Notas

[1] La evolución de la capacidad de la mente humana para el arte y la ciencia es quizás el problema más importante de la mente. El paleolingüista Steven Pinker lo considera un «problema fundamental». ¿Cómo es posible, pregunta, que la evolución «produjera un cerebro capaz, de concebir cosas tan especializadas y complejas como las matemáticas, la ciencia y el arte, dada la total ausencia de presiones selectivas que potenciasen tales capacidades abstractas en la historia de la evolución»? (1989, p. 371). <<

[2] En este contexto, los creacionistas no son necesariamente anticiencia o antievolución por lo que se refiere a la anatomía humana. Por ejemplo, Alfred Wallace Russell, el codescubridor de la teoría de la selección natural, creía que la inteligencia humana sólo puede explicarse por la creación divina (Gould, 1981, p. 39). En su libro de 1989, The Evolution of the Brain, el neurólogo y premio Nobel sir John Eccles llega a la conclusión de que la consciencia humana deriva de la «creación espiritual sobrenatural» (1989, p. 287). <<

* En inglés, apes. En castellano no existe una palabra totalmente satisfactoria que, como el término inglés, designe a este grupo de simios antropomorfos. Tampoco existe una palabra precisa para lo que en inglés se denomina monkeys, es decir, simios no antropomorfos. En esta traducción castellana, se ha optado por designar a los primeros «antropomorfos» sin más y a los segundos «simios no antropomorfos» (N. de la r.) <<

[3] Utilizo el término «antepasados» en un sentido relativamente laxo, ya que las relaciones entre los australopitecinos y Homo a lo largo de la evolución son sumamente discutibles. En muchas ocasiones no se sabe con seguridad si una especie fue un antepasado directo o meramente un pariente, especialmente en el caso de H. neanderthalensis, como se verá más adelante. <<

[4] El libro de Merlin Donald, The Origins of the Modern Mind, publicado en 1991, supuso un excelente e importante intento de integrar información e ideas procedentes de la psicología, de la paleobiología y de la arqueología. Sugiere que la mente atravesó tres grandes etapas: una «cultura episódica» asociada a los australopitecinos, al primer Homo y a los homínidos actuales; una «cultura mimética» asociada a H. erectus, y una «cultura mítica» asociada a H. sapiens. Esta última incorpora la capacidad para construir modelos conceptuales y está estrechamente relacionada con la evolución del lenguaje. Cree que con esta tercera etapa la «mente» se expandió, es decir, que empezó a usar dispositivos de almacenaje externos o, lo que es lo mismo, símbolos materiales. Recomiendo a los lectores de mi libro la lectura de The Origins of the Modern Mind puesto que ofrece una interpretación alternativa de cómo integrar datos e ideas procedentes de la psicología y de la arqueología. El principal punto débil de la obra de Donald es el uso que hace de los datos arqueológicos: no siempre da cuenta de su complejidad y su variabilidad, y por lo tanto no explota toda su riqueza. Lake (1992) realiza diversas criticas sumamente pertinentes al respecto. Donald también parece subestimar las capacidades cognitivas de los homínidos actuales, ya que el tipo de inteligencia que atribuye a H. erectus es similar a la que poseen los actuales chimpancés (Byrne, comunicación personal). Donald (1994) presenta un resumen seguido de una discusión crítica de su libro.

El psicólogo Michael Corballis (1992) también se basa en los datos arqueológicos, sobre todo a la hora de explorar la evolución del lenguaje. Afirma que el origen del lenguaje fue el gesto, y que la utilización del habla como medio principal del lenguaje fue bastante más tardía en la evolución humana, en la época de la transición del Paleolítico Medio al Superior (hace unos 40 000 años). Apoya esta tesis en la expansión y diversificación del comportamiento técnico que tuvo lugar en el momento de la transición, refiriéndose más concretamente al trabajo del hueso y del marfil, a la producción de arte y al uso de núcleos prismáticos para fabricar útiles líticos, que aparecieron, según él, porque las manos habían dejado de ser un medio para la comunicación gracias a la evolución del habla. El principal problema de este planteamiento es que la tecnología lítica del Paleolítico Medio entrañó tanta destreza manual como las técnicas del Paleolítico Superior, como explico en el capítulo 6. Pero, al igual que en el caso de la obra de Donald (1991), se trata de un valioso intento de integrar ideas y datos de la psicología y de la arqueología. <<

[5] La llamada más explícita en favor de una «arqueología cognitiva» vino de Colin Renfrew (1983). Pero antes que él, Thomas Wynn (1979, 1981) y Alexander Marshack (1972a y 1972b) ya habían intentando inferir la cognición prehistórica a partir de tipos concretos de útiles. Más recientemente hay arqueólogos que han empezado a concentrarse en la evolución del lenguaje (Davidson y Noble, 1989; Whallon, 1989; Mellars, 1989a), pero han mostrado poco interés por la relación entre el lenguaje y otros aspectos de la cognición. Creo que ningún arqueólogo ha intentado seguir las huellas de la evolución de la mente a lo largo de la prehistoria. <<

