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con el pie, Richard levantó la alfombra. No vio el símbolo que había visto garabateado en el suelo de los pasillos de los otros dormitorios. Eso lo animó en parte.

Lo inquietaba el presagio que había emitido la máquina, el mismo que Lauretta había anotado, pero por el momento estaba mucho más inquieto por Kahlan. No sabía si la profecía «La elección efectuada por una reina le costará a esta la vida» se refería a Kahlan, como lo había hecho la primera, que decía «La reina se come el peón», o no, pero por el momento le importaba más ocuparse de los arañazos infectados de su brazo. Ya se preocuparían por las profecías más adelante.

Además, intentar dilucidar qué significaban las profecías era caminar por arenas movedizas.

Por ahora, quería conseguirle a Kahlan un lugar cómodo, lejos de la máquina, donde Zedd pudiera ponerle un emplasto de hierbas en el brazo para sacar la infección mientras ella disfrutaba de un muy necesario descanso.

Tenía muchas esperanzas de que el lugar elegido fuera seguro, ya que no era uno de los aposentos pertenecientes a lord Rahl. En aquellos dormitorios algo los había estado vigilando. Por supuesto, más tarde había descubierto que había símbolos garabateados fuera de aquellas habitaciones, pero aun así, incluso sin los símbolos, no confiaba en los dormitorios oficiales de lord Rahl. Parecían un blanco demasiado fácil para fuerzas que todavía no comprendía. Hasta que supiera cómo habían sido garabateados aquellos símbolos en pasillos bien custodiados, así como cuál era su fin, no confiaba en que aquellos aposentos fueran seguros.

La habitación escogida estaba apartada. El ala no tenía huéspedes en aquel momento, de modo que no habría nadie cerca, y nadie sabría que ellos estaban allí. Se encontraba varios pisos por encima de la planta baja, por lo que nadie podría entrar desde el exterior. No era grande, pero a Richard no le importaba. Simplemente quería un lugar seguro.

Antes de que él pudiera entrar en la habitación, Cara se abrió paso por delante de él. Benjamín tenía ya hombres de la Primera Fila apostados en cada intersección de pasillos por toda el ala. Rikka estaba un poco más allá, en un lado del pasillo, con Berdine en el otro lado. Ambas llevaban el traje de cuero rojo. Si bien agradecía la presencia de los guardias fuera de la habitación, Richard no confiaba demasiado en que pudieran detener lo que había estado antes allí, observándolos, pues había conseguido burlar sin problemas a los guardias.

En esta ocasión, Richard tenía preparada una pequeña sorpresa por si el misterioso espía volvía a aparecer para hacerles una visita.

Con un brazo alrededor de la cintura de Kahlan, Richard condujo a su esposa al interior de la habitación. Una vez dentro, depositó sus mochilas y demás cosas en el suelo. Cara regresó de su inspección y asintió para indicar que no veía nada en el dormitorio que le provocara inquietud.

—¿Qué piensas? —preguntó a Kahlan.

Richard vio que su mirada evaluaba sólo la cama.

—Me parece bien.

Le alegró ver que miraba la cama con anhelo. Estaba preocupado por ella y quería que durmiera un poco. El rostro de Cara, tras inspeccionar el de Kahlan, reflejó con claridad la inquietud que sentía.

Zedd dio a Kahlan una suave palmada en la espalda al entrar en la habitación.

—Tú instálate, querida. Prepararé un emplasto y regresaré en cuanto pueda para colocártelo en el brazo. Luego necesitas dormir un poco. Eso ayudará más que cualquier otra cosa.

Kahlan asintió. Tenía el rostro ceniciento. Por la expresión de sus ojos verdes Richard supo cuánto dolor sentía. También supo que no quería preocuparle, de modo que no admitiría hasta qué punto se encontraba mal. Pero él podía verlo con claridad meridiana en sus ojos.

Debido a que habían dormido en el suelo en el Jardín de la Vida, Kahlan llevaba sus ropas de viaje, compuestas por unos pantalones, una camisa y botas.

—¿Qué tal si te quitamos esas cosas y te metemos en la cama?

Ella negó con la cabeza y se subió a la cama.

