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Lunes, 17 de diciembre

De modo que ya está. Se acabó. ¡Hurra! Me parece que se debió a una pelea por Roux y me moría de ganas de contárselo al salir de la escuela, pero no lo encontré.

Fui a la pensión de la avenue de Clichy, donde Thierry dice que hasta ahora se ha hospedado, pero cuando llamé nadie abrió la puerta y había un viejo con una botella de vino que me gritó por hacer ruido. Tampoco estaba en el cementerio y en la rue de la Croix nadie lo ha visto, por lo que al final me di por vencida, aunque en la pensión le dejé una nota en la que escribí «urgente» y supongo que la leerá cuando regrese…, en el supuesto de que regrese. Para entonces había llegado la policía y nadie iba a ningún lado.

Al principio creí que venían a por mí. Hacía rato que había anochecido, eran más de las siete, y Rosette y yo cenábamos en el obrador. Zozie había salido, mamá se había puesto el vestido rojo y, para variar, estábamos las tres solas…

Se presentaron dos agentes y mi primera y ridícula idea fue que a Thierry le había pasado algo horrible y, de alguna manera, era culpa mía por lo que hicimos el viernes por la noche. Thierry los acompañaba y tenía buen aspecto, salvo que se mostró más gritón, alegre y campechano que nunca, pero sus colores me llevaron a pensar que solo fingía alegría y se mostraba animado para embaucar a las personas a las que acompañaba, lo que me volvió a poner nerviosa.

Resulta que buscaban a Roux. Permanecieron media hora en el local y mamá me mandó arriba con Rosette, pero me las apañé para oír casi todo lo que decían, aunque no estoy segura de los detalles.

Por lo visto, tiene que ver con un cheque. Thierry dice que se lo entregó a Roux, que ha conservado el resguardo y que Roux intentó modificarlo antes de ingresarlo en su cuenta para obtener mucho más dinero del que figuraba en el cheque.

Los policías hablaron de mil euros. Según Thierry, se llama «fraude» y por cometerlo puedes ir a la cárcel, sobre todo si abres una cuenta bancaria con otro nombre, retiras el dinero antes de que se enteren y te esfumas sin dejar rastro, ni siquiera una dirección a la que remitir el correo.

Eso es lo que dicen de Roux. Es una soberana estupidez, ya que todo el mundo sabe que Roux no tiene cuenta bancaria y que jamás se le ocurriría robar, ni siquiera a Thierry. Por otro lado, ha desaparecido sin dejar huellas. Al parecer, desde el viernes no le ven el pelo en la pensión y, como es obvio, no ha ido a trabajar. Eso significa que es posible que yo sea la última persona que lo ha visto. También quiere decir que no puede volver a la chocolatería porque, si se presenta, lo detendrán. ¡Qué estúpido es Thierry! Lo odio. No me sorprendería que se hubiera inventado todo con tal de fastidiar a Roux.

Cuando los policías se fueron, mamá y Thierry discutieron por esa cuestión. A él lo oí gritar desde arriba. Mamá intentó mostrarse sensata, insistió en que seguramente se había producido un error y Thierry se mostró cada vez más agitado, se quejó de que no entendía por qué mamá se ponía de parte de Roux y lo llamó delincuente y degenerado, que quiere decir holgazán y alguien en quien no se puede confiar; repitió «Yanne, no es demasiado tarde» hasta que mamá le pidió que se fuese; se marchó y, como si de mal olor se tratara, dejó en la entrada del local una nube de sus colores mezclados.

Cuando bajé, mamá lloraba. Dijo que no estaba llorando, pero me di cuenta. Además, sus colores eran oscuros y confusos, estaba blanca de no ser por las dos manchas rojas bajo los párpados inferiores y dijo que no me preocupase, que todo se aclararía, pero supe que mentía. Siempre sé cuándo miente.

Es gracioso lo que los adultos le dicen a los niños. No hay ningún problema. Todo se resolverá. No te responsabilizo, fue un Accidente…, pero mientras Thierry estuvo aquí pensé que cuando me había reunido con Roux en la tumba de Dalida estaba muy malcarado y que lo había señalado con la Mazorca de Maíz para proporcionarle riqueza y buena suerte…

Ahora me pregunto qué he hecho. Prácticamente lo veo con la imaginación: el último cheque que Thierry le extendió, Roux diciendo «tengo varias cosas que resolver» y añadiendo un cero a la cifra…

Es absurdo, por supuesto. Roux no es un ladrón. Tal vez un puñado de patatas del borde de un sembrado, algunas manzanas de un huerto, maíz a la vera de un camino, un pez de un estanque privado…, pero jamás cogería dinero y, menos aún, así.

Vuelvo a hacerme preguntas. ¿Y si se trata de una venganza? ¿Y si intentó desquitarse de Thierry? Por si eso fuera poco, ¿y si lo hizo por Rosette y por mí?

Para una persona como Roux, mil euros es un dineral. Tal vez con esa cifra se puede comprar un barco. También puedes asentarte, abrir una cuenta bancaria, ahorrar dinero para la familia…

En ese instante recordé lo que mamá había dicho: Roux hace lo que le da la gana, siempre lo ha hecho. Vive todo el año en el río, duerme al raso y ni siquiera se siente cómodo en una casa. Nosotras no podemos vivir así.

Entonces lo supe. Es culpa mía. Con los muñecos de pinza, los deseos, los símbolos y las señales he convertido a Roux en un delincuente. ¿Y si lo detienen? ¿Y si lo encierran en la cárcel?

Mamá solía contar un cuento sobre tres seres fantásticos llamados Pic Azul, Pic Rojo y Colégram. Pic Azul se ocupa del cielo, las estrellas, la lluvia, el sol y las aves del aire. Pic Rojo cuida la tierra y todo lo que en ella crece: plantas, árboles y animales. Colégram, el más joven, está presuntamente a cargo del corazón humano, pero siempre la pifia; cada vez que intenta que alguien satisfaga el deseo de su corazón, lo único que consigue es que esa persona se haga daño. En cierta ocasión intenta ayudar a un pobre viejo y convierte las hojas otoñales en oro; el anciano se entusiasma tanto al ver el dinero que intenta meterlo en su mochila y muere aplastado por el peso. No recuerdo el final de la historia; solo sé que me apené por Colégram, que hace muchos esfuerzos y siempre mete la pata. Tal vez yo también soy así; quizá no puedo alegrar a nadie.

¡Anda ya, tío! ¡Todo iba tan bien…! De todas maneras, en seis días pueden ocurrir muchas cosas y el viento aún no ha dejado de cambiar. Sea como fuere, es demasiado tarde. Ya no podemos detenernos. Hemos llegado demasiado lejos como para dar media vuelta y huir. Creo que será suficiente con una invocación más, con otra apelación al Viento del Cambio. Tal vez la última vez confundimos algún elemento: un color, una vela, un trazo en la arena. Esta vez Rosette y yo lo enderezaremos definitivamente.