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qué es eso sobre mí y mi don? —preguntó Nathan mientras se detenía detrás de Richard.
Kahlan vio que el profeta llevaba un papel.
—El brazo de Kahlan que Zedd curó ha empeorado —dijo Richard—. No puede volver a curarlo, y yo me limitaba a decir que, puesto que tu poder no se ve obstaculizado por el hechizo que rodea el palacio, podrías estar más capacitado para sanarle el brazo.
Nathan miró a Kahlan con el entrecejo fruncido. Ella extendió un poco el brazo para que lo viera a la luz de las antorchas. Sentía un martilleo en la cabeza, y todo lo que deseaba era dormir.
—Lo intentaré con mucho gusto —dijo el profeta.
—No servirá de nada —declaró Nicci con irrevocabilidad—. Zedd ya lo hizo. La herida no debería haber reaparecido. Algo más está sucediendo aquí que no vemos o comprendemos. Si Zedd no puede volver a curarlo, entonces tú no deberías ser capaz de hacerlo tampoco.
Kahlan estaba sumamente inquieta respecto a qué más sabía Nicci que no contaba.
—Me temo que tiene razón —admitió Zedd con un suspiro.
Kahlan se incorporó sobre los codos.
—Pero si tú no puedes curarlo…
Zedd le palmeó el hombro y sonrió tranquilizador, con su característico brillo de vuelta en sus ojos.
—No te preocupes, querida. Existen otras cosas eficaces que podemos hacer. Tenemos acceso a una amplia variedad de hierbas en el palacio. No es más que un arañazo y una pequeña infección. He estado curando arañazos e infecciones de este tipo con emplastos y hierbas toda mi vida. Haré uno que te hará sentir mejor en menos de lo que canta un gallo.
—Zedd tiene razón —le dijo Richard—. Siempre se ocupó de mis cortes y rasguños sin la ayuda del don. Incluso llevo conmigo un poco de aum —comentó a Zedd.
Zedd enarcó las espesas cejas.
—¿En serio? Bien, eso será de ayuda para mitigar su dolor mientras el emplasto lleva a cabo su tarea de sacar la infección. —Volvió a palmearle el hombro a Kahlan—. Lo prepararé inmediatamente y haré que te sientas mejor en un abrir y cerrar de ojos.
Kahlan sonrió mientras volvía a tumbarse.
—Gracias, Zedd.
El mago echó un vistazo al suelo, donde ella yacía, y luego alzó los ojos hacia Richard.
—Tenemos que llevarla a algún lugar más cómodo donde pueda descansar.
—Estoy cómoda aquí —protestó Kahlan, a quien no entusiasmaba la idea de que volvieran a vigilarla estando en uno de los dormitorios.
—¿Lo estás de verdad? —Zedd echó una mirada al enorme agujero del centro del jardín—. Esa máquina de ahí abajo ha estado transmitiendo profecías a otras personas mientras dormían; a personas que ni siquiera tienen un atisbo del don. Imagina el poder que debe de emanar de esa máquina para que pueda hacer eso, por no mencionar que lo hace desde el interior de un campo de contención. Sospecho que todo ese poder podría haberte provocado ese dolor de cabeza mientras dormías.
Richard lanzó una mirada de pocos amigos en dirección al agujero del suelo.
—Yo no tengo dolor de cabeza, y he estado durmiendo aquí también.
Zedd alzó un dedo.
—Pero tú tienes el don… ambos lados de él. Más aún, creo que tienes alguna clase de conexión especial con la máquina, de modo que puede no afectarte del mismo modo. Pero podría estar dañando a otros que pasan demasiado tiempo cerca de ella, como Kahlan ha estado haciendo.
Con semblante preocupado, Richard posó una mano tranquilizadora en el hombro de su esposa.
El punzante dolor persistía implacable en la cabeza de esta.
—¿De verdad creéis que la máquina podría ser la causa?
Zedd se encogió de hombros.
—No sabemos gran cosa sobre la máquina. No tenemos ni idea de qué es capaz de hacer, y eso me preocupa enormemente. Podría estar emitiendo un campo de poder que sea el responsable de tu dolor y tus náuseas. Como mínimo sí que sé que, cuando intenté curarte, pude percibir que no estás consiguiendo ni con mucho dormir la cantidad de horas que necesitas para que tu cuerpo tenga tiempo de sanar. Eso te está haciendo susceptible a muchos problemas. Sin el descanso suficiente, esa infección no hará más que empeorar. Por eso creo que es preciso que te llevemos a una cama cómoda… y lo que es más importante, lejos de esta máquina… de modo que puedas conseguir el descanso que necesitas.
Ella tuvo que admitir que tenía sentido. Con todo…
—Hay muchas estancias cómodas en el palacio —le dijo Richard—. Te encontraremos un lugar donde tú puedas descansar y Zedd tratar con tu brazo.
Kahlan volvió a incorporarse sobre los codos.
—¿Y qué hay de los problemas que tuvimos en nuestro dormitorio?
Richard le mostró una sonrisa maliciosa.
—Tengo una idea sobre eso. No te preocupes.
Pero ella estaba preocupada. Kahlan hizo todo lo posible por no hacer caso del martilleo en su cabeza y de las punzadas del brazo.
—Estoy mejor —mintió, y carraspeó, intentando hacer que su voz, cada vez más débil, sonara normal. No sirvió de nada.
—No hablas como si estuvieras mejor —repuso Nathan.
—Hay cosas más importantes de las que preocuparse aparte de estar tan pendiente de mí —dijo ella—. Probablemente fue tan sólo una pesadilla lo que me provocó el dolor de cabeza, y en cuanto a mi brazo, bueno, a veces los arañazos empeoran antes de mejorar. Creo que le estáis dando demasiada importancia.
