26

El reloj de encima de la chimenea dio las cinco cuando Sissy se sentó frente a él con el álbum de fotos y cruzó las piernas. En la mesa que estaba entre ellos había dos copas de vino tinto y un plato con cosas para picar.

—¿Va a ir el padrino de bodas esta noche a cenar con la novia? He reservado mesa para las siete y media en el Cliff House. ¿Tienes tiempo?

—Shannon está en casa de los Sasson. A esa hora ya habrá regresado.

No supo si Sissy asintió con la cabeza porque había leído en el periódico sobre el trágico accidente de Claire o porque aceptaba que él se preocupara por su esposa.

—¿Sí? ¿No?

—No. —Rob apuró el vino de su copa y se sirvió de nuevo.

—Parece como si quisieras quedarte un rato más —dijo ella en tono provocador.

—Me lo estoy pensando —dijo él a la ligera.

Ella se rio con sequedad.

—Yo no quiero pensar, Rob. Yo quiero hacer algo diferente. —Él sabía a lo que se refería ella. Y no tenía nada que ver con el álbum de fotos con el que se acercaba ella ahora a él para sentarse a su lado en el sofá. Él la rodeó con el brazo y la atrajo hacia él. Ella deslizó el álbum sobre las rodillas de él—. Vuestra boda fue muy bonita.

—La vuestra lo será también.

Ella sonrió con gesto triste.

—Tengo el novio equivocado.

—Lance es una persona maravillosa. Es bondadoso, dulce, y te ama. Y Charlton se encargará de ir quitándole ese tonillo de Harvard y esa autocomplacencia propia de Nueva Inglaterra. —Al echarse Sissy a reír, él la besó—. Y piensa en la vivienda en Park Avenue. O la casa de campo en Oyster Bay en la Gold Coast de Long Island, un verdadero castillo francés, reconstruido piedra a piedra, ¡imagínate! —dijo en tono de broma—. O la mansión cerca de los Hampton en la playa de Long Island. O… espera… ¿No tienen más mansiones los Burnette?

Ella contraatacó entre risas.

—Conroy, ¡eres un asqueroso esnob!

—¡Toma ya! —Él la atrajo más cerca y la acarició con los labios—. Señora Burnette…

Ella suspiró.

—Aún no.

—Pero sí en junio. —Él pasó algunas hojas del álbum. Shannon y él de la mano frente al altar, junto a ellos Evander y Skip. Shannon y él abrazados frente a la iglesia: el beso a la novia. Shannon y él en el vals de la novia. Y allí estaba la foto del beso que salió en la portada del Examiner.

Con una expresión de ensoñación en el semblante, Sissy pasó un dedo por encima de la foto.

—Los dos parecéis muy felices.

Él la acarició con suavidad.

—Lo éramos también.

—¿Lo seguís siendo? —Él titubeó un instante más del debido—. ¿Ves? Por eso tengo miedo. Shannon y tú no sois felices aunque os amáis. Gwyn y Eoghan tampoco lo son aunque tienen un pequeño muy mono. Lance me ha contado que su hermana se escapa siempre a Long Island para desahogarse con sus padres. Lance dice… —Al parecer se puso a pensar si debía confiar en él—. Sé que Eoghan pega a su esposa.

—¿Por quién lo sabes?

—Bueno, por Shannon. Gwyn le ha telegrafiado varias veces en estas últimas semanas. En cada telegrama contaba que era un mar de lágrimas. Le tiene un miedo terrible a Caitlin. No puede dirigirse a ella en la situación en la que está, pero Shannon puede hacer entrar en razón a Eoghan, eso es lo que espera al menos. Su papá y su hermano mayor no lo consiguen.

Sissy se apoyó en el hombro de él, y él la rodeó con más firmeza con el brazo.

—Para volver a tu pregunta de antes: Shannon y yo somos felices con frecuencia. No siempre, pero a menudo.

