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richard cerró la puerta de doble hoja tras él. Le habían dicho que Kahlan lo esperaba, y estaba ansioso por verla, por alejarse de todos y estar a solas con ella.

Cuando penetró en el dormitorio ella lo contempló en el espejo. Estaba sentada en un banco acolchado ante el tocador, cepillándose la melena.

—¿Cómo te fue con los representantes? —preguntó él.

—Al final vieron lo acertado de dejarnos las profecías a nosotros.

A pesar de lo cansado que estaba, y lo mucho que le preocupaba lo que había sucedido en la mazmorra, Richard no pudo por menos que sonreír al ver el centelleo de sus hermosos ojos verdes mientras depositaba el cepillo en el tocador y se ponía en pie de cara a él.

—Eso es un alivio, pero sabía que podías hacerlo. —Richard le rodeó la cintura con un brazo a la vez que con un dedo de la otra mano le apartaba un mechón de pelo de la cara—. Me alegro de que estuvieses ahí para encargarte de ello. Me temo que yo no habría hecho más que enojarme y asustarlos terriblemente. Carezco de tu paciencia para la diplomacia. ¿Qué les dijiste para convencerlos?

—Los amenacé con cortarles la cabeza si no lo hacían.

Richard rio ante la broma, luego le besó la frente.

—Imagino que utilizaste tus encantos para que obedecieran y al terminar los tenías totalmente dominados.

Kahlan apoyó los antebrazos en los hombros de su esposo y enlazó las manos detrás de su cabeza.

—Richard, puede que los haya disuadido por el momento, pero está sucediendo algo más de lo que vemos.

—No te lo voy a discutir.

—¿Qué tenía que decir la mujer que mató a sus cuatro hijos?

Richard suspiró a la vez que dejaba que sus brazos resbalasen por la cintura de Kahlan.

—Dijo que van a suceder cosas terribles, de modo que mató a sus hijos para salvarlos de ellas.

—¿Qué cosas terribles?

—Se lo pregunté. No dijo nada en claro. Luego cayó muerta, justo como la mujer que intentó matarte ayer.

—¿Murió? ¿Del mismo modo, simplemente cayó muerta de repente?

—Eso me temo. Se retorció y murió igual que la mujer que tocaste. Eso parecería confirmar que no tuvo nada que ver con que utilizaras tu poder.

Al mismo tiempo que Kahlan se daba la vuelta para mirar al vacío, pensativa, Richard paseó la mirada por la espaciosa habitación. Los blancos paneles del techo artesonado estaban decorados con molduras doradas en formas geométricas. La pared tras la cama estaba cubierta de una mullida tela acolchada color marrón, y la cama tenía un dosel con suficiente tela transparente para hacer que los altos postes de las esquinas, tallados en forma de estilizadas figuras femeninas, tuvieran todo el aspecto de que unos buenos espíritus extendían alas de delgadísima gasa. Unas sillas, muy barrocas, colocadas frente a un canapé, estaban tapizadas en tela de raso a rayas color verde gris.

—No conocía esta habitación.

—Tampoco yo —dijo Kahlan—. Tuve un día duro con los dignatarios, así que me tumbé y descansé un rato. No tuve la sensación que de me estaban observando, como me sucedió la última vez. A lo mejor esta habitación está lo bastante alejada de las otras dos como para que esos ojos ocultos no vayan a encontrarnos aquí y podamos disfrutar de un buen sueño reparador.

—Eso me iría bien —repuso Richard, distraídamente, mientras escrutaba la habitación en busca de cualquier indicio de que alguien, o algo, los observara. No percibió nada fuera de lo corriente.

El dormitorio era mucho más grande que los otros dos que habían usado. Unos roperos altos estaban uno enfrente del otro en un nicho situado a un lado de la cama. Delante de las sillas había un canapé de aspecto cómodo con una mesa baja provista de una fuente repleta de frutos secos. Richard tomó un par de orejones de manzana y se los comió mientras recorría la habitación, buscando cualquier indicio de que algo estuviera fuera de lugar, cualquier indicio de problemas.

Ya tenían suficientes.

Estaba más que seguro de que todos los representantes habrían querido saber por qué no había estado él allí. También estaba seguro de que Kahlan les había contado que estaba ocupándose de lo que les preocupaba. Probablemente pensaron que se los desairaba, que él hacía caso omiso de sus preocupaciones. Él no podía mantenerlos informados de cada cosilla que estuviera haciendo, o jamás tendría tiempo para hacer nada.

—¿Por qué crees que esto está sucediendo así, de repente? —preguntó Kahlan—. ¿Por qué ahora?

—Bueno —respondió él mientras echaba un vistazo detrás de un biombo—, lo de esa mujer que intentó matarte ayer en la recepción no tenía mucho sentido.

—¿Desde cuándo han tenido sentido los asesinos?

—Fue un intento de asesinato de lo más torpe, ¿no crees? Quiero decir, puede que a los presentes en la recepción les pareciese que estuviste al borde de la muerte, pero tú y yo sabemos que no sería tan fácil matarte de ese modo. Si su auténtica intención era matarte, podría haber escogido entre un sinnúmero de otros modos que habrían tenido muchas más posibilidades.

—Tú y yo puede que sepamos eso, pero ella probablemente no lo sabía.

—Es posible.

—Estaba decidida. Al fin y al cabo, acababa de demostrarlo asesinando a sus hijos. Probablemente pensó que la sorpresa funcionaría, que podía acercarse y apuñalarme.

—O tal vez no lo pensó.

—¿Qué quieres decir?

