Cuanta más distancia nos separaba de Seith mejor comenzaba a sentirme, era como si su oscuridad no pudiera alcanzarme. Me sentía exhausta pero me las había ingeniado para mantenerme despierta. Pensé en las palabras de Aiden acerca de la muerte de Zafir. Era un Nawa menos del cual preocuparnos. Sabía que pensar de esa manera iba en contra de las enseñanzas de los elfos, pero no podía pensar en ellos como seres vivos que merecieran un lugar en este mundo. ¿Y que había de Sorcha? El mago no parecía herido y tras verlo pelear contra Seith había comprobado que era poderoso.
Miré alrededor preguntándome cuándo nos detendríamos. Zul nos estaba guiando hacia donde vivía Talfan, ansiaba llegar a su hogar y poder reunirme con Iara, Helios y Tarf. No estaba segura de a cuánta distancia se encontraba pero sabía que no lograría eludir el sueño mucho tiempo más.
Llegada la tarde, lo que quedaba de mis fuerzas me abandonó, no recordaba la última vez que había comido o tomado agua. El duelo con Seith también me había provocado un gran desgaste, sus ataques fuertes y brutales habían consumido la mayor parte de mi energía.
—Debemos encontrar un lugar para detenernos —dijo Aiden.
—No lo sé, aún puede ser peligroso —respondió el mago.
El claro donde nos encontrábamos tenía pocos árboles, era demasiado expuesto para acampar allí de noche. Zul parecía haber llegado a la misma conclusión.
—No podemos detenernos aquí.
—Adhara no se encuentra en condiciones de seguir —replicó Aiden.
Me había esforzado por esconder mi cansancio pero no había logrado engañarlo.
—Zul tiene razón, es demasiado expuesto —dije.
Aiden revoleó sus ojos ante ese comentario, no le gustaba cuando me ponía del lado del mago.
—Iré a buscar un lugar seguro, no luces bien Adhara… —hizo una pausa repentina y agregó—: Me refiero a que necesitas descansar.
Dejé escapar una sonrisa, el mago siempre intentaba usar las palabras correctas para no ofenderme, pero en este caso no había ofensa posible, mi aspecto debía ser desastroso. Se alejó galopando y no tardó en reaparecer, y guiarnos hacia el límite del bosque donde había una pequeña cueva al pie de un monte. El lugar se encontraba lo suficientemente escondido como para poder relajarnos por un par de horas. Aiden aprobó el lugar y luego me tomó en sus brazos ayudándome a desmontar. Al ser de día las quemaduras en mis muñecas se veían claramente y su mirada se detuvo en ellas.
—¿Qué te ha hecho? —dijo con una mezcla de angustia y furia.
—Fue obra mía —dije algo avergonzada—. No tuve otra opción que quemar la soga, era el único hechizo en el cual podía pensar.
Aiden me miró sorprendido y luego apoyó su mano en mi cuello de manera delicada.
—¿Y qué hay de esta marca?
—Seith —respondí.
Maldijo en voz baja y me sostuvo en sus brazos de manera afectuosa.
—Cuando me di cuenta de lo que estaba sucediendo solo podía pensar en llegar a ti y matarlo —dijo molesto—. Me apresuré por deshacerme de Zafir y Sorcha pero fue demasiado tarde.
—Peleé contra él pero no logré vencerlo —admití algo avergonzada—. Es muy fuerte. Tiene demasiado control sobre sí mismo.
El mago se acercó y tomó mis manos analizando las quemaduras. Aiden lo miró de manera sombría pero este no pareció notarlo. Sus misteriosos ojos grises tenían aquel brillo peligroso, creía que aún nos encontrábamos en peligro y estaba alerta. Quería preguntarle cómo había logrado escapar de Sorcha pero no era un buen momento en presencia de Aiden.
—Puedo sanarlo —dijo el mago—. Lo que la magia hace, la magia deshace.
