—Decías que los corazones enamorados laten al compás. —Él apretó cariñosamente las manos de ella—. Mi corazón sigue latiendo al mismo compás que el tuyo.

Se besaron con ternura. Para disimular la inseguridad que sentía, Josh alzó el osito polar de peluche y se lo mostró a ella.

—¡Qué mono es! —Le dio las gracias por el detalle. Los dos se sentían confusos y no sabían qué decirse que no se hubieran dicho ya en cientos de cartas. No eran amigos que se reencuentran después de muchos años. Eran amantes. Seguían siéndolo—. ¿Lo has abatido tú?

Josh esbozó una sonrisa.

—Por supuesto. Esta mañana, en unos grandes almacenes en Union Square. Arriesgando mi vida me lo llevé arrastrando a la caja entre una horda de niños que chillaban desaforadamente.

Shannon le pasó la mano por el brazo.

—Haces bien el papel de papá. Ronan se alegrará mucho, seguro.

En ese instante oyó ella por detrás el ruido de pisadas de las patas de un perro sobre las baldosas del vestíbulo. Randy se echó sobre ellos alocadamente, patinó en el suelo liso y corrió hacia Josh completamente agitado. Y casi lo tumba del empujón. Ladraba dando vueltas en torno a él, meneando sin cesar el rabo, y no había manera de que se sosegara. Ladraba, aullaba y gemía; luego se revolcó en el suelo, entró en el salón dando saltos, se volvió y regresó a toda velocidad para echarse de nuevo encima de Josh. Cuando Josh se arrodilló para abrazarlo, Randy volvió a arremolinarse y corrió por toda la entrada antes de detenerse finalmente ante Josh entre jadeos. Josh lo abrazó y le dio unos golpecitos en los costados, que temblaban por la agitación.

—¡Yo también me alegro mucho, Randy! ¡No sabes cuánto! —El husky gimió estrepitosamente, y Josh se emocionó tanto que tuvo que ocultar el rostro en el pelo del perro.

—Estuvo gravemente herido. Rob se ocupó de él. —Shannon tuvo que tragar saliva—. Eso fue cuando todavía podía hacerlo.

—Sissy me ha contado lo que ha ocurrido. —La mirada de Josh estaba llena de compasión y calidez, y en su voz se percibía también el interés y la tristeza—. Shannon… me apena mucho.

Ella bajó la vista y asintió con la cabeza.

—¿Puedo verle?

—En la cena —dijo ella admirándose del tono sosegado de su voz al decirlo, y eso que ella estaba tan agitada como Josh. Sentía vértigo por la alegría desbordante de tenerle por fin con ella—. Ven y tráete el oso polar. Vamos a buscar a Ronan. Pero antes quiero enseñarte algo.

Se dirigieron al cuarto de trabajo de ella cogidos de la mano. Shannon abrió la puerta, y Josh entró en la habitación grande. Él lo miraba todo a su alrededor con semblante de asombro. Ella señaló los postigos abiertos de las ventanas que daban al jardín.

—Desde el escritorio puedo escuchar el rumor del mar.

—Y disfrutar de las vistas al Pacífico. —Se volvió para mirarla—. Así que desde aquí diriges la Conroy Enterprises.

—Rob me ayuda con todas sus fuerzas.

Josh asintió despacio con la cabeza. Por lo visto, Sissy le había contado cómo se encontraba y cuál era la situación.

Shannon se dirigió a los postigos de las ventanas. Él sentó al oso polar en el escritorio y la siguió.

—Disfruto de las tardes de verano como esta —dijo ella—. Me gusta sentarme en la terraza y entonces escucho atentamente el rumor de las olas y los chillidos de las gaviotas. ¿Ves el eucaliptus de allí enfrente? Adoro el tintineo suave de las bolas de cristal al tocarse unas con otras por la brisa suave. El silencio vespertino en la terraza me ayuda a hacer sitio en mi mente después de un largo día de trabajo. Apenas estoy en nuestro edificio de oficinas del Distrito Financiero. No quiero dejar solo a Rob.

Josh deslizó una mano por el respaldo del sillón de piel, que Rob prefería a su silla de ruedas. Shannon le vio en la cara cómo se estaba imaginando a Rob sentado junto a ella con Ronan jugando a sus pies.

