Después de despedirse de Princesa, Nimbo Blanco se marchó a cazar y Estrella de Fuego regresó solo al campamento. Cuando llegó al barranco estaba empezando a anochecer, y captó el olor de Tormenta Blanca antes de verlo por delante de él. Lo alcanzó justo antes de que llegara al túnel de aulagas; llevaba un campañol en la boca, que dejó en el suelo al ver a Estrella de Fuego.
—Esperaba poder hablar contigo —empezó el lugarteniente, sin aguardar siquiera a saludarse—. Y es mejor aquí fuera, donde no pueda oírnos nadie.
A Estrella de Fuego le dio un vuelco el corazón.
—¿Qué sucede? ¿Ha pasado algo malo?
—¿Te refieres aparte de Azote? —replicó irónicamente el guerrero veterano. Se sentó sobre una roca plana y pidió a Estrella de Fuego con la cola que se sentara a su lado—. No, no sucede nada malo. Las patrullas y el entrenamiento van bien… pero no dejo de preguntarme si de verdad hemos pensado en lo que estamos haciendo.
Estrella de Fuego lo miró sin pestañear.
—¿Qué quieres decir?
El lugarteniente respiró profunda y penosamente.
—Azote y su clan nos superan en número, y mucho, incluso con el Clan del Viento luchando a nuestro lado. Sé que nuestros guerreros pelearán hasta derramar la última gota de su sangre por salvar el bosque, pero quizá el precio sea demasiado alto.
—¿Estás diciendo que deberíamos darnos por vencidos? —espetó el líder con voz cortante; jamás hubiera esperado oír un consejo así de su lugarteniente. Si el valor de Tormenta Blanca no estuviera fuera de toda duda, habría dicho que era el discurso de un cobarde—. ¿Y abandonar el bosque?
—No lo sé. —Tormenta Blanca sonó cansado, y Estrella de Fuego recordó de pronto su edad—. Las cosas están cambiando; nadie puede negar eso, y tal vez sea el momento de trasladarse. Debe de haber territorio más allá de las Rocas Altas. Podríamos encontrar otro sitio donde…
—¡Jamás! —lo interrumpió Estrella de Fuego—. El bosque es nuestro, nuestro.
—Eres joven —maulló el gato, mirándolo con solemnidad—. Es lógico que lo veas así. Pero van a morir gatos, Estrella de Fuego.
—Lo sé.
Se había pasado todo el día atareado, animando a sus guerreros (y a sí mismo) con la idea de que iban a derrotar a Azote. Y ahora Tormenta Blanca estaba obligándolo a enfrentarse al hecho de que, incluso aunque ganaran, sería a un precio terrible. Si lograban expulsar del bosque a los invasores, puede que sólo quedaran unos pocos supervivientes, y tan debilitados como si los hubieran vencido.
—Debemos seguir adelante —maulló al cabo—. No podemos dar media vuelta y huir como ratones. Tienes razón, Tormenta Blanca, sé que la tienes, pero ¿qué otra opción nos queda? No puede ser la voluntad del Clan Estelar que abandonemos el bosque.
Tormenta Blanca asintió.
—Pensaba que dirías eso. Bien, yo te he dicho lo que pienso. Para eso está un lugarteniente.
—Y yo te lo agradezco, Tormenta Blanca.
El guerrero veterano se levantó, fue hacia su campañol y luego se volvió hacia Estrella de Fuego.
—Yo jamás he tenido la clase de ambición que impulsaba a Estrella de Tigre… o a ti —maulló—. Nunca he deseado ser líder, pero me alegro especialmente de no serlo en estos momentos. Ningún gato en sus cabales envidiaría las decisiones que tienes que tomar.
Estrella de Fuego parpadeó, sin saber qué contestar.
—Lo único que espero —continuó Tormenta Blanca— es poder luchar con todas mis fuerzas cuando llegue el momento.
Una sombra de incertidumbre le cruzó el rostro, y Estrella de Fuego cayó en la cuenta de que, a la edad de Tormenta Blanca, muchos gatos se habrían unido ya a los veteranos. Era lógico que temiese que pudieran fallarle las fuerzas en el combate.
—Sé que podrás hacerlo —aseguró Estrella de Fuego—. No hay un guerrero más noble que tú en todo el bosque.
Tormenta Blanca le sostuvo la mirada un largo instante sin decir nada. Luego recogió el campañol y entró en el campamento.
Estrella de Fuego se quedó sobre la roca. Las palabras de su lugarteniente lo habían perturbado, y de pronto se le pasaron las ganas de ir al campamento y acomodarse en su guarida debajo de la Peña Alta. Sabía que sería incapaz de dormir.
Tras unos momentos escuchando los tenues sonidos del anochecer, se levantó y volvió a subir por el barranco. Leves trazos rojos señalaban el lugar en que se había puesto el sol, pero por encima de su cabeza el cielo estaba oscuro, y los primeros guerreros del Clan Estelar lo miraron desde lo alto.
Avanzó silenciosamente entre el sotobosque y tardó un tiempo en advertir que sus patas estaban llevándolo hacia las Rocas Soleadas. Cuando llegó al lindero del bosque, estaba completamente oscuro. Las formas redondeadas de las rocas se recortaban contra el cielo como lomos de animales agazapados, con un brillo de escarcha en la superficie. Más allá podía oír el suave borboteo del río sobre las piedras, y mucho más cerca, un quedo correteo lo alertó de la presencia de una presa.
A Estrella de Fuego se le hizo la boca agua al identificar el olor de un ratón. Posando apenas las patas sobre el suelo, se acercó a él sigilosamente y saltó. No se dio cuenta del hambre que tenía hasta que sus mandíbulas se cerraron sobre el roedor, que engulló con unos pocos bocados voraces.
