Estrella de Fuego salió del bosque cerca de las Rocas Soleadas y se detuvo a saborear el aire. El sol estaba elevándose a sus espaldas, proyectando largas sombras desde el bosque hacia el río. Habían transcurrido varios días desde que Cebrado había abandonado el clan y, de momento, las patrullas no habían detectado señales suyas ni de gatos del Clan de la Sombra en el territorio. Pero el recuerdo de su sueño todavía era demasiado vívido para que Estrella de Fuego creyera que había desaparecido la amenaza de las tierras del otro lado del Sendero Atronador.
Látigo Gris y Espinardo salieron de entre los árboles tras él.
—¿Hueles algo? —preguntó el gato gris.
Estrella de Fuego se encogió de hombros.
—Solamente a gatos del Clan del Río. No más de lo que me esperaba tan cerca de la frontera. Pero quiero asegurarme de que no han estado rondando las Rocas Soleadas.
—Renovaremos las marcas olorosas —maulló Látigo Gris—. Vamos, Espinardo.
Mientras sus amigos desaparecían en las torrenteras que había entre las rocas, Estrella de Fuego se quedó donde estaba, atrayendo cuidadosamente el aire a sus glándulas olfativas. Aunque lo preocupaba el Clan de la Sombra, no se había olvidado del Clan del Río ni de su ambiciosa líder, Estrella Leopardina. Había intentado recuperar las Rocas Soleadas no hacía mucho, y no lo sorprendería que lo intentase de nuevo.
Al cabo de un rato detectó olor fresco del Clan del Río. Recelando de inmediato, rodeó la base de las rocas, pero se relajó poco después al vislumbrar a Vaharina. La gata estaba sola, agachada justo al borde del río, y mientras Estrella de Fuego la observaba, sacó un pez del agua y lo mató de un zarpazo.
—¡Bien hecho! —exclamó Estrella de Fuego.
Vaharina se volvió y, al verlo, subió por la ligera pendiente de la ribera hasta la frontera. Estrella de Fuego fue a reunirse con ella, contento de ver que seguía pareciendo amistosa a pesar del modo en que había salido del campamento del Clan del Trueno. Sin embargo, advirtió alarmado que la guerrera estaba mucho más delgada que la última vez, y se preguntó si le habría pasado algo malo por la revelación de que Estrella Azul era su madre.
—¿Cómo estás, Vaharina? —maulló—. Espero que no hayas tenido problemas.
—¿Por lo de Estrella Azul? —replicó la gata, imaginando a qué se refería. Vaciló—. Pedrizo le contó al clan la verdad sobre nuestra madre —respondió al fin—. A algunos no les gustó. Un par de gatos ya no nos dirigen la palabra, y la mayoría se sienten incómodos con nosotros.
—Lamento oír eso. ¿Y qué hay de Estrella Leopardina? ¿Dijo algo?
—Sé que no le hizo gracia. Nos apoyó delante del clan, pero, aun así, creo que nos tiene vigilados para comprobar que seguimos siendo leales.
—¡Por supuesto que sois leales!
—Sí. Y el resto del clan se dará cuenta de eso tarde o temprano. Además… —Hizo una pausa y luego continuó—: Pero ése no es el peor de nuestros problemas.
—¿Qué quieres decir?
—Estrella de Tigre. —Vaharina se estremeció—. Visita a Estrella Leopardina regularmente, y no logro comprender por qué. Estoy convencida de que están planeando algo.
El líder sintió una sacudida de temor.
—¿Planeando qué?
Vaharina agitó las orejas.
—No tengo ni idea. Estrella Leopardina no se lo ha contado a Pedrizo, aunque es su lugarteniente. Pero hay un par de guerreros del Clan de la Sombra emplazados permanentemente en nuestro campamento.
—¿Qué? ¡Eso no tendría que pasar! ¡Debe de ir contra el código guerrero!
Vaharina se encogió de hombros con aspecto derrotado.
—Prueba a decírselo a Estrella Leopardina.
—Pero ¿qué hacen esos guerreros ahí?
—Estrella Leopardina afirma que están con nosotros para que los clanes puedan intercambiar métodos de entrenamiento y técnicas de lucha, pero yo no veo mucho de eso. Lo único que hacen es observar… Es como si estuvieran aprendiéndolo todo sobre nosotros, nuestros secretos y debilidades. —A Vaharina se le erizó el pelo, como si estuviera viendo a sus enemigos—. Por eso he venido hasta aquí, para alejarme un poco de ellos.
—Eso es horrible —maulló Estrella de Fuego—. ¿En qué está pensando Estrella Leopardina?
—¿Quieres saber mi opinión? Desea hacer lo mejor para su clan y cree que Estrella de Tigre es el líder más fuerte del bosque, de modo que está dispuesta a ser su aliada.