Antes de que abandonaran el Jardín de la Vida, Nathan había intentado curarle el brazo, pero no había tenido mejor suerte que el resto de ellos. Richard confiaba, ahora, en el emplasto de Zedd para que sacara la infección y le proporcionara un poco de sueño reparador.

Zedd se acercó a Richard.

—Iré a hacer el emplasto y regresaré de inmediato. —Señaló con la mano e indicó en voz baja—: Entretanto, sólo por si las moscas, deshazte de esos espejos.

Había un espejo doble sobre un tocador.

—No te preocupes —dijo Richard—. Tengo pensado algo para ellos.

En cuanto Zedd salió, Richard llevó a cabo su propio examen de la habitación. No era que no confiara en el registro efectuado por Cara, pero quería estar seguro. Puesto que era individual y además no demasiado grande, no había mucho que examinar.

Los armarios roperos olían a cedro y estaban vacíos. En el fondo de la habitación había una puerta doble con paneles de vidrio. Con el dorso de la mano, Richard apartó a un lado los cortinajes y miró a través de los cristales a la oscuridad exterior. Parecía haber una terraza pequeña con una planta de hoja perenne en una maceta pegada a la gruesa baranda de piedra. En los jardines situados debajo, Richard vio una patrulla de soldados.

Una vez que Cara se marchó, Richard intentó conseguir que Kahlan se quitara al menos las botas. Ella protestó y dijo que tenía frío y que sólo quería taparse con la manta. Richard sabía que cuando él tenía dolor de cabeza y vomitaba y sentía unas náuseas terribles tampoco quería que nadie le estuviera dando la lata, así que extendió con cuidado una colcha sobre Kahlan y la arropó con ella.

Cuando Kahlan cerró los ojos, fue hasta los cortinajes de la puerta de doble hoja y sacó una cortina. De la mesilla de noche, retiró los dos únicos espejos de la habitación y los colocó sobre el suelo, frente a frente, y usó la cortina para atarlos juntos bien fuerte. Cuando terminó, apoyó el doble espejo emparejado contra el asiento acolchado.

Se sentó luego en el borde de la cama y se inclinó, abrazando a Kahlan para darle calor y hacerle saber que no estaba sola. Ella tenía los ojos cerrados y no dijo nada, pero dejó escapar un suspiro para indicarle que lo agradecía.

Despertó al oír llamar a la puerta. Era Zedd, que regresaba con el emplasto. Richard le entregó el pequeño bote de aum que había recuperado de su mochila, y mientras su abuelo utilizaba una tablilla para mezclar el aum con la mixtura ligeramente amarilla que tenía en un pequeño cuenco, Richard apartó la colcha y extendió el brazo de Kahlan encima de ella para que Zedd aplicara la mezcla.

Kahlan abrió los ojos somnolienta, frunciendo el entrecejo, para ver qué estaba haciendo y por qué perturbaba su sueño. Cuando Zedd le untó abundantemente el brazo hinchado y enrojecido con el emplasto, hizo una mueca de dolor.

—Estará mejor pronto —le dijo él, y Kahlan asintió a la vez que cerraba los ojos.

Zedd colocó un vendaje alrededor de la herida mientras Richard sostenía en alto la muñeca de Kahlan.

—Esto no sólo ayudará a sacar la infección, eliminará el dolor también. También he puesto una cosilla que la ayudará a dormir.

Richard asintió.

—Gracias, Zedd. Me siento más bien preocupado por lo atontada y abstraída que está.

—Simplemente no se encuentra bien y necesita descansar —le aseguró su abuelo a la vez que le daba unas palmaditas en el hombro—. También tú tendrías que dormir un poco.

Richard no creía que pudiera ser capaz de dormir. Todo lo que quería era permanecer en vela y cuidar de Kahlan.

Ambos volvieron la cabeza cuando oyeron un curioso y apagado grito de torturada agonía.

—Queridos espíritus… —dijo Zedd—. ¿Qué demonios ha sido eso?

Richard sonrió a la vez que señalaba con la mano.

—He puesto los dos espejos frente a frente. Creo que algo ha intentado mirar dentro de la habitación y ha visto una cosa que no le ha gustado mucho: su propio reflejo.

Zedd rio por lo bajo, intentando no despertar a Kahlan.

—Eso, muchacho, sí que es magia de la buena.