Estoy profundamente agradecido con Coonie Kellough por su afectuoso apoyo y por su aporte vital para transformar mi manuscrito en este libro y traerlo al mundo. Trabajar con ella es un placer.
Extiendo mi gratitud a Corea Ladner y a las personas maravillosas que han contribuido a este libro, dándome espacio, el más preciado de los dones, espacio para escribir y espacio para ser. Gracias a Adrienne Bradley en Vancouver, a Margaret Miller en Londres y a Angie Francesco en Glastonbury, Inglaterra; a Richard en Menlo Park y a Rennie Frumkin en Sausalito, California.
También, le agradezco a Shirley Spaxman y a Howard Kellough por su primera revisión del manuscrito y por su valiosa retroalimentación, así como a todos los que fueron tan amables de revisar el manuscrito en una etapa posterior y ofrecer sugerencias. Gracias a Rose Dendewich por digitado, siguiendo su estilo inigualablemente profesional y alegre.
Finalmente, me gustaría expresar mi amor y gratitud a mi madre y a mi padre, sin los cuales este libro no habría llegado a existir, a mis maestros espirituales y al gutú más grande de todos: la vida.