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richard sostuvo la refulgente esfera por delante de él mientras descendía lentamente por la espiral de peldaños en forma de cuña. No había barandilla, lo que convertía en traicionero el descenso al interior de la oscuridad, en especial porque gran cantidad de escombros del suelo del Jardín de la Vida que había caído dentro de la habitación situada sobre ellos había ido a parar a su vez a la escalera de caracol. Richard tenía que parar en algunos lugares para apartar con el canto de la bota y cascotes, de modo que pudieran pisar con seguridad.

Siguieron bajando al interior de las tinieblas, hasta que el opresivo hueco por el que descendía la escalera de caracol fue a dar a una habitación oscura y sumida en un silencio sepulcral. La luz de la esfera que Richard sostenía proyectaba sólo suficiente iluminación para ver que la sencilla habitación estaba construida con bloques de piedra. No había puertas ni otras aberturas. La habitación estaba vacía, salvo por lo que parecía ser un bloque de piedra colocado en el centro.

—¿Qué podría ser este lugar? —preguntó Kahlan.

Richard sacudió la cabeza mientras miraba a su alrededor.

—No lo sé. No parece gran cosa. A lo mejor no es más que un vieja sala de almacenamiento.

—No tiene el menor sentido que sellaran una sala de almacenamiento del modo en que fue sellado este lugar.

—Supongo que no —concedió él.

Kahlan tenía razón. No parecía que hubiera existido nunca ningún acceso fácil al lugar.

Mientras él se adentraba en la sombría habitación, esferas de proximidad colocadas en soportes empezaron a resplandecer. Para cuando hubo dado toda la vuelta al perímetro de la habitación las cuatro esferas, una en cada pared, habían cobrado vida, si bien débilmente. Cada esfera aumentaba su intensidad cuando se acercaba y la atenuaba cuando él se alejaba. Aun así, proyectaban luz suficiente para desterrar bastante de la oscuridad y permitir ver.

Paseando la mirada por la habitación en busca de cualquier señal de para qué podría haber sido usada, Richard reparó en el bloque monolítico que descansaba en el centro de la estancia. Pensó que podría ser un bloque sobrante de piedra de los utilizados en la construcción de las paredes del palacio. Lo único que le pareció curioso fue que estuviera perfectamente centrado en la habitación, como si lo hubieran colocado con sumo cuidado. Sin embargo, no servía a ningún propósito estructural por lo que él podía ver.

Copos de nieve descendieron despacio y penetraron en la habitación para mezclarse con el polvo que ellos habían levantado. En lo alto, la tormenta bramaba, pero los restos del viento racheado no conseguían llegar tan abajo. Los copos de nieve, capturando la luz de las esferas de proximidad, centelleaban a la lóbrega luz.

Un rápido registro alrededor confirmó que la habitación carecía de puertas. No había otras escaleras ni aberturas de ninguna clase. No había otra forma de salir que la escalera de caracol que los había conducido al interior de aquella silenciosa habitación que recordaba a una tumba.

Richard no sabía por qué, pero el lugar le estaba erizando los pelos del cogote.

La silenciosa habitación daba la sensación de ser un lugar construido deliberadamente para ser sellado y olvidado. Pero ¿por qué iba alguien a sellar y enterrar una habitación vacía?

Kahlan se le acercó muy despacio.

—Algo en esta habitación resulta escalofriante.

—Tal vez porque es un callejón sin salida. No hay otro modo de salir que por donde hemos entrado.

—Quizá —dijo ella—. Te aseguro que no me gustaría quedar atrapada aquí dentro. Nadie te encontraría jamás. ¿Por qué sellarían este lugar como si fuera una tumba?

Richard volvió a negar con la cabeza. No tenía respuesta.

Medio esperó ver huesos en el suelo, pero no había ninguno. Existían criptas funerarias en los confines inferiores del palacio, pero el Jardín de la Vida estaba en lo alto, y además, las tumbas eran lugares espléndidos pensados para venerar a los difuntos. Ninguna tenía el aspecto desolado de esa habitación.

Al pasear la mirada con más detenimiento, Richard distinguió algo apoyado en la pared opuesta. Pensó que podría ser un bloque de piedra que sobresalía un poco más que el resto. Alargó la esfera hacia adelante para ver mejor a la vez que se inclinaba. Retiró con la mano una capa de polvo y pedacitos de granito de la superficie y vio que eran pequeñas tiras de metal, apiladas en montones compactos y ordenados.

