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una vez que terminó de llenar el recipiente con tiras de metal, Richard se trasladó al otro lado, al lugar por el que salían. No creía que fuera necesario, pero colocó las manos sobre la máquina de todos modos, por si acaso. Los ejes internos giraban ya adquiriendo velocidad, mientras las palancas encajaban en sus lugares con un chasquido seco y los engranajes se ponían en movimiento. El emblema de la máquina, rotando sobre el techo, se iluminó en forma de líneas de resplandeciente luz naranja.

—¿Sabes quién es responsable de la oscuridad que dices que ha entrado en tu interior? —dijo Richard a la máquina—. ¿Puedes dar nombre a la oscuridad?

Una tira de metal abandonó el montón y recorrió la máquina, pasando por encima del concentrado haz de luz, que grababa en ella símbolos en el Idioma de la Creación. Cuando Richard lo cogió, todo lo que decía el símbolo era «Oscuridad».

—Menuda ayuda —masculló Zedd.

Richard hizo como si no hubiera oído a su abuelo y se volvió de nuevo hacia la máquina.

—¿Está la oscuridad en ti en este momento?

Una vez más la máquina hizo pasar una tira de metal por su interior.

—«La oscuridad no es mi propósito» —leyó Richard en la tira.

Cara cruzó los brazos.

—Empieza a parecerse a ese oráculo de la caja de los discos impresos.

Richard tampoco le hizo el menor caso.

—¿Por qué haces esto? ¿Por qué hablas a través de estas tiras?

Cuando salió una tira, Richard la leyó en voz alta:

—«Estoy cumpliendo mi propósito, haciendo lo que debo».

—¿Cuál es tu propósito? —preguntó Richard inmediatamente.

Después de que la tira hubiera pasado a través de la máquina y caído en el recipiente, Richard advirtió que seguía estando fría. Miró los símbolos y luego leyó el mensaje en voz alta.

—«Cumplir mi propósito».

Cara puso los ojos en blanco.

—No hay duda sobre ello, tenemos discos impresos en nuestras manos. Preguntadle si le gusto realmente a Ben. Me gustaría oír lo que los espíritus tienen que decir.

Richard hizo caso omiso de la pulla y probó a dar un enfoque distinto a las preguntas.

—¿Quién te creó?

La tira tardó una poco más en pasar bajo la luz mientras grababa un mensaje más largo y complejo en ella. Por fin, cayó en la ranura.

Richard la sostuvo en alto a la luz para leerla.

—«Fui creada por otros. No pude elegir».

Richard posó una mano sobre la máquina y se inclinó hacia ella.

—¿Por qué te crearon?

Cuando la tira salió, Richard la leyó en silencio, luego suspiró con frustración antes de traducírsela a los demás.

—«Fui creada para cumplir mi propósito».

Arrojó la tira sobre la máquina.

—¿Por qué necesita cumplirse tu propósito? ¿Por qué es importante?

La máquina disminuyó la velocidad hasta parar por completo.

En el silencio que siguió, todos intercambiaron miradas.

Richard pensó que la conversación había finalizado, pero entonces los engranajes volvieron a girar, despacio primero, hasta que finalmente la máquina volvió funcionar a toda velocidad. Una lengüeta en la rueda situada bajo las tiras de metal apareció inesperadamente y empujó una fuera del montón de tiras en blanco, donde la agarraron unas tenazas de otra rueda y la hicieron pasar a través del mecanismo. Richard miró por la ventanilla y vio que la tira pasaba sobre la luz para ser grabada. Cuando cayó en la ranura sacó la fría tira y la sostuvo en alto a la luz de las esferas de proximidad.

—«Porque no siempre se puede confiar en las profecías».

—Eso es muy cierto —masculló Zedd con tristeza.

Richard echó una mirada a su abuelo, luego hizo otra pregunta.

—¿Qué quieres decir con que no siempre se puede confiar en las profecías? ¿Por qué no?

