¿Qué podemos decir? Este término significa cosas muy distintas para cada uno.
DIMITRI: Tu problema, amigo mío, es que pones demasiado énfasis en lo mental.
TASSO: ¿Comparado con quién?
DIMITRI: Pues, por ejemplo, comparado con Aquiles, el atleta.
TASSO: ¿Y comparado con Sócrates?
DIMITRI: Vale, ganas de nuevo. Comparado con Sócrates, eres un gañán.
VERDAD RELATIVA
¿La verdad es relativa o absoluta?
El antiguo filósofo taoísta Chuang Tzu despertó de un sueño en el que era una mariposa. O tal vez despertó y se preguntó: ¿acaso era una mariposa que estaba soñando que era Chuang Tzu?
En la filosofía moderna occidental, los filósofos han vivido obsesionados con la relatividad del conocimiento del que conoce. Como hemos visto, George Berkeley llegó a afirmar que los «objetos físicos» sólo existen en relación con la mente.
RELATIVIDAD DEL TIEMPO
Existen muchos chistes que ilustran la relatividad de la percepción del tiempo. Por ejemplo:
Dos tortugas atacan a un caracol. Cuando la policía pregunta al caracol qué ha pasado, éste responde:
—No sé. Ha ocurrido todo tan deprisa…
Otra historia del caracol:
Alguien llama a la puerta, pero cuando la mujer abre, sólo ve un caracol. Lo coge, y lo tira al jardín. Dos semanas después, llaman de nuevo a la puerta. La mujer la abre y se encuentra otra vez con el caracol, que dice:
—¿Por qué has hecho eso?
«No vamos a publicar su libro, Vida de una cachipolla. Una autobiografía, porque sólo tiene una página».
La relatividad entre el tiempo finito y la eternidad ha suscitado mucha reflexión filosófica aunque, naturalmente, también ha dado pie a muchos chistes.
Un hombre está rezando:
—Señor —ruega—, me gustaría hacerte una pregunta.
El Señor le responde:
—Ningún problema, tú dirás.
—Señor, ¿es verdad que, para ti, un millón de años no son más que un segundo?
—Sí, es verdad.
—Muy bien, entonces, ¿qué son para ti un millón de dólares?
—Para mí, un millón de dólares no son más que un centavo.
—Ajá… —le dice el hombre—. Señor, ¿me concederías un centavo?
—Claro que sí —dice el Señor—. Espera un segundo.
RELATIVIDAD DE LAS COSMOVISIONES
Existe un amplio abanico de chistes que ilustran la relatividad de los distintos puntos de vista.
Un francés entra en un bar. Lleva un loro ataviado con un frac sobre el hombro. El barman exclama:
—¡Anda, qué chulo! ¿De dónde lo ha sacado? Y el loro responde:
—De Francia. Allí tienen montones de tipos como éste.
El filósofo estadounidense del siglo XX W. V. O. Quine escribió que nuestra cosmovisión es fruto de nuestra lengua nativa, un marco de referencia que somos incapaces de abandonar para tener una perspectiva distinta. No podemos estar seguros de cómo traducir un término de una lengua distinta a nuestra propia lengua. Podemos ver que el que habla la otra lengua señala un objeto y dice «gavagai», del mismo modo que nosotros señalamos otro y decimos «conejo». Pero no podemos estar seguros de si se refiere a «la fusión de las partes de un conejo», a «la sucesión de los estadios de un conejo», o a alguna otra cosa conejil.
Dos judíos están cenando en un restaurante chino kosher. El camarero chino charla con ellos en yiddish mientras ellos consultan la carta y les toma nota en yiddish. Cuando se marchan, los chicos le dicen al propietario, judío, que han tenido una agradable sorpresa al poder charlar en yiddish con el camarero.
—Chisss —dice el propietario—. Él cree que está aprendiendo inglés.
La historia anterior nos brinda una analogía perfecta de la concepción de Quine sobre cuál era el problema de la traducción radical. El camarero chino es capaz de relacionar las palabras yiddish entre sí igual que los clientes judíos. No obstante, su conocimiento global del yiddish está desviado en un sentido importante y sistemático: ¡él cree que es inglés!
La propia idea de lo que significa una lengua extranjera puede ser relativa al que habla. Veamos la siguiente historia del mundo del comercio internacional:
Una corporación multinacional pone un anuncio en el que buscan un secretario.
Un perro golden retriever se presenta a candidato para el puesto, supera la prueba de mecanografía y lo citan para una entrevista. El gerente de recursos humanos le pregunta:
—¿Habla alguna lengua extranjera? Y el perro responde:
—Miau.
