Abatido, Estrella de Fuego se quedó con las zarpas clavadas en el suelo mientras contemplaba a los recién llegados. Reparó en que algunos de ellos llevaban collar.
—¿Y esos collares? —espetó Ceniciento a sus espaldas, haciéndose eco de sus pensamientos. La voz del aprendiz sonó cortante y asqueada—. Miradlos… ¡son mininos domésticos! No tendremos problemas en derrotarlos.
—Guarda silencio —le advirtió su mentor, Manto Polvoroso—. Todavía no sabemos nada de esos gatos.
Estrella de Fuego permaneció en silencio hasta que los extraños felinos entraron en el claro y se reunieron en torno al Clan del Tigre. Un enorme gato blanco y negro se separó de las filas y fue a colocarse junto a Estrella de Tigre; Estrella de Fuego se imaginó que sería el líder de los recién llegados. Era casi tan grande como Estrella de Tigre y muy musculoso, y tenía muchas cicatrices de batalla. Aunque llevaban collar, Estrella de Fuego supo que aquellos gatos estaban muy lejos de ser consentidos mininos domésticos.
Detrás del guerrero blanco y negro apareció un gato negro mucho más pequeño, que avanzó con ligereza sobre la hierba para situarse al otro lado de Estrella de Tigre. Estrella de Fuego no podía imaginarse quién sería; parecía más un curandero que un guerrero.
Notó un hormigueo por todo el pelo. El aire sabía denso, como si estuviera a punto de estallar una tormenta.
—Bien, Estrella de Tigre —maulló, obligándose a mantener la voz firme—. ¿Querrías contarnos quiénes son tus nuevos amigos?
—Éste es el Clan de la Sangre —anunció Estrella de Tigre—. Viene del poblado Dos Patas. Los he traído al bosque para convenceros a vosotros, gatos estúpidos, de que os unáis a mí. Sabía que no tendríais la sensatez de aceptar por vosotros mismos.
Un bufido indignado brotó en el Clan del Viento y el Clan del Trueno. Estrella de Fuego oyó cómo Espinardo le susurraba:
—¿Recuerdas a los proscritos que olimos el día que me convertí en guerrero? Seguro que procedían del Clan de la Sangre.
Estrella de Fuego pensó que el joven podía tener razón. Sería una patrulla de proscritos del poblado Dos Patas, inspeccionando el bosque para ver qué les estaba ofreciendo Estrella de Tigre. ¿Y qué les habría ofrecido exactamente? ¿Compartir con él el bosque a cambio de su ayuda en la batalla?
—¿Lo ves, Estrella de Fuego? —le dijo Estrella de Tigre con voz exultante—. Soy más poderoso incluso que el Clan Estelar, pues he cambiado de cuatro a dos los clanes del bosque. El Clan del Tigre y el Clan de la Sangre gobernarán juntos.
Estrella de Fuego se quedó mirándolo alarmado. Ahora no había ninguna posibilidad de razonar con Estrella de Tigre. Su ansia de poder lo había trastornado tanto que, en su mente, su propia figura descomunal lo dominaba todo, eclipsando incluso la luz del Clan Estelar.
—No, Estrella de Tigre —respondió con voz queda—. Si quieres pelear, que así sea. El Clan Estelar mostrará quién es más poderoso.
—¡Eres un idiota con cerebro de ratón! —escupió el líder del Clan de la Sombra—. Me había preparado para venir aquí a hablar contigo. Recuerda que eres tú quien nos ha conducido a esto. Y cuando tus compañeros de clan estén muriendo a tu alrededor, te culparán a ti con su último aliento. —Giró en redondo para encararse a la multitud de felinos alineados tras él—. ¡Gatos del Clan de la Sangre, atacad!
No se movió ni un gato.
A Estrella de Tigre se le salieron los ojos de las órbitas.
—¡Atacad, os lo ordeno! —bramó.
Los guerreros siguieron sin moverse. Sólo el pequeño gato negro dio un paso adelante con los ojos clavados en Estrella de Tigre.
—Yo soy Azote, el líder del Clan de la Sangre —maulló con voz fría y tranquila—. Estrella de Tigre, a mis guerreros no puedes darles órdenes como si fueran tuyos. Ellos atacarán cuando yo se lo diga, no antes.
Estrella de Tigre le lanzó una mirada rencorosa, como si no pudiera creer que aquel andrajoso gato estuviera desafiándolo. El líder del Clan del Trueno aprovechó la oportunidad. Avanzó hasta quedarse delante de los dos líderes. Oyó que Látigo Gris siseaba a sus espaldas:
—¡Estrella de Fuego, ten cuidado!