Ninguno pareció convencido en lo más mínimo. Puede que debido a que Kahlan tampoco estaba convencida ella misma, aunque con más razón porque ella sabía que tenía fiebre. La fiebre hacía que tuviera la voz muy ronca. Cada vez que hablaba ello no hacía más que revelar lo mal que se sentía.
—Todavía creo que yo debería intentarlo —indicó Nathan.
—Si así lo quieres, estaré encantada de ser tu paciente —respondió Kahlan con una voz apagada.
Cuando Nathan pasó junto a Richard, este le preguntó:
—A propósito, ¿qué llevas contigo?
Nathan miró el papel de su mano como si lo hubiera olvidado.
—¡Oh, sí! —Lo agitó en dirección a Richard—. De tu profeta personal, abajo en la biblioteca.
La expresión de Richard se agrió.
—¿Qué dice Lauretta ahora?
—Me temo que suena a algo serio. Por eso vine a buscarte. Es difícil decir a qué se refiere con exactitud, pero es posible que sea otro presagio sobre Kahlan. —Nathan blandió el papel, luego le dio la vuelta para poder leerlo en voz alta—. Dice: «La elección efectuada por una reina le costará a esta la vida».
—¿Quieres decir que piensas que podría ser otro presagio referente a Kahlan? —preguntó Zedd—. Como el primero que decía: «La reina se come el peón».
Nathan sacudió la cabeza.
—No lo sé. No he tenido visiones sobre ello. Podría significar cualquier cosa.
Richard se había quedado lívido. Le arrebató el papel a Nathan y lo leyó como si no lo creyera.
—¿Qué sucede? —preguntó Zedd.
Richard siguió con la mirada fija en el papel un momento antes de alzar los ojos hacia su abuelo.
—Hace unas horas, esta misma noche —dijo con voz sosegada—, la máquina me habló.
Zedd se inclinó hacia él.
—¿Qué quieres decir con que te habló?
La mano de Richard que sujetaba el papel descendió mientras él buscaba las palabras.
—Es más bien difícil de explicar…
Zedd no pareció dispuesto a dejarle escapar con tanta facilidad.
—Creo que necesitas intentarlo en serio.
Richard apretó los labios un instante mientras consideraba cómo explicarlo.
—La máquina me contó que había tenido sueños. Luego quiso saber por qué había tenido sueños.
Las cejas de Nicci se enarcaron.
—¿Te hizo una pregunta?
Richard asintió. Kahlan frunció el entrecejo mientras intentaba recordar en medio de su insoportable dolor de cabeza dónde había oído ella antes aquellas palabras. Le sonaban. Finalmente, lo recordó.
—¿No es eso lo que dijo el muchacho del mercado? ¿Que había tenido sueños? Luego preguntó por qué había tenido sueños. ¿Recuerdas?
—Lo recuerdo —respondió Richard—. Henrik… Y tienes razón. Dijo exactamente las mismas palabras.
La habitación quedó en silencio mientras todo el mundo intentaba asimilar las implicaciones. Por experiencia, habían aprendido que las mismas profecías que transmitía la máquina también llegaban a través de otras personas.
Richard se pasó los dedos por el pelo.
—No fue sólo lo que la máquina dijo. Fue cómo lo dijo lo que me tiene tan inquieto.
—¿Qué quieres decir? —preguntó Nicci—. La máquina graba las cosas que dice en esas tiras de metal. ¿Te dio el mensaje esta vez de un modo diferente?
—No, dijo ambas cosas grabando los símbolos en las tiras de metal, igual que antes.
—Entonces ¿qué quieres decir?
—Todos sabéis el ruido que emite la máquina cuando va a dar una profecía… el repentino estrépito que organiza cuando se pone en movimiento de golpe después de haber estado parada… —Richard vio cómo todos asentían—. Bueno, pues en esta ocasión fue diferente. En lugar de ese repentino inicio a toda velocidad, esta vez empezó poco a poco, sin hacer ruido, como si se despertara.
Zedd alzó los brazos en el aire.
—¡Despertar! ¿Se ha despertado y te ha contado que había estado soñando? ¡Queridos espíritus, Richard, es una máquina!
—Lo sé, lo sé —dijo él, haciendo gestos a su abuelo para que se tranquilizara y escuchara—. Pero empezó a funcionar despacio, con todos los engranajes acelerándose gradualmente. Una vez que estuvo totalmente en marcha, grabó dos tiras: «He tenido sueños», y «¿Por qué he tenido sueños?».
»Sin embargo, lo que fue aún más extraño, es que las dos tiras no estaban calientes cuando salieron de la máquina.
—Siempre están calientes cuando salen —dijo Zedd.
Richard los miró de uno en uno.
—Bueno, pues esta vez salieron de la máquina frías. Las dos.
Zedd se frotó el mentón.
—Eso es raro.
—Estuve ahí abajo el resto de la noche —prosiguió Richard—, esperando para ver si decía algo más. Me dormí durante un rato. Entonces, de pronto, los engranajes empezaron a moverse otra vez, pero del modo acostumbrado, el modo en que habéis visto que sucede… bruscamente, todo a la vez. El repentino estrépito me despertó al instante.
Se inclinó hacia atrás, introdujo la mano en el bolsillo y sacó una tira de metal.
—Después de que la máquina me despertara, justo antes de que oyera chillar a Kahlan y subiera corriendo a ver qué le sucedía —sostuvo en alto la tira de metal—, la máquina emitió el mismo presagio. Y salió caliente de la máquina, como de costumbre.
—¿Qué mismo presagio? —preguntó Zedd con recelo.
Richard indicó con la mano la nota que Nathan volvía a sostener.
—El mismo que ese. «La elección efectuada por una reina le costará a esta la vida».