—Me lo puedo imaginar.

Para ella era importante que él comprendiera lo que había entre Rob y ella, y que lo aceptara también. Con toda cautela dijo ella:

—No quiero darle la impresión de que yo podría conseguirlo también sin él. Entonces se iría a pique.

—Pero lo estás consiguiendo tú sola.

—No me queda otra elección, Josh. En cierto modo estoy sola. —Ella inspiró profundamente—. Rob ya no puede dirigir la empresa, pero suele sentarse aquí a mi lado y me hace compañía. Pasamos mucho tiempo juntos. Y para mí no hay nada más hermoso en el mundo que ver aparecer una sonrisa de felicidad en su rostro porque Ronan se va corriendo hacia él para que su papi le vuelva a montar un juguete roto.

Josh la miró a los ojos, pero no dijo nada.

—Hace doce días, los médicos no me dieron esperanzas de que sobreviviría al ataque de apoplejía. Rob no se encuentra bien. Está paralizado y tiene dolores. Suele estar agotado de cansancio y duerme muchísimo, pero ya ha vuelto a hablar, y puede reírse alegremente de nuevo. No arroja la toalla. Y yo no le doy por perdido nunca. —Shannon señaló a la pared frente a su escritorio—. Quería enseñarte el cuadro que está colgado allí enfrente. Cuando trabajo lo tengo siempre frente a mis ojos.

Él se volvió para mirar y contempló la acuarela del Ciprés solitario de Monterey. Shannon se lo había comprado a Lance cuando creyó que no volvería a ver nunca más a Josh.

Le cogió de la mano y la llevó hasta el cuadro, que evidentemente desató una oleada de recuerdos y sensaciones en su interior. La mirada de él se quedó colgada de los dos amantes que estaban tumbados en un íntimo abrazo sobre la cubierta del velero.

—Nunca olvidaré ese fin de semana contigo.

Shannon se le arrimó, y él la rodeó con un brazo.

—Yo tampoco.

—Sigues siendo lo más importante en mi vida. —La giró suavemente por los hombros hasta que ella estuvo frente a él—. ¿Eres feliz, Shannon?

Ella asintió con la cabeza pugnando, igual que él, con los sentimientos.

—Ahora sí. Estás otra vez aquí.

Él la miró a los ojos.

—Has cambiado.

—Me he hecho mayor. —Él repasó con las puntas de los dedos las cejas de ella, las deslizó por las arrugas finas en las comisuras de los ojos y rozó suavemente sus labios.

—No te has hecho mayor, sino más madura. Tus ojos han adquirido un rasgo más serio. Das la impresión de cansancio. —Al bajar ella la mirada y agitar la cabeza, él se disculpó de inmediato—: Lo siento, no debería haberlo dicho. Sissy me ha contado todo lo que has sufrido en estos dos años.

Ella hizo un gesto negativo con las manos.

—No pasa nada.

—¿Le amas?

—Sí, le amo. Es un magnífico marido y un amigo maravilloso.

La sinceridad en el tono de su voz le procuró a Josh una punzada de dolor en el pecho. Shannon le dio un beso suave en los labios. Él la abrazó entonces con fervor y la besó con toda su pasión. Ella se arrimó a los brazos de él, posó la cabeza en su hombro y disfrutó de la calidez que emanaba de él. Durante unos instantes pareció que nada había cambiado entre ellos.

—En estos últimos días he pensado muy a menudo en ti, Josh. ¿Cómo sería todo si nos hubiéramos casado? ¿Cómo sería nuestra vida? Desde anoche, desde tu llamada de anoche, no he podido pensar en otra cosa.

—Yo tampoco. Esta mañana me he despertado pensando en ti. —Él esbozó una débil sonrisa—. Tenía tus cartas dispersas encima de mi cama.

Durante un rato estuvieron escuchándose mutuamente los latidos de sus corazones.