Sintiéndose mejor, Estrella de Fuego subió a lo alto de la roca y buscó un sitio desde donde pudiera sentarse a contemplar el río. Las oscuras aguas destellaban con la luz de las estrellas. Una brisa alteraba la superficie, alborotando el pelo del líder y agitando el bosque sin hojas que lo rodeaba.
Estrella de Fuego alzó la vista hacia el Manto Plateado. Los guerreros del Clan Estelar estaban vigilando… pero parecían fríos y lejanos en la gélida noche. ¿Realmente les importaba lo que sucedía en el bosque? ¿O Estrella Azul tenía razón cuando se enfurecía con ellos en su guerra particular? Durante un momento, vislumbró la espantosa sensación de aislamiento de su antigua líder. En realidad, él no podía compartirla porque, al contrario que Estrella Azul, nunca había perdido la fe en los guerreros de su propio clan. Pero estaba empezando a comprender cómo la gata había llegado a dudar del Clan Estelar.
En la feroz lucha de Estrella de Tigre por el poder habían muerto muchos gatos, y el Clan Estelar no los había salvado. Estrella de Fuego se preguntó si estaría siendo un insensato al creer que sus antepasados guerreros iban a ayudarlo ahora.
Pero, sin el Clan Estelar, ¿cómo podría sobrevivir el Clan del Trueno? Levantando la cabeza, maulló al glorioso Manto Plateado:
—¡Mostradme qué debo hacer! ¡Mostradme que estáis con nosotros!
No hubo respuesta del fuego blanco que brillaba sobre su cabeza.
Dolorosamente consciente de lo pequeño y débil que era comparado con el Clan Estelar que habitaba en el firmamento, encontró un hueco en la roca resguardado de la fría brisa. No esperaba dormir, pero estaba agotado y se le cerraron los ojos al cabo de un instante.
Soñó que estaba sentado en los Cuatro Árboles, con los sentidos adormecidos por el cálido aire y los dulces aromas de la estación de la hoja verde. Los guerreros del Clan Estelar lo rodeaban por las cuatro laderas, como en su visita a la Piedra Lunar, cuando recibió las nueve vidas de un líder de clan. Vio a Fauces Amarillas y Jaspeada, y a todos los guerreros que había perdido el Clan del Trueno, además de otros, añadidos recientemente a las fulgurantes filas: Pedrizo y el joven aprendiz Erguino.
En sueños, Estrella de Fuego se levantó de un salto para encararse a los espíritus. Por primera vez no sentía un temor reverencial ante sus antepasados guerreros. Parecía que lo hubiesen abandonado, a él y a todo el bosque, a su terrorífico destino.
—¡Vosotros gobernáis el bosque! —bufó, sacando toda su rabia ante la traición del Clan Estelar—. Vosotros mandasteis la tormenta el día de la Asamblea para que yo no pudiera contar a los clanes lo que había hecho Estrella de Tigre. ¡Permitisteis que él trajera al bosque a Azote! ¿Por qué nos estáis haciendo esto? ¿Acaso deseáis nuestra destrucción?
Una figura conocida se adelantó: el pelaje azulado de Estrella Azul resplandecía bajo la luz de las estrellas y sus ojos eran un fuego azul.
—Estrella de Fuego, tú no lo entiendes —maulló la gata—. El Clan Estelar no gobierna el bosque, en absoluto.
Estrella de Fuego se quedó mirándola boquiabierto, sin nada que decir. Entonces, ¿era falso todo lo que había aprendido desde su llegada al bosque como gato doméstico, hacía ya mucho tiempo?
—El Clan Estelar se preocupa por todos los gatos del bosque —continuó Estrella Azul—, desde el cachorrito desvalido y ciego hasta el veterano más anciano tendido al sol. Nosotros los observamos. Mandamos profecías y sueños a los curanderos. Pero la tormenta no fue obra nuestra. Azote y Estrella de Tigre obtienen poder a base de sangre porque ésa es su naturaleza. Nosotros observamos —repitió la antigua líder—, pero no interferimos. Si lo hiciéramos, ¿seríais realmente libres? Estrella de Fuego, tú y todos los demás gatos tenéis la posibilidad de seguir o no el código guerrero. No sois los juguetes del Clan Estelar.
—Pero… —intentó interrumpirla Estrella de Fuego.
Estrella Azul siguió hablando como si nada:
—Y ahora estamos observándote a ti. Tú eres el gato que hemos elegido, Estrella de Fuego. Tú eres el fuego que salvará al clan. Ningún guerrero del Clan Estelar te ha traído hasta aquí. Tú viniste por propia voluntad, porque tienes un espíritu guerrero y el corazón de un auténtico gato de clan. Tu fe en el Clan Estelar te dará la fuerza que necesitas.
Mientras la gata hablaba, una sensación de paz invadió a Estrella de Fuego. Sintió como si la fuerza de Estrella Azul y la de todos los miembros del Clan Estelar estuvieran fluyendo en su interior. Pasara lo que pasase cuando su clan se enfrentase al Clan de la Sangre en combate, él sabría que el Clan Estelar no lo había abandonado.
Estrella Azul apoyó el hocico en su cabeza, igual que el día en que lo nombró guerrero. Bajo su contacto, el pálido fuego de los guerreros congregados comenzó a desvanecerse, y Estrella de Fuego se sumió en la cálida oscuridad de un sueño profundo. Cuando abrió los ojos, vio que la primera luz de la aurora comenzaba a teñir el cielo.
Se levantó para desperezarse, y el recuerdo de su sueño lo llenó de energía. Como líder, su obligación era salvar a su clan. Y con la fuerza del Clan Estelar como ayuda, encontraría la manera de conseguirlo.