4clanes.jpg

5

Estrella de Fuego se despertó aterrorizado. Estaba tumbado en la caverna que había debajo de las Rocas Altas, con la nariz apretada contra la Piedra Lunar. El rayo de luna había desaparecido, y apenas un leve resplandor de luz estelar iluminaba la gruta. Despertar no supuso ningún alivio, porque el hedor de la sangre seguía rodeándolo, y se notaba el pelo caliente y pegajoso.

Con el corazón latiéndole violentamente, Estrella de Fuego se puso en pie. Al otro lado de la cueva distinguió la silueta de Carbonilla. Ella también se había levantado, y le hizo señas urgentes con la cola. El primer impulso de Estrella de Fuego fue contarle con todo detalle lo que había visto, pero recordó las instrucciones de guardar silencio hasta que abandonaran la Boca Materna. Patinando sobre el suelo de la gruta en sus prisas por salir, Estrella de Fuego pasó ante la curandera y se internó corriendo en el túnel. Cuando ascendía a duras penas hacia el espacio abierto, siguiendo su propio rastro oloroso por el oscuro pasaje, el camino le pareció el doble de largo que antes. Mientras su pelo rozaba las paredes del túnel, él estaba horrorizado con la idea de quedar enterrado vivo. El aire era demasiado espeso para aspirarlo, y mientras su pánico aumentaba en la interminable negrura, empezó a imaginarse que el túnel no tendría fin y que se quedaría atrapado para siempre entre sangre y oscuridad.

Entonces vio el tenue contorno de la entrada del túnel y salió corriendo al aire nocturno, donde la luna estaba hundiéndose tras finas nubes. Estrella de Fuego clavó las zarpas en la blanda tierra de la ladera mientras su cuerpo se sacudía con espasmos de la cabeza a la cola.

Al cabo de unos instantes, Carbonilla apareció a sus espaldas y se restregó contra el joven hasta que éste consiguió controlar los espantosos temblores y su respiración se estabilizó.

—¿Qué ha sucedido? —preguntó la gata quedamente.

—¿No lo sabes?

Carbonilla negó con la cabeza.

—Sé que el ritual ha quedado interrumpido… el olor a sangre me lo ha indicado, pero ignoro por qué. —Lo miró hondamente a los ojos; los de ella también ardían de preocupación—. Dime… ¿has recibido tus nueve vidas y tu nombre?

Estrella de Fuego asintió y la curandera se relajó levemente.

—Entonces el resto puede esperar. Vámonos.

Por un momento, Estrella de Fuego se sintió demasiado exhausto para moverse. Pero no deseaba permanecer cerca de la Boca Materna y las cosas horribles que había visto en la caverna. Tembloroso, paso a paso, comenzó a descender la montaña. Carbonilla avanzaba a su lado, empujándolo a veces hacia alguna ruta más fácil, y se sintió agradecido por su presencia inquebrantable.

A medida que se alejaban más y más del túnel, el hedor a sangre se desvaneció de su boca y sus fosas nasales. Aun así, Estrella de Fuego pensaba que, aunque se lavara durante una luna, jamás lograría librarse de los últimos rastros en su pelo. Empezó a sentirse más fuerte, pero seguía estando muy cansado, y en cuanto la ladera rocosa dio paso a la hierba, se derrumbó al abrigo de un espino.

—Tengo que descansar —maulló.

Carbonilla se acomodó en la hierba junto a él, y durante unos momentos los dos gatos compartieron lenguas sin hablar. Estrella de Fuego deseaba contarle a la curandera lo que había visto, pero algo lo impulsaba a guardar silencio. Por un lado, quería protegerla del espantoso miedo que había sentido… Aunque ella pudiera explicar la profecía de Estrella Azul, ¿serviría de algo que también mirara al futuro con el temor que ahora sentía él? Por otro lado, esperaba que, si no hablaba de esa horrorosa visión, tal vez llegara a ocurrir. ¿O acaso habría una maldición sobre su liderazgo que nada podría impedir? Antes de morir, Estrella Azul le había contado que el fuego salvaría al clan. ¿Cómo podía ser cierto, si el fuego quedaría extinguido por el torrente de sangre que acababa de ver? Él ya había tenido sueños proféticos con anterioridad, y había aprendido a tomárselos en serio. No podía desatender éste, menos aún si se había producido en un momento tan significativo, mientras estaba recibiendo sus nueve vidas y su nuevo nombre.

Carbonilla interrumpió sus pensamientos.

—Ya sabes que no pasa nada si no quieres hablar sobre eso todavía.

Estrella de Fuego pegó el hocico a su pelaje, agradeciendo su calidez.

