Una vez más, gracias de corazón a los héroes anónimos de este libro: a mi agente, Peter Robinson; a mi asistente de publicista, Anne; a toda la gente de Transworld, especialmente a Marianne Velmans; a Kate Samano; a Deborah Adams; a Claire Ward, por el diseño de la cubierta, y a Louise Page, que planifica la publicidad con tanta eficacia como entusiasmo. Gracias a Mark, que se ocupa de mi página web; a los Shed, por los momentos de inspiración zen; a Vlad, a los chicos, a Melancholy Baritone (de hecho, a la mayor parte del West End) y a todos mis amigos de Twitter, por las galletas, los ánimos y la agradable conversación. Gracias también a los correctores de pruebas, a los editores, a los agentes de ventas, a los organizadores de ferias, a los libreros y a todos los que trabajan entre bastidores para que mis libros estén ahí. Y gracias, sobre todo, a los lectores, porque sin vosotros, Vianne Rocher nunca habría tenido voz.
Y por último —porque todos necesitamos algo a lo que aferrarnos—, gracias a Kevin y a Anouchka, que impiden que el viento se me lleve.