«Esta mañana lo fuimos», recordó él. Él estaba echado al lado de ella en la cama, y él lo habría dado todo por poder hacerle el amor, con ternura y suavidad para que ella hubiera vuelto a quedarse dormida en sus brazos. ¡Con qué placer habría escuchado su respiración, habría contemplado su semblante que descansaba relajado sobre la almohada a su lado! Ella se habría despertado de nuevo en sus brazos, se habría pegado a él y le habría acariciado. Sin embargo, no podían hacer el amor, ella seguía teniendo fuertes dolores cuando lo intentaban. El amor que sentían el uno por el otro no era ya tan apasionado como lo había sido.

Por contra desayunaban ahora a tres en la cama y se divertían mucho así. Ronan podía ahora permanecer sentado sobre una almohada y chupar del biberón. Y dar de comer a un bebé de cinco meses no solo hacía reír al papá sino también a la mamá, que saltó de la cama para hacer una foto de sus chicos. Sin embargo, había habido algo mucho más bonito: esta mañana, Ronan había dicho por primera vez «babá», o sea papá. Eso había emocionado mucho a Rob.

Aquella agradable sensación de seguridad fue haciéndose cada vez más importante para él. Era una sensación maravillosa la seguridad de que Shannon estaría siempre para él. Ella lo cuidaría cuando se pusiera enfermo. Cuando se hiciera viejo, no estaría solo como lo estuvo su padre. ¿Había algo más valioso que la sensación de no estar solo? Rob había entendido que tenía que ocuparse mucho más de Shannon. Pero ¿cómo? ¿Cambiaría algo entre ellos las noches románticas en las que él cocinaba para ella, los regalos, las flores, las cartas de amor? Se lo preguntó a Skip. La respuesta le resultó chocante pues le dijo que sin la atención ni la delicadeza, ni el respeto que Rob le profesaba a ella, estando a su lado en esos tiempos difíciles, ella le habría abandonado hacía tiempo.

Por mucho que se había esforzado en las últimas semanas, no pudo hacer revivir el comienzo de su amor, de cuando se habían amado con el cuerpo, el corazón y el entendimiento, con pasión, con deseo, con romanticismo, con grandes sentimientos y un gozo sensual. ¡Una maravillosa época llena de felicidad! Sin embargo, esa época se había acabado con la muerte de Tom y el nacimiento de Ronan. Shannon y él ya no estaban enamorados con el corazón y la cabeza. Eran una pareja en la que los dos se querían, que confiaban el uno en el otro, eran los mejores amigos. Y tenían un hijo monísimo que les deparaba mucha alegría. ¿No bastaba eso para ser feliz? Rob dijo: Sí. Shannon dijo: No. A ella le faltaba el sexo, la pasión, la satisfacción. Rob no sabía confesarle lo mucho que le faltaba el sexo también a él. A ella le dolía el alma tanto como el cuerpo.

Shannon y él no hablaban de separación. Habían llegado a un acuerdo tácito, como si los dos opinaran que solo empeorarían las cosas si llegaban a expresarlas mediante palabras. Quizá tenían miedo los dos de lo que podía venir después de una separación semejante. La sensación del fracaso les resultaba insoportable. ¿No habían sabido desde el principio en lo que se estaban metiendo los dos? ¿Ella con él? Ella sabía que Rob no le era fiel. ¿Él con ella? Él sabía que ella estaba embarazada de otro. Esa situación no había cambiado desde entonces. Habían cambiado ellos. Sin embargo, tenían todavía una oportunidad de salvar su matrimonio: seguían amándose. ¿Qué ocurriría si no aprovechaban esa oportunidad? Si Shannon le dejara, se iría para siempre. Y se llevaría a Ronan consigo. Él tenía que demostrarle a ella que era la persona más importante en su vida y que lo sería siempre, que la amaba de todo corazón, y que estaba dispuesto a hacer sacrificios en favor de ese amor.

—¿Cómo lo conseguiréis? —dijo Sissy, arrancándole de sus recuerdos.

