LA GUERRA, MOTIVO DE DEBATE POLÍTICO Y RELIGIOSO

La cuestión religiosa no sólo se debatía en los medios de comunicación españoles, sino que estaba presente —en el contexto general de las informaciones sobre la guerra y la revolución— en los periódicos y revistas de todo Occidente. De un modo muy especial, en la prensa y en los círculos intelectuales franceses.

Prescindiendo de la información de carácter más periodístico, cabe subrayar el debate que sostuvieron destacados intelectuales católicos en torno al concepto de «guerra santa» que defendían algunos teólogos españoles.

Los principales polemistas fueron el dominico Ignacio González Menéndez-Reigada, por una parte, y el filósofo Jacques Maritain, por otra.

En 1935 se había publicado en Madrid Humanismo integral. Problemas temporales y espirituales de una nueva cristiandad, resumen de un curso impartido en la Universidad de Verano de Santander en el que Maritain revalorizaba la proyección social de la persona y, por tanto, el compromiso temporal como exigencia surgida de la fe. La reacción del sector católico más conservador, ya por entonces anheloso de una conspiración antirrepublicana, reaccionó con virulencia llegando a acusarle de comunista.

Menéndez-Reigada le respondió desde La Ciencia Tomista en un artículo publicado en 1937,[222] ya iniciada, por tanto, la guerra y conocidos los estragos de la persecución:

¿Cómo? ¿Una cristiandad nueva? Es lo que han pretendido los herejes de todos los tiempos. […] Es decir: la prostitución de esa cristiandad histórica que se siente ya caduca, al monstruo materialista, para producir el engendro de esa nueva cristiandad. Y tendremos una cristiandad sin Cristo, como el que se ha dicho monárquico sin rey; o, de otro modo, tendremos un Cristo, no en la cruz, sino adornado con la hoz y el martillo, o con el triángulo y el mandril […] La cristiandad, señor Maritain, es una misma en todos los tiempos y una será hasta la consumación de los siglos […].

En el mismo volumen de La Ciencia Tomista, Menéndez-Reigada firmaba un artículo titulado «La guerra española ante la moral y el derecho». En él, siguiendo la pista de Castro Albarrán, defendía el dominico que «la guerra nacional española es guerra santa, y la más santa que registra la historia» porque no tiene por enemigos a infieles de otras creencias religiosas sino a los predicadores de un mundo «sin Dios».

Maritain rebatió esa tesis en un extenso prólogo a la obra Aux origines d'une tragédie. La politique espagnole de 1923 á 1936, del catedrático de derecho natural y filosofía del derecho de la Universidad de Oviedo, Alfredo Mendizábal, publicada en París a finales de 1937.

Con el título Considérations françaises sur les choses d'Espagne, Maritain aportó unas razonadas reflexiones, basadas en un profundo conocimiento de la moral cristiana, sobre la proyección religiosa que el episcopado español había querido dar a la guerra y que el gobierno de Burgos había sabido capitalizar hábilmente.

Desde su concepto de humanismo integral, defensor del compromiso social de los católicos, ataca con vigor el concepto de «guerra santa»:

Esa noción de guerra santa tiene que ser examinada. Que la guerra civil —guerra social, guerra política, guerra de clases, guerra de intereses internacionales y de intervenciones internacionales— haya tomado en España, además, otro carácter, el de una guerra de religión, es un hecha que se explica por circunstancias históricas pretéritas y presentes infinitamente deplorables; es de una naturaleza que tiende a agravar la guerra, pero no basta para transformarla en una guerra santa, es decir —porque es muy importante hablar con términos rigurosos—, en una guerra elevada en si misma a la categoría de lo sagrado, y consagrada por Dios. […]

En unas formas de civilización —sacrales—, como la civilización de los antiguos hebreos o la civilización cristiana de la Edad Media, la noción de guerra santa, a pesar de ser difícilmente explicable, podía tener un sentido […]. Pero en formas de civilización como las nuestras, en las cuales —como se deduce de las enseñanzas de León XIII en esa materia— las cosas temporales están más perfectamente diferenciadas de las espirituales y, llegando a ser autónomas, ya no poseen una función instrumental con relación a lo sagrado, en esas civilizaciones de tipo profano, la noción de guerra santa pierde cualquier significación. […]

¡Que invoquen, pues, si la creen justa, la justicia de la guerra que hacen, pero que no invoquen su santidad! Que maten, si creen que deben matar, en nombre del orden social o de la nación, ya es horrible; que no maten en nombre de Cristo Rey, que no es un caudillo guerrero, sino un rey de gracia y de caridad, sacrificado para todos los hombres, cuyo reino no pertenece a este mundo.[223]