Estrella de Fuego se detuvo en lo alto de la hondonada antes de guiar a sus gatos a la Asamblea. La noche estaba en calma. Había nubes creciendo en el horizonte, y se preguntó si el Clan Estelar iría a ocultar la luna para demostrar que no deseaba que se celebrara la Asamblea.
Sin embargo, de momento la luna brillaba en lo alto, y el líder notó el olor de gatos que llegaba desde la hondonada.
—Sólo está el Clan del Viento —murmuró Látigo Gris, que se hallaba junto a él—. ¿Por qué se retrasan los otros?
Estrella de Fuego se encogió de hombros.
—El Clan Estelar sabrá. Personalmente, no me importaría que Estrella de Tigre no apareciera.
Hizo una señal con la cola y abrió la marcha, descendiendo entre los arbustos hasta el claro que había en medio de la hondonada. Como había dicho su amigo, allí sólo había gatos del Clan del Viento. Vio al líder, Estrella Alta, sentado con su lugarteniente Rengo cerca de la base de la Gran Roca.
—Saludos, Estrella de Fuego —maulló Estrella Alta inclinando la cabeza cortésmente—. Oreja Partida me contó que os había visto de camino a las Rocas Altas. Lamentamos la pérdida de Estrella Azul.
—Al igual que su clan —contestó Estrella de Fuego, inclinando la cabeza a su vez—. Era una líder noble.
—Pero tú serás un digno sucesor —maulló el gato blanco y negro, sorprendiendo a Estrella de Fuego con la calidez de su tono—. Has servido muy bien a tu clan.
—Yo… espero servirlo todavía mejor en el futuro —tartamudeó el joven líder.
Estrella Alta asintió una vez más y saltó a la Gran Roca. Antes de seguirlo, Estrella de Fuego echó un vistazo a sus gatos. Ya estaban todos dando vueltas entre los guerreros del Clan del Viento e intercambiando novedades. Lo alegró ver que los dos clanes parecían amigables, a pesar del reciente encontronazo por la desaparición de presas. Aunque estaba preocupado por el Clan del Río y el Clan de la Sombra, lo reconfortó pensar que podría hallar aliados en el Clan del Viento.
Tras saludar con la cola a Bigotes y su aprendiz, Erguino, que estaban charlando con Tormenta de Arena, Estrella de Fuego saltó para colocarse junto a Estrella Alta en la cima de la Gran Roca.
Ya había estado allí una vez, cuando ocupó el puesto de Estrella Azul, enferma tras el incendio, pero aún no se había acostumbrado a mirar a sus gatos desde una altura tan grande, ni a ver el leve resplandor de sus ojos bajo la luz de la luna cuando miraban hacia él. Se sintió más tenso al pensar en lo que se avecinaba y en la confrontación con Estrella de Tigre que seguramente se produciría antes de que se ocultara la luna.
—El Clan del Río y el Clan de la Sombra llegan tarde —señaló.
Estrella Alta coincidió agitando las orejas.
—Las nubes amenazan la luna —apuntó con cierto nerviosismo—. Puede que el Clan Estelar esté enfadado.
Al alzar la vista, Estrella de Fuego vio que las nubes en las que había reparado antes estaban extendiéndose por el cielo.
El aire sabía a humedad, y sintió un hormigueo de expectación. ¿Qué significaría si el Clan Estelar tapaba la luna y Estrella de Tigre seguía maquinando en secreto hasta la siguiente Asamblea?
—Estrella Alta —empezó, decidiendo que había llegado el momento de sincerarse con el líder del Clan del Viento y pedirle consejo—. Me preocupa lo que Estrella de Tigre pueda estar planeando…
No pudo terminar la frase. Lo interrumpió un maullido triunfal desde lo alto de la hondonada, y al cabo de un segundo empezaron a bajar más gatos al claro; el Clan de la Sombra y el Clan del Río llegaban juntos, con los guerreros desplegados en abanico tras sus líderes. Estrella de Tigre subió a la Gran Roca de un salto, y Estrella Leopardina trepó tras él.
—¡Gatos de todos los clanes! —llamó Estrella de Tigre, sin saludar siquiera a Estrella Alta y Estrella de Fuego ni acordar con los demás líderes quién hablaría primero—. Tengo noticias para vosotros. Escuchad bien, porque un gran cambio está llegando al bosque.
Estrella de Fuego se quedó mirándolo confundido. Ante el anuncio de noticias por parte de Estrella de Tigre, él había pensado que se refería a la filiación de Vaharina y Pedrizo. Pero eso no merecería una llegada tan espectacular, ni que Estrella de Tigre hablara de un gran cambio.