«Le sigo queriendo», pensó ella. «Y sé muy bien lo que sucedería si yo consintiera. Pero no puedo hacerle eso a Rob. Rob no puede suscitar en mí los sentimientos que me provoca Josh, y no podrá hacerlo nunca a pesar de la pasión y del romanticismo que hay en nuestro matrimonio, a pesar de nuestras conversaciones en la playa a la luz de las velas. Nunca podré olvidar a Josh. Pero eso no puede ser… No debe existir entre nosotros más que una ilusión, un sueño… unas ansias inextinguibles…».

—Shannon, no sé qué decir…

Ella le miró a los ojos.

—No tienes que decir nada, Josh. Soy feliz de que estés aquí ahora.

—Yo también.

Ella percibió cómo había ido cediendo paulatinamente la tensión entre ellos desde el momento en que ella le había dicho que amaba a Rob de todo corazón. Agarró el oso polar del escritorio.

—¡Ven, Josh, ahora es el momento de que conozcas a nuestro hijo!

Cogidos de la mano salieron del cuarto de trabajo y subieron las escaleras. Josh la admiraba por el modo, no, «modo» no era la palabra apropiada, por el estilo con el que le había recibido. ¡Qué fortaleza de carácter había demostrado al recibirlo en su casa! ¡Qué valor había tenido al encarar sus sentimientos! Él la miró de costado. Qué hermosa era a pesar de esas arrugas finas de los ojos que le procuraban una cierta autoridad y una cierta dignidad.

Ella le condujo al cuarto de los críos. La puerta estaba abierta. Ella entró y él la siguió. La habitación estaba llena a rebosar de juguetes: un caballito, aros, pelotas, animales de tela, un tren eléctrico.

—Está metido en algún lugar de la casa. —Shannon se volvió, salió de la habitación y condujo a Josh al vestidor que estaba al lado de su dormitorio. Se detuvo junto a la puerta abierta—. ¡Pero si estás aquí metido!

Despatarrado y con los brazos extendidos, Ronan estaba sentado delante de un cajón abierto de un armario con el equipamiento de Rob para jugar al polo: casco, camisetas, pantalones y botas con rodilleras. El pequeño palpaba con ambas manos dentro del cajón, que le quedaba demasiado alto como para poder ver lo que iba agarrando. Cuando vio a Shannon, dio un chillido de satisfacción.

—¡Mami! —Luego masculló algo en su lenguaje de bebé, que Josh no pudo entender.

A su lado, meneando el rabo, estaba Randy con el hocico metido en el cajón olfateando con agitación. Parecía estar buscando un juguete que se había quedado metido dentro.

«Mi mundo está patas arriba», pensó Josh, «y todo es distinto de como era antes: tengo un hijo». Tuvo una sensación extraña esa mañana al despertarse con el pensamiento de que iba a conocer a su hijito. Junto a la alegría incontenible de tener una criatura con Shannon se le coló también una angustia en su interior. ¿Llegaría Ronan a quererle?

Shannon percibió lo que sucedía en el ánimo de él. Ella le señaló un sofá con una sonrisa delicada, y se sentaron. Ella se recostó en él, y él la rodeó con el brazo. Se pusieron a contemplar juntos a su hijo, que estaba vaciando el cajón.

«Solo ahora, al estar frente a Ronan», pensó él, «me doy perfecta cuenta de lo que significa ser padre. Ayer, cuando me habló Sissy de él, yo estaba desconcertado, confuso, agitado, emocionado. Esta mañana, al revolver en la juguetería, comencé a comprender qué significa ser un papá, ocuparse de un niño, echarle de menos. ¡Y aquí está! Mi hijo. Un mocosillo gracioso con una sonrisa encantadora. Un punto de conexión entre Shannon y yo: somos padres. Tenemos la responsabilidad sobre nuestro hijo. A Shannon se le ha ocurrido una maravillosa manera de decirme cómo se imagina ella nuestra relación futura».

Josh observaba a Ronan, que estaba tirando al suelo los guantes de Rob para jugar al polo. Shannon le apretó la mano.

—Es nuestro hijo, Josh.

Él asintió emocionado con la cabeza.