[6] Aiello (1996a). <<

* Aquí se traduce evolutionary psychology y developmental psychology por «psicología de la evolución» y «psicología evolutiva», respectivamente, dada la consolidación en las universidades españolas del término «psicología evolutiva» para referirse a la disciplina que estudia el desarrollo infantil. (N. de la t.) <<

[7] Como veremos en el capítulo 3, no se trata de una idea nueva, ni requiere necesariamente referirse explícitamente al curso de la evolución para apoyarla. <<

[1] Durante años los filósofos se han preguntado si cabe o no hacer una distinción legítima entre mente y cuerpo, uno de los grandes problemas de la filosofía. Dennett (1991) ofrece una amena introducción al problema, mientras que MacDonald (1992) revisa las distintas teorías que se ocupan de la identidad cuerpo-mente. Para conceptos cuerpo-mente en el mundo antiguo, véase Hankoff (1980). <<

[2] Nuestro cuerpo está fisiológicamente adaptado a la dieta de los cazadores-recolectores del Pleistoceno: animales salvajes, frutos secos, frutas y verduras frescas. El hecho de que nuestra dieta actual (y la de gran parte de la prehistoria tardía) sea distinta en cuanto a consumo de productos lácteos de cereales, de carne grasa, de azúcares, aceites y alcohol, tiene profundas consecuencias para nuestra salud: los ataques cardíacos, los infartos, el cáncer y la diabetes tienen que ver con este tipo de nutrición.<<

[3] Tooby y Cosmides (1992) han analizado la forma en que la mayoría de los científicos sociales abordan la mente, considerándola como una tabula rasa que espera ser llenada por el contexto cultural del desarrollo. Por ejemplo. Clifford Geertz, tal vez el antropólogo social más influyente del siglo XX. dice que la mente «depende desesperadamente de mecanismos extra-genéticos, extradérmicos… para el control del comportamiento» (Geertz. 1973. p. 44). Íntimamente ligado a esta visión está lo que se podría considerar como una negación de la naturaleza humana: «la humanidad es tan diversa en su esencia como en su expresión» (ibid., p. 37). <<

[4] El arqueólogo Colin Renfrew compara el cerebro con el hardware y la mente con el software. «El hardware (que depende directamente de la dotación genética) habría cambiado muy poco en ese lapso de tiempo [en los últimos 40 000 años] pero es el software (la «cultura») el que nos permite comprender las transformaciones radicales que han tenido lugar desde la época de los cazadores-recolectores hasta la era del espacio» (Renfrew, 1993. p. 249). <<

[5] Margaret Boden (1990) se pregunta si los ordenadores pueden ser autenticamente creativos, y simpatiza más con la causa de los ordenadores creativos que yo mismo. Y en cuanto a la posibilidad de ordenadores inteligentes, la autora remite a la definición de «creatividad». <<

[6] La necesidad de reconstruir la cognición de nuestros primeros antepasados siempre estuvo implícita en la obra de Glynn Isaac (por ejemplo. 1978, 1981) y se hizo explícita en su obra de 1986. Otros arqueólogos del Paleolítico menospreciaron esa necesidad y también nuestra capacidad para realizar interpretaciones cognitivas. Por ejemplo. Lewis Binford, tal vez el paleolitista más influyente del siglo XX, condena los intentos de hacer «paleopsicología». Otro influyente paleolitista, Clive Gamble, se ha pronunciado en el mismo sentido, aunque más recientemente, diciendo que «los útiles líticos pueden decirnos… muy poco sobre la inteligencia o sobre sus potencialidades» (1993. p. 170). Wynn (1979, 1981, 1989) pensaba exactamente lo contrario. En sus primeros trabajos. Thomas Wynn afirmaba que la inteligencia es una capacidad general única. En sus últimos trabajos (1991. 1993) se muestra menos ambicioso a la hora de atribuir capacidades mentales a los primeros homínidos y reconoce que la inteligencia puede ser un fenómenos modular. Y, por lo tanto, se sirve ahora de los atributos morfológicos de los primeros útiles líticos para inferir no ya el nivel de inteligencia, sino los niveles de competencia espacial. <<

[7] La idea de que «la ontogenia recapitula la filogenia» la formuló Haeckel por vez primera en el siglo XIX, si bien sus raíces se remontan a Aristóteles. La obra de Gould (1977), muy original y de gran influencia, analiza la relación entre filogenia y ontogenia, y Gould (1981) explica de que forma la idea de recapitulación se utilizó en el siglo XIX para justificar actitudes racistas y sexistas. Por lo que se refiere a obras más recientes, varios psicólogos han sugerido que la ontogenia del lenguaje recapitula su filogenia, especialmente en Parker y Gibson (1979). Aunque sigue habiendo grandes desacuerdos sobre esa recapitulación, las perspectivas ontogénicas están ya presentes en todos los debates sobre la evolución cognitiva, como se ilustra perfectamente en Gibson e Ingold (1993). En el capítulo 4 volveré a abordar la idea de recapitulación. <<