A sus pies, el claro se había sumido en un completo silencio. Todos los gatos miraban hacia la Gran Roca con los ojos dilatados mientras aguardaban a que Estrella de Tigre se explicara. Estrella de Fuego notó que empezaba a erizársele el pelo, pero no sabía si era a causa de la tensión de los guerreros congregados o de las nubes que amenazaban lluvia.
—Un gran cambio —repitió Estrella de Tigre—. Y el Clan Estelar me ha mostrado que es el Clan de la Sombra quien debe preparar a todos los gatos del bosque para que lo reciban.
—¿A todos los gatos? —masculló quedamente Estrella Alta, pero Estrella de Fuego lo oyó. El líder del Clan del Viento dio un paso adelante—. Estrella de Tigre…
—El Clan de la Sombra cuenta con el respaldo del Clan Estelar —prosiguió el líder atigrado, haciendo caso omiso de la interrupción—. Somos afortunados porque sobrevivimos a la enfermedad, y yo he recibido la aprobación de nuestros antepasados guerreros porque fue tarea mía recuperar al clan y engrandecerlo de nuevo.
«¿Ah, sí?», pensó Estrella de Fuego. Se negaba a creer que el Clan Estelar estuviera mostrando su respaldo a Estrella de Tigre después de todo lo que le había hecho a su clan de nacimiento. Miró hacia la hondonada buscando a Nariz Inquieta. El curandero del Clan de la Sombra había hecho todo lo posible por apoyar a su clan durante el desventurado liderazgo de Estrella Nocturna, y Estrella de Fuego tenía la impresión de que no estaba del todo contento con Estrella de Tigre como sustituto del viejo líder. Se preguntó qué pensaría Nariz Inquieta sobre el anuncio de Estrella de Tigre, pero, aunque inspeccionó el claro meticulosamente, no vio ni rastro del curandero.
«¿Lo habrán dejado en casa para que no pueda negar las afirmaciones de Estrella de Tigre?», se dijo.
Al mismo tiempo, advirtió que Pedrizo tampoco estaba allí, y se preguntó si el lugarteniente del Clan del Río tendría más problemas por su linaje mestizo. Se preguntó también qué pensaría sobre la decisión de su líder de aliarse con Estrella de Tigre.
Pero a quien sí vio en el claro de abajo fue a Cebrado. El antiguo guerrero del Clan del Trueno estaba sentado junto a Patas Negras, el lugarteniente del Clan de la Sombra, y sus ojos destellaban de admiración, clavados en Estrella de Tigre. Era evidente que había ido derecho a su viejo aliado después de que lo expulsaran del Clan del Trueno.
—Todos sabéis —continuó Estrella de Tigre— que los cambios ya han empezado a llegar… cambios desagradables que escapan a nuestro control. En la pasada estación sin hojas, una buena parte del bosque quedó anegada por las inundaciones. Un incendio atravesó el territorio del Clan del Trueno. —Al mencionar el incendio, lanzó una mirada a Estrella de Fuego, a quien le habría encantado borrar de un zarpazo la arrogancia de aquella cara con cicatrices de guerra—. Los Dos Patas están invadiendo nuestro territorio en un número cada vez mayor. La vida se está volviendo más dura, y mientras el bosque cambia a nuestro alrededor, nosotros debemos cambiar para enfrentarnos a esta crisis.
Abajo brotaron maullidos de apoyo, aunque Estrella de Fuego advirtió que procedían sólo de gatos del Clan de la Sombra y el Clan del Río. Los guerreros del Clan del Trueno y el Clan del Viento estaban intercambiando miradas de asombro, como si no entendieran lo que Estrella de Tigre intentaba decir. Estrella de Fuego se sentía igual de desconcertado. Estaba tan convencido de que Estrella de Tigre iba a revelar el secreto de Vaharina y Pedrizo en la Asamblea, y a exigir al Clan del Trueno que le entregara a Zarzo y Zarpa Trigueña, que se había preparado para eso, pero ahora debía hacer frente a un desafío completamente distinto.
—El Clan Estelar me ha enseñado el camino —maulló Estrella de Tigre lanzando una mirada al cielo, donde las nubes de tormenta estaban creciendo cada vez más—. Para sobrevivir a las dificultades que se avecinan, debemos estar juntos. Como cuatro clanes, desperdiciamos nuestras energías luchando entre nosotros. Como uno solo, seríamos fuertes. ¡Debemos unirnos!
Un completo silencio recibió sus palabras. Estrella de Fuego pudo oír hasta la leve brisa que movía las ramas sin hojas de los cuatro robles y, en la distancia, el sonido apagado de un trueno. Se quedó mirando a Estrella de Tigre con la boca abierta. ¿Un solo clan en el bosque? ¿Cuando el Clan Estelar siempre había decretado que debían ser cuatro?
