Cuando abrió los ojos, estaba tendido sobre la hierba de los Cuatro Árboles, con la luz de la luna bañándolo todo a su alrededor y el susurro de las hojas sobre su cabeza. Se relajó durante unos segundos, disfrutando del cálido aire de la estación de la hoja verde.
La última vez que los había visto, los Cuatro Árboles tenían las ramas negras y peladas como en lo más crudo de la estación sin hojas, y el claro estaba rebosante de gatos maullando en lucha abierta.
Se incorporó bruscamente. No estaba solo. Los guerreros del Clan Estelar llenaban el claro, iluminándolo con el fulgor de sus pelajes y el brillo de sus ojos. En la primera fila, pudo ver a los gatos que le habían dado sus nueve vidas: Estrella Azul, Fauces Amarillas y Jaspeada, Corazón de León… y un recién llegado, Tormenta Blanca, devuelto a la fuerza de su juventud, con la luz de las estrellas centelleando en su espeso pelo.
—Bienvenido, Estrella de Fuego —maulló el guerrero blanco.
Estrella de Fuego se puso en pie.
—¿Por qué… por qué me habéis traído aquí? —quiso saber—. Debería volver, tengo que luchar para salvar a mi clan.
Fue Estrella Azul quien respondió:
—Mira, Estrella de Fuego.
El joven líder vio que había un espacio junto a la gata gris. Al principio pensó que estaba vacío, pero de repente se dio cuenta de que estaba ocupado por la silueta casi invisible de un gato de pelaje rojo como el fuego. Sus verdes ojos brillaban tan tenuemente que apenas reflejaban la luz estelar, pero Estrella de Fuego se reconoció a sí mismo al instante.
—Has perdido tu primera vida —maulló delicadamente Estrella Azul.
A Estrella de Fuego lo recorrió un escalofrío. De modo que eso era lo que se sentía al morir… Se quedó mirando fijamente, con una mezcla de temor y curiosidad, la pálida copia de su imagen en medio del claro; y mientras su mirada se clavaba en la del gato espectral, de pronto se vio a sí mismo encorvado y sangrando, con la piel desgarrada y la desesperación ardiendo en sus ojos.
Estrella de Fuego dobló el cuello bruscamente para romper el contacto visual. No había tiempo para eso. Sin duda, el sentido de las nueve vidas era que él pudiera seguir adelante, ¿no?
—Devolvedme a la batalla —suplicó—. Si la perdemos, ¡el Clan de la Sangre dominará el bosque!
Estrella Azul dio unos pasos hacia él.
—Paciencia, Estrella de Fuego. Tu cuerpo necesita un momento para recuperarse. Regresarás dentro de poco.
—Pero ¡puede que no a tiempo! Estrella Azul, ¿por qué estás permitiendo que esto suceda? ¿El Clan Estelar no va a ayudarnos, ni siquiera ahora?
La antigua líder del Clan del Trueno no contestó directamente. En vez de eso se sentó; sus ojos azules brillaban con sabiduría.
—Ningún gato podría haber hecho más que tú por el Clan del Trueno —maulló—. Aunque no has nacido en el bosque, posees el corazón de un auténtico gato de clan… mucho más que Estrella de Tigre o Cebrado, porque, aunque ellos dos te insultaban por haber sido un gato casero, ambos acabaron traicionando al clan de su nacimiento debido a su propia ambición.
Estrella de Fuego arañó la hierba con impaciencia. ¿De qué servían aquellas alabanzas vacías? No podía quitarse de la cabeza lo que estaba ocurriendo en el otro claro, donde había gatos leales peleando y muriendo.
—Estrella Azul…
La gata levantó la cola para pedirle silencio.
—Quizá tu disputa con Estrella de Tigre te proporcionó la fuerza que necesitabas —continuó—. Durante todo ese tiempo, hiciste lo que considerabas correcto, incluso cuando tus compañeros de clan no estaban de acuerdo contigo. Sufriste de soledad e incertidumbre, y eso es lo que te ha convertido en lo que eres ahora… un líder talentoso e inteligente, con el valor de liderar a su clan en su hora más oscura.