[8] Las ideas de Piaget aparecen en toda una serie de libros en los que se detecta un cierto grado de evolución a lo largo de su vida. Un buen punto de partida es su libro publicado en 1971, Biology and Knowledge. En él afirmaba que había sólo tres «programas» en la mente, a los que denominó «asimilación», «acomodación» y «equilibrio». El primero de ellos hace referencia a la manera en que los nuevos conocimientos se integran a los que ya están en la mente, mientras que el segundo se refiere a la forma en que el conocimiento existente se transforma para adaptarse a los nuevos conocimientos. Son, por lo tanto, procesos recíprocos que trabajan en tándem. Propuso el término de equilibrio para describir la reestructuración mental que tiene lugar durante el desarrollo. Piaget propone un modelo de estadios o fases de desarrollo, donde la reestructuración mental marca el inicio de cada nueva etapa. En su forma más simple, Piaget propuso cuatro fases; la inteligencia sensomotriz (desde el nacimiento hasta la edad de 2 años), la inteligencia preoperativa (de 2 a 6/7 años), la inteligencia operativa concreta (de 677 a 11 años) y la inteligencia operativa formal a partir de los 12 años. Durante la fase sensomotriz hay una ausencia de pensamiento figurativo interiorizado, que sólo emerge con la inteligencia preoperativa y permite el desarrollo del lenguaje. Las dos formas de inteligencia operativa incluyen una serie de operaciones mentales que permiten, entre otras cosas, la planificación de acciones a largo niazo. La inteligencia operativa formal tiene que ver con el pensamiento de objetos y acontecimientos teóricos. <<

[9] Otros muchos psicólogos han adoptado la idea de la mente como una navaja suiza, aunque aquí citaré sólo algunos de ellos. Por ejemplo. Gardner (1983) ha «cortado la tarta» de la inteligencia en siete trozos, y Robert Sternberf (1988) en sólo tres, que denominó inteligencia analítica, inteligencia creativa e inteligencia práctica. El neurofisiólogo Michael Gazzaniga (1985; Gazzaniga y Lerdoux, 1978) decía que la mente es una coalición de agencias semiindependientes, y Khalfa (1994) escribe en la introducción de un libro titulado What is Inteligence? que hay «muchas clases de inteligencia, difíciles de comparar entre sí y de adscribir a una escala común». La tarta de la memoria también ha conocido diversas divisiones en estas dos últimas décadas. Una ha creado la memoria a corto y a largo plazo. Endel Tiiiving (1983) ha dividido esta tarta cognitiva en memoria de procedimiento y memoria de proposición, que se aproxima a una distinción entre conocer habilidades y conocer conocimientos. La memoria de proposición fue más tarde dividida de nuevo en memoria episódica y memoria semántica. La primera registra y luego recupera recuerdos de acontecimientos y hechos personales, y la segunda tiene que ver con el conocimiento del mundo, con independencia de la identidad y del pasado de una persona. <<

[10] Fodor (1983), Fodor (1985) resume y analiza críticamente el libro de Fodor. <<

[11] La cita de Fodor es tan buena que vale la pena reproducirla en su totalidad: «Podríamos preguntar «Pero dime ¿por qué te interesan tanto los módulos? Tienes rentas; ¿por qué no te echas a la mar y te dedicas a navegar?». Se trata de una pregunta perfectamente razonable y que yo mismo me hago muchas veces… Pero… la idea de que la cognición satura la percepción pertenece (y está históricamente vinculada) a la teoría de la filosofía de la ciencia según la cual las propias observaciones están determinadas por las propias teorías: a la teoría de la antropología según la cual los propios valores están determinados por la propia cultura; a la idea de la sociología de que los compromisos epistémicos propios, incluida sobre todo la ciencia, están determinados por la propia filiación de clase; y a la idea de la lingüística de que la propia metafísica está determinada por la propia sintaxis. Todas estas ideas implican una concepción holística relativista: porque si la percepción está saturada de cognición, la observación de teoría, los valores de cultura, la ciencia de clase y la metafísica de lenguaje, entonces la crítica racional de las teorías científicas, los valores éticos, la cosmovisión metafísica o lo que sea sólo pueden tener lugar dentro del marco de suposiciones compartidas por los interlocutores, como si de un accidente geográfico, histórico o sociológico se tratara. Así resulta imposible formular una crítica racional del marco. La verdad es que odio el relativismo. Odio el relativismo más que cualquier otra cosa salvo, quizás, las lanchas de fibra de vidrio. Creo que el relativismo es seguramente falso. Se olvida, para decirlo breve y crudamente, de la estructura fija de la naturaleza humana… Bueno, de acuerdo con la psicología cognitiva, la hipótesis de que existe una estructura fija de la naturaleza humana adopta tradicionalmente la forma de una insistencia en la heterogeneidad de los mecanismos cognitivos y en la rigidez de la arquitectura cognitiva que afecta a su encapsulación. Si existen facultades y medidos, entonces no todo afecta a todo lo demás; no todo es de plástico. Sea lo que sea todo, al menos hay más de uno en él» (Fodor, 1985. p. 5). <<

[12] Fodor (1985, p. 4). <<

[13] Ibidem. <<

[14] Ibidem. <<

[15] Gardner (1983), Frames of Mind se publicó de nuevo en 1993 para conmemorar su 10.º aniversario, acompañado de un epílogo: Multiple Intelligences; The Theory in Practice (Gardner. 1993). <<