Él la miró confuso.

—¿El qué?

—Ser felices.

—Tratamos de acordarnos de que nos amamos —se limitó a decir él. Su intención era que ella comprendiera por qué había ido a verla. No para hacer manitas con ella ni para hablar sobre la próxima boda de ella con Lance. Ni tampoco para mirar las fotos de su boda con Shannon. Él comprobó que la sinceridad en su manera de hablar le asestaba a ella una dolorosa punzada.

—¿Quieres tener copias de estas fotos?

—Sí, estaría bien. Shannon se alegrará seguramente.

Mientras él agarraba su copa de vino, ella le apartó el álbum de fotos, deslizó una mano por entre las piernas de él y le acarició la parte interior de los muslos. Con ello se hacía superfluo decidir entre cena o sexo. Estuvieron sentados un rato así. Él mantenía la copa vacía de vino en la mano y disfrutaba de aquellas suaves caricias que le excitaban mucho. De pronto comenzaron a convulsionarse los hombros de Sissy, y ella comenzó a sollozar. Rob dejó la copa y la abrazó.

—¡Lo siento! —dijo ella sollozando—. ¡Perdóname! No quería…

—No pasa nada —la consoló él.

—… todo esto me supera.

—¿El qué, Sissy? ¿La boda con Lance? ¿Tu relación conmigo?

—Tengo tantísimo miedo a perderte…

«Así que lo ha percibido», pensó él. «Sabe que he tomado una decisión».

Sabía lo que ella necesitaba en esos momentos. Quería que la abrazaran, quería llorar, y quería que la consolaran. Él la meció con suavidad de un lado a otro.

—También yo estoy triste.

Ella apoyó la frente en el hombro de él.

—¿Te vas a ir ahora?

—¿Quieres que me quede?

Ella lloraba en su hombro.

—Llévame arriba.

Él la tomó en brazos y la llevó escaleras arriba a su habitación. Al llegar la dejó caer con suavidad encima de la cama y se sentó a su lado. Ella le agarró una mano.

—¿Quieres que llame a Charlton para que venga a casa desde su despacho?

Ella negó con la cabeza.

—¿Y Lance? Podría enviarle un telegrama…

Ella se enjugó las lágrimas con la punta de la almohada.

—Me gustaría que Josh estuviera aquí. Él sabe cómo me siento ahora. Él ha perdido también al amor de su vida al abandonarle Shania y no regresar nunca más a él. Él la esperó, pero ella no vino. Él también estaba muy triste.

—Lo sé, me lo contó él mismo.

—Dame un beso antes de irte.

Rob se inclinó sobre ella y le dio un beso en la mejilla. Entonces la besó en los labios y le enjugó suavemente las lágrimas con su pañuelo.

—¿Me llamarás? —Al bajar él la vista, ella preguntó—: ¿Sí? ¿No?

Él negó con la cabeza.

—No.

Ella se sorbió los mocos.

—Adiós, Rob. Te amo.

—Yo también te amo. No soy capaz de decirte cuánto.

Ella asintió con la cabeza, y su aspecto era tan triste que a él se le desgarró el corazón. Pronto comprendería a lo que había renunciado. La echaría dolorosamente de menos, cada día y cada noche que pasara con Shannon. Tal vez sonaría algunas noches el teléfono en su cuarto de trabajo, pero él dejaría que sonara.

Al salir Rob de la habitación y cerrar suavemente la puerta tras él, Sissy rompió de nuevo a llorar. Sus desesperados sollozos lo acompañaron hasta la puerta de Brandon Hall.

DE: Evander Burton, Grand hotel, Niza.

A: Rob Conroy, Conroy Estates, San Francisco.

