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19

Estrella de Fuego ascendió la ladera que conducía al territorio del Clan del Viento desde los Cuatro Árboles. Tras él avanzaba una patrulla con algunos de sus guerreros: Látigo Gris, Fronde Dorado, Tormenta de Arena, Nimbo Blanco y Manto Polvoroso con su aprendiz, Ceniciento. No se había atrevido a llevar más gatos para ayudar al Clan del Viento. Había dejado a Tormenta Blanca a cargo del campamento con todos los demás guerreros, por si acaso Estrella de Tigre planeaba atacarlos también. Sus patas rozaban la mullida vegetación del páramo mientras corría hacia el campamento del Clan del Viento. Un frío viento le aplastaba el pelo, llevándole el distante olor del Clan de la Sombra. Aunque sabía que todavía estaba demasiado lejos, imaginó que podía oír los gritos de batalla mientras los guerreros de Estrella de Tigre caían sobre el desprevenido Clan del Viento.

—Llegaremos demasiado tarde —resolló Látigo Gris a su lado—. ¿Cuánto le habrá costado a Enlodado llegar hasta nosotros, malherido como estaba?

El líder no malgastó aliento en responder. Sabía que Látigo Gris tenía razón. Aquélla no era la primera vez que el Clan del Trueno corría a ayudar al Clan del Viento contra una alianza del Clan del Río y el Clan de la Sombra. Aunque en aquella ocasión los habían avisado con tiempo y habían logrado expulsar a los atacantes. Ahora, para cuando alcanzaran el campamento del Clan del Viento, la batalla podría haber terminado, pero aun así Estrella de Fuego sabía que debían intentarlo. El código guerrero, su amistad con algunos miembros del Clan del Viento y la urgencia de unirse para hacer frente al Clan del Tigre; todo eso lo obligaba a guiar a sus guerreros al rescate tan deprisa como pudiera.

Al acercarse más, advirtió que el olor del Clan de la Sombra estaba mezclado con algo del Clan del Río, formando un nuevo olor que comprendió que era el distintivo del Clan del Tigre. Estaban lo bastante cerca para oír maullidos de gatos peleando, pero el silencio le atenazó el corazón como una garra fría. La batalla debía de haber finalizado. El líder redujo el paso y trepó con sus guerreros la última cuesta hacia el campamento, con el estómago encogido de miedo por lo que podrían encontrar.

Estrella de Fuego se deslizó sigilosamente a lo alto, desde donde podría contemplar el campamento. En el aire había un fuerte olor al Clan del Viento, junto con el acre de la sangre y el miedo. Un único alarido espeluznante quebró el silencio cuando Estrella de Fuego llegó a la cima y vio lo que Estrella de Tigre había hecho.

La hondonada donde los gatos del Clan del Viento tenían su campamento estaba bordeada de arbustos de aulaga. Las espinosas ramas todavía exhibían algunas flores amarillas. Más allá, en el centro del claro, Estrella de Fuego vio gatos apiñados y casi inmóviles. Mientras los observaba, una reina de color carey levantó la cabeza y soltó otro escalofriante maullido.

—¡Flor Matinal! —exclamó Estrella de Fuego.

Haciendo una señal con la cola a sus guerreros para que lo siguieran, bajó corriendo entre los arbustos hasta el campamento. Al irrumpir en el claro, se encontró frente al líder Estrella Alta. El gato blanco y negro tenía el pelo desgarrado y cubierto de polvo, y arrastraba la cola de agotamiento.

—¡Estrella de Fuego! —Su voz sonó ronca de dolor—. Sabía que vendrías.

—No lo bastante pronto. Lo lamento.

El líder del Clan del Viento negó con la cabeza con impotencia.

—Has hecho lo que has podido. —Se volvió hacia los gatos encogidos en el claro, demasiado conmocionados o heridos para moverse—. Ya ves lo que ha hecho Estrella de Tigre.

—Cuéntanos qué ha sucedido —le pidió Látigo Gris.

Estrella Alta agitó las orejas.

—Estrella de Tigre y sus guerreros llegaron hasta nosotros a hurtadillas… sin previo aviso. En cualquier caso, eran demasiados para luchar contra ellos.