[16] Gardner (1983. p. 279). <<

[17] Gardner (1983. p. 279). <<

[18] Es lo que sugirieron Gallistel y Cheng (1983) en su comentario de las ideas de Fodor. <<

[19] Además de Cosmides y Tooby. otros prominentes psicólogos de la evolución son Steven Pinker (1994), que se ocupa de la evolución del lenguaje, y el psicólogo David Buss (1994), dedicado a la investigación de la selección sexual humana basándose en dalos culturales comparados. <<

[20] Mi análisis del trabajo de Cosmides y Tooby se basa en Cosmides (1989), Cosmides y Tooby (1987, 1999, 1994) y en Tooby y Cosmides (1989. 1992). <<

[21] En el seminario conjunto de la Royal Society/British Academy titulado «La evolución de las pautas de comportamiento social en primales y humanos», Londres. 4-6 de abril de 1995. <<

[22] La idea de una intervención divina resulta más difícil de combatir cuando se trata de la mente que cuando se trata de otras partes del cuerpo o de la persona. Por ejemplo, en su descripción de la evolución del cerebro, el científico y premio Nobel sir John Eccles decidió que era necesario invocar la creación sobrenatural para explicar las cualidades de la mente humana (Eccles. 1989). <<

[23] En el seminario sobre «La conducta humana y la evolución de la sociedad», Santa Bárbara. 28 de junio-1 de julio de 1995, John Tooby dijo que la memoria episódica definida por Tulving (1983) está esencialmente relacionada con el módulo de «la teoría de la mente». Tooby desea cortar la tarta de la memoria en muchos pedazos muy finos, y cada modulo cognitivo tendría su propio sistema independiente de memoria. <<

[24] Kaplan y Hill (1985) presentan evidencia en favor de una relación entre la capacidad cazadora y el éxito reproductivo entre los modernos cazadores-recolectores. <<

[25] Tooby y Cosmides (1992. p. 113). <<

[26] Fodor (1987, p. 27). <<

[27] Para un relato del anuncio de una prueba por parte de Andrew Wiles. véase New Scientist, 3 de julio de 1993 y 5 de noviembre de 1994. <<

[28] Bird-David (1990). <<

[29] Riddington (1982, p. 471). Citado asimismo en Ingold (1993. p. 440). <<

[30] Morphy (1989b) ofrece un breve análisis de la creación del paisaje por parte de los Seres Ancestrales durante el Tiempo del Sueño. Según afirma, la mejor forma de pensar el pasado Ancestral es verlo como una dimensión del presente y así el paisaje no es sólo un registro de acontecimientos mitológicos del pasado, sino que desempuña un papel activo en la creación de esos acontecimientos. <<

[31] Saladin D'Anglure (1990, p. 187). Este trabajo aborda la compleja y a menudo ambigua concepción que tienen los inuit del oso polar. Los inuit trazan paralelos entre los humanos y el oso polar basándose en las semejanzas de comportamiento: el oso también se sostiene sobre sus dos extremidades inferiores, construye refugios para el invierno, se desplaza por mar y tierra, y caza focas valiéndose de tácticas similares a las de los cazadores. El oso desempeña un papel central en muchos rituales de la infancia y adolescencia de un niño, y se asocia a los poderes sexuales masculinos. Por ejemplo, matar el primer oso es signo de virilidad adulta y las mujeres estériles se comen los penes de los osos polares. <<

[32] En la introducción del libro de Willis (1990) que trata del significado humano en el mundo natural, el editor analiza las diversas definiciones e interpretaciones del totemismo. Afirma que con la publicación en 1962 de sus dos obras más importantes, El totemismo hoy y El pensamiento salvaje, Lévi-Strauss elevó el nivel del debate totémico a cotas muy altas, incorporándolo a la universalidad de los procesos mentales humanos. Douglas (1990. p. 35) caracteriza las ideas de Lévi-Strauss tomo la práctica de la humanidad meditando sobre sí misma y sobre su lugar en la naturaleza. <<

[33] Ingold (1992, p. 42). <<

[34] Gellner (1988. p. 45) destaca que las asociaciones aparentemente absurdas que se realizan en el pensamiento y en el lenguaje de las sociedades tradicionales no occidentales reflejan una cognición compleja y sofisticada que sirve para lograr varios objetivos a la vez. Son el «desamparo singular, la clara y lógica división del trabajo, la separación de funciones» característicos de la sociedad moderna occidental lo que constituye la anomalía y lo que requiere explicación. Ingold (1993) realiza una critica parecida de Gellner, cuando sugiere que la separación entre «naturaleza», «sociedad» y «tecnología» es un producto del pensamiento occidental. Los modernos cazadores-recolectores no contemplan tales distinciones y muestran una fluidez cognitiva ilimitada. El lema que ni Gellner ni Ingold abordan y que es central en este libro es que esta fluidez ilimitada tal vez no sea de aplicación a los cazadores-recolectores premodernos. <<