Asentí con la cabeza aliviada, alentándolo a que lo hiciera. Sentí un cosquilleo y una pálida luz comenzó a expandirse por mis muñecas cubriendo las quemaduras y luego continuó por mi brazo hasta llegar a mi cuello. Me alegraba poder borrar la marca que aquel oscuro ser había dejado en mí. Zul sonrió complacido por su hechizo y me entregó mi espada. La tomé y lo abracé en agradecimiento, era un alivio sentir a Glace de nuevo en mis manos.
Me sentía tan hambrienta y cansada que no estaba segura de cuál de mis necesidades atender primero. Aiden armó la carpa dentro de la cueva y el mago intentó hacer una sopa de tomate. Era con lo único que contábamos pero fue suficiente, comencé a sentirme mejor al no tener el estómago vacío. Luego de eso mi cansancio se hizo tan evidente que Aiden me llevó hacia la carpa donde finalmente me rendí ante el sueño.
De repente me encontraba nuevamente en aquel rincón oscuro del bosque, podía sentir el tronco contra mi espalda, mi corazón latía violentamente contra mi pecho, Seith se hallaba a solo centímetros de mí mirándome fijamente. Sus ojos eran malignos e hipnóticos. Luché contra aquella sensación fría que intentaba apoderarse de mí y corrí tan rápido como pude. El viento arremetía deteniendo mis pasos. Me volví para ver si lo había perdido pero Seith se encontraba allí, inmóvil y vacío como la muerte misma. Desperté de manera abrupta, mi respiración era agitada y había transpiración en mi frente. Era la segunda vez que soñaba con algo. Eso debía ser lo que los humanos llamaban pesadillas, pensamientos oscuros que atrapaban a uno sin dejarlo escapar. ¿Era obra de la magia de Seith? ¿O era mi propia mente volviéndose en mi contra? Recordé mi primer sueño, Zul había utilizado magia para que soñara con él pero la sensación había sido diferente, me había sentido conectada con él aun cuando no lo conocía. Esta vez no me sentía conectada a Seith, sino asustada de él.
La magia no había sido la causa, por primera vez yo misma había generado un sueño. Intenté no alarmarme pero mi respiración aún continuaba agitada, sabía que mis emociones se habían vuelto más humanas pero los sueños eran una característica de los mortales que no envidiaba. Temía volver a dormir pero quería hacerlo para asegurarme de que aún podía descansar con mi mente en blanco sin que mis pensamientos influyeran en el sueño. Respiré con calma y cerré mis ojos.
Al despertar fue un alivio descubrir que no había soñado, aún tenía control de mis pensamientos. Al salir de la carpa vi a Aiden recostado contra la pared de piedra de la cueva, parecía dormido. El mago se encontraba sentado afuera vigilando la entrada.
—¿Cómo te sientes? —preguntó.
—Recuperada —respondí.
Miré hacia el cielo, en poco tiempo amanecería. La expresión de Zul era de cansancio y noté ojeras bajo sus ojos. Me pregunté si había permanecido despierto toda la noche vigilando los alrededores.
—Aiden y yo cambiamos de turno hace unas horas —dijo Zul adivinando mis pensamientos.
Habían hecho lo correcto, luego de aquella emboscada no nos podíamos permitir bajar la guardia ni dormir los tres al mismo tiempo.
—Si te encuentras cansado puedo hacer guardia por un rato —me ofrecí.
El mago negó con la cabeza.
—¿Cómo lograste escapar de Sorcha? —pregunté sentándome a su lado.
Había querido hacerle esa pregunta desde el día anterior pero no había tenido la oportunidad.
—No tuve más opción que decirle a Aiden la verdad, él se encargó de Sorcha y yo de Zafir.
Su tono era algo severo, de seguro lamentaba haber tenido que contar con Aiden para que él lidiara con Sorcha.
—Debe haber sido difícil admitírselo a él —dije pensativa—. Al menos ya no habrá más confusiones, ahora sabe que quieres a Sorcha y no a mí.
Pero al recordar la expresión molesta de Aiden la noche anterior miré a Zul confundida. O Aiden era más celoso de lo que me imaginaba o el mago no había sido del todo honesto con él.
—Solo le dije que había cometido un error y que mi magia no funcionaba con Sorcha —replicó en tono de advertencia—. Nadie puede saber lo que siento por ella, Adhara.