—Primero pensaré en ello —maulló despacio—. Ahora mismo… es demasiado reciente. —Volvió a estremecerse al recordarlo—. Carbonilla —continuó—, nunca le he contado esto a nadie, pero… a veces tengo sueños que me hablan del futuro.

La gata agitó las orejas, sorprendida.

—Eso es bastante insólito. Los líderes de clan y los curanderos se comunican con el Clan Estelar, pero nunca había oído hablar de guerreros normales con sueños proféticos. ¿Desde cuándo te ocurre eso?

—Desde que era un gato doméstico —admitió él, recordando la caza de un ratón en sueños que lo había empujado al bosque por primera vez—. Pero… no sé si los sueños proceden del Clan Estelar.

Después de todo, antes de llegar al bosque él no sabía nada de los espíritus del Clan Estelar. ¿Podrían haber estado observándolo incluso entonces?

La curandera tenía una expresión pensativa.

—Al final, todos los sueños proceden del Clan Estelar —murmuró—. ¿Siempre se hacen realidad?

—Sí —contestó Estrella de Fuego—. Pero no siempre de la manera que espero. Algunos son más fáciles de entender que otros.

—Entonces deberías tener eso en mente cuando intentes comprender este último sueño. —Carbonilla le dio un lametazo reconfortante—. Recuérdalo, Estrella de Fuego, no estás solo. Ahora que eres líder de clan, el Clan Estelar compartirá muchas cosas contigo. Pero yo estoy aquí para ayudarte a interpretar las señales. Cuéntame todo lo que quieras, sea mucho o poco.

Aunque Estrella de Fuego se sentía agradecido por la comprensión de Carbonilla, sus palabras lo dejaron helado. Su nueva relación con el Clan Estelar estaba llevándolo por caminos insospechados por los que tal vez no querría ir. Durante unos segundos, deseó volver a ser simplemente un guerrero, cazando con Látigo Gris o compartiendo lenguas con Tormenta de Arena en la guarida.

—Gracias, Carbonilla —maulló, obligándose a ponerse en pie—. Prometo que hablaré contigo siempre que sienta la necesidad. —Pero, aunque era sincero, en lo más profundo se preguntó qué ayuda podría prestarle la curandera. No podía evitar pensar que aquello era algo a lo que tendría que enfrentarse solo. Soltó un largo suspiro—. Pongámonos en marcha.

Por mucho que Estrella de Fuego ansiara llegar a casa, las fuerzas le estaban fallando. Desde el descubrimiento de la manada de perros y la desbocada carrera a través del bosque para conducirlos al desfiladero, había comido muy poco y apenas había dormido, excepto para soñar. El largo trayecto a las Rocas Altas y el sufrimiento de recibir las nueve vidas, seguido por la espantosa visión, le habían arrebatado toda la energía.

Sus pasos se volvieron más lentos e inseguros. Estaban pasando ante la granja de Centeno cuando Carbonilla le dio un fuerte empujón en el omóplato.

—Ya basta, Estrella de Fuego —maulló con firmeza—. Como tu curandera, te digo que necesitas descansar. Veamos si Centeno y Cuervo están en casa.

—Buena idea. —El joven líder se sintió demasiado aliviado por la idea de descansar como para discutir.

Se aproximaron cautelosamente a la granja de Dos Patas. A Estrella de Fuego le preocupaba que los perros no estuvieran encadenados, pero su olor era leve y distante. Mucho más intenso era el olor a felinos, y cuando estuvieron más cerca, Estrella de Fuego vio que un musculoso gato blanco y negro estaba saliendo por un agujero de la puerta.

—¡Centeno! —exclamó—. Qué alegría verte. ¿Conoces a Carbonilla, nuestra curandera?

Centeno los saludó a los dos con la cabeza.

—Yo también me alegro de verte, Corazón de Fuego.

—Estrella de Fuego —lo corrigió Carbonilla—. Ahora es el líder del clan.

A Centeno se le pusieron los ojos como platos de la sorpresa.

—¡Felicidades! Pero eso debe de significar que Estrella Azul ha muerto. Lo lamento.

—Murió como había vivido, protegiendo a su clan —le dijo Estrella de Fuego.

—Ya veo que tienes mucho que contar —maulló Centeno, volviéndose hacia el granero—, y Cuervo querrá oírlo todo. Entrad.

El interior del granero estaba caliente y oscuro, cargado de olor a heno y ratones. Estrella de Fuego oyó un revelador sonido de correteos, y la cabeza le dio vueltas de hambre.

—Un lugar blando donde dormir, y todas las presas que puedas comer —señaló, intentando no mostrar demasiado su hambre—. Será mejor no contárselo al Clan del Trueno, o enseguida estarán todos aquí fuera, deseando ser solitarios.

Centeno rió entre dientes.

—¡Cuervo! —llamó—. Ven a ver quién está aquí.

