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richard era incapaz de imaginar qué podía significar todo aquello: qué era realmente la máquina, quién la había construido, y por qué la habían tapiado allí hacía tanto tiempo.

Y lo que era peor, por qué había despertado de repente de su largo letargo.

Supuso que cualquiera que hubiera sido el propósito de la máquina en una ocasión, esta podría haber caído en desuso y, siendo tan enorme, podría no haber valido la pena tomarse la molestia de desmantelarla, así que sencillamente la habían tapiado y olvidado.

Con todo, hasta donde él sabía, podría muy bien ser que la máquina hubiera sido encerrada herméticamente porque había sido una fuente de problemas. No sería la primera vez que las profecías habían causado problemas.

Pero nada de eso explicaba por qué había resucitado ahora.

Incapaz de dar respuesta a ninguna de aquellas preguntas por el momento, Richard volvió la cabeza hacia su abuelo.

—Así pues, ¿qué has conseguido averiguar sobre la naturaleza de esta cosa?

Zedd parecía un tanto exasperado, e incluso un poco avergonzado. Dirigió una veloz mirada a Nathan y a Nicci antes de responder:

—Nada, me temo.

Eso no era lo que Richard había estado esperando oír, y mucho menos de Zedd.

—¿Nada? ¿Nada en absoluto? Tienes que haber sido capaz de averiguar algo.

—Me temo que no.

Richard extendió las manos en un gesto de frustración.

—Pero utiliza magia. ¿No puedes al menos decir algo sobre la magia que utiliza?

—Eso dices tú. —Zedd posó una mano sobre la máquina—. No podemos detectar ninguna magia. La máquina ha estado tan silenciosa como esta tumba en la que descansa. Por lo que podemos ver no es más que una colección inerte de engranajes, palancas, ruedas, trinquetes y ejes. Miramos abajo, a su interior, lo mejor que pudimos, pero eso no nos proporcionó nada que fuera útil. Todos los mecanismos internos parecen hechos de metal corriente, si bien a gran escala.

Richard se pasó los dedos por los cabellos.

—Entonces ¿qué hizo girar los engranajes cuando estuvimos aquí abajo?

Zedd se encogió de hombros.

—Hemos hecho todo lo que se nos ha ocurrido para ponerla en marcha, o que haga algo que revele su naturaleza, pero permanece en silencio. Le hemos introducido filamentos mágicos, usado hechizo de análisis en ella, y enviado sondas conjuradas, pero no revelan nada.

—A lo mejor eso se debe a que el palacio debilita tu poder —sugirió Richard.

—Siendo un Rahl, mi poder funciona a la perfección aquí, dentro del palacio —dijo Nathan a la vez que pasaba una mano por encima de la máquina—, sin embargo mi poder sirvió de tan poco como el de Zedd.

Richard se volvió hacia Nicci. Ella poseía habilidades diferentes que las de Zedd y Nathan. Podía esgrimir Magia de Resta. Tenía la esperanza de que quizá con su excepcional don la hechicera pudiera percibir un indicio de magia que ni Zedd ni Nathan podían captar.

—Tú tienes que poder decir algo sobre ella.

Ella negaba ya con la cabeza antes de que él hubiera terminado la frase.

—Es como Zedd dice. Ninguno de nosotros puede detectar la menor magia. Kahlan me contó todo lo que la máquina hizo cuando la encontrasteis. La ranura donde descubristeis las tiras de metal con los símbolos en ellas está vacía. No ha hecho más desde las que hallasteis.

Richard profirió un suspiro de contrariedad.

—Pero ¿cómo hace todas las cosas que hace?

Nicci descruzó los brazos para alargar una mano hacia la máquina.

—¿Hace qué? No ha girado un engranaje, ni emitido una pizca de luz, desde que bajasteis aquí abajo. Está tan quieta y silenciosa como lo ha estado durante, probablemente, miles de años.

