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flotando todavía de vuelta desde aquel lugar distante que parecía totalmente separado del mundo real, que volvía a empezar a recuperar la nitidez a su alrededor, Kahlan supo que algo no iba bien, tanto con ella como con Richard.

Nicci se puso en cuclillas junto a él, y, por la expresión preocupada que se adueñó de la hechicera cuando le miró a los ojos, que mantenía totalmente fijos, Kahlan supo que algo referente a la curación no había funcionado como debería.

Richard miraba con fijeza al vacío, sin responder a ningún estímulo, mientras el dolor rabiaba en sus ojos. Nicci posó una mano en su hombro y la zarandeó.

La larga melena rubia de la hechicera cayó por encima de su hombro izquierdo, cuando se inclinó por delante de Richard y presionó los dos índices sobre la frente de Kahlan. Kahlan notó que el hormigueo de la Magia de Suma vibraba y cosquilleaba por los nervios de su cuello, hombros y brazos.

Nicci retiró los dedos y a continuación los posó en la frente de Richard. Retrocedió y luego le asestó un empujón en el pecho.

—Suéltala, Richard, suéltala.

Al ver que Richard no respondía, la hechicera rodeó con los brazos a Kahlan y tiró con suavidad de ella para sacarla del rígido abrazo de Richard. Kahlan no se resistió. No sabía por qué quería Nicci que él la soltara, pero captó la preocupación en la voz de la hechicera, en su rostro.

Nicci volvió a depositar a Kahlan en el suelo, e inmediatamente devolvió la atención a Richard.

Ahora que la conexión de este con Kahlan estaba rota, Nicci presionó las palmas de las manos en las dos sienes de Richard.

—Déjalo ir, Richard —le susurró.

Richard jadeó. La vida, la consciencia, volvieron a inundar sus ojos. Kahlan soltó un suspiro de alivio al ver que Nicci había conseguido sacarlo de donde fuera que estuviera. Richard hizo una mueca cuando la hechicera retiró las manos.

—¿Qué haces? —preguntó a Nicci—. ¿Por qué me has detenido?

—Esa sería mi pregunta —dijo Zedd a la vez que aparecía detrás de Richard.

Nicci se dio unos golpecitos en la frente con los dedos que había puesto en las de Richard y de Kahlan, como si indicara a Zedd que lo probara por sí mismo. Zedd se remangó y se arrodilló al otro lado de Richard. Puso dos dedos en la frente de Kahlan, luego alzó la mano e hizo lo mismo con su nieto.

—¿Qué? —preguntó—. ¿Qué se supone que debo percibir?

Nicci lo miró con fijeza.

—¿No percibes nada?

Zedd pareció confundido.

—No. ¿Debería?

Nicci volvió a poner los dedos en la frente de Kahlan, y Kahlan volvió a sentir el breve hormigueo de la Magia de Suma antes de que Nicci repitiera la prueba en Richard.

La hechicera soltó un suspiro.

—Ya no lo percibo. Ahora que la conexión está rota no puedo percibirlo.

—¿Percibir qué? —quiso saber Zedd con el ceño fruncido.

Nicci lanzó una mirada subrepticia a Kahlan.

—No lo sé. Nada, supongo. No es importante, podemos hablar sobre ello más tarde.

Richard se pasó una mano por la cara mientras se recuperaba de la experiencia de intentar curar a Kahlan. Esta no se sentía en absoluto mejor. Richard había sanado cosas mucho peores que aquella herida en otras ocasiones y ella no podía imaginar por qué no había funcionado esta vez. Lo que la tenía más preocupada, no obstante, era por qué Nicci parecía tan trastornada.

—¿Por qué me has detenido? —preguntó Richard con exasperación—. La estaba curando. No me has dejado terminar.

Eso confirmó lo que Kahlan había conjeturado, que a lo mejor sencillamente no le habían permitido terminar. Nicci lo había interrumpido antes de que tuviera oportunidad de finalizar la curación. Pero en cuanto lo hubo pensado, comprendió que no podía ser ese el problema, porque ella había regresado, había recuperado la consciencia, antes de que Nicci entrara y lo interrumpiera. Richard había fracasado antes de que ella los separara.

Tenía que ser alguna otra cosa la que estaba mal.

Nicci soltó un profundo suspiro.

—No estaba funcionando. No la estabas curando, simplemente estabas permitiendo que eso pudiera penetrar en ti e infectarte.

Zedd pareció más perplejo que nunca. Echó un vistazo a Richard, luego al brazo de Kahlan.

—¿De qué estás hablando?

—He visto que algo no iba bien. El flujo de su don al interior de Kahlan había cesado. Algo estaba utilizando su línea vital para introducirse furtivamente en él.

Eso hizo aparecer la alarma en el semblante de Zedd.

La mirada de Nicci pasó a los ojos de Richard.

—¿Lo comprendes? ¿Sabes a qué me refiero?

Richard, con expresión contrariada e impaciente, negó con la cabeza.

—No. No sé qué sentía. No sé qué sucedió. Todo lo que sé es que dolía. Intentaba quitarle ese sufrimiento a Kahlan, y pareció descontrolarse.

—Richard cura por instinto, mediante la empatía —explicó Zedd a la hechicera—. Puede que haya crecido sin saber que poseía el don, y sin aprender cómo debe hacerse, pero le he visto curar cosas que yo no puedo.

—Yo también —repuso Nicci—. Utiliza su don de un modo único, pero no estaba curando eso.

—¿Estás segura? —preguntó el anciano mago.