[35] Por ejemplo, en el caso del oso polar y los inuit ya mencionado, el oso se asocia estrechamente a la fuerza del varón. Asociándose a sí mismos con el oso polar, los varones inuit utilizan el oso como un poderoso instrumento ideológico para consolidar su dominación sobre las mujeres. Saladin d'Anglure (1990). <<

[36] Whitelaw (1991) ha llevado a cabo un detallado estudio comparativo del uso del espacio en campamentos de cazadores-recolectores, demostrando que la comunidad posee mapas mentales de las relaciones de parentesco, y que el espacio es un medio activo para la interacción social. Para citarlo textualmente: «la organización espacial es utilizada por diferentes individuos y en diferentes culturas para generar, amplificar, facilitar, manipular y controlar la interacción y la organización social» (1991. p. 181). <<

[37] Según el antropólogo social Andrew Strathem, «lo que la gente lleva, y lo que hace con su cuerpo en general, es una parte importante del flujo de información, estableciendo, modificando y comentando categorías sociales fundamentales, como son la edad, el sexo y el estatus» (citado en White. 1997, pp. 539-540). Turner afirma asimismo que «la superficie del cuerpo… se convierte en la fase simbólica sobre la que se materializa el drama de la socialización, y la ornamentación corporal… se convierte en el lenguaje a través del cual se expresa» (citado en White, 1991, p. 539). <<

[38] Los útiles de los humanos modernos presentan diseños muy eficaces de cara a las funciones para los que han sido creados (Oswalt, 1976; Torrence, 1983; Bleed. 1986; Churchill. 1993). Pero al mismo tiempo esos útiles se utilizan para canalizar relaciones sociales. Polly Wiessner (1983) lo ha constatado en las flechas de los san del Kalahari. Son armas de caza muy eficaces, pero la forma de las puntas contienen información sobre la afiliación grupal. Su uso para la caza del antílope africano, un animal básico en la mitología san suministra a sus flechas un significado claramente simbólico. <<

[39] Whiten y Perner (1991). Véanse asimismo Gopnik y Wellman (1994), Whiten (1991) y Wellman(1991). <<

[40] Para la relación entre el autismo y el deterioro del módulo de la teoría de la mente, véanse Leslie (1991. 1994), Frith (1989) y Baron-Cohen (1995). Estos trabajos dicen que otros aspectos de la cognición pueden no quedar afectados, Algunos niños autistas parecen tener un talento prodigioso en el campo del arte, la música o las matemáticas. Para un estudio más pormenorizado, véase Sacks (1995), sobre lodo el texto titulado «Prodigios». En Smith y Tsimpli (1995) se describe el caso de un idiot savant (un idiota sabio). Se trata de un hombre llamado Christopher que a los 35 años posee un cociente intelectual entre 40 y 70 (la media humana es de 100) y que no supera tests para niños de cinco años. No puede vivir solo porque no sabe cuidar de sí mismo. Pero en cambio Christopher habla 15 lenguas, además de su inglés nativo. <<

[41] Humphrey (1976). Sus ideas se presentan en forma más elaborada en Humphrey (1984. 1993). <<

[42] Atran (1990, 1994). <<

[43] Keil (1994) y Atran (1994). <<

[44] Atran (1990). <<

[45] Berlin (1992); Berlin et al (1973) y Atran (1994). <<

[46] Sacks (1995, p. 269). Otros ejemplos en Atran (1990). <<

[47] Mithen (1990. pp. 52-88) revisa los métodos que utilizan los modernos cazadores-recolectores para recabar información de su entorno y su forma de utilizarla para tomar decisiones. Existen otras descripciones etnográficas especialmente útiles, con ejemplos del minucioso conocimiento de historia natural que poseen los cazadores recolectores, que se refiere a las siguientes comunidades: los !kung (Lee, 1976, 1979; Lee y DeVore, 1976; Marshall, 1976; Blurton-Jones y Konner, 1976), los g/wi (Silberbauer. 1981), los bisa (Marks, 1976), los ache (HUI y Hawkes, 1983), los algonquinos de Mistassini (Tanner, 1979. Winterhalder. 1991), los koyukon (Nelson, 1983), los kutehin (Nelson. 1973), los ten'a (Sullivan, 1942), los nunamiut (Gubser, 1965; Binford, 1978), los nativos de Groóte Eylandt (Levitt. 1981), los gidjingali (Mechan, 1982), los ttwi (Goodale, 1971) y los indios de Canadá (Jennes, 1977). <<

[48] Spelke (1991), Spelke et al (1992). Véase también Pinker (1994, pp. 423-424). <<

[49] Atran (1990, p. 57). <<

[50] Kennedy (1992) dice que la gente tiende al antropomorfismo compulsivo. La idea de que los animales son conscientes y tienen intenciones parece creado en nosotros por la naturaleza. No analiza lo que parece ser una parecida compulsión infantil a atribuir una mente a los objetos físicos inertes. <<

[51] Greenfield (1991). Véase también Lock (1993). Pero existe considerable desacuerdo sobre el tema, y los sistemas de conocimiento intuitivo podrían estar presentes en la mente desde el nacimiento. <<