—Pero ¡si no estoy liderándolos! —protestó Estrella de Fuego con un bufido—. Y no puedo salvarlos… no soy lo bastante fuerte. Vamos a perder la batalla. Estrella Azul, ¡ésa no puede ser la voluntad del Clan Estelar! Siempre hemos creído que nuestros antepasados guerreros querían que hubiese cuatro clanes en el bosque. ¿Tan equivocados estábamos?
Se produjo un movimiento en la primera fila de los guerreros estelares. Estrella Azul se puso en pie, y se le unieron los otros ocho gatos que habían dado una vida a Estrella de Fuego en la ceremonia junto a la Piedra Lunar. Los nueve rodearon al joven líder, que se mantuvo desafiante en el centro del claro.
Habló una voz… pero esta vez no era la de Estrella Azul, sino un eco vibrante en la cabeza de Estrella de Fuego, como si los nueve gatos estuvieran hablándole al unísono:
—Estrella de Fuego, te equivocas. Nunca ha habido cuatro clanes en el bosque.
Mientras Estrella de Fuego se quedaba con los ojos desorbitados y rígido de la impresión, la voz continuó:
—Siempre ha habido cinco.
Estrella de Fuego notó que nueve pares de ojos, encendidos de sabiduría, se posaban sobre él.
—Pelea con bravura, Estrella de Fuego. Ahora puedes regresar a la batalla, y los espíritus del Clan Estelar irán contigo.
Las figuras de los guerreros del Clan Estelar parecieron disolverse en la luz. Estrella de Fuego sintió que la fuerza de todos ellos lo inundaba, como agua empapando la tierra sedienta, y conoció el valor que derivaba de la fe restaurada.
Abrió los ojos. Los sonidos de la batalla le invadieron los oídos, y se levantó de un salto. Justo delante de él vio a Nimbo Blanco peleando con Azote. El joven guerrero blanco estaba en el suelo, sangrando profusamente por sus heridas, mientras Azote lo sacudía por el pescuezo y le arañaba el costado. Pero Nimbo Blanco tenía los dientes bien cerrados alrededor de una de las patas del gato negro, e incluso estando espantosamente malherido, no lo soltaba.
—¡Azote! —maulló Estrella de Fuego—. ¡Mírame a la cara!
Azote giró en redondo, soltando a Nimbo Blanco de la impresión.
—¿Cómo…? Pero si te he matado.
—En efecto —replicó Estrella de Fuego con un bufido—. Pero yo soy un líder con nueve vidas que lucha al lado del Clan Estelar. ¿Puedes tú decir lo mismo?
Por primera vez creyó ver un destello de incertidumbre en los fríos ojos del líder del Clan de la Sangre, y por fin comprendió lo que le había dicho Centeno. El punto más débil de Azote era que no creía en el Clan Estelar. Sin esa creencia, sin las leyes y las costumbres de los clanes forestales, Azote no tenía las nueve vidas de un auténtico líder. Cuando muriera, estaría muerto para siempre.
La incertidumbre del líder del Clan de la Sangre no duró más de un segundo. Propinó un último golpe al debilitado Nimbo Blanco, lanzándolo contra la Gran Roca.
Estrella de Fuego fue disparado hacia su enemigo, y con cada zancada percibió la presencia de los guerreros del Clan Estelar corriendo junto a él, a su mismo ritmo: la fuerza dorada de Corazón de León; el cuerpo ágil y musculoso de Viento Veloz; el pelaje oscuro de Cola Roja, con su frondosa cola rojiza ondeando tras él; Fauces Amarillas, con las zarpas desenvainadas; Jaspeada, rauda y resuelta; Estrella Azul, con toda su fortaleza y destreza en la batalla recuperadas.
Creyó que cubría la distancia que los separaba con patas aladas. Clavó las garras en todo el costado de Azote, y esquivó un golpe a la cabeza como el que se había llevado su primera vida.