Pero aquél no era momento para tener cuidado. Estaba en juego el futuro del bosque, pendiente de un fino hilo entre las sanguinarias ansias de poder de Estrella de Tigre y los caprichos del desconocido Clan de la Sangre.
Entonces Estrella de Fuego pudo ver que el collar que Azote llevaba al cuello estaba tachonado con dientes: dientes de perro y… también dientes de gato. ¡Por el gran Clan Estelar! ¿Es que mataban a los de su propia especie y usaban sus colmillos como trofeo?
Otros miembros del Clan de la Sangre lucían los mismos adornos espeluznantes. A Estrella de Fuego se le revolvió el estómago y le dio vueltas la cabeza ante la visión de sangre manando por las laderas de la hondonada, bañando las patas de los gatos con una marea pegajosa y pestilente. Sintió pavor no sólo por él y su propio clan, sino por todos los gatos del bosque, tanto amigos como enemigos.
¿La sangre iba a regir realmente el bosque, como había profetizado Estrella Azul? ¿Acaso Estrella Azul quería decir el Clan de la Sangre? El joven líder lanzó una mirada abrasadora a Estrella de Tigre, expresando todo el odio que sentía por el gato que los había llevado a aquello.
Pero sabía que tenía que controlarse si quería dar una buena impresión a los miembros del Clan de la Sangre. Tras inclinar la cabeza hacia el líder, maulló claramente, para que todos pudieran oírlo:
—Saludos, Azote. Yo soy Estrella de Fuego, el líder del Clan del Trueno. Me gustaría poder decirte que eres bienvenido al bosque, pero tú no me creerías y yo no tengo ningún deseo de mentirte. Al contrario que tu supuesto aliado —señaló despectivamente con la cola a Estrella de Tigre—, yo soy un gato de honor. Si crees en las promesas que te haya hecho, te equivocarás.
—Estrella de Tigre me dijo que tenía enemigos en el bosque. —En la voz del gato negro estaba contenido todo el frío de la estación sin hojas. Estrella de Fuego lo miró a los ojos, y fue como mirar los lugares más profundos de la noche, donde no alcanzaba el menor brillo de la luz del Clan Estelar—. ¿Por qué debería creerte a ti en vez de a él?
Estrella de Fuego tomó aire. Aquélla era la oportunidad que había esperado desde hacía mucho, la que había perdido en la última Asamblea, cuando los rayos y truenos interrumpieron la reunión. Por fin podría plantarse delante de todos los clanes del bosque y dejar al descubierto la horrorosa historia de Estrella de Tigre. Pero ahora no se trataba tan sólo de empañar la reputación de Estrella de Tigre, sino de salvar a todo el bosque de la destrucción.
—Gatos de todos los clanes —empezó—, y especialmente gatos del Clan de la Sangre, no tenéis por qué creerme o dejar de creerme. Los crímenes de Estrella de Tigre hablan por sí solos. Cuando todavía era guerrero del Clan del Trueno, asesinó a su propio lugarteniente, Cola Roja, con la esperanza de que lo nombraran lugarteniente en su lugar. El elegido para el puesto fue Corazón de León, pero, cuando ese noble guerrero murió luchando contra el Clan de la Sombra, Estrella de Tigre consiguió por fin lo que ambicionaba.
Un grave silencio reinaba en el claro; sólo lo rompió Estrella de Tigre, que gruñó desdeñoso:
—Cuenta lo que quieras, minino casero. Eso no cambiará nada.
Estrella de Fuego actuó como si no lo hubiera oído.
—Pero ser lugarteniente no le bastaba —continuó—. Estrella de Tigre quería ser el líder del clan. Le tendió una trampa a Estrella Azul junto al Sendero Atronador, pero fue mi aprendiza la que cayó en ella. Fue así como Carbonilla se quedó coja.
Un murmullo sobrecogido barrió el claro. Excepto los miembros del Clan de la Sangre, todos conocían a Carbonilla, que era muy popular incluso entre los gatos de los demás clanes.
