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a Kahlan le desconcertó la estructura del cerrado túnel iluminado con velas. Partes empapadas del sendero que en un principio habían sido tapadas con trozos de ramas y enredaderas entretejidas se transformaron en una estera continua de material tejido, que luego pasó a ser una calzada elevada que ascendió por encima de la superficie del agua. Esta estructura elevada finalmente describió un círculo alrededor del sendero y se cerró en lo alto. El suelo, las paredes y el techo estaban todos construidos del mismo modo, confeccionados totalmente a base de ramas, cañas, enredaderas y hierba entretejidas. Kahlan no había visto nunca nada parecido a aquella estructura tan extraordinariamente bien construida y sólida.
No sabía quién había colocado todas las velas, pero las agradeció. Pensó en los perros que la habían perseguido tanto tiempo. Quizá podría conseguir ayuda y regresar al palacio y a Richard.
Recordaba muy bien la profecía. «Cosas oscuras. Cosas oscuras acechándoos, dándoos caza. No podréis escapar de ellas… vuestro cuerpo desgarrado mientras chilláis, totalmente sola, sin nadie que os ayude».
Ahora que había encontrado un lugar donde parecía claro que habría gente, se atrevió a pensar que había vencido a la profecía. Pronto podría descansar. Ante la idea de estar a salvo, apenas si podía seguir manteniendo los ojos abiertos.
A medida que avanzaba más al interior de la construcción, se liberó del pánico que la había hecho esforzarse al máximo para seguir adelante durante tanto tiempo. En aquellos momentos, mientras el pánico desaparecía, pudo percibir cómo sus fuerzas también menguaban.
No había comido demasiado, y no había dormido gran cosa durante días y días. Ahora, junto con la fiebre, todo ello le pasaba factura. Le costaba caminar, pero sabía que tenía que seguir andando. No estaba a salvo, aún no, hasta que pudiera conseguir ayuda.
Se convirtió en un esfuerzo mantener los ojos abiertos, poner un pie delante del otro. Sentía los pies tan pesados que casi no podía levantarlos. Al poco, a duras penas podía hacer otra cosa que arrastrar los pies.
Cruzó habitaciones con cientos de tiras colgando del techo, cada una sujetando alguna clase de objeto, desde monedas hasta restos de animales. Se sintió perpleja ante cuál sería el propósito del lugar y tuvo que contener la respiración para soportar el hedor mientras apresuraba el paso.
Pasada esa zona, cruzó una serie de pasillos y habitaciones, con el camino iluminado por velas.
Kahlan se detuvo. Le parecía haber oído un murmullo llamándola.
—Madre Confesora…
En esa ocasión estuvo segura de haberlo oído. Paseó la mirada por la habitación y escudriñó los oscuros pasillos laterales, pero no vio a nadie.
Cuando lo oyó por tercera vez, escuchaba con más atención y pudo identificar la procedencia. Parecía proceder de una pared situada a un lado. Al ir en dirección al sonido vio entonces que había una persona de pequeño tamaño dentro de la estructura de la pared. Era un muchacho desnudo.
Reparó, entonces, en que lo reconocía. Era Henrik, el muchacho del mercado.
—Madre Confesora…
Con los ojos como platos, Kahlan lo miró fijamente.
—Henrik, ¿qué haces aquí?
—Ellas me metieron aquí dentro… Por favor, ¿me ayudáis?
Kahlan sacó su cuchillo y empezó a cortar las ramas y enredaderas entretejidas entre sí que lo mantenían aprisionado. Cuando empezó a apartar las enredaderas, las espinas le pincharon los dedos. Retrocedió, llevándose la yema de un dedo a la boca para chupar el doloroso pinchazo, y pudo ver los hilillos de sangre que señalaban los lugares donde las espinas también habían perforado la carne de Henrik.
Reanudó de inmediato la tarea de cortar la trama que mantenía atrapado al muchacho. Las lágrimas rodaban por las mejillas de Henrik.
—Gracias, gracias… —farfulló él una y otra vez mientras lloraba—. Siento lo que hice, Madre Confesora.
—¿Qué hiciste? —preguntó ella para evitar que pensara en el dolor que le producían las espinas mientras ella cortaba ramas y enredaderas.
—Os arañé. No era mi intención hacerlo, no quería hacerlo. No pude evitarlo. Yo…
—No pasa nada —repuso Kahlan mientras cortaba con cuidado la última rama cubierta que sujetaba al muchacho—. No pasa nada. Tranquilo.