Richard apartó a un lado los cortinajes para atisbar por el cristal ondulado de las puertas acristaladas. Había nieve acumulada en formas serpenteantes cubriendo la mayor parte de las barandillas y los enormes tiestos redondos de piedra. La nieve descendía en remolinos enloquecidos que continuamente aumentaban y daban forma a las acumulaciones de nieve. Cuando una ráfaga de aire hizo vibrar los cristales de las puertas, Richard comprobó que el pasador estaba bien echado.

—A lo mejor el auténtico propósito —dijo— era hacer que la gente temiera la visión que ella tuvo, que temiera las visiones que otros están teniendo, que temiera al futuro. Había mucho público. Cubierta de sangre como lo estaba tras matar a sus hijos debido a su visión, causó una profunda impresión en todas las personas que había allí. Quizás ese era el auténtico propósito que había tras lo que hizo.

—Eso parece un poco exagerado, Richard. Después de todo, su ataque y el que yo la detuviera con mi poder habían sido pronosticados por esa mujer a la que fuiste a ver, por Lauretta, y el libro Notas finales. Ambas profecías decían exactamente lo mismo: «La reina se come el peón». Eso no suena como si mi aspirante a asesina estuviera intentando hacer que la gente creyera algo. Parece confirmar que hay profecías relevantes que están cumpliéndose. Esa lo hizo, en todo caso.

Richard se volvió hacia ella mientras dejaba caer otra vez los cortinajes sobre las puertas acristaladas. Enarcó una ceja.

—Al menos, pareció que lo hacía. Si una profecía dice que una estatua se caerá, y alguien deliberadamente la tira para asegurarse de que la profecía se cumple, ¿es eso realmente el cumplimiento de una profecía? ¿O es simplemente alguien que quiere que parezca como si la profecía fuera cierta?

—¿Cómo podrías distinguir la diferencia?

—Ese es siempre el problema con las profecías, ¿no crees? Pero parece haber algo más en esto.

Kahlan apagó la lámpara del tocador, luego fue a la mesilla de noche y bajó la mecha de la que había allí hasta que apenas dio luz, sumiendo la habitación en una acogedora penumbra.

—¿Crees que alguien está entremetiéndose deliberadamente para dar la impresión de que la profecía se estaba cumpliendo?

—En realidad, me preocupa que haya más en todo ello de lo que vemos, y que eso sea lo que las profecías estén prediciendo en realidad. Creo que esa profecía en realidad predecía que una mujer que tú capturarías estaba siendo utilizada por otras personas. Creo que es sobre lo que la profecía nos está advirtiendo realmente.

Kahlan se frotó los brazos para hacerlos entrar en calor.

—¿De modo que no crees que sea efectivamente una profecía sobre lo que yo iba a hacer… la reina se come el peón… sino que en su lugar es una advertencia de que alguien a quien no vemos está manipulando acontecimientos? ¿Utilizándola como un peón…?

Richard asintió.

—Exactamente. Creo que alguien trama algo. Creo que las profecías en realidad nos están advirtiendo de eso. Lauretta había escrito otra predicción. Una decía: «Morirá gente».

La mirada de Kahlan buscó la suya.

—Muere gente todo el tiempo.

—Sí, pero en los últimos dos días han muerto varias personas en circunstancias muy misteriosas. A los dos soldados que buscaban al muchacho enfermo del mercado los hallaron muertos, seis niños fueron asesinados, las dos madres de estos murieron, un dignatario se mató lanzándose al vacío, y luego está lo de ese muchacho en medio de la tormenta que fue atacado por animales y devorado.

—Cuando lo juntas todo de ese modo las predicciones sí que parecen proyectar una sombra sobre tantas muertes misteriosas. —Kahlan posó una mano consoladora sobre el brazo de Richard—. Pero lo del muchacho fue diferente. Lo más probable es que los lobos lo pillaran estando solo y lo atacaran. Es horripilante, pero no misteriosa, como las otras muertes.

Richard enarcó una ceja.

—No me gustan las coincidencias.

Kahlan suspiró.

—No nos dejemos llevar por esa muerte, convirtiéndola en parte de algo mayor, tan sólo debido a nuestra preocupación por lo que pudiera haber detrás de las otras.

Richard asintió aun cuando no estaba de acuerdo. Empezaba a darle dolor de cabeza pensar en todo aquello.

—Deberíamos dormir un poco.

—No he notado a nadie observando —indicó ella, paseando la mirada por la habitación—, y he estado aquí bastante tiempo. ¿Por qué no nos desvestimos y nos acostamos como en un día normal?

Richard se dio cuenta de que estaba cansada. Bien mirado, también lo estaba él. No habían conseguido descansar mucho la noche anterior.

—Claro. Me parece perfecto.

Kahlan le dio la espalda y sostuvo la melena en alto, apartándola de modo que él pudiera desabrocharle el vestido. Richard soltó los cierres y lo hizo resbalar por los hombros lo suficiente para depositar un beso sobre cada uno. Le alegraba tener la oportunidad de verse tan agradablemente distraído de todos los oscuros pensamientos que se arremolinaban en el fondo de su mente.

Kahlan se despojó del vestido y lo extendió sobre un banco pegado a la pared. Richard contempló las incitantes curvas de su liberada figura mientras ella cruzaba con rapidez la habitación, se subía a la cama y se deslizaba bajo las mantas. Él no creía que hubiera nada en el mundo tan lleno de gracia como el modo en que Kahlan se movía.

Ella dobló las rodillas bajo las mantas y las rodeó con los brazos.

—Richard, deja de pensar en unas profecías que han estado en un libro durante miles de años. Necesitas dormir un poco.

Él le sonrió.

—Tienes razón.

—Entonces ¿por qué te quedas ahí parado? —Le hizo una seña con un dedo—. Date prisa y métete aquí conmigo, ¿quieres?, por favor, lord Rahl. Me estoy helando.

Richard no necesitó que se lo pidieran dos veces.