Pero Azote era rápido. Se lanzó entre las zarpas extendidas de Estrella de Fuego, apuntando hacia su estómago, intentando abrirlo en canal con el mismo mandoble que había terminado con Estrella de Tigre.
Estrella de Fuego se libró por los pelos. Ahora estaba a la defensiva, procurando evitar las afiladas garras y a la vez manteniéndose lo bastante cerca de Azote para poder propinarle algún golpe. Consiguió agarrarlo cerca de la base de la cola, y los dos gatos rodaron sobre la hierba, en un aullador remolino de colmillos y garras. Cuando se separaron, Estrella de Fuego vio cómo su propia sangre salpicaba la hierba, y supo que tenía que acabar lo antes posible con aquel enfrentamiento, antes de volver a debilitarse.
Recordó de pronto su viejo truco, aunque supuso que no funcionaría contra un combatiente como Azote. Pero no se le ocurría nada más. Clavó las zarpas delanteras en la hierba manchada de sangre y se encogió delante de su enemigo, como si estuviera dándose por vencido, pero con todos los músculos tensos y preparados.
Azote soltó un maullido de triunfo y saltó sobre él. En el mismo instante, Estrella de Fuego se impulsó hacia arriba, chocando contra la panza de Azote y lanzándolo al suelo de espaldas. Clavó las garras en el pelaje del enemigo y los colmillos en su garganta hasta que notó el sabor de un borbotón de sangre caliente. Estrella de Fuego apenas era consciente de las zarpas de Azote hiriéndolo cruelmente en los costados, y aguantó bien, arañando además el estómago del gato negro con las patas traseras, hasta que los golpes que estaba recibiendo se volvieron más flojos.
Estrella de Fuego sacudió la cabeza, retirándose gruesas gotas de sangre de los ojos. Soltó a Azote y se apartó, alzando una zarpa para propinar el golpe mortal. Pero no hacía falta. Los ojos de Azote estaban fijos en él, como oscuros pozos de odio, y su cuerpo era presa de espasmos. Intentó gruñir desafiante, pero el único sonido era el borboteo de sangre de su garganta desgarrada. Sus extremidades dejaron de moverse y sus ojos se quedaron mirando ciegamente al cielo.
Resollando y recuperando el aliento con tortuosos jadeos, el líder del Clan del Trueno contempló a su enemigo muerto. Quién sabía adónde se encaminaba el espíritu de aquel gato. No a las filas del Clan Estelar, de eso no cabía la menor duda.
A unas colas de distancia había un flacucho gato blanco y negro del Clan de la Sangre, enzarzado con Estrella Alta. Al ver el cuerpo inerte de su líder, el guerrero se quedó paralizado, boquiabierto, y apenas pareció notar que Estrella Alta le propinaba un zarpazo en la cabeza.
—¡Azote! —exclamó con voz estrangulada—. No… ¡No!
Retrocedió, y luego dio media vuelta y salió disparado, tropezando con otro guerrero del Clan de la Sangre mientras iba hacia los arbustos. El segundo guerrero bufó con furia y se lanzó contra Estrella de Fuego, pero, antes de alcanzarlo, vio también el cadáver de su líder.
Emitió un espantoso maullido.
—¡Azote! ¡Azote ha muerto!
Conforme el grito se elevaba por encima del estruendo de la batalla, Estrella de Fuego vio cómo los guerreros del Clan de la Sangre dejaban de luchar. Al comprender que habían perdido a su líder, huyeron. Ante los asombrados ojos de Estrella de Fuego, los gatos del poblado Dos Patas parecían haber encogido. Ya no eran guerreros temibles, sino gatos comunes y corrientes que no tenían espacio en el bosque: más lentos que el Clan del Viento, más torpes que el Clan del Río, más flacos que el Clan de la Sombra. Toda su amenaza había desaparecido, y con un grito triunfal los gatos forestales salieron corriendo tras ellos para echarlos de la hondonada.
Entumecido de agotamiento, Estrella de Fuego tuvo las fuerzas justas para comprender que sus gatos (el Clan del León) habían vencido. El bosque volvía a pertenecer de nuevo al Clan Estelar.