Henrik tenía heridas provocadas por las espinas por todo el pecho, brazos y piernas, y si bien eran sin lugar a dudas dolorosas, no parecían poner en peligro su vida.
—Huid… —dijo él en una voz débil.
Kahlan lo miró con el entrecejo fruncido.
—¿Quién te hizo esto? ¿Qué sucede aquí?
—Huid… —repitió él—. Escapad antes de que ellas os cojan también.
Ella le alzó el brazo, lo pasó alrededor de sus hombros y sacó al muchacho. Este hizo una mueca de dolor cuando las espinas se soltaron de su espalda. Algunas opusieron resistencia. Cuando consiguió por fin tenerlo fuera, Kahlan lo depositó en el suelo y cogió una camisa de repuesto de su mochila.
—Tenéis que huir —dijo él mientras ella le colocaba la camisa alrededor de los hombros.
—No puedo huir —le contestó ella—. Unos perros salvajes me persiguieron hasta aquí. Si salgo de aquí, me cogerán.
Él se quedó boquiabierto.
—¿Los perros os persiguieron hasta aquí? —Al asentir ella, él dijo—: También a mí. Pero es peor estar aquí. Tenéis que huir. Escapad.
Antes de que Kahlan pudiera preguntar qué sucedía. Henrik dio media vuelta y salió corriendo por donde había llegado ella.
—¡Huid! —chilló mientras corría.
Kahlan permaneció allí de pie mirándolo, contemplando cómo desaparecía por los túneles. Ella no podía huir. Los perros estaban allí atrás. Además, ya no le quedaban energías. Ni siquiera sabía si sería capaz de seguir en pie mucho más tiempo.
Justo entonces, una mujer con una capa con capucha alargó un brazo y colocó una mano bajo el brazo de Kahlan. Ni la había visto acercarse por detrás.
—Por aquí —dijo la mujer con una voz queda y tensa.
—¿Quién eres? —preguntó Kahlan, y el esfuerzo le resultó casi excesivo.
Otra figura apareció en el otro lado y deslizó una mano bajo el otro brazo de Kahlan. También llevaba una capa con capucha, como la primera. Juntas, sostuvieron parte de su peso mientras le hacían dar la vuelta en dirección a una habitación más oscura.
A ambas las envolvía un curioso resplandor azulado de aspecto sobrenatural. Kahlan pensó por un instante que a lo mejor estaba muerta, y le estaban dando la bienvenida al mundo de los espíritus, pero tal pensamiento se disipó rápidamente. El lugar era demasiado extraño para ser el mundo de los espíritus.
No estaba segura de qué estaba sucediendo mas, tras la desesperada advertencia de Henrik, quiso huir, pero ya no le quedaban fuerzas.
—Te hemos estado esperando —dijo la figura encorvada a su derecha, a la vez que su mano se cerraba con más fuerza sobre el brazo de la Madre Confesora.
Las dos resplandecientes figuras arrastraron a Kahlan al interior de una habitación de mayor tamaño atestada de botellas, tarros, otros recipientes y cajas pequeñas. Los tarros de cristal estaban embutidos en las paredes. Pero también vio otros amontonados por el suelo. Un humo acre ascendía en forma de volutas de un cuenco colocado en el centro de la estancia.
Mientras la transportaban hacia el centro de la habitación, Kahlan apartó la mirada de la contemplación atónita de la extraña colección de recipientes y se encontró cara a cara con una mujer menuda que en aquellos momentos se ponía en pie.
La mujer no era muy grande. Bajo la tenue luz era difícil ver mucho más que su figura aniñada y sus cabellos a la altura de los hombros.
Y entonces la mujer se inclinó hacia ella y dedicó a Kahlan una amplia sonrisa burlona con unos labios casi totalmente cosidos entre sí.
Kahlan se quedó rígida ante la maldad que había en aquella sonrisa burlona y en los oscuros ojos de la mujer.
La mujer de la boca cosida emitió unos chirridos y chasquidos, quedos y prolongados, en dirección a otra de las figuras refulgentes, que daba la impresión de haber surgido de las paredes. Más de aquellas figuras se congregaron a su alrededor. Incluidas las dos que sujetaban a Kahlan, eran seis en total.
La figura encapuchada a la que la mujer había hablando en el extraño idioma agachó la cabeza.
—Partiré de inmediato, ama, y le haré saber que la tenemos, y que no tardará en estar entre los muertos vivientes.