Estrella de Fuego dio unos pasos, sintiendo que se le revolvía el estómago. Ninguno de los guerreros del Clan del Viento había escapado sin heridas. El lugarteniente Rengo estaba tendido muy quieto, sangrando por un tajo en el costado. Cerca de él estaba la guerrera Corriente Veloz, cuyo pelaje gris claro le colgaba del omóplato en jirones. Tenía la vista perdida, como si no pudiera creer lo que había pasado.

Estrella de Fuego tampoco podía creerlo. Aquel ataque se había producido sin mediar ninguna provocación; no había habido ninguna advertencia en la última Asamblea; y Estrella de Tigre no había ganado ningún territorio para su clan. El propósito del ataque no era otro que infundir miedo en los gatos del Clan del Viento.

—Hola, Estrella de Fuego —lo saludó una débil voz.

Al darse la vuelta, el líder del Clan del Trueno vio a su viejo amigo Bigotes. El guerrero marrón estaba tendido de lado, con profundas heridas en el cuello y el omóplato. Cascarón, el curandero del Clan del Viento, estaba aplicándole telas de araña, pero la sangre seguía saliendo lentamente.

—Bigotes… —Estrella de Fuego enmudeció, sin saber qué decir.

A su amigo le relucían los ojos de dolor.

—No es tan malo como parece —gruñó—. Deberías haber visto al otro.

—Ojalá hubiéramos llegado a tiempo —maulló Estrella de Fuego.

—Sí. Ojalá. Mira ahí.

Bigotes giró la cabeza y Cascarón le espetó:

—¡No te muevas!

Estrella de Fuego siguió la mirada del guerrero herido. Flor Matinal, la reina que antes maullaba estridentemente, estaba acurrucada sobre el cuerpo inerte de otro gato. Era un cuerpo pequeño y tenía desgarrado el pelaje blanco y canela.

—No… —A Estrella de Fuego se le hizo un nudo en la garganta—. No puede ser Erguino.

—Estrella de Tigre lo ha matado —contó Bigotes con la voz tensa de rabia—. Lo ha inmovilizado en el centro del claro, con todos sus guerreros alrededor para que ninguno pudiéramos acercarnos lo bastante para detenerlo. Ha… ha dicho que iba a matarlo para enseñarnos al resto lo que nos esperaba si nos negábamos a unirnos a él.

Estrella de Fuego cerró los ojos, incapaz de soportar la sangrienta escena, pero lo único que pudo ver fue la imagen del enorme líder del Clan del Tigre, sujetando al desvalido aprendiz mientras desafiaba a los guerreros del Clan del Viento. Lo recorrió un escalofrío. Recordó cuando Látigo Gris y él fueron en busca del Clan del Viento para devolverlos a su hogar, después de que el Clan de la Sombra los hubiera empujado al exilio. Estrella de Fuego había cargado con Erguino, entonces un cachorrito diminuto, a través del Sendero Atronador.

Y todo eso se había echado a perder ahora, por culpa de Estrella de Tigre. Se preguntó si éste habría escogido a Erguino deliberadamente porque conocía el vínculo especial que él tenía con el aprendiz.

Tras volver en sí, abrió los ojos y se separó de Bigotes para acercarse cuidadosamente a Flor Matinal. Al llegar a su lado, le tocó el omóplato con la nariz para llamar su atención.

La gata alzó la vista; sus hermosos ojos estaban empañados de dolor.

—Estrella de Fuego —susurró—. Jamás pensé que habías salvado a mi hijo para esto. ¿Qué nos ha hecho el Clan Estelar?

El joven líder se agachó junto a ella, apretándose contra su costado para reconfortarla, y pegó el hocico al pelaje de Erguino.

—Estaba convirtiéndose en un magnífico guerrero —murmuró.

Levantó la cabeza al oír a otro gato; se trataba de Látigo Gris. Su amigo también se inclinó para tocar el pelaje de Erguino, maullando unas palabras de consuelo a Flor Matinal.

—Estrella de Fuego, ¿qué quieres que hagamos? —preguntó Látigo Gris al terminar—. No podemos dejarlos así.

Tras dar un último lametón afectuoso a Flor Matinal, Estrella de Fuego se puso en pie para alejarse con su amigo.