—Te hice una promesa y no la romperé, no se lo diré a nadie —le aseguré—. Pero no puedes esconder tus sentimientos para siempre.
Me sorprendí al decir eso ya que hacía solo días actuaba de la misma manera, en estas tierras todo era mucho menos constante que en Alyssian. Allí rara vez había un cambio, mientras que aquí los cambios eran frecuentes. Permanecimos allí vigilando por un buen rato antes de que Aiden se despertara. Cuando lo hizo se acercó a nosotros y permaneció en silencio. Era como si quisiera hablarme pero algo lo detuviera. No tardé en descubrir que ese algo era Zul. Lo ojeaba constantemente como si deseara que desapareciera. El mago también pareció percatarse de ese comportamiento extraño. Intercambiamos miradas curiosas hasta que se puso de pie y comenzó a alejarse.
—Los dejaré solos para que puedan hablar —dijo Zul—. Iré a preparar los caballos, dadas las circunstancias sería peligroso irme más lejos.
Asentí reprimiendo una sonrisa debido a su aclaración, de seguro no quería que pensáramos que iba a permanecer cerca para escuchar nuestra conversación. Aiden parecía sorprendido por ese gesto y lo miró con gratitud mientras se alejaba.
—No tuvimos oportunidad de hablar desde que los Nawas nos encontraron —dijo Aiden—. Sabes lo que fui y no puedo culparte si aún sigues enojada, pero quiero dejar en claro mis sentimientos por ti.
No había pensado en eso desde mi encuentro con Seith y había una sencilla razón, ya no me importaba.
—Quiero estar contigo Adhara, eres más importante para mí que mi propia vida.
—No me importa si fuiste un aprendiz de Nawa —hice una pausa buscando las palabras—. Yo también quiero estar contigo. Mis sentimientos por ti son fuertes y verdaderos, y sería tonto de mi parte continuar ignorándolos…
Aiden se precipitó hacia mí y me besó, un beso tan abrumador que la ola de emociones que se apoderó de mí continuó allí aun cuando nuestros labios se separaron. Permanecimos abrazados, disfrutando el momento por un rato. Zul preparó todo para continuar y cuando ya no quedaba más por hacer dijo que era hora de partir. Sabía que había tardado más de lo usual en ensillar los caballos y apreciaba que nos hubiese dado algo de tiempo.
Aiden me ofreció su mano para ayudarme a subir a Daeron y la acepté sin objetar. Creí ver al mago reprimir una sonrisa y ambos intercambiamos miradas. Sabía que mi cambio de actitud le resultaba gracioso. Los caballos partieron al galope y su expresión se volvió seria, se encontraba alerta, listo para enfrentar los peligros del camino.
Nos llevaría dos días llegar a Saiph, al pueblo donde se encontraba Talfan. Avanzamos rápido y descansamos poco. Solo nos deteníamos para comer o cuando los caballos necesitaban descansar. Seith había descubierto lo que era y de seguro ya había llegado a oídos de los warlocks. Sus esfuerzos por encontrarnos se duplicarían, todo se había vuelto aún más peligroso.
Aiden y Zul habían llegado a la conclusión de que el próximo paso del Concilio sería ir hacia donde se encontraba prisionero Ailios para llegar antes que nosotros. Pero no podíamos estar seguros de ello de la misma manera en que no podíamos saber si los Nawas venían tras nosotros. Solo podíamos confiar en nuestros instintos y continuar avanzando.
En la primera noche Aiden y yo hicimos guardia mientras Zul dormía. Debíamos estar alerta cada segundo del día. Por todo lo que sabíamos los mismos warlocks podían aparecer frente a nosotros en cualquier momento. Era la primera elfa en aparecer en Lesath luego de decenas de años y no desperdiciarían una oportunidad así.
