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richard volvió la atención a Benjamín, que estaba un poco apartado con Cara y Nyda, observando.
—Necesito que hagáis algo, general.
Benjamín dio un paso al frente.
—¿Sí, lord Rahl?
Con el extremo posterior de su pluma, Richard indicó el techo.
—Necesito que llevéis a un equipo de trabajo al Jardín de la Vida y hagáis que arreglen el techo de cristal. Hay que hacerlo lo antes posible.
Benjamín se dio un golpe en el corazón con el puño.
—Me ocuparé de ello, lord Rahl.
—Zedd, Nathan, Nicci, mientras Berdine y yo estamos trabajando en esto, ¿por qué no bajáis ahí y veis qué podéis averiguar sobre la máquina?
Zedd asintió.
—Sí, quiero echarle un vistazo personalmente.
—Y Benjamín, necesito que hagáis algo más. —Richard señaló atrás, por encima de su hombro—. ¿Veis esa esquina en la pared? En realidad no tiene sentido que en esta habitación haya un ángulo así. Quiero un plano de la planta de esta zona del palacio.
Benjamín echó una ojeada al ángulo.
—¿Un plano de la planta?
—Sí, quiero saber qué hay debajo del Jardín de la Vida, además de la máquina. Quiero saber hasta dónde baja la máquina a través del palacio. Quiero saber con qué estamos tratando. Quiero saber dónde está el fondo de la máquina. No estamos tan por debajo del nivel del jardín, de modo que sospecho que descubriréis que la máquina está detrás de ese curioso ángulo de esta habitación.
Berdine miraba con el entrecejo fruncido al curioso saliente.
—Lord Rahl, esa estantería de ahí atrás, contra esa pared…
—Lo sé —repuso él con calma—. Es donde encontramos este libro. Esa es otra razón de que sospeche que la máquina está al otro lado de esa pared. Quiero saber hasta qué profundidad desciende a través del palacio.
Benjamín pasó un pulgar por detrás del cinto.
—Mientras trabajáis en la traducción de los símbolos, lo averiguaré, lord Rahl.
—Nyda y yo ayudaremos —dijo Cara—. Las mord-sith estamos muy familiarizadas con todos los pasillos… públicos y privados. Tenemos que movernos con rapidez a través del palacio en caso de que haya alguna vez un ataque, de modo que conocemos todos los vestíbulos, habitaciones y pasadizos secretos.
—Estupendo —repuso Richard—. Con suerte, tendremos estas tiras descifradas antes de que acabéis de trazar el plano.
Nathan meneó un dedo por encima del libro.
—¿Y hay información suficiente en el libro para descifrar todos los símbolos?
—Sí, eso creo —contestó Richard.
Nathan no pareció satisfecho.
—Si eso es cierto, si el libro es un medio para traducir los símbolos, y toda la información que necesitas está ahí, ¿qué parte del libro falta? ¿Qué parte fue llevada al Templo de los Vientos?
Richard alzó la mirada y la clavó en el profeta un instante antes de hablar.
—Según lo poco que dice sobre ese tema, la parte que llevaron al templo para ponerla a buen recaudo es la explicación del propósito de la máquina.
—Eso no resulta muy reconfortante —manifestó Zedd.
Kahlan también halló aquella idea harto inquietante. Sin conocer el propósito de la máquina, no sabían en realidad con qué estaban tratando. El que la máquina hubiera sido escondida a cal y canto le parecía un mal presagio.
Richard deslizó una mano alrededor de la cintura de su esposa y cambió de tema.
—¿Por qué no vas con ellos?
Kahlan lo miró frunciendo el entrecejo.
—¿Por qué?
—Las traducciones que ya hiciste son lo que necesitaba. Es probable que Berdine y yo vayamos a pasar aquí el resto de la noche. No hay nada más que puedas hacer por ahora. ¿Por qué no descansas un poco? Creo que estarás a salvo de esos ojos ocultos en el Jardín de la Vida. A lo mejor podrás dormir un poco mientras Berdine y yo trabajamos en el descifrado de los símbolos y Zedd y los otros investigan la máquina.
—Cuidaremos de ella, Richard —dijo Nicci—. No habrá ojos ocultos mirándola mientras duerme.
—Gracias, Nicci. Zedd, tal vez cuando estés en el jardín podrías curar la mano de Kahlan. Está empeorando.
La expresión del mago reflejó preocupación.
—Desde luego.
Kahlan reparó en que no la sorprendía que Richard supiera lo mucho que le dolía la mano. Era prácticamente imposible ocultarle nada a Richard.
Cuando oyó el lejano aullido, su mirada se vio atraída hacia las altas ventanas, pero comprendió que no provenía de ellas. Tenía que haber llegado de alguna otra parte, pero no podía decir de dónde.
Recordó la profecía que la mujer le había dado a conocer antes de morir, que cosas oscuras, cosas salvajes, irían a por Kahlan en la noche. El recuerdo de las palabras de la mujer: «Cosas oscuras acechándoos, dándoos caza. No podréis escapar de ellas», le produjo un escalofrío.
Cuando advirtió que nadie más parecía haberlo oído, pensó que debía de haber oído simplemente algún otro sonido casual y lo había confundido con el aullido de un lobo. Richard tenía razón, estaba cansada. Estaba dejándose llevar por su imaginación.
Besó la mejilla de Richard y luego deslizó la mano por la parte posterior de sus hombros al pasar. Él le capturó la mano. Kahlan deseó más que nada que él pudiera ir a tumbarse con ella, a hacerle compañía, a mantenerla a salvo. Su mano resbaló finalmente fuera del delicado apretón a medida que seguía a los demás de camino al Jardín de la Vida.