RELATIVIDAD DE LOS VALORES
Ya en nuestros días, Michel Foucault se concentró en otro tipo de relatividad: la relatividad de los valores culturales respecto del poder social. Nuestros valores culturales, especialmente los que consideramos normales, determinan y están determinados por cómo la sociedad ejerce su control. ¿A quién se tiene por enfermo mental? ¿Quién lo determina? ¿Qué significa que te consideren enfermo mental aquellos que, a su vez, son considerados tales? ¿Qué significa para los que consiguen controlarlos? ¿Y quiénes son los que acaban controlándolos? Las respuestas a estas preguntas cambian a lo largo del tiempo y a medida que se modifican las instancias del poder en una sociedad. Hubo una era en la que el grupo que controlaba eran los curas; en otra, los médicos. Todo eso tiene sus implicaciones en cómo se trata a los que ellos mismos dan en llamar enfermos mentales. En definitiva, eso muestra que los valores que consideramos eternos y absolutos están en un fluir histórico constante relativo a quién tiene el poder y a cómo lo usa.
PAT: Mike, te llamo desde la autopista con mi nuevo teléfono móvil.
MIKE: Ten cuidado, Pat. Acaban de decir por la radio que hay un loco que va en dirección contraria por la autopista.
PAT: ¿Uno? ¡Hay cientos!
Desde la perspectiva de la razón pura, a Pat le asiste tanta razón como al hombre de la radio. En relación con él, todo el mundo avanza en dirección contraria. De modo que cabe preguntarse por qué interpretamos la anécdota como un chiste, y no como un conflicto entre puntos de vista. Pues porque, en opinión de Foucault, en último término es el Estado el que decide cuál es la dirección correcta.
Otra de las preocupaciones filosóficas desde Platón ha sido la relatividad entre los valores temporales y valores eternos. Una vez más, hallamos un chiste que nos da una perspectiva sobre el tema:
Había una vez un hombre rico que se encontraba a las puertas de la muerte. Estaba muy apesadumbrado porque había trabajado duro para acumular dinero, y quería llevárselo con él al cielo. Se puso a rogarle a Dios que le permitiera llevarse sus riquezas.
Un ángel oyó su ruego y se le apareció.
—Lo siento —le dijo—. Pero no puedes llevarte tus riquezas.
El hombre le imploró al ángel que consultara con Dios para ver si podía hacer una excepción a sus reglas.
El ángel reapareció y anunció que Dios había decidido hacer una excepción y permitirle que se llevara una maleta. Alborozado, el hombre sacó su maleta más grande, la llenó con lingotes de oro y la colocó debajo de su cama.
Poco después el hombre murió y apareció ante las nacaradas puertas del cielo. San Pedro, al ver la maleta, exclamó:
—¡Eh, un momento, no puede entrar con eso!
Pero el hombre le explicó a san Pedro que le habían dado permiso y le pidió que verificara su historia con el Señor. Naturalmente, al cabo de un rato regresó san Pedro y le dijo:
—Tiene usted razón. Se le ha permitido llevar una bolsa de mano, pero yo debo comprobar su contenido antes de dejarle pasar.
San Pedro abrió la maleta para inspeccionar qué tipo de objetos terrenales le resultaban tan preciosos a ese hombre que no quería desprenderse de ellos. Le miró fijamente y preguntó:
—¿Se ha traído los adoquines?
RELATIVIDAD ABSOLUTA
Buena parte de los errores en los que incurre la filosofía hay que achacarlos al hecho de que trata los puntos de vista relativos como si fueran absolutos. Thomas Jefferson, a partir de las observaciones del filósofo inglés John Locke, consideró que el derecho a la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad eran evidentes en sí mismos, seguramente porque pensaba que eran universales y absolutos. Sin embargo, no tienen nada de evidentes para una persona de otra cultura. Por ejemplo, para un islamista que piensa que la búsqueda de la felicidad es exactamente lo que caracteriza a un infiel.
El error contrario también es posible. Cabe atribuir relatividad a algo que es absoluto.
El centinela de un acorazado ve una luz que se aproxima por estribor. El capitán le pide que emita una señal para alertar a la otra embarcación:
—¡Aconsejamos que cambiéis vuestro curso veinte grados inmediatamente!
Llega la respuesta:
—¡Aconsejamos que cambiéis vuestro curso veinte grados inmediatamente!
El capitán monta en cólera.
—Aquí el capitán. Vamos a chocar. Cambiad vuestro rumbo veinte grados, ¡ahora mismo!
Llega la respuesta:
—Pues aquí un marinero de segunda clase, y os insto urgentemente a cambiar vuestro rumbo veinte grados.
El capitán está ciego de ira. Manda una señal:
—¡Soy un acorazado!
Y llega la respuesta:
—¡Y yo un faro!
Ten en cuenta estos pensamientos tan profundos sobre la relatividad la próxima vez que encargues comida china; o, como la llaman los chinos, simplemente comida.
DIMITRI: Así, Tasso, tú eres de los que cree que no hay verdades absolutas, y que toda verdad es relativa.
TASSO: Así es.
DIMITRI: ¿Estás seguro?
TASSO: Absolutamente.