—Estrella Leopardina está de acuerdo en unir el Clan del Río con el Clan de la Sombra —les contó Estrella de Tigre—. Seremos líderes conjuntos de un clan mayor que se conocerá como el Clan del Tigre.
«¿Líderes conjuntos?». Estrella de Fuego no se lo creyó ni por un instante. Estrella de Tigre jamás compartiría su liderazgo con ningún gato.
Entonces el gato oscuro se volvió hacia Estrella Alta y Estrella de Fuego.
—Hemos venido a invitaros a que os unáis al nuevo clan —maulló, con sus ojos ámbar centelleando—. Gobernemos el bosque juntos en amistad y en paz.
Antes de que terminara de hablar, Estrella Alta se adelantó con el pelo erizado agresivamente. Pero no respondió a Estrella de Tigre; en vez de eso, se dirigió a todos los gatos del claro.
—El Clan del Tigre era el nombre de uno de los grandes clanes de los antiguos tiempos. —Su voz resonó fuerte y clara como si todavía fuera un gato joven—. Estrella de Tigre no tiene derecho a utilizarlo ahora. Y tampoco tiene derecho a cambiar el número de clanes del bosque. Hemos vivido como cuatro clanes durante incontables estaciones, siguiendo el código guerrero establecido por el Clan Estelar. Dejar a un lado nuestras antiguas costumbres nos abocará al desastre. —Volviéndose hacia Estrella de Tigre, bufó—: ¡Prefiero morir antes que unir mi clan al tuyo!
Estrella de Tigre parpadeó despacio. Estrella de Fuego vio un peligroso fulgor en sus ojos, pero el atigrado respondió con voz tranquila:
—Te comprendo, Estrella Alta. Éstos son asuntos importantes, y un gato viejo como tú necesitará tiempo para ver que lo que estoy proponiendo es bueno para todos nuestros clanes.
—No soy tan viejo como para haber perdido la chaveta, ¡excremento de zorro!
Estrella de Tigre pegó las orejas al cráneo, pero se contuvo.
—¿Y qué piensa el nuevo líder del Clan del Trueno? —preguntó con tono despectivo. Todo el odio que había sentido siempre por el guerrero rojizo estaba contenido en esas palabras; incluso el aire parecía oler a quemado.
A Estrella de Fuego le latieron las venas como si estuvieran llenas de hielo mientras se imaginaba el futuro. Su territorio y el de Estrella Alta se hallaban entre el de Estrella de Tigre y Estrella Leopardina. Con el Clan de la Sombra y el Clan del Río aliados, los dos clanes restantes podrían quedar aplastados.
Al mirar hacia abajo, Estrella de Fuego vio que la desazón se extendía entre los guerreros del Clan del Trueno y el Clan del Viento.
Tormenta de Arena se puso en pie para maullar:
—¡Jamás, Estrella de Tigre, jamás!
Pero algunos gatos del Clan del Viento estaban hablando nerviosamente entre sí, como considerando la proposición del atigrado oscuro. Estrella de Fuego comprendió que su rival había sido muy listo. Buena parte de lo que había dicho era cierto… los tiempos se estaban volviendo más duros por todas las razones que había dado. Quizá algunos gatos creyeran que sus problemas podrían solucionarse uniéndose todos en un solo clan. Pero Estrella de Fuego estaba convencido de que los gatos del bosque sólo podrían cumplir su destino si había cuatro clanes. Y aunque hubiera considerado un momento la idea de unirse en uno solo, la habría rechazado si Estrella de Tigre iba a ser el líder.
—Bueno, Estrella de Fuego —maulló el atigrado con voz profunda, lanzando otra mirada al cielo de aspecto tormentoso—. ¿Te has quedado sin lengua?
Estrella de Fuego dio un par de pasos para situarse junto a Estrella Alta.
—Jamás permitiré que tomes el mando de mi clan —bufó.
—Oblíganos —lo invitó Estrella Alta—. Si puedes.
—¿Obligaros? —Los ojos color ámbar de Estrella de Tigre se dilataron; durante un segundo, casi pareció sinceramente dolido—. He venido aquí en son de paz con un plan que nos ayude. Estrella Alta, Estrella de Fuego, quiero que reconozcáis que ésta es la decisión correcta y que vengáis a mí de buen grado. Pero no tardéis demasiado —añadió, con un deje amenazador—. El Clan Estelar no esperará eternamente.
Estrella de Fuego se encendió de rabia. ¿Cómo se atrevía Estrella de Tigre a declarar que su intento de apoderarse de todo el bosque era la voluntad del Clan Estelar?