Rob, ¡Niza es maravillosa! ¡En ella podría vivir muy bien! Quizá me compre una casa en la Costa Azul con los millones que me ha legado Tom. + + + En estos últimos días he estado buscando el regalo para Shannon, pero todavía no he encontrado el adecuado. No arrojo la toalla. Mañana parto para Italia. Shannon me ha enviado ya sus recomendaciones para Florencia y Venecia. Al parecer no se ha olido todavía nada sobre la sorpresa. + + + Rob, decidirte por Shannon ha sido lo correcto. Ella es lo mejor que te ha podido suceder nunca (¡excepto, claro está, tu mejor amigo!). Por favor, dale a ella y a Ronan un beso de mi parte. Es estupendo que te llame papá. Evander.

Al sonar el teléfono estridentemente sobre el escritorio estilo Luis XV, Caitlin guardó los documentos sobre la evolución de los negocios en Alaska. El próximo verano podía comenzar a construirse la línea de ferrocarril a la mina de cobre de los Montes Chugach. Caitlin descolgó el auricular.

—¿Sí?

—La Casa Blanca está respondiendo, señora —dijo su secretario.

Como ruido de fondo, Caitlin oía el repiqueteo del telégrafo en la antesala.

—Léamelo.

—Ahora mismo, señora. Voy a buscarlo.

Hubo un chasquido en la línea. Mientras esperaba, Caitlin se puso a contemplar la foto de familia con un marco de oro que tenía encima del escritorio. Los Tyrell encarnaban el sueño norteamericano, ¡el poder, el éxito y la suerte! ¡Ellos eran los Estados Unidos de América! Colin, el heredero de un imperio multimillonario. Aidan, el oficial y caballero. Rory, el héroe de guerra caído. Eoghan, el senador. Y Shannon… Caitlin pasó la punta de los dedos por encima del rostro de Aidan. ¡Qué cerca estaban el triunfo y la tragedia!

—¿Señora? —Su secretario le leyó el telegrama en voz alta—: «Caitlin, qué bien tener noticias suyas. Eoghan estuvo esta tarde aquí conmigo. Me ha informado que el Explorer arribó a Nome. Con respecto a su petición, le comunico que hablaré por supuesto con su nieta, la señora Conroy, con motivo de la recepción de la semana que viene en San Francisco. Durante el banquete en Cliff House estarán sentados ella y su marido frente a mí. ¿Ha cambiado usted de opinión, Caitlin? Bueno, yo tampoco. A la pregunta por una amnistía para el comandante Tyrell le daré a la señora Conroy la misma respuesta que en su última visita a la Casa Blanca del año pasado. Caitlin, nos vemos la semana que viene en Cliff House. Me hace ilusión verla. William McKinley».

Caitlin respiró profundamente.

—Gracias, señor presidente.

—¿Señora? —preguntó su secretario, desconcertado.

—Gracias, eso es todo. —Caitlin colgó el auricular. Durante un rato estuvo escuchando en su interior. ¿Qué es lo que estaba sintiendo ella? ¿Compasión? ¿Arrepentimiento? Su familia se estaba descomponiendo, ¡pero todavía era demasiado pronto para eso! ¡Prontísimo!

DE: Josh Brandon, Brandon Corporation, Nome.

A: Sissy Brandon, Brandon Hall, San Francisco.

¡Hermanita, sé que Rob es tu padrino de bodas! En mi último telegrama no te he preguntado si puedo ser tu padrino de bodas, sino si me permites que sea yo quien te conduzca a la iglesia. Por favor, ¿puedes hablar sobre esto con el abuelo? Dile, por favor, que sería muy importante para mí. + + + Y otra cosa más: no puedo partir mañana para casa en el Explorer. Todavía tengo que hablar con Jake, él no sabe todavía cómo van las cosas y no sé si aceptará, no tengo ni idea. Así que esperaré al siguiente barco. Y, por favor, piensa que el viaje por el mar de Bering puede durar tres o cuatro semanas. ¡No ha acabado todavía el invierno aquí! Así pues, si no aparezco derrapando con el automóvil frente a la iglesia para conducir a mi hermana al altar, comenzad sin mí. Pero haz muchas fotos, por favor. Quiero ver tu sonrisa de felicidad. + + + ¡Yo mismo no me lo creo! ¡Regreso a casa! Josh.