—Dudo que Estrella de Tigre tenga aliados —le advirtió Estrella de Fuego—. Sólo seguidores.
Vaharina asintió.
—Lo sé.
Se sentó, se lamió una pata y se la pasó dos o tres veces por la oreja.
Estrella de Fuego se preguntó si la gata estaría arrepintiéndose de haberle contado tantas cosas a un guerrero de otro clan.
—¿Cómo vais de presas? —preguntó, esperando distraerla—. Por lo menos, el río no se ha congelado todavía.
—Todavía. Las presas escasean, pero eso no es nada nuevo. —Vaharina movió las orejas como si no tuviera importancia—. Al fin y al cabo, estamos en la estación sin hojas. Pero esos dos guerreros de Estrella de Tigre no ayudan —añadió—. Se quedan sentados en el campamento llenándose la panza, pero casi nunca traen carne fresca.
Se interrumpió al oír la voz de Látigo Gris maullando su nombre. Vio que su amigo estaba bajando por la ribera en su dirección, con Espinardo justo detrás.
—Hola, Vaharina —la saludó resollando al llegar a su lado—. ¿Cómo están Plumilla y Borrasquino?
—Están bien, Látigo Gris —contestó Vaharina, ronroneando al ver a su antiguo compañero de clan. Aunque la estancia de Látigo Gris en el Clan del Río había sido corta, los dos gatos se habían hecho buenos amigos, y ella siempre estaba dispuesta a darle noticias de sus hijos—. Plumilla está convirtiéndose en una gran luchadora. El Clan del Trueno tendrá que andarse con ojo cuando llegue a ser guerrera.
Látigo Gris ronroneó.
—Bueno, no podría tener una mentora mejor.
Estrella de Fuego se apartó un poco mientras Látigo Gris y Vaharina hablaban de los dos aprendices. Espinardo se le acercó.
—Hemos renovado las marcas olorosas, Estrella de Fuego. No hay olor reciente del Clan del Río por las rocas.
—Estupendo —respondió el líder, aunque sólo estaba pensando a medias en las palabras del joven guerrero.
Lo que le había contado Vaharina lo angustiaba profundamente. Sonaba como si el Clan del Río y el Clan de la Sombra estuvieran más unidos que nunca. Y si Estrella de Tigre decidía iniciar una guerra, el Clan del Trueno estaría atrapado entre los dos clanes vecinos.
«Oh, Clan Estelar —murmuró para sí—. Muéstrame qué debo hacer».
Tras su conversación con Vaharina, Estrella de Fuego ordenó patrullas extra, pero nadie detectó nada fuera de lo habitual. Los días transcurrieron pacíficamente hasta que llegó el momento de la siguiente Asamblea.
Cuando el sol descendía tras el seto de espino, Estrella de Fuego se sentó con Tormenta Blanca junto a la extensión de ortigas, compartiendo carne fresca antes de la partida.
—¿A quién vas a llevar a la Asamblea? —le preguntó el guerrero blanco.
Estrella de Fuego tragó un bocado de ardilla.
—Creo que a ti no —respondió—. Estoy seguro de que Estrella de Tigre va a hacer algún tipo de movimiento, y quiero que tú guardes el campamento. Te dejaré también algunos guerreros fuertes.
—Me parece que tienes razón. —El lugarteniente se pasó la lengua por el hocico al terminar su campañol—. Puede que Estrella de Tigre haya fracasado con lo de la manada de perros, pero sin duda intentará otra cosa.
—Me llevaré a Frondina y Ceniciento —decidió Estrella de Fuego—. Y a Espinardo; estará deseando acudir a su primera Asamblea como guerrero. Y a Tormenta de Arena, Látigo Gris y Escarcha. Eso te dejará con bastantes fuerzas de combate si Estrella de Tigre manda guerreros a atacar el campamento.
—¿Crees que romperá la tregua?
Estrella de Fuego agitó las orejas.
—¿Tú qué opinas? Guió la manada de perros hasta nosotros… ¿De verdad crees que le importaría una nadería como ignorar la voluntad del Clan Estelar?
—¿El Clan Estelar? —Tormenta Blanca soltó un resoplido—. Estrella de Tigre se comporta como si nunca hubiera oído hablar del Clan Estelar. —Hizo una pausa y luego preguntó—: ¿Y qué hay de los dos aprendices más jóvenes, los hijos de Estrella de Tigre? ¿Quieres que vayan a la Asamblea?
Estrella de Fuego negó con la cabeza.
—Ni en un centenar de lunas. Ya sabes lo que sucedería, ¿verdad? Estrella de Tigre quiere a esos aprendices. En la última Asamblea, le dio a Estrella Azul una luna para decidir si los entregaba. Ese tiempo se agota hoy. Si Zarzo y Zarpa Trigueña están allí, no me extrañaría que Estrella de Tigre intentara llevárselos de la Asamblea.