Girando en redondo, le dio la espalda al líder del Clan de la Sombra y se dirigió al borde de la Gran Roca, desde donde podría mirar a todos los gatos congregados. Había llegado la hora de hablar. Cuando terminara, Estrella de Tigre quedaría expuesto como lo que era: un asesino que avanzaba a través de la sangre de innumerables gatos para conseguir lo que quería. ¡Que Estrella Leopardina viera en qué clase de gato había confiado!
—¡Gatos del Clan del Viento, Clan del Río y Clan de la Sombra! —maulló Estrella de Fuego—. Ya no puedo seguir guardando silencio. No debéis fiaros de Estrella de Tigre más de lo que os fiaríais de un tejón acorralado.
Con el rabillo del ojo, vio un veloz movimiento en Estrella de Tigre, que tensaba los músculos bajo el ondulante pelaje atigrado, pero el líder del Clan de la Sombra miró hacia arriba, se controló y continuó escuchando con expresión de indiferencia deliberada.
—Sé que muchos de vosotros os habéis preguntado por qué Estrella de Tigre abandonó el Clan del Trueno —prosiguió Estrella de Fuego—. ¿Queréis saber la verdad? Es un gato ávido de poder y peligroso, y está dispuesto a matar a otros gatos para obtener lo que desea.
Se interrumpió cuando un rayo estalló en el cielo, una abrasadora garra blanca que rastrilló el bosque. Retumbaron truenos, ahogando las palabras de Estrella de Fuego; sonó como si la propia Gran Roca estuviera rompiéndose en pedazos.
—¡Una señal! ¡Una señal! —bramó Estrella de Tigre. Miró hacia el cielo; sus ojos amarillos relucían bajo la luz de la luna que todavía brillaba entre las crecientes nubes—. Te doy las gracias, Clan Estelar, por mostrarnos tu voluntad. Esta Asamblea ha concluido.
Ordenando a sus gatos que lo siguieran, se preparó para bajar de la Gran Roca. Antes de saltar, giró la cabeza entornando los ojos con odio.
—Qué lástima, minino casero —siseó—. Piensa en mi oferta. Es tu última oportunidad de salvar a esos penosos gatos.
Antes de que Estrella de Fuego tuviera ocasión de responder, el líder del Clan de la Sombra descendió de la Gran Roca y desapareció entre los arbustos que bordeaban la hondonada. Los gatos del Clan de la Sombra corrieron tras él. Después saltó Estrella Leopardina para reunir a sus guerreros.
Estrella Ata y Estrella de Fuego se quedaron pasmados, mientras un nuevo relámpago lo iluminaba todo. Una ráfaga de viento azotó la roca, derribando casi a Estrella de Fuego, y empezó a llover. Había estallado la tormenta.
Casi cegado por el intenso relámpago, Estrella de Fuego se deslizó por el lateral de la roca y recorrió la hondonada hasta el abrigo de los arbustos, llamando de camino a sus guerreros. Al cabo de un momento se encontró agazapado bajo un espino con Látigo Gris y Tormenta de Arena apretujados junto a él. Tras sacudirse la lluvia del pelo, buscó con la mirada a Estrella Alta, pero el líder del Clan del Viento no lo había seguido.
La lluvia golpeaba el suelo con tal fuerza que las gotas se dispersaban en una rociada. Los cuatro robles se agitaban y crujían en el viento. La hierba y los helechos estaban aplastados por la furia de la tormenta. Pero el caos del claro no era peor que el caos de la mente de Estrella de Fuego.
—¡No puedo creerlo! —exclamó, levantando la voz por encima del viento aullador—. Ni siquiera se me había ocurrido que Estrella de Tigre se atreviera a reclamar el poder sobre todo el bosque.
—Pero ¿qué podemos hacer? —preguntó Látigo Gris—. No has llegado a contar la verdad sobre Estrella de Tigre.
—No es culpa de Estrella de Fuego que haya estallado la tormenta —señaló Tormenta de Arena erizando el pelo.
—Demasiado tarde para preocuparse por eso —dijo el líder—. Ya no tiene remedio. Debemos decidir qué hacemos ahora.
—¿Qué hay que decidir? —gruñó Tormenta de Arena. La luz de la batalla centelleaba en sus ojos verdes—. Pelearemos, por supuesto… hasta que echemos a ese montón de carroña del bosque de una vez por todas.
El líder asintió. Aunque no dijo nada, no pudo evitar pensar en la profecía de Estrella Azul durante su sueño junto a la Piedra Lunar.
«Cuatro se tornarán dos. El león y el tigre se enfrentarán en combate».
«“El tigre” debe de significar el nuevo Clan del Tigre, pero ¿quién o qué es “el león”?». Estrella de Fuego dejó la cuestión a un lado al recordar las siniestras palabras finales de Estrella Azul:
«La sangre regirá el bosque».