P. D.: Voy a quedarme una hora más aquí esperando tu respuesta. En mi escritorio hay una buena pila de contratos que todavía tengo que firmar. Jake viene a buscarme para cenar. Le he dicho que quiero hablar con él con calma.

P. P. D.: ¡Y ni una sola palabra a Shannon o a Rob!

Josh agarró la foto de su escritorio y la contempló. Ni siquiera era capaz de decir lo que sentía. ¿Era tristeza? ¿Desesperanza? El dolor que sentía era inmenso.

Shannon tenía un hijo. «De él», pensó. «Desearía que ese mocoso gracioso que mira a la cámara riendo fuera hijo mío».

Ella tenía a Ronan delante. La cabeza de él estaba apoyada en la mejilla de ella. Ella le tenía un brazo levantado, y parecía como si los dos saludaran a la cámara con una sonrisa de felicidad. ¿Había sacado Rob la foto?

El pensamiento de que ella era feliz con él asestó una punzada en el corazón de Josh. Sissy le había informado de su lío amoroso con Rob. Se había desahogado esa noche con él porque su amante la había dejado. Se cruzaron varios telegramas entre ellos dos antes de la cena con Jake. Sissy esperaba recuperar a Rob. Igual que Josh esperaba volver a ver a Shannon, el amor de su vida. ¡Habían sido tan felices los dos!

Puso la foto de Shannon y Ronan encima de su escritorio y desenroscó su pluma estilográfica. ¿Qué encabezamiento debía escribir? ¿Shania, mi amor? ¿Mi querida Shannon? Echó un vistazo a la foto del vals de la novia que había enviado Caitlin y que Colin le había regalado. Los dos enamorados bailaban dinámicamente por la vida, ese era el aspecto que ofrecían. Sin embargo, Rob tenía un lío amoroso con su hermana. Y Shannon, había dicho Sissy, seguía pensando y anhelándolo a él.

Mi amada Shania:

Por primera vez no sé cómo comenzar una carta dirigida a ti. Esta es la más difícil de todas porque podría ser la última. Sin embargo, también es la más sencilla porque espero que pronto volvamos a vernos.

Ascienden en mi interior los pensamientos y los sentimientos, los recuerdos de la época más hermosa de mi vida, la que pasé contigo, Shannon. Sí, ahora sé quién eres. He visto las fotos de tu boda con Rob. Y también las de Ronan. ¡Un chiquillo monísimo!

Hoy ha muerto un sueño, Shannon, y con él Jota Chesterfield. Murió de un corazón roto porque Shania Ghirardelli le dejó con lágrimas en los ojos para casarse con otro y con quien va a pasar el resto de su vida y con quien ahora tiene un hijo. Yo no soy Jota, soy Josh Brandon.

Cuando leas esta carta, yo estaré ya de camino hacia ti. Quiero hablar contigo. Quiero hablarte de la herida que se me abrió dentro cuando me dejaste por Rob, pero también quiero decirte que sigo amándote. No han cambiado nada mis sentimientos por ti.

Antes de que yo tropezara contigo y tú conmigo, estaba buscando algo en mi vida. No sabía lo que era. ¿La libertad? Cuando di contigo, supe que lo había encontrado: el amor que todo lo transforma, la persona amada con quien pasar el resto de mi vida, la persona que me ama como soy, que me hace feliz. No debí haberte dejado marchar. Y no debería haberme ido. Ahora podrías ser mi esposa, y Ronan mi hijo.

Te escribo esta carta, que estará mucho tiempo de camino, para que no te sientas presionada por mí. Sé lo difícil que tiene que ser todo esto para ti por fuerza. Y sé que necesitas tiempo para reflexionar con calma todo lo que te he ido escribiendo estos últimos meses en más de cien cartas. Y para pensar lo que vas a hacer.