Ronan había descubierto una bola de corcho. La puso en el suelo y luego volvió a hurgar en el cajón. Randy pilló la bola y se la llevó a Josh. A continuación le puso el hocico encima de la rodilla, aguzó las orejas, inclinó la cabeza y se puso a hablar con él con sonidos breves que eran a la vez gemidos y ladridos. Al acariciarlo Josh, le pilló la mano con gesto juguetón y se la mordió cariñosamente. Ronan estaba luchando entretanto con un stick de polo que se le había quedado atascado en el cajón. Finalmente logró sacarlo y comenzó a agitarlo con ímpetu por los aires.

—¡Atento, Josh! —Shannon chutó la bola de corcho por entre las patas de Randy en dirección a Ronan, y este movió el palo demasiado grande para él, acertó a la bola, que atravesó en diagonal el vestidor. Randy se fue a toda velocidad a por la bola con un ladrido. Shannon le puso a Josh la mano en la rodilla y se rio con satisfacción.

Ronan corrió hacia ellos riendo y con los brazos abiertos, y se arrojó en los brazos de su mamá, que le espetó un beso en la mejilla y le levantó para sentarle en su regazo. Se puso a mirar a Josh con los ojos completamente abiertos, mientras ella le llenaba de besos. Shannon levantó la vista.

—¿Quieres tenerlo contigo?

Al asentir él con la cabeza con gran emoción, ella lo sentó en las rodillas de él. Tenía ahora a su hijo en brazos.

—Eh, Ronan.

Él se lo quedó mirando como diciendo: «¿Quién eres?».

Shannon se recostó en el hombro de Josh.

—Cariño mío, es Josh. Es tu papá.

—Papá —farfulló el pequeño repitiendo lo que había oído, y Josh, con una punzada dolorosa en el corazón, fue consciente entonces de todo lo que se había perdido. Rob le había puesto los pañales y le había dado de comer, había jugado, alborotado y reído con él. Le había cantado canciones al llevarlo a la cuna. Rob era su papá…

Shannon pareció percibir lo que estaba pasando en su interior.

—Ronan tiene dos papás.

Josh tragó saliva por la emoción.

—Gracias, Shannon.

—Pareces feliz, Josh.

—Lo soy. No soy capaz de decirte lo feliz que soy.

—¿Le encuentras mono?

Él pugnaba con las lágrimas.

—No había vivido nunca algo tan bello y tan emocionante. Excepto la vez que te conocí.

Ella sonrió.

Él agarró el oso polar de peluche que estaba junto a él encima del sofá, y se lo puso a Ronan en los brazos, quien lo apretó contra él sonriendo alegremente y se puso a besuquearlo y acariciarlo al tiempo que chillaba. Luego se quedó mirando a Josh.

—Papá.

Una oleada de sentimientos invadió el corazón de Josh.

—Quiero verle a menudo.

Shannon le puso una mano sobre la rodilla y se la acarició.

—Por supuesto, Josh, todas las veces que quieras. Puedes venir a buscarlo para pasar algunos días con él y conocerle mejor.

A Josh le escocían los ojos.

—Gracias, Shannon.

—Es tu hijo, Josh —se limitó a decir ella.

Ronan dio un brinco desde su regazo y salió de la habitación corriendo con el oso bajo el brazo. Randy titubeó unos instantes, miró a Josh, gimió con estrépito, y a continuación salió detrás del niño a toda velocidad.

—¿Y Rob? —preguntó Josh—. ¿Qué piensa él?

—Adora al niño por encima de todo, pero tú eres su amigo. Y el padre de Ronan. No te lo quiere quitar. Y él espera que tú no le quites tampoco a Ronan. —Se quedó callada unos instantes—. Rob considera al pequeño como su hijo y heredero. Perder a Ronan, el único hijo que tiene, acabaría con su vida. Puede que Rob no sobreviva a otro ataque. —Respiró profundamente—. Cree que no le queda ya mucho tiempo de vida.

Josh asintió despacio con la cabeza.

—¿Puedo verle?

—Enseguida vamos a cenar. ¿Quieres ir a su habitación y traerlo?

—¿Cómo se explica él que esté yo aquí?

Ella sonrió débilmente.

—¡Pregúntaselo!