[52] Karmiloff-Smith (1992). En Karmiloff-Smith (1994) se encuentra un resumen de su libro y un debate crítico de sus ideas. <<

[53] Karmiloff-Smith (1994. p. 695). <<

[54] Geary (1995) utiliza el término «capacidades biológicas primarias» y no conocimientos intuitivos para referirse a aquellas habilidades firmemente asentadas en el cerebro como una consecuencia de la historia de nuestra evolución. Dice que el detonante inicial del desarrollo del conocimiento matemático es una capacidad panhumana para contar. Esto suministra un conjunto de «principios troncales» que orientan el comportamiento contable antes de que el niño haya adquirido el uso de las palabras para expresar números. <<

[55] Karmiloff-Smith (1944, pp. 701 y 706). Es importante retener que el modelo de Karmiloff-Smith de desarrollo mental no es un simple modelo por fases. Cree que hay dos procesos paralelos distintos pero simultáneos: «uno de modularización progresiva, y otro de progresiva explicitación de las representaciones del conocimiento» (1994, p. 733). <<

[56] Carey y Spelke (1994, p. 184), Las semejanzas y diferencias concretas entre las ideas de Carey y Spelke y las de Karmiloff-Smith aún están por explorar. Las primeras realizan interesantes comparaciones entre el cambio conceptual en la historia de la ciencia y en el desarrollo infantil, y sugieren semejanzas entre el tipo de mapas transversales a las distintas áreas de conocimiento que construyen los niños y aquellos que construyen los científicos. <<

[57] Boden (1990). En Boden (1994) se encuentra un resumen y un análisis crítico de las ideas de Boden. <<

[58] Koestler, citado en Boden (1990). <<

[59] Rozin (1976); Rozin y Sehull (1988). <<

[60] Rozin (1976, p. 262). <<

[61] Sperber (1994). <<

[1] En Hodges y Mithen (1993) se describe la excavación y la secuencia cronológica de la Iglesia Sur. <<

[2] Citado en Gould (1977, p. 76). <<

[3] Gould (1977, p. 116). <<

[4] Gibson (editorial, p. 276 en Gibson e Ingold. 1993). <<

[5] Lock (1993). <<

[6] Como dijo en 1993 el psicólogo Daniel Povinelli refiriéndose a la evolución de una teoría de la mente, «la comparación de la ontogenia de las capacidades psicológicas debería permitir a los psicólogos reconstruir el orden en que evolucionaron los aspectos concretos de la atribución del estado mental» (Povinelli. 1993. p. 506). Ese es precisamente mi objetivo en este capítulo, aunque mi intención es lograrlo en relación con la mente en general. <<

[7] Gould (1981. p. 115). <<

[8] Lock (1993) afirma que el uso de información ontogénica para crear guiones teóricos con el fin de contrastar la evolución con otros datos es un método adecuado de investigación. <<

[9] Debo destacar aquí que Karmiloff Smith no divide la modularización progresiva de la mente y la «redescripción representacional» en dos procesos consecutivos: dice que tienen lugar simultáneamente, en paralelo. Pero está implícito un lapso de tiempo entre ambos, dado que el conocimiento debe convertirse antes en parle de un módulo especializado para verse explícitamente representado y aplicado en las distintas áreas. <<

[10] No parece que la selección natural hiciera sola todo el trabajo. En el curso de la evolución operaron además otros procesos, como la deriva genética y los efectos del fundador, que pudieron desempeñar también un papel importante en los continuos «remiendos». La relativa importancia de la selección natural es tema de profundo debate entre los biólogos de la evolución. <<

[11] Calvin (1983. 1993) ha analizado la importancia del torno en la evolución de la mente. <<

* En el original, «Apes, monkeys and the mind of the missing link». Por las dificultades de traducir en castellano apes y monkeys, ya expuestas en la nota de la página 14, en este capitulo se ha optado por denominarlos «simios», término que incluye ambos grupos (N. de la r.) <<

[1] McGrew (1992) y Falk (1992) presentan ejemplos del uso de analogías entre los chimpancés y los primeros antepasados humanos. Byrne (1995. pp. 27-30) explica que es mejor reconstruir el comportamiento y la cognición de nuestros antepasados mediante los métodos cladísticos. <<

[2] La obra de Goodall está contenida en sus dos libros (Goodall, 1986, 1990). <<

[3] Veinte años después de que Goodall reconociese por primera vez el manejo de útiles por parte de los chimpancés. Christophe y Hedwige Boesch han ampliado el repertorio observado en el África occidental añadiendo el uso de yunques y de percutores de piedra para partir frutos secos en la región del Tai (1983. 1984a, 1984b, 1990, 1993). También Bill McGrew y sus colegas han realizado numerosos estudios sobre la tecnología del chimpancé, que culminan en su libro titulado Chimpanzee Maurial Culture publicado en 1992. Todas estas aportaciones, junto con las de otros primatólogos como Sugiyama (1993) y Matsuzawa (1991), constituyen una importante base de datos sobre el uso de útiles por parte de los chimpancés, una base de datos que, según McGrew. tiene considerables implicaciones para la evolución humana, aunque aún no se sabe muy bien cuáles. <<