Sea quien sea por quien te decidas, si por mí o por él, dame una oportunidad de verte. Tengo muchas cosas que decirte, cosas que no pude decir en las cartas. Ya no me apena lo que perdí, sino que siento ilusión por lo que tengo por delante. Te he reencontrado, como en aquel entonces, cuando ya nos habíamos perdido el uno al otro.

Hablemos, por favor. En el hotel Palace, en el bar, tomando un capuchino con amaretto. Igual que cuando comenzó todo. Te llamaré nada más llegar a San Francisco.

Josh

Ya era mucho más de la medianoche y en su cuarto de trabajo estaba todo en un silencio tal que solo podía oír su propia respiración. Josh leyó la carta una vez más. Al hacerlo se imaginó cómo la leería Shannon.

Ya no tenía nada más que decirle por escrito. Todo lo demás quería decírselo personalmente cuando ella estuviera sentada a su lado en el bar. Cuando él tuviera la mano de ella entre las suyas, mirándola a los ojos.

Dobló la carta, la introdujo en un sobre que iba dirigido a ella, pegó el sobre y lo puso encima del paquetito atado con una cuerda con las demás cartas que había escrito en los meses anteriores. Iba a llevarlas al Explorer cuando amaneciera. «Seguiré a mis cartas dentro de unos días», pensó. «Y a mi corazón».

DE: Evander Burton, hotel Bernini, Roma.

A: Rob Conroy, Conroy Estates, San Francisco.

¡Rob, imagínate, lo he encontrado! ¡Es de ensueño! ¡Estoy seguro de que le va a gustar mucho a Shannon! He disparado todo un carrete: montañas, costa y mar. Te llevo las fotos para que puedas dárselas como sorpresa. Me hace muy feliz que volváis a llevar una buena relación de pareja y de que seáis felices. + + + Volveré pronto a casa. Estaré de vuelta a comienzos de junio. ¿Tengo invitación también para la boda de Sissy? + + + Me hace mucha ilusión veros pronto. Evander.

Jake subió detrás de él por la escala de cuerda a la cubierta del Fortune. Josh dejó su bolsa y se volvió a mirarle.

Randy ya está a bordo —dijo Jake remolón, con las manos en los bolsillos de sus tejanos. Tenía los hombros alzados. La despedida le resultaba tan difícil como a Josh. Él asintió con la cabeza—. Está en mi camarote.

Jake sonrió para disimular su desconcierto. Josh sabía que Jake estaba luchando por encontrar las palabras. Él tampoco tenía ni idea de lo que debía decir excepto «eres mi mejor amigo. Te voy a echar terriblemente de menos».

Josh se acercó a él y le dio un abrazo muy fuerte.

—Ven a verme alguna vez a la gran ciudad del mal.

Jake le dio unas palmadas en la espalda.

—Lo haré, jefe.

—No me llames así.

—¿Quieres que te llame «señor»?

—Solo si metes la pata. —Jake esbozó una sonrisa.

—No lo haré.

—No.

Los dos permanecieron en silencio mirando hacia la playa de Nome.

«¿Qué vamos a decirnos que no nos hayamos dicho ya en estos últimos días?», se preguntó Josh. «Te agradezco que hagas mi trabajo. Confío en ti. Me hace ilusión ver a mi familia. Y a Shannon. Sin embargo, te echaré terriblemente de menos, amigo mío».

—Tengo que irme —dijo Jake finalmente. Ya no se sentía capaz de dominar sus sentimientos. Josh, tampoco.

—Sí.

Volvieron a abrazarse una vez más. Acto seguido, Jake se volvió abruptamente y se dirigió a la borda con la cabeza gacha, para descender por la escalerilla de cuerda a la canoa con la que había llevado a Josh hasta el Fortune. Él le siguió con la mirada hasta que Jake alcanzó el hielo, donde lo esperaba su trineo.

¿Cuándo volverían a verse Jake y él?