Mientras iban a la planta baja, ella le contó cosas de Rob, como por ejemplo que le resultaban pesadas las conversaciones largas porque los analgésicos le dejaban cansado y aturdido y le imposibilitaban concentrarse, que había cambiado, que solía estar triste, que tenía días buenos y días malos, y que el día de hoy era de los buenos al contrario de lo que sucedió el día anterior. Rob se había desesperado por completo porque tenía que padecer esas torturas. No tuvo más remedio que vomitar una y otra vez, lo cual era uno de los efectos secundarios de la morfina. Ella le abrazó y trató de consolarle, pero ella misma acabó desesperándose.

¿Y a pesar de todo se había tomado tiempo para preparar la casa de Ian con tanta delicadeza para su llegada?

—Te admiro de todo corazón, Shannon. Y a Rob también, por supuesto. Tiene que resultar difícil para él.

—Es difícil para los dos. Cuando antes te dije que lo amaba, lo dije de verdad. Me apena mucho verle sufrir. Le resulta muy difícil esta situación. Y yo tengo miedo de perder al hombre con el que me he casado para pasar con él el resto de mi vida. En la salud y en la enfermedad, en los buenos y en los malos tiempos. —Ella respiró profundamente—. Los buenos ya pasaron.

La cadencia de la voz de ella dejó consternado a Josh; durante unos instantes dio ella la impresión de estar exhausta, desanimada y resignada.

—¿Puedo hacer algo por ti… por vosotros?

Ella se detuvo al final de las escaleras. Se mordió los labios y agitó la cabeza con gestos de negación. De pronto se la vio pugnando con las lágrimas. Josh la atrajo hacia él, y cuando ella apoyó la cabeza en su hombro, él la rodeó con los brazos y la sujetó firmemente. Finalmente, Shannon se separó del abrazo, se enjugó las lágrimas y le dio un beso con ternura.

—Te estoy muy agradecida.

—¿Por qué?

—Porque sé que podrás soportar todo esto. Sissy se esfuerza honradamente para que no se le note lo que pasa por su interior; ama a Rob de corazón y no me quiere hacer daño, pero tu hermana no sabe manejarse en esta situación. Y a mí no me quedan fuerzas para consolarla también a ella. —Resolló—. Disculpa, no debería haberte dicho esto. Estoy un poco tocada en estos instantes…

—Eh, no pasa nada, tranquila. Sissy no es tan fuerte como tú. Ella solo pretende estar a tu lado para ayudarte, pero no es consciente de que así se convierte en una carga para ti. Hablaré con ella.

Shannon asintió con la cabeza. Señaló la puerta al final del vestíbulo.

—Rob está en el salón. Ve a verle. Te está esperando.

Josh llamó a la puerta del salón con los nudillos.

—¡Entra, Josh! —oyó decir a Rob en un tono bajo y entró saludando con un «¡Eh!».

Rob estaba sentado en la silla de ruedas frente a los postigos de las ventanas que daban al jardín. Llenaban la estancia la luz del crepúsculo y el rumor del oleaje.

—¡Eh! ¡Qué bien que hayas venido…! Siéntate aquí a mi lado. —Le señaló un sillón que estaba frente a él—. ¿Has visto ya… al pequeño…?

Él se sentó.

—Sí, jugando al polo.

Rob asintió con la cabeza. En ese momento se dio cuenta Josh de la mueca torcida de la comisura de sus labios que dificultaba a Rob el habla.

—Le gusta mucho jugar con mi stick… ¡Tendrías que verlo cuando se monta en el caballito de juguete… y se pone a dar golpes al aire con el palo!

Josh era consciente de que Rob deseaba ayudarle a relajar la situación hablando de Ronan.

—¿Cómo te sientes? —Sissy le había contado que a Rob le habría gustado ir a su casa para saludarle, pero que se había encontrado mal.

Rob trató de sentarse derecho en la silla de ruedas. Al hacerlo deformó el rostro en un gesto de tortura. Era evidente que sufría fuertes dolores.

—Josh, ¿me haces un favor? —le preguntó en voz baja—. No me gusta andar pidiendo cosas…

—Dime qué quieres que haga.

Rob señaló la mesa que tenía al lado. Allí había una jeringuilla preparada que quedaba fuera de su alcance.