Tomó una tira de metal y la hizo girar a la luz, intentando deducir qué era. Cada una era sólo un poquitín más larga que su dedo más largo, y lo bastante blanda para que pudiera doblarla con facilidad. Todas las tiras parecían idénticas por lo demás. Apiladas uniformemente como estaban, y cubiertas de polvo y suciedad, toda su masa parecía parte de la pared, como una repisa en la piedra.

Kahlan se inclinó muy cerca de ellas, intentando ver mejor.

—¿Qué crees que son?

Richard enderezó la tira de metal y la devolvió a su lugar, encima de uno de los montones.

—No tienen ninguna marca. No parecen ser otra cosa que simples tiras de metal.

La mirada de Kahlan recorrió la pared.

—Están amontonadas alrededor de la habitación. Debe de haber decenas de miles de ellas, tal vez cientos de miles. ¿Para qué podían ser, y por qué están aquí?

—Parece como si las hubieran dejado aquí y se hubieran olvidado de ellas. O podría ser que las hubieran escondido.

Kahlan arrugó la nariz.

—¿Por qué esconder unas tiras lisas de metal?

Richard sólo pudo encogerse de hombros mientras miraba a su alrededor, intentando ver si la habitación contenía pistas acerca de cuál era su propósito. El lugar no parecía tener el menor sentido. Raspó el suelo con la bota. Era de piedra, cubierto con lo que probablemente eran miles de años de polvo y granito desmenuzado de las paredes. Aunque sabía que había un techo abovedado arriba, el techo allí abajo era plano, probablemente enlucido pero ahora del mismo color oscuro y deslucido que las paredes.

En conjunto, aparte de las tiras de metal y el curioso bloque de piedra del centro, era una habitación común y corriente. Salvo, quizá, porque no conducía a ninguna parte. De no haberse desplomado el suelo del Jardín de la Vida, no habría habido modo de penetrar allí. De no ser porque el techo se había venido abajo, la habitación podría perfectamente haber seguido sin ser descubierta unos cuantos miles de años más.

Mientras Kahlan pasaba los dedos por la pared, en busca de cualquier indicio de escritura tallada en la piedra, o tal vez un pasadizo oculto, Richard concentró la atención en el bloque cuadrado que descansaba en el centro de la lóbrega estancia. Curiosamente, el suelo de piedra finalizaba de repente poco antes de llegar al bloque, dejando un canalón estrecho de suciedad alrededor de él. El bloque le llegaba a Richard hasta un poco más arriba de la cintura. Si Kahlan y él hubieran alargado los brazos desde lados opuestos, no habrían podido tocarse los dedos. No se le ocurría ni remotamente qué podía ser, o qué hacía aquello allí.

Richard se agachó, moviendo por delante la refulgente esfera para ver mejor, y pasó la palma de la mano por la superficie lateral. Le sorprendió advertir que la superficie no era piedra, como había pensado, sino metal pesado y compacto.

Frotó con la mano para retirar el polvo y la mugre de siglos. La superficie del metal estaba corroída y sucia, lo que le daba el mismo aspecto que la piedra de la habitación, pero no podía haber ninguna duda, era metal. Bajo la suciedad, allí donde pasaba la mano sobre la superficie, el metal centelleaba a la luz de la esfera.

—Mira esto —dijo Richard.

Kahlan volvió la cabeza.

—¿Qué es?

Richard asestó un puñetazo al objeto. Aun cuando parecía ser extraordinariamente pesado, pudo advertir por el sonido que estaba hueco.

—Esta cosa está hecha de metal. Y mira esto, aquí.

Alargó la esfera para que ella pudiera ver mejor mientras iba a colocarse junto a él. Había una pequeña ranura, que empezaba en la parte superior y descendía por un lado del objeto. Algunas de las curiosas tiras de metal estaban apiladas en la ranura.

Kahlan retiró una de las tiras y la inspeccionó. Por lo que Richard pudo ver carecía de cualquier marca, igual que todas las demás apiladas contra la pared.

Richard frotó con la mano para eliminar la suciedad de aquel lado del objeto.

—Hay alguna clase de emblema o algo en este lado. Resulta difícil decir qué es.

Con un violento golpe sordo que hizo temblar el suelo y estremecerse a ambos, un haz de luz salió disparado del centro de la parte superior. La tierra del espacio entre el monolito de metal y el suelo de piedra, agitada por el fuerte golpe, se elevó en el aire.