—Entonces Estrella de Tigre conspiró con Cola Rota, el antiguo líder del Clan de la Sombra, que era prisionero del Clan del Trueno —contó Estrella de Fuego a su auditorio—. Condujo a un grupo de gatos proscritos al campamento del Clan del Trueno e intentó matar a Estrella Azul con sus propias garras. Yo se lo impedí, y cuando el Clan del Trueno consiguió repeler el ataque, Estrella de Tigre fue desterrado. Como proscrito, mató a otro de nuestros guerreros, Viento Veloz. Luego, antes de que supiéramos lo que estaba tramando, logró convertirse en el líder del Clan de la Sombra.
Hizo una pausa para mirar alrededor. No estaba seguro de cómo estaban tomándose aquello el Clan de la Sangre y su líder, Azote, pero sí vio que contaba con la atención de todos los demás gatos del claro, que estaban horrorizados. Procuró calmarse, pues quería que todos oyeran la última parte de la historia, que era la más horripilante:
—Pero Estrella de Tigre todavía quería vengarse del Clan del Trueno. Hace tres lunas, una manada de perros extraviados llegó al bosque. Estrella de Tigre cazó presas para ellos y luego tendió un rastro de conejos muertos entre la guarida de los perros y el campamento del Clan del Trueno, para guiarlos hasta nosotros. Mató a una de nuestras guerreras, Pecas, y la dejó cerca del campamento para que los perros probaran el sabor de la sangre de gato. Si nosotros no hubiéramos descubierto su plan a tiempo, todo el Clan del Trueno habría sido despedazado.
—Ya sería hora… —gruñó Estrella de Tigre.
—Finalmente —se obligó a continuar Estrella de Fuego—, nuestra líder, Estrella Azul, encontró la más valerosa de las muertes al salvarme a mí y a todo su clan de la manada.
Esperaba maullidos de indignación, pero sólo hubo silencio cuando la historia llegó a su fin. Los ojos de todos los gatos estaban clavados en él, estupefactos de la impresión.
Estrella de Fuego miró de reojo a Estrella Leopardina, que seguía con Cebrado y Patas Negras detrás de Estrella de Tigre. La líder del Clan del Río parecía horrorizada. Durante unos segundos, Estrella de Fuego pensó esperanzado que quizá rompiera de inmediato su acuerdo con Estrella de Tigre y alejara a su clan del liderazgo del atigrado, pero la gata permaneció en silencio.
—Ésta es la historia de Estrella de Tigre —maulló Estrella de Fuego apremiante, volviéndose hacia Azote—. Y demuestra una cosa: que hará lo que sea para obtener poder. Si te ha prometido una parte del bosque, no lo creas. Él no cederá ni una pizca, ni a ti ni a nadie.
Azote entornó los ojos. Estrella de Fuego vio que estaba pensando cuidadosamente en lo que había oído, y en su interior brotó la esperanza como una pequeña llama.
—Cuando Estrella de Tigre fue a visitarme hace dos lunas, me contó lo que estaba planeando hacer con los perros —maulló el gato negro, y se dio la vuelta para mirar al líder del Clan de la Sombra—. Lo que no me ha dicho es que su plan había fracasado.
—Ahora no importa nada de eso —espetó Estrella de Tigre bruscamente—. Tenemos un trato contigo, Azote. Lucha a mi lado y tendrás todo lo que te he ofrecido.
—Mi clan y yo lucharemos cuando yo lo decida —replicó Azote, y añadió en dirección a Estrella de Fuego—: Pensaré en lo que has contado. Hoy no habrá ninguna batalla.
Estrella de Tigre erizó el pelo de rabia, sacudiendo la cola de un lado a otro.
—¡Traidor! —bramó, y saltó hacia Azote con las garras extendidas.
Espantado, Estrella de Fuego supuso que iba a ver cómo el pequeño gato negro quedaba hecho pedazos. Él conocía, por amarga experiencia, la potencia de los músculos de Estrella de Tigre. Pero Azote se apartó velozmente, esquivando a Estrella de Tigre cuando éste aterrizó. Cuando el enorme atigrado se encaró con él, Azote alargó las zarpas delanteras. El pálido sol de la estación sin hojas relució de una manera extraña en sus garras. Estrella de Fuego sintió que se le helaba la sangre en las venas: las uñas de Azote estaban reforzadas con largos y afilados colmillos de perro.
Estrella de Tigre perdió el equilibrio al recibir un zarpazo en el omóplato. Cayó de costado, dejando expuesta la barriga, y Azote le clavó sus crueles garras en la garganta. Empezó a manar sangre mientras el pequeño gato abría en canal al atigrado desde el cuello hasta la cola.