—Pero todas esas piezas de ahí dentro se movían y giraban, todas iluminadas con una extraña luz anaranjada.

—Yo también lo vi —dijo Kahlan—. No lo imaginamos.

—No decimos que os lo imaginarais —repuso Zedd a la vez que retiraba la mano de la parte superior de la máquina y suspiraba—, sólo que no la hemos visto hacer ninguna de esas cosas. A menos que vuelva a cobrar vida, no podemos verle el menor sentido.

Lo cierto era que a Richard le producía un gran alivio que la máquina no funcionara. Era un problema menos del que ocuparse. Todavía tenían pendiente la irritante cuestión de las profecías, y lo que menos necesitaban era que se añadiera a estas la máquina.

Posó una mano sobre la parte superior de la máquina.

En cuanto la tocó, el suelo retumbó con el estruendo de la potencia de todas las pesadas piezas del interior al ponerse en movimiento.

Con un amortiguado ruido que sacudió el suelo, un haz de luz salió disparado del centro de la máquina, igual que un relámpago en la oscuridad, proyectando el símbolo arriba, en el techo, el mismo símbolo que habían visto la última vez, el mismo símbolo que había en el lateral de la máquina y en el libro Regula. A la vez que giraban engranajes enormes del interior, lo mismo hizo el emblema escrito con líneas luminosas en el techo.

Zedd y Nathan corrieron hasta la máquina y se inclinaron para mirar por la ventanilla.

Zedd señaló, hablando por encima del estruendo y el traqueteo de todos los enormes engranajes girando unos contra otros.

—Mirad ahí abajo. Está moviendo una tira metálica a través del mecanismo, tal y como Richard lo describió.

Nicci puso las palmas de las manos sobre la máquina, al parecer intentando percibir su poder.

Dio un salto atrás al instante, con una ahogada exclamación de dolor.

—Tiene un escudo protector —dijo, acariciándose los doloridos codos y hombros.

Zedd acercó con cautela una mano a la máquina, para ponerla a prueba, pero más levemente de lo que había hecho Nicci. También él tuvo que retirar a toda prisa la mano. La sacudió como si hubiera tocado fuego.

—Córcholis, Nicci tiene razón.

—Ahí —indicó Nathan, y señaló a la ventanilla, teniendo cuidado de no tocar la máquina—. La tira de metal se está moviendo a través de ese brillante haz de luz.

Todos aguardaron en silencio mientras Nathan y Zedd miraban con atención por la ventana. Richard pudo ver líneas luminosas, partes de los emblemas, danzando en las facciones de sus amigos.

La tira metálica cayó en la ranura.

Richard sujetó la muñeca de Zedd.

—Cuidado, estará muy caliente.

Zedd se lamió los dedos y luego extrajo la tira de metal de la ranura y la arrojó rápidamente encima de la máquina.

Richard pudo ver con claridad los nuevos emblemas que acababan de ser grabados a fuego en el metal. Todavía ascendían volutas de humo de ellos. Con un dedo hizo girar la tira para ver mejor los dibujos.

—¿Alguna idea de lo que dice? —preguntó Nathan.

Richard asintió mientras asimilaba la colección de símbolos.

—Sí, dice: «El peón se come la reina».

—Como antes —dijo Kahlan.

—Me temo que…

—Mirad —los interrumpió Nicci, señalando a la ventanilla—. Está haciendo otra.

En cuanto esta cayó en la ranura, Richard la agarró y arrojó a toda prisa el metal ardiente sobre la parte superior de la máquina.

Pestañeó ante lo que vio.

Mientras lo miraba fijamente, Kahlan le puso una mano en el brazo.

—Richard, ¿qué pasa?

—¿Qué sucede? —preguntó Zedd—. ¿Qué dice?

Richard alzó por fin la vista de la tira de metal para mirar a su abuelo y luego a los demás.

—Lo que dice no sale de esta habitación. ¿Comprendido?