—Necesito un poco de morfina… Así podremos hablar… con más ligereza. —Josh cogió la jeringuilla de la mesa. Rob se arremangó y le señaló la vía que conducía a la vena en el pliegue del codo—. ¿Me ayudas? Yo no puedo con una sola mano.

Josh se sentó a su lado e introdujo la aguja con todo cuidado en la vía.

—¿Está bien así?

Rob asintió con la cabeza.

—¿Cuánto?

—Un poco solamente para sentirme mejor… —Rob respiró hondamente. Desapareció la crispación de su rostro—. Es suficiente. Gracias, Josh. Ha sido muy amable por tu parte.

—No pasa nada. —Retiró la jeringuilla y la puso de nuevo encima de la mesa. A continuación volvió a sentarse en el sillón—. ¿Cómo se las arregla Shannon con esto?

Rob cerró por un momento los ojos y volvió a respirar profundamente. Luego miró a Josh a la cara.

—Dímelo tú.

—Da una sensación de mucha serenidad.

—¿Te esperabas algo diferente de ella? Shannon es lo mejor… que me ha ocurrido en la vida… dejando aparte a tu hermana, a quien quiero mucho. —Rob se desarremangó. Tenía un aspecto ahora mucho más relajado. Al parecer estaban menguando los dolores ya. En cambio, arrastraba ahora mucho más las palabras al hablar—. Shannon es una maravilla… Pasa mucho tiempo conmigo… Se ocupa de mí y de Ronan y de la Conroy Enterprises. Y también de Skip, que ahora vive en nuestra casa… —Rob se interrumpió brevemente, como si hubiera perdido el hilo de lo que estaba diciendo. Dejó vagar la vista por el salón. Entonces volvió a mirar a Josh a los ojos—. Tiene que hacerlo todo ella sola, pero no se queja nunca… Se cree que un día yo me encontraré mejor.

—¿Y tú? ¿Lo crees también? —preguntó Josh con cautela.

Rob negó con la cabeza y apretó los labios, como si sintiera los efectos secundarios de la morfina y estuviera resistiéndose a las ganas de vomitar. Pero entonces tomó aire y se recostó en la silla.

—Lo siento —se limitó a decir Josh.

Rob asintió con estupor. La mano que podía mover se aferró al reposabrazos de la silla de ruedas hasta que los nudillos se quedaron blancos. La mano paralizada reposaba en su regazo. Josh no estaba muy seguro de lo que debía hacer ni de si podía ayudarlo de alguna manera. Sin embargo, antes de armarse de valor para preguntarle simplemente a Rob si necesitaba algo, su amigo se distendió ostensiblemente.

—Shannon se ha alegrado de verte… Ayer estuvo en tu casa para darte sus cartas… Si hubiera sabido que ella era Shania y tú Jota… —dijo y se rio con una risa seca que parecía más un jadeo—. Me apena mucho estar entre vosotros dos… Tengo… tengo que pedirte disculpas, pero yo…

—No pasa nada. —Josh hizo un gesto negativo con las manos—. Tú la amas, igual que yo.

Rob sonrió débilmente.

—Eso lo dices solamente porque estoy enfermo. Si estuviera sano, me quitarías a mi chica.

Josh esbozó una sonrisa.

—Puede que sí.

Rob rio con sequedad.

—Eres un tipo estupendo. Me hace feliz que seas amigo mío… y de ella. —De repente se quedó serio—. Pero no estoy sano, Josh… Y nunca más volveré a estarlo… La necesito.

—Lo sé. —Rob no permitió que se le notara ninguna debilidad—. Y te necesito a ti.

—¿A mí?

—Serás un papá maravilloso para Ronan. Tú le darás todo eso que yo ya no voy a poder darle.

—¿Qué puedo darle yo que no puedas darle tú? Amor, alegría, felicidad…

—Un futuro común —dijo Rob interrumpiéndole.

Josh asintió con la cabeza en silencio. Era evidente que pensaba que iba a morirse pronto.

«Compartir con Rob el papel de padre, ser comparado a todas horas con él», pensó Josh, «no será nada fácil, ni para mí, ni para él. Él ha acompañado a Ronan desde el primer instante de vida. Yo hace media hora que acabo de conocer a mi hijo».