La segunda noche Zul y yo hicimos guardia para que Aiden pudiera dormir. Era difícil mantenerme despierta durante la mayor parte de la noche sin hacer nada más que vigilar los alrededores. Por momentos me encontraba cerca de quedarme dormida pero me esforzaba por despabilarme. El mago decidió hacer un mejor uso del tiempo y me ayudó a practicar el hechizo que había usado para conjurar fuego. Me explicó que era más fácil concentrarme en la magia cuando involucraba a un elemento y había estado en lo correcto. Tras imaginarme las llamas en mi mente y pensar en aquella sensación de calor que producían, el fuego surgió frente a mí. Zul se apresuró a apagarlo y me dio una mirada de aprobación.
Continué practicando hasta que comencé a tener más control. Era bueno saber que contaba con un arma más además de mi espada. Quería ser capaz de defenderme. Seith era como una sombra oscura que se expandía por mi mente, ya no lograba inmiscuirse en mis sueños pero ahora que había fallado en vencerlo temía el día en que nuestros caminos se cruzaran de nuevo. Los elfos creían en el destino y de la misma manera en que Aiden estaba destinado a protegerme, Seith se encontraba destinado a atormentarme. Los enemigos eran fácil de entender en la teoría, en la realidad eran complejos.
A la mañana del tercer día finalmente llegamos a Saiph. El mago me había explicado que Talfan vivía en una granja en las afueras pero además era dueño de una casa dentro del pueblo que había construido para Zada. De seguro quería incentivarla a que su vida fuera un poco más normal y socializara con gente de su edad, lo que le sería difícil viviendo en una granja alejada.
El mago insistió en tomar un descanso, lo cual era inusual proviniendo de él, debía estar realmente exhausto. Aiden no parecía estar contento con la idea pero nos detuvimos de todos modos. Era extraño que quisiera descansar cuando faltaba tan poco para llegar. Miré a Zul con curiosidad pero él tomó su bolsa de viaje deshilachada e indicó que iría detrás de un árbol. Algo andaba mal, sus ropas siempre se encontraban desgastadas y en ocasiones sucias, me pregunté por qué molestarse ahora. Busqué los ojos de Aiden pero no parecía sorprendido por el comportamiento del mago. Aguardamos en silencio y cuando Zul regresó me alarmé al ver su apariencia. Llevaba una camisola similar a la de siempre pero limpia y sin un solo rastro de tierra, la capa era más larga que la de antes y no se encontraba agujereada. Y había agregado una nueva prenda, unos finos guantes de un oscuro violeta que cubrían su palma pero no sus dedos.
Evadió mi mirada y se dirigió hacia su caballo listo para continuar. El mago había perdido la cabeza, Sorcha finalmente había logrado acabar con su estabilidad mental. Fui hacia él preocupada de que algo malo realmente le estuviera pasando pero a excepción de su vestimenta su expresión era la misma de siempre. Ojos peligrosos y mirada alerta.
—Zul…
Evadió mi mirada y continuó caminando hacia su caballo. Me pregunté si su reciente necesidad por cambiar de ropa estaría relacionada con Talfan. La ropa estaba limpia y, a excepción de un poco de polvo, me encontraba prolija. Mi pelo estaba algo revuelto por el viento, tomé el lazo que solía llevar conmigo y lo peiné hacia un costado.
—No te preocupes, luces bien —dijo Aiden.
Le sonreí. Me extendió su mano y la tomé permitiéndole que me ayudara a montar. Aceptar su ayuda, aun cuando no lo necesitara, se estaba volviendo costumbre; unos días más y no recordaría cómo subir a un caballo por mí misma.
—Siempre actúa de esta manera cuando regresa a lo de Talfan —susurró Aiden.
—¿Será que Talfan es severo en cuanto a la limpieza? —pregunté en voz baja.
—No, no lo es. Es una persona muy amable.
Talfan había salvado a Zul y Zada, y los había criado como a sus hijos, no era posible que desaprobara la manera en que el mago se vestía a tal punto de provocar aquella reacción en Zul.
—¿Sabes por qué actúa de esa manera? —pregunté.
—Tengo una teoría —hizo una pausa y tras observar mi mirada expectante continuó—. Creo que se siente presionado, Talfan no solo lo ve como un gran mago sino como la única esperanza de acabar con los warlocks. Toda su vida, su único propósito fue volverse lo suficientemente poderoso para poder derrotarlos. No debe ser fácil que Talfan y Zada tengan tantas expectativas en él. Cuando no está en Saiph se viste de otra manera porque no quiere que nadie vea lo que Talfan y Zada ven en él, quiere pasar desapercibido, que piensen menos de él. Al menos eso es lo que creo.