—Llévate a dos o tres gatos de patrulla —ordenó—. Y también a uno o dos del Clan del Viento, si es que hay alguno en condiciones. Ellos conocerán sus propias fronteras mejor que nosotros. Aseguraos de que no quedan guerreros del Clan del Tigre acechando por ahí. Si encontráis alguno, ya sabes lo que tenéis que hacer: echadlo, o matadlo si es necesario. Y volved con toda la carne fresca que podáis. El Clan del Viento necesita comer, y ahora no son capaces de cazar solos.

—Entendido —maulló Látigo Gris.

Llamó a Tormenta de Arena, Nimbo Blanco y Manto Polvoroso, y fue a pedirle a Estrella Alta permiso para patrullar en su territorio. El líder del Clan del Viento se lo concedió agradecido y ordenó a Manto Trenzado, que había escapado con algunos repelones y arañazos, que los acompañara para enseñarles los mejores sitios para cazar.

—Tenemos que hablar —le dijo Estrella Alta a Estrella de Fuego mientras veían marcharse a la patrulla—. Estrella de Tigre ha dejado un mensaje para ti.

El joven líder plantó las orejas.

—¿Un mensaje?

—Quiere que nosotros dos nos reunamos con él mañana en los Cuatro Árboles, cuando el sol esté en lo más alto —anunció el viejo líder—. Dice que está cansado de esperar. Quiere saber nuestra decisión sobre si vamos a unirnos o no al Clan del Tigre… y nos ha mostrado qué nos hará si lo rechazamos.

Señaló con la cola a los guerreros heridos y el cuerpo inerte del aprendiz muerto; en aquel simple gesto estaba contenido todo su pesar.

Estrella de Fuego lo miró a los ojos, y los dos líderes intercambiaron una larga mirada de entendimiento.

—Preferiría morir a unirme al Clan del Tigre —declaró al cabo Estrella de Fuego.

—Y yo —coincidió Estrella Alta—. Me alegra oírte decir eso. Estrella Azul acertó contigo desde el primer momento. Muchos gatos pensaban que eras demasiado joven e inexperto cuando te nombró su lugarteniente, pero ahora estás mostrando tu categoría. El bosque necesita gatos como tú.

Estrella de Fuego bajó la cabeza, azorado por la inesperada alabanza.

—Entonces… nos veremos mañana en los Cuatro Árboles.

Estrella Alta asintió muy serio.

—Acéptame un consejo, Estrella de Fuego: lleva algunos guerreros contigo. Cuando nos neguemos a unirnos a Estrella de Tigre, imagino que él no nos dejará marchar sin pelear.

Estrella de Fuego notó un escalofrío hasta la punta de la cola. El líder veterano tenía razón.

—En ese caso, si tenemos que hacerlo, ¿pelearemos juntos? —preguntó.

—Juntos —prometió Estrella Alta—. Nuestros clanes se unirán como un león para combatir al tigre que ronda nuestro bosque.

Estrella de Fuego se quedó mirándolo sin pestañear, asombrado. Estrella Alta no podía conocer la profecía de Estrella Azul ni la visión que él había tenido junto al arroyo. Y, sin embargo, había repetido las palabras de la profecía: «Cuatro se tornarán dos. El león y el tigre se enfrentarán en combate». ¿Habría hablado también el Clan Estelar con el líder del Clan del Viento? Lo que sucedía entre el líder de un clan y los espíritus de los antepasados era privado, pero aquello le recordó a Estrella de Fuego que ambos eran líderes, con la responsabilidad de dos poderosos clanes detrás de ellos.

Sosteniéndole la mirada al noble gato blanco y negro, Estrella de Fuego maulló:

—Juro por el Clan Estelar que mi clan será amigo del tuyo para combatir contra este mal hombro con hombro.

—Yo también lo juro —contestó Estrella Alta con solemnidad.

Estrella de Fuego levantó la cabeza y olfateó el aire, que aún tenía un leve rastro de los gatos asaltantes. Sabía que aquel juramento sería inamovible hasta que Estrella de Tigre fuera desterrado del bosque… o hasta que los dos perdieran su novena vida intentándolo.