—Yo ya no estaré cuando Ronan vaya a Stanford a prepararse para dirigir un día la Conroy Enterprises. —Rob respiró profundamente. Estaba en plena lucha con sus sentimientos—. Tú le ayudarás con tu presencia y con tus consejos… Le vitorearás cuando galope sobre el terreno jugando al polo… Tú le pondrás la flor en el ojal el día que se case… Y tú te alegrarás con él cuando tenga a su primer hijo en brazos y con orgullo. —Se le fue la voz, y se pasó la mano por el rostro desfigurado. Brillaban las lágrimas en sus ojos—. Tengo miedo de que entonces ya no se acuerde de mí… de que me haya olvidado, a mí, a su otro papá, con una foto mía que vaya amarilleándose en el interior de un cajón.

—Rob, yo me ocuparé de que no te olvide —dijo Josh con dulzura—. Nosotros dos pasaremos el mayor tiempo posible junto a él. Tú y yo, sus dos papás. —Al apartar Rob la mirada, él se apresuró a decir—: Es el deseo de Shannon. Y el tuyo. Yo lo respeto.

—Gracias, Josh. —Se pasó la mano por la cara, lleno de emoción. Su voz sonaba gutural y ronca. Y después de la morfina hablaba sin articular—. Necesita un amigo como tú… Alguien a quien ella ame… y en quien confíe… Alguien que esté a su lado apoyándola en los momentos difíciles.

Josh no sabía qué decir. Cuando iba dando tumbos por las vastedades heladas de Alaska con la foto arrugada de Shannon y Ronan, él se imaginó algo completamente diferente. Más complicado. Y más difícil, pero no menos intenso en sentimientos. Sin embargo, estaba contento y agradecido de que hubiera sucedido así. Ningún encuentro en el hotel Palace, nada de deleitarse en los recuerdos tomando un capuchino con amaretto, nada de esperanzas en un amor y en una pasión. No, ¡aquello era mucho más de lo que habría podido soñar!

—La sigues queriendo.

—Mis sentimientos por ella no han cambiado nada.

—Los suyos por ti, tampoco. —Rob apretó los labios—. Todavía puedo acordarme de cómo me habló la primera vez de ti… de Jota… ¡Cómo le brillaron los ojos! ¡Y cómo sonrió! Ella me ama. Pero no tanto como a ti.

—¿Por qué me cuentas esto, Rob?

—Porque quiero que lo entiendas… —Hizo una breve pausa, como si tuviera que acordarse de lo que iba a decir—. Shannon y yo hemos luchado el uno por el otro… Yo, por su vida. Ella, por la mía… Hemos intentado salvar nuestro matrimonio… Ella me ha perdonado mi lío amoroso con tu hermana… Y yo la consolé cuando ella lloró tu pérdida… Fuimos felices, Josh. Hasta que yo caí enfermo… Pero ella está a mi lado. No me deja solo. La amo. Y nada anhelo tanto como hacerla feliz de nuevo.

—Eso quiero yo también.

—Lo sé. Shannon te necesita. Estate a su lado, Josh.

—Lo haré.

La puerta se abrió con un empujón, y Ronan irrumpió en el salón. Llevaba bajo el brazo el osito polar. Se fue a toda velocidad hasta Rob, estuvo a punto de tropezar con los apoyapiés de la silla de ruedas, lanzó con ímpetu el oso polar sobre el regazo de Rob y extendió los brazos hacia él.

—¡Papá!

Rob se inclinó hacia delante, le rodeó con el brazo y tiró de él con gran esfuerzo hasta subirlo a su regazo. Ronan reía, se sentó erguido y se apoyó contra su papá, que le puso el oso entre las manos. Ronan lo besuqueó y sonrió a Josh con los ojos brillantes.

Josh no cabía en sí de contento, y el lindo mocosillo volvió a sonreírle.

Shannon se había quedado parada en la puerta. Había observado la escena.

—Chicos, ¿dónde os habéis metido? ¡Josh, también puedes contarle a Rob durante la cena tus aventuras en Alaska! También me gustaría escucharlas a mí. Rob, ¿quieres una cerveza fría con tu bistec? ¿Y Josh? ¿Tú también?