Lo pensé detenidamente, sus palabras tenían sentido. Cuando conocí a Zul me dio la impresión de que no era ni la mitad de poderoso de lo que en verdad era, él había creado esa imagen a propósito escondiéndose detrás de aquella ropa desgastada. Me sentí mal por el mago, como si el conflicto de Sorcha no fuera suficiente, además sufría un conflicto interno entre quien era y quien aparentaba ser.
No tardamos en llegar a las afueras de Saiph y el mago señaló una construcción que se veía a poca distancia de nosotros. La casa principal era más grande que el promedio de las que había visto en los pueblos hasta ahora, era similar a una posada. A lo lejos podía distinguir el pueblo, parecía chico y remoto. En cuanto nos detuvimos frente a la puerta, Zul esbozó una sonrisa y nos indicó que lo siguiéramos. Rodeamos la casa hasta llegar a la parte trasera donde se encontraba un gran número de establos y una granja con huerta. Una vez que dejamos a los caballos me acerqué a la granja para ver qué clase de animales tenían: vi vacas, conejos, gallinas y un burro. No estaba de acuerdo con tener animales enjaulados pero al menos parecían bien cuidados y se encontraban en espacios grandes. Era extraño pensar que un mago vivía aquí llevando una vida tan simple. Zul me había contado que Talfan era el principal proveedor de verduras y otras cosas en el mercado del pueblo y justificaba vivir en las afueras diciendo que la tierra era mejor para cultivar y el pasto más fresco para los animales. De esta manera podía vivir alejado de las personas y ocultar a Zul, evitando levantar sospechas. Era ingenioso, pero aun así no podía ser un estilo de vida fácil. Parecía demasiado trabajo para una sola persona y más una de edad avanzada.
Escuché pasos y me volví para ver a quien asumía que era Talfan.
Era un hombre de avanzada edad, pelo gris, rostro arrugado y ojos azules y bondadosos. Su contextura era algo robusta y parecía fatigado. Pero la verdad se encontraba en los detalles, su postura y la serenidad en su expresión eran las de un hombre que había sido un mago poderoso. Lo comparé con Zul. Sus miradas eran completamente diferentes pero había cierta calidez en ellos que era muy similar.
—Zulen —exclamó abriendo sus brazos.
—¿Zulen? —le susurré el mago intrigada.
—Es mi nombre completo, prefiero Zul —replicó por lo bajo.
El mago fue hacia él y lo abrazó de manera afectuosa y familiar, solo lo había visto comportarse así con Zada. Talfan lo mantuvo en sus brazos unos momentos y luego puso una mano sobre su pelo despeinándolo con un gesto cariñoso. Una vez que lo soltó fue hacia Aiden y estrechó su mano.
—Ha pasado mucho tiempo desde la última vez nos vimos —dijo Talfan.
—Lamento no haberte visitado, es bueno estar aquí —respondió Aiden.
Luego se detuvo frente a mí sin ofrecerme la mano ni intentar tocarme, debía saber que me incomodaba el tacto con las personas.
—Es un honor conocerte, Adhara Selen Ithil.
—El honor es mío —respondí.
Este hombre había arriesgado su vida para salvar a dos niños que apenas conocía, era un acto noble y valiente, y lo admiraba por ello.
—Tus abuelos llegaron hace unos días, ambos se encuentran bien —me dijo adivinando mis pensamientos—. Les expliqué las circunstancias y Zada accedió a prestarles su casa en el pueblo. Disfrutarán de mayor privacidad allí y mantendrá a Tarf alejado de mi granja.
Reí ante sus últimas palabras, Tarf debió haber causado problemas con los demás animales, ansiaba ver cuánto había crecido. Lo seguimos hacia la casa y aguardamos en el gran comedor a que volviera con refrescos; hacía calor y había sido una larga cabalgata.