—A mí tampoco me extrañaría —coincidió Tormenta Blanca con voz grave—. Entonces, ¿crees que debemos quedarnos con ellos?
Estrella de Fuego se sorprendió.
—¿Acaso tú no?
Había dado por hecho que el Clan del Trueno insistiría en su derecho a quedarse con los dos aprendices, pero si su lugarteniente pensaba que deberían entregarlos a su padre, él tendría que considerar esa opinión cuidadosamente.
Pero Tormenta Blanca estaba asintiendo.
—Es indudable que son hijos del Clan del Trueno. Su madre es del Clan del Trueno, y también lo era su padre cuando ellos nacieron. Que Estrella de Tigre se haya ido al Clan de la Sombra no cambia eso, pero, si queremos conservarlos, tendremos que pelear por ellos.
—Entonces pelearemos —maulló Estrella de Fuego—. Además —añadió—, si los cedemos dócilmente, Estrella de Tigre lo verá como un signo de debilidad. Estaría exigiendo más cosas antes de que pudieras decir «ratón».
—Cierto.
Estrella de Fuego tomó otro bocado de ardilla, entornando los ojos mientras pensaba en la siguiente Asamblea.
—¿Sabes una cosa, Tormenta Blanca? —empezó—. Estrella de Tigre no va a hacer lo que le venga en gana. Yo también tengo noticias que dar en la Asamblea. ¿Cómo crees que reaccionarán los demás clanes cuando les cuente que Estrella de Tigre intentó usar una manada de perros para aniquilarnos? Ni siquiera Cola Rota fue tan despiadado. Incluso el propio Clan de la Sombra le dará la espalda. Puede que lo expulsen del bosque, y entonces nos habremos librado de él.
Tormenta Blanca agitó las orejas. Para sorpresa de Estrella de Fuego, el lugarteniente no parecía tan optimista como él esperaba.
—Quizá —maulló el guerrero veterano—, pero no te extrañe si las cosas no salen así.
Estrella de Fuego se quedó mirándolo sin pestañear.
—¿Acaso crees que el código guerrero permite que un gato despedace a otro clan utilizando perros?
—No, por supuesto que no. Pero Estrella de Tigre siempre puede negarlo. ¿Qué pruebas tenemos nosotros?
Estrella de Fuego reflexionó seriamente sobre las palabras de su lugarteniente. Un gato (Rabo Largo) había visto cómo Estrella de Tigre alimentaba con un conejo a la manada, y varios miembros del Clan del Trueno habían detectado su olor en el rastro de conejos. Por si fuera poco, Estrella de Tigre había atacado a Estrella de Fuego cerca del despeñadero para asegurarse de que los perros lo atrapaban y acababan con él. Sólo la repentina aparición de Estrella Azul lo había salvado.
Era cierto que Vaharina y Pedrizo habían visto a Estrella de Tigre junto al río aquel día, pero ya tenían bastantes problemas en su propio clan. Si hablaban en contra de Estrella de Tigre, puede que sus compañeros no los creyeran. Estrella de Fuego comprendió que sería un error complicarles más la vida.
Y el resto de las pruebas se basaban únicamente en la palabra de gatos del Clan del Trueno. Tanto el Clan del Río como el Clan del Viento sabían que se había producido una grave discrepancia entre Estrella de Tigre y su clan de nacimiento, empujando al antiguo lugarteniente a dejar el clan. Estrella de Tigre podía intentar que pareciera que los gatos del Clan del Trueno estaban mintiendo.
—Entonces veremos a quién creen —se empecinó Estrella de Fuego, rabioso—. No todos los gatos piensan que Estrella de Tigre es un regalo del Clan Estelar para el bosque. No podrá hacer lo que se le antoje.
—Esperemos que no. —Tormenta Blanca se puso en pie y se estiró—. Vas a tener una noche muy ajetreada, Estrella de Fuego. Voy a decirles a los guerreros escogidos que se preparen.
Mientras el lugarteniente se alejaba, Estrella de Fuego se terminó la ardilla. Habría problemas en esa Asamblea. Seguro que Estrella de Tigre reclamaba de nuevo a sus hijos, y sospechaba que aprovecharía la oportunidad para revelar el secreto de Estrella Azul y denunciar que los padres de Vaharina y Pedrizo pertenecían a clanes rivales.
«Pero yo también tengo mucho que decir —pensó, apartando las dudas que su lugarteniente había sembrado—. Cuando haya terminado, ningún gato del bosque volverá a fiarse de Estrella de Tigre… Ni siquiera los de su propio clan…».