La máquina sacó otra tira del montón. Cuando cayó en la ranura tras efectuar su recorrido, Richard la esperaba ya. La leyó a los otros:

—«Las profecías envejecen y se vician con el paso del tiempo».

Richard bajó el brazo.

—Pero eres tú quien transmite profecías.

Otra tira circuló por la máquina y cayó en el recipiente.

—«Estoy cumpliendo mi propósito, haciendo lo que debo. Tú debes cumplir tu propósito». —Richard miró a la máquina con cara de pocos amigos—. ¿Mi propósito? ¿Cuál es mi propósito en todo esto?

Todos se juntaron más mientras aguardaban la llegada de la siguiente tira. Richard la agarró rápidamente cuando por fin salió.

—Aquí dice: «Cumplir mi propósito». —Se pasó los dedos por los cabellos mientras se alejaba un poco—. ¿Mi propósito es cumplir tu propósito, el cual es cumplir tu propósito…? Eso no tiene sentido. Esto es absurdo. No hacemos más que dar vueltas en círculos.

La máquina empezó a desacelerar poco a poco.

—¡Dime algo que pueda utilizar! —chilló Richard a la vez que volvía a girar hacia Regula—. ¡Dime cómo proteger a Kahlan de los perros que dijiste que me la quitarían!

La máquina no respondió.

Tras un largo y tedioso silencio, Nicci le posó una mano detrás del hombro.

—Todos necesitamos un poco de descanso, Richard. Esto no nos está llevando a ninguna parte. Podemos retomarlo más tarde. Deberías volver a subir e ir con Kahlan. Ese es el mejor modo de asegurarte de que la profecía no se cumple.

Richard profirió un hondo suspiro de frustración.

—Tienes razón.

No sabía si el verdadero propósito de la máquina era transmitir profecías, o si la habían creado para hacer otra cosa. Seguían sin tener ni idea de quién la había creado, de por qué la habían enterrado, ni tampoco por qué había despertado de un modo tan repentino de sus sueños. Ni siquiera estaba seguro de estar convencido de que alguien podía dirigirla. Confusas como eran las cosas que decía, comenzaba a preguntarse si la oscuridad realmente se había adueñado de ella, pues empezaba a pensar que aquella máquina actuaba de un modo perverso por sí sola. No era de extrañar que la hubieran enterrado. No servía de nada.

Zedd palmeó la espalda de su nieto.

—Eres el Buscador. Estoy seguro de que se te ocurrirá algo, muchacho.

Richard dio la espalda a la máquina.

—No vamos a encontrar las respuestas que necesitamos esta noche. Como dice Nicci, todos necesitamos un poco de descanso.

Richard no había acabado de hacerle preguntas a la máquina, pero era tarde, y quería regresar junto a Kahlan. Sabía que después de consultarlo con la almohada, tendría más preguntas. Tal vez si podía hacerlas del modo correcto sería capaz de empezar a comprender por qué había sido creada la máquina y cuál era su propósito. Pero esas preguntas tendrían que esperar.

Cuando todos ellos iban ya hacia la escalera, la máquina volvió a activarse con un ruido sordo. Al mismo tiempo que giraban y la miraban con asombro, esta alcanzó gradualmente toda su velocidad y una tira salió de la parte baja del montón y pasó a través de la maquinaria.

Richard contempló cómo caía en la ranura. Se sentía reacio a coger esta y leerla. Estaba cansado de ese juego. Pensó que tal vez debería dejar la tira en la máquina hasta la mañana siguiente.

Antes de que Richard pudiera irse, Zedd sacó la tira de metal, echó un vistazo a los símbolos, y luego se la entregó a Richard.

—Está fría. ¿Qué dice?

Richard la tomó de mala gana de manos de Zedd y la alzó a la luz para leer los símbolos circulares.

—«Tú única posibilidad es dejar que la verdad escape».

—¿Qué diablos podría significar eso? —inquirió Cara.

Richard apretó la tira en el puño.

—Es alguna clase de acertijo. Odio los acertijos.