El lugar era espacioso, limpio y había cierta calidad hogareña. Me provocaba una sensación similar a la que había sentido en la casa de mis abuelos. Zul le contó todo lo que había ocurrido en forma detallada desde que nos habíamos conocido en Zosma. Talfan escuchó atentamente sin pronunciar una palabra. Aiden tomó mi mano por debajo de la mesa y permaneció en silencio a mi lado. Las escenas se revivían en mi mente a medida que iba narrando lo sucedido, los Garms, la cabaña en el bosque de Gunnar, el baile de máscaras, Seith. Había cambiado mucho desde mis primeros días en Naos. Me sentía más humana y no era solo eso, me sentía parte de un equipo. Aiden, Zul y yo habíamos pasado por todo eso juntos. Parecía irreal que todo hubiera ocurrido en tan poco tiempo. Evitaría contarle lo sucedido a Iara, de seguro se desmayaría si lo hiciera, y pensar que ella creía que pasear sola por Naos era peligroso.
—Lamento que hayan tenido que enfrentar tanto peligro —dijo Talfan—. Es bueno que estén aquí sanos y salvos.
Zul buscó dentro de su ropa, sacó un mapa y lo apoyó en la mesa.
—El riesgo valió la pena —dijo—. Debemos actuar rápido, ahora que saben sobre Adhara todo se volverá más difícil.
Era el mapa que habíamos robado en el baile de máscaras, el que indicaba el lugar donde se encontraba Ailios. Pensé que Talfan se interesaría en él, pero en vez de estudiarlo se puso de pie y no tardó en regresar cargando varios pergaminos en sus manos.
—Ya lo creo —espetó apoyándolos en la mesa.
Al ver su contenido los tres nos acercamos precipitadamente para ver con mayor claridad. Había un dibujo bastante preciso de Aiden y Zul en el centro y debajo decía:
Se buscan criminales bajo pena de haber secuestrado a un familiar de la reina Lysha. Se pide la colaboración del pueblo en su búsqueda. Se ofrece recompensa por su captura.
Debajo de esto había un dibujo mío con las palabras:
Katherine Ashford, en caso de ver a esta joven comunicárselo a su majestad.
—Ayer a la tarde llegó una tropa de soldados y los distribuyó en varios lugares del pueblo. También estuvieron interrogando personas, viendo si alguien los reconocía —dijo Talfan.
La rapidez con la que había actuado el Concilio era difícil de creer. Con la guardia real a su disposición y las personas alerta, no teníamos ningún lugar en Lesath adonde ir.
—¡Zul, tu creciste aquí! —exclamé alarmada—. La gente del pueblo te debe haber reconocido.
Zul negó con la cabeza con un gesto para que me calmara.
—Nadie sabe sobre él, lo mantuve alejado del pueblo porque temí que un día esto sucedería —dijo Talfan—. Solo saben sobre Zada, creen que es mi nieta.
Me relajé sacando la mano de mi espada, la cual había agarrado en forma inconsciente.
—No es momento de tomar decisiones apresuradas —continuó Talfan—. Descansen, recupérense y una vez que nuestras mentes estén despejadas pensaremos cómo proseguir.
Zul parecía frustrado por esta idea, pero asintió con la cabeza sin discutir. Era inusual verlo aceptar algo que no aprobaba pero el respeto que sentía por quien lo había cuidado era evidente, no contradeciría a Talfan.
Me enseñó el resto de la casa y por fortuna tenían una habitación de huéspedes cómoda y acogedora en la cual podría descansar. Aiden compartiría la habitación con el mago, la cual para mi sorpresa estaba ubicada debajo de una puerta trampa de madera bajo una alfombra en el piso. Su habitación era grande y desordenada, docenas de libros se encontraban apilados en el escritorio y en cada espacio libre. Pintado en el techo había un cielo estrellado con diferentes constelaciones y en una esquina firmado el nombre de Zada; las pinceladas no eran perfectas pero era un muy buen trabajo. Al lado de la habitación había una gran sala vacía, supuse que la utilizaba para practicar hechizos. Toda su existencia se encontraba oculta bajo la casa de Talfan.