Una figura negra saltó de una cercana bala de heno con un cordial ronroneo. De aprendiz, Cuervo era el único miembro del Clan del Trueno que sabía la verdad sobre la muerte del lugarteniente Cola Roja: que había sido asesinado por su mentor, Estrella de Tigre. Cuando éste intentó matarlo para evitar que informara de lo que había visto, Estrella de Fuego le buscó un nuevo hogar al aprendiz. Cuervo encajaba más con la vida de solitario que con la de guerrero, pero aun así jamás había olvidado a su clan de nacimiento, y seguía siendo leal a sus antiguos compañeros de clan.

—De modo que Estrella Azul ha muerto —murmuró cuando Centeno le transmitió las novedades. Se le empañaron los ojos de pesar—. Nunca la olvidaré.

Centeno emitió un gemido de consuelo, y el gato negro le devolvió una mirada de agradecimiento.

—Así que ahora eres líder —continuó Cuervo, dirigiéndose a Estrella de Fuego—. El Clan Estelar ha hecho una buena elección. —Luego guió a los visitantes al otro extremo del granero—. ¿Os apetecería cazar?

—Sería estupendo —respondió Carbonilla, y miró a Estrella de Fuego interrogativamente—. ¿Quieres que cace algo para ti?

Pese a su agotamiento, Estrella de Fuego negó con la cabeza. ¡Menudo clan de líder sería si no pudiera cazar sus propias presas! Se puso alerta aguzando el oído y adoptó la postura de acecho al captar un leve ruidito en el interior del heno. Tras localizar al ratón más con el oído que con la vista, dio un salto y acabó con la criatura con un rápido mordisco.

Mientras tomaba la presa entre los dientes y la llevaba con los otros para comer, Estrella de Fuego se dijo que Cuervo tenía suerte. Aquel ratón pesaba el doble que los del bosque en la estación sin hojas, y era mucho más fácil de atrapar en las sombras del granero. Lo engulló con unos pocos bocados hambrientos y sintió que empezaba a recuperar las fuerzas.

—Cazad algunos más —los invitó Cuervo—. Aquí hay de sobra.

Cuando Estrella de Fuego y Carbonilla estuvieron saciados, se tumbaron en el mullido heno. Compartieron lenguas con sus amigos y los pusieron al día de las novedades del clan. Cuervo y Centeno escucharon, con los ojos desorbitados de la impresión, cuando Estrella de Fuego les contó lo de la manada de perros.

—Siempre he sabido que Estrella de Tigre era un sanguinario —maulló Cuervo—, pero jamás se me habría ocurrido que intentara destruir a todo un clan de ese modo.

—Gracias al Clan Estelar que su plan fracasó —contestó Estrella de Fuego—. Pero estuvo muy cerca. No quiero volver a pasar por algo así nunca más.

—Ahora tendrás que hacer algo para detener a Estrella de Tigre, antes de que intente otra cosa —apuntó Centeno.

Estrella de Fuego asintió. Tras vacilar un poco, confesó:

—Pero no sé qué voy a hacer sin Estrella Azul. Todo parece oscuro y… abrumador.

No dijo nada sobre la interrupción del ritual de su liderazgo, ni sobre los horrores de su sueño, pero, por su mirada comprensiva, vio que Carbonilla sabía lo que estaba pensando.

—Recuerda que todo el clan te respalda —maulló la curandera—. Nadie olvidará jamás que Estrella Azul y tú nos salvasteis de la jauría.

—Quizá esperen demasiado de mí.

—¡Tonterías! —El tono de Carbonilla era estimulante—. Todos saben que vas a ser un gran líder y estarán a tu lado hasta el último aliento.

—Y yo también —declaró Cuervo, sorprendiendo a Estrella de Fuego. El lustroso gato negro pareció algo azorado cuando su amigo se volvió hacia él, pero continuó—: Sé que no soy guerrero, pero, si quieres mi ayuda, sólo tienes que pedírmela.

Estrella de Fuego le hizo un guiño de agradecimiento.

—Gracias, Cuervo.

—¿Puedo ir al campamento un día de éstos? —preguntó el gato negro—. Me gustaría presentar mis respetos a Estrella Azul en su tumba.

—Sí, por supuesto. Estrella Azul te concedió el derecho de ir al territorio del Clan del Trueno siempre que quisieras. No hay ninguna razón para cambiar eso ahora.

Cuervo inclinó la cabeza.

—Gracias. —Cuando levantó la vista de nuevo, Estrella de Fuego vio un brillo de respeto en sus ojos—. Tú me salvaste la vida una vez, Estrella de Fuego. Nunca podré recompensarte por eso. Pero, si hay problemas con Estrella de Tigre, me sentiré orgulloso de unirme a los guerreros del Clan del Trueno y combatir contra él hasta la muerte.