La hechicera asintió.

—He podido evaluar el flujo de poder cuando la palpé a ella, y luego cuando lo palpé a él. Estaba desequilibrado. El dolor estaba adquiriendo control sobre él. Debería haber sido a la inversa. Su don debería haber controlado el dolor mientras vertía su poder curativo dentro de ella, pero no lo hacía. Puede que estuviera actuando por instinto, o haciendo lo que ha hecho en el pasado, pero esta vez estaba tratando con algo diferente, algo peligroso, y no estaba funcionando. —Echó una mirada a Kahlan—. ¿Lo estaba?

Kahlan tuvo que admitir que lo que Nicci decía tenía sentido.

—No. Y no lo comprendo. Me ha curado otras veces.

—Eso es cierto —dijo Richard—. ¿Por qué no funcionaba esta vez?

—No lo sé, Richard, pero por alguna razón el problema que intentabas curar actuaba como una contaminación. Imagino que podrías decir que es como cuando cuidas a un enfermo, que en ocasiones acabas contrayendo lo que tiene.

—Pero se supone que el don tiene que protegerme de eso.

—El muchacho tiene razón —terció Zedd.

Nicci pareció reacia a responder.

—Podría ser simplemente que con algo de guía para llenar los espacios en blanco en tu inexperiencia en el uso de la magia pudieras no haber tenido ese problema. No puedo asegurarlo…

Zedd no perdió tiempo discutiendo o haciendo preguntas.

—Bueno, es evidente que los arañazos que curé antes han tenido una recaída. Parecen infectados. Es necesario que solucione eso antes de que hagamos nada más.

—Estoy de acuerdo —dijo Richard a la vez que retrocedía para dejar paso a Zedd.

—No estoy tan segura de que sea una buena idea en estos momentos —dijo Nicci por lo bajo, un tanto enigmáticamente.

Zedd pareció desconcertado por su renuencia.

—Bueno, lo que no creo que sea una buena idea es dejar que esa infección siga adelante sin ponerle freno. Podría acabar perdiendo el brazo. Peor aún, si la infección empeora y pasa a otras partes del cuerpo podría resultar fatal.

Nicci vio la ansiedad en el rostro de Kahlan y transigió con una inclinación de cabeza y un suspiro.

—Tienes razón, Zedd. Pero deja que te ayude.

—Me irá bien cualquier ayuda —respondió el abuelo de Richard mientras se inclinaba sobre Kahlan y presionaba la mano sobre su frente. Nicci colocó su propia mano sobre la de él.

Kahlan sintió al instante el fluir del don de Zedd recorriéndola. Sintió, también, el cosquilleo diferente de la magia de Nicci. Si bien eran similares, cada una producía una sensación única. Entremezcladas como estaban, la sensación era cálida y reconfortante, pero de un modo muy distinto a la de calidez y confort del don de Richard. Sabía que el don de Zedd producía una sensación distinta, de modo que no le preocupó, y también reconoció el contacto inimitable del poder de Nicci. La combinación de los dones de ambos era embriagadora.

Pero también le pareció que percibía la sombra de algo más, algo oscuro, que se tensaba agresivamente en su interior.

Con la misma rapidez con que lo pensó, Kahlan se vio barrida por el torrente de poder que emanaba de Zedd y de Nicci. Volvió a sentir aquella pérdida de conciencia del tiempo y del lugar a medida que cálido resplandor de la magia la inundaba. Pudo sentir cómo Zedd disipaba el dolor de un modo muy parecido a como lo había hecho Richard, pero con una especie de veloz y experimentada precisión.

Súbitamente, todo paró. En un abrir y cerrar de ojos, la mezcla del poder de Zedd y de Nicci desapareció.

Kahlan abrió los ojos a la vez que respiraba entrecortadamente. Había parecido que había estado bajo su influencia tan sólo un momento fugaz, pero sabía por experiencia que podrían haber transcurrido fácilmente una hora o dos.

Zedd se echó hacia atrás y lanzó una mirada preocupada a Nicci.

—No es Richard. Pasa algo. La única diferencia es que yo sabía lo suficiente para retirarme. Richard no. —Apretó los labios en un silencioso desagrado antes de añadir—: Yo tampoco puedo curarla.

Nicci lo contempló fijamente.

—¿Lo has percibido, entonces?

Kahlan se preguntó qué era aquel «lo» que se suponía que él tenía que percibir.

Zedd efectuó una mueca de contrariedad.

—No lo sé. Jamás he percibido nada que se le pareciera. Es nuevo para mí. No tengo ni idea de por qué no podía pasar, pero no podía.

La mirada de Nicci permaneció clavada en el mago.

—¿Qué has sentido?

Las arrugas del rostro de Zedd habían adoptado un aire de preocupación mientras Nicci y él compartían una mirada.

—No lo sé. Algo… algo oscuro.

Nicci dejó ver únicamente un levísimo atisbo de comprensión, pero no dijo nada.

Kahlan no sabía con certeza de qué hablaban, pero reconoció que ambos compartían un silencioso entendimiento mutuo, y también sabía que había notado tensarse algo en su interior al recibir el contacto de la magia de ambos.

La alarma de la Madre Confesora creció.

—A lo mejor Nathan podría ayudar —sugirió Richard, sin advertir lo que Kahlan había visto entre Zedd y Nicci—. Es un Rahl. Puede que sea más capaz de hacerlo, ya que su don funciona mejor en el palacio. A lo mejor eso es todo lo que hace falta.