Estrella de Tigre soltó un grito desesperado, interrumpido por un escalofriante estertor estrangulado. Su cuerpo se sacudió entre convulsiones y espasmos, agitando las patas y la cola. Luego permaneció inmóvil unos segundos. Estrella de Fuego sabía que estaba cayendo en el trance del líder que pierde una vida, para despertar un poco después, cuando hubiera recuperado las fuerzas, con sus demás vidas intactas.
Pero ni siquiera el Clan Estelar podía curar aquella espantosa herida. Azote retrocedió para observar fríamente cómo el cuerpo de Estrella de Tigre se estremecía de nuevo. La oscura sangre roja seguía fluyendo, extendiéndose por el suelo en una marea incesante. Estrella de Tigre soltó otro alarido. Estrella de Fuego deseó poder taparse las orejas para no tener que oír nada más, pero estaba absolutamente paralizado.
El cuerpo del enorme atigrado se quedó inmóvil de nuevo, pero la herida seguía siendo demasiado grave para remitir bajo el trance curativo. Otro espasmo sacudió el cuerpo de Estrella de Tigre. En su agonía, arrancaba puñados de hierba con las garras, mientras sus gritos pasaban de la furia al terror.
«Está muriendo nueve veces —comprendió Estrella de Fuego—. Oh, por el Clan Estelar, no…».
Era una muerte que no habría deseado a ningún gato, ni siquiera a Estrella de Tigre, y pensó que aquello no iba a terminar nunca.
Cuando vieron lo que le estaba sucediendo al líder al que consideraban invencible, los guerreros del Clan del Tigre prorrumpieron en chillidos horrorizados. Estrella de Fuego advirtió que estaban rompiendo filas; varios gatos pasaron a empujones ante él en su desesperada prisa por huir del claro. Desde algún punto a sus espaldas, oyó que Estrella Alta ordenaba a sus guerreros:
—¡Quietos! ¡Quedaos en vuestros puestos!
Estrella de Fuego sabía que él no tenía que dar a sus guerreros esa misma orden. Permanecerían con él hasta el final.
Ahora Estrella de Tigre estaba resollando, exhausto en su lucha por la vida. Estrella de Fuego vislumbró sus ojos ámbar, vidriosos de dolor, odio y pavor. Entonces su cuerpo dio una última sacudida y se quedó inmóvil.
Estrella de Tigre había muerto.
Paralizado de incredulidad, Estrella de Fuego miraba sin pestañear el cuerpo sin vida. Su viejo enemigo, el gato más peligroso del bosque, el gato con el que había esperado luchar a muerte… se había ido.
Estrella de Fuego permaneció frente a Azote. El pequeño gato negro se mostraba impasible. Ahora Estrella de Fuego sabía que no debía infravalorarlo por su tamaño. Nunca se había enfrentado a un felino más peligroso que aquél, que con un simple zarpazo podía acabar con las nueve vidas de un líder.
Detrás de Azote, los gatos del Clan de la Sangre avanzaron como preparándose para atacar, y Estrella de Fuego miraba a sus guerreros para asegurarse de que estaban listos. Estaban alineados con los guerreros del Clan del Viento, dispuestos a saltar. Pero, cuando Estrella de Fuego se volvió de nuevo hacia su enemigo, Azote alzó una pata empapada de sangre.
Los gatos que había a su espalda se detuvieron.
—Ya veis lo que les ocurre a quienes desafían al Clan de la Sangre —advirtió el gato negro con calma—. Vuestro amigo —continuó, señalando desdeñosamente con la cola el cuerpo inerte de Estrella de Tigre— creía que podía controlarnos. Estaba equivocado.
—Nosotros no queremos controlaros —contestó Estrella de Fuego con voz ronca—. Lo único que queremos es vivir en paz. Lamentamos que Estrella de Tigre os haya traído aquí con mentiras. Por favor, cazad lo que os apetezca antes de marcharos a casa.
—¿Marcharnos a casa? —Azote abrió los ojos con burlona incredulidad—. No nos vamos a ninguna parte, idiota. En el poblado del que venimos hay muchísimos gatos y las presas escasean. Aquí en el bosque no tendremos que depender de la basura de los Dos Patas para alimentarnos.
Miró a los dos clanes listos para la batalla.
—Ahora vamos a apropiarnos de este territorio —continuó—. Yo dominaré el bosque además del poblado. Pero entiendo que quizá necesitéis algo de tiempo para reflexionar sobre esto. Tenéis tres días para marcharos… o para enfrentaros a mi clan en combate. Esperaré vuestra respuesta al alba del cuarto día.