[4] McGrew (1992). <<

[5] Boesch y Boesch (1993) explican que sólo se requieren siete clases de acciones para fabricar todo el repertorio de útiles de los chimpancés: 1) arrancar una rama de un arbusto o árbol para que pueda servir de palo; 2) cortar un palo a una medida adecuada con dientes o manos; 3) quitar la corteza u hojas de un palo con dientes o manos; 4) afilar el extremo de un palo con los dientes; 5) modificar el largo de un palo (tras su aso inicial) con dientes o manos; 6) partir una rama o una piedra en dos y golpearla contra una superficie dura que haga las veces de martillo; 7) partir una rama en dos sujetando un extremo con el pie y doblando el otro extremo, para producir un percutor. No se ha observado la talla deliberada de piedra. Entre los chimpancés del Tai las primeras cuatro acciones suelen desarrollarse sucesivamente, mientras que el 83 por 100 de las modificaciones observada implican las tres primeras. <<

[6] Matsuzawa (1991). <<

[7] Nishida (1987), Boesch y Boesch (1990) y McGrew (1992). <<

[8] Los procesos de aprendizaje social son tema de intenso debate en la literatura reciente sobre primates: Clayton (1978), Oalef (1988, 1990), Whiten (1989), Visalberghi y Fragaszy (1990), Tomasellofi (1987, 1993), Tomasello (1990) y Byrne (1995). Además de la imitación, el aprendizaje social puede incluir también el estímulo reforzado y la facilitación de respuestas. El estímulo reforzado es el proceso por el cual el interés del animal por determinados objetos se refuerza sencillamente mediante la actividad de otro animal El proceso real por el que se aprende a utilizar objetos como útiles puede basarse en ejercicios de ensayo y error. Otro proceso de aprendizaje social es la facilitación de respuestas, por el que la presencia de un congénere desarrollando una acción aumenta la posibilidad de que otro animal que lo observe haga lo mismo. Una diferencia importante entre este proceso y la imitación es que en la imitación se supone normalmente que la acción debo ser nueva para el animal, mientras que la facilitación de respuestas evoca acciones que ya existían en el repertorio del comportamiento del animal. Muchos primatólogos creen ahora que los monos nunca imitan, y algunos extrapolan esta creencia a los chimpancés, sobre todo cuando se hallan en libertad Aun cuando la imitación esté presente entre los chimpancés, parece que su intensidad es inferior a la de los humanos modernos Pero este tipo de aprendizajes sociales son seguramente los procesos primarios mediante los cuales se transmite el conocimiento técnico entre las poblaciones de chimpancés. <<

[9] Por ejemplo. McGrew (1999, pp. 186-187), Byrne (1995. pp. 76-88). <<

[10] Boesch (1991, 1993). <<

* La palabra inglesa forage, foraging, significa proveer de alimentos; recorrer un territorio con el propósito de obtener víveres; deambular en busca de provisiones y de forraje; realizar una búsqueda itinerante, sin rumbo fijo; hurgar, rebuscar, revolver; llevar forraje al ganado (esta última acepción debe descartarse dado que hay actividad foraging también en épocas en que no hay domesticación de animales). Aquí traducimos foragers básicamente por proveedores, y algunas veces por buscadores de alimentos o víveres, (N de la t.) <<

[11] Wrangham (1977). <<

[12] Menzel (1973,1978). <<

[13] Boesch y Boesch (1984a). <<

[14] Katherine Milton sugiere que los primates que dependen de la fruta afrontan mayores desafíos medioambientales, porque este recurso se presenta de forma sumamente dispersa en el espacio y en el tiempo (Milton, 1988). Los primates tienen que resolver el problema de recordar el emplazamiento de los árboles frutales, y consumir la fruta en el momento adecuado durante su ciclo de maduración. Esto habría creado, dice la autora, una presión selectiva en favor de una mayor inteligencia y sugiere que existe en efecto una correlación entre el tamaño del cerebro y la dieta efe los primates. También Kathleen Gibson ha destacado las presiones selectivas que habría creado la búsqueda y recolección omnívoras de carácter extractivo sobre la cognición (Gibson. 1986,1990). Se refiere a la práctica de buscar y extraer alimentos de diversos tipos de matrices: frutos secos y huevos de sus cascaras, hormigas del hormiguero, etc. Estos alimentos, que se encuentran en el interior de materias no comestibles, suelen ser muy ricos en energía y en proteínas. Su mayor disponibilidad coincide con la estación seca, cuando otros recursos escasean. Pero su explotación es difícil, porque requiere o bien adaptaciones anatómicas especiales, o bien el uso de instrumentos y una inteligencia capaz de concebir una fuente de alimento «oculta».