Al unísono, Richard y Kahlan dieron un paso atrás.

—¿Qué has hecho?

—No lo sé —respondió Richard—, estaba restregándola con la mano para quitar la porquería y ver qué tiene en el lado.

Un profundo gemido mecánico empezó a sonar en el interior del objeto. Chirridos de metal contra metal. El sonido, como de pesados engranajes moviéndose, aumentó en intensidad como si aquello cobrara vida. Richard y Kahlan retrocedieron un poco más, sin saber qué hacer.

De improviso, la luz que había salido disparada del centro de la parte superior cambió a un color ámbar.

Richard se inclinó hacia adelante y vio que había un agujero pequeño en la parte superior por el que salía la luz.

Fue entonces cuando vio un atisbo de más luz que surgía por una abertura pequeña en el otro lado del objeto. Lo rodeó a toda prisa y retiró con la mano la suciedad de la superficie de metal. Una hendidura de dos palmos de ancho estaba tapada por un trozo de cristal grueso, creando una especie de ventanilla en la parte superior.

El cristal era grueso y ondulado, pero con la ayuda de la luz que surgía del fondo Richard pudo mirar por la ventanilla al interior de la caja de metal. Vio que toda la caja estaba repleta de engranajes, ruedas, palancas y partes móviles, todo ello ensamblado para crear una máquina compleja que estaba en movimiento.

Algunas de las palancas y los ejes que sujetaban las partes de menor tamaño eran pequeños, gruesos tan sólo como su meñique. Pero algunos de los bloques de ensamblaje que sujetaban los ejes de mayor tamaño tenían que pesar cientos de kilos. El diámetro de varios de los engranajes sobrepasaba la estatura de Richard, con dientes de más de un palmo de anchura. La pesada estructura que lo mantenía todo unido era impresionante no tan sólo en tamaño sino en complejidad.

Las superficies de todos los mecanismos que había allí dentro estaban oxidadas. A medida que los engranajes giraban y los dientes se engranaban unos con otros, la superficie de esos dientes se escoriaba, de modo que el metal, allí donde rozaba entre sí, quedaba bien pulido y brillaba. Polvo rojizo producto de incontables siglos de inactividad estaba siendo raspado y eliminado. Empezó a flotar por el interior de la caja de metal, dando la impresión de que había una niebla herrumbrosa dentro.

Cuando Richard intentó mirar a través del polvo que flotaba dentro, no pudo ver un fondo. Era difícil ver más allá de todos aquellos complejos e intrincados mecanismos, palancas voluminosas, ejes gruesos como muñecas y ruedas con engranajes enormes, pero consiguió ver atisbos de aún más partes mecánicas más abajo, descendiendo a una gran profundidad, hasta que las capas de mecanismos interiores ocultaron la visión del fondo. La neblina de polvo y óxido removidos hacía que el interior de la máquina pareciera lleno de humo.

Richard se desplazó un poco para que Kahlan pudiera echar una mirada por la estrecha ventanilla. Al hacerse a un lado, descubrió otra abertura en el lateral de la máquina no muy lejos, a la izquierda. Se agachó, manteniendo cerca la esfera de luz. La abertura no era más que un canal estrecho. Unas cuantas piezas de las mismas tiras de metal estaban metidas en el orificio.

Kahlan señaló al techo.

—Richard, mira.

La luz que salía del diminuto agujero en el centro de la parte superior de la máquina proyectaba un símbolo sobre el techo.

El dibujo trazado con líneas de luz daba vueltas despacio al tiempo que los engranajes del interior giraban.

Mirando por la ventanilla, Richard pudo ver que ruedas y engranajes alineaban agujeros en placas metálicas sobre el haz de luz para poder proyectar una colección de elementos emblemáticos en el interior del aislado símbolo que aparecía en el techo, mientras otros engranajes más hacían girar todo el montaje, rotando la imagen proyectada.

—Es el mismo emblema que hay en el lado de la caja.

—¿Qué produce la luz? —preguntó Kahlan.

—Parece ser algo parecido a la luz que sale de las esferas de proximidad.

Richard rodeó la máquina, apartando con la mano la costra de polvo de su largo sueño. Cada lado tenía el mismo emblema… el mismo símbolo que estaba proyectado en el techo, dando vueltas sobre sus cabezas.

Richard clavó la vista en la proyección del techo a la vez que el reconocimiento lo inundaba.

—Queridos espíritus… —musitó en voz muy baja.