Robin Dunbar ha demostrado que las correlaciones entre el tamaño del cerebro y las pautas de búsqueda y provisión de alimentos podrían ser erróneas (Dunbar, 1992), mientras McGrew ha descartado la idea de una clara relación entre el uso de útiles y el tamaño del cerebro (McGrew, 1992). Además, Cheney y Seyfarth señalan que cuando observamos a los animales en general, y no sólo a los primates, la dieta, el comportamiento proveedor y el tamaño del cerebro varían considerablemente, y no presentan correlaciones claras (Cheney y Scytarth. 1990). Destacan además la dificultad para establecer una distinción entre presiones ecológicas y presiones sociales. Los primates se sirven de estrategias sociales para relacionarse con la complejidad de su medio. Un suministro de alimentos irregular y muy disperso se traduce en presiones selectivas a favor de una mayor cooperación en la búsqueda y provisión de alimentos, y en una capacidad para detectar a los tramposos en el reparto de la comida y pura la comunicación sobre la distribución de los recursos. El tamaño del grupo entre los primates, por ejemplo, que es la medida que propone Dunbar para estimar la complejidad social, está íntimamente relacionado con el riesgo de depredadores y la accesibilidad de los alimentos (Dunbar, 1988). <<

[15] Citemos el caso del pajarillo llamado el cascanueces de Clark. Este pequeño animal tiene un cerebro que pesa menos de 10 g, pero cada verano esconde más de 30 000 simientes de cara al invierno. No sólo las esconde, sino que suele encontrar más de la mitad de los frutos que ha escondido. Estudios de laboratorio han demostrado que este pajarillo posee una memoria espacial prodigiosa, mucho mayor que la de los humanos (Mackintosh, 1994). <<

[16] Boesch y Boesch (1989). <<

[17] Cheney y Seyfarth (1990) llevaron a cabo una extensa serie de experimentos para estudiar el tipo de claves de que se sirven los monos verdes para obtener información, centrándose en claves que lucran significativas para los monos. Por ejemplo, una de las especies que más temen los monos verdes [Cercopithecus ethiops] son los humanos, y más concretamente los maasai locales, unos pueblos pastores de ganado vacuno y ovino. Los monos tienden primero a emitir una voz de alarma de tipo «humano» y cuando aparecen los maasai huyen. ¿Acaso los monos son capaces de deducir la proximidad de los maasai a partir de la presencia de las vacas? Cheney y Seyfarth usaron altavoces ocultos para imitar el mugido de las vacas, y constataron una reacción positiva. Pese a que las vacas no suponen amenaza alguna para los monos, estos reaccionaron a los mugidos como si oyeran a los propios maasai, lo que indica que realizan una asociación mental entre ambas especies. Los monos reaccionaron de la misma forma ante el ruido de cencerros, otro sonido asociado a la proximidad de los maasai. Por consiguiente, parece que los monos son capaces de utilizar este tipo de claves auditivas secundarias y asociaciones mentales para inferir un peligro inminente.

En cambio, cuando las claves secundarias son de tipo visual y no auditivo, los monos parecen mucho menos «inteligentes». Por ejemplo, no reaccionan ante las evidentes polvaredas que crean los maasai y sus ganados, y sólo huyen cuando asoman las vacas y las personas. Mediante una serie de experimentos, se analizó esta dificultad de los monos para descifrar claves de tipo visual. Se colocó una gacela muerta en lo alto de un árbol imitando una víctima de leopardo. Los leopardos son uno de los depredadores de los monos y no suelen alejarse demasiado de sus recientes víctimas. La gacela muerta permaneció en el árbol toda la noche para que fuera fácilmente visible por la mañana. Pero los monos la ignoraron y realizaron normalmente sus actividades como si el animal no estuviera.

Los monos tampoco parecen entender las implicaciones de las huellas que deja una serpiente pitón. Las pitones son otro de los grandes depredadores de monos y dejan tras de sí un rastro muy claro en la arena. Cheney y Seyfarth observaron que cuando los monos se acercan a ese rastro no muestran actitudes de mayor vigilancia ni cambio alguno de comportamiento Y lo que es peor, constataron que los monos siguen esos rastros hasta las zonas arbustivas y ¡se asustan cuando topan con una pitón! <<

[18] Seguramente los humanos son los únicos primates capaces de «leer» claves visuales alejadas de su referente, como por ejemplo huellas de pies o pezuñas (Davidson y Noble, 1989; Hewes, 1986, 1989). <<

[19] Byme y Whiten (1988). <<

[20] Byrne y Whiten (1988, editorial p. 4). <<

[21] de Waal (1982). <<

[22] Byrne y Whiten (1991. 1992), Byrne (1995, pp. 124-140), Heyes (1993) lleva a cabo una revisión crítica de diversos estudios, sobre lodo de cuantos se basan en datos de tipo anecdótico, como Byrne y Whiten, que pretenden demostrar una «teoría de la mente» en primates no humanos. <<

[23] Premack y Woodruft (1978), Premack (1988). <<

[24] Humphrey resume sus ideas en dos cortos volúmenes de fácil lectura (Humphrey, 1984, 1993, publicado originalmente en 1986). En su libro más reciente (Humphrey, 1992) considera la consciencia como una sensación «en bruto», y no como lo que denomina una facultad mental de segundo orden, como son los «pensamientos sobre sentimientos» y los «pensamientos sobre pensamientos», Pero es este tipo de consciencia la que más me interesa desde el punto de vista de la evolución de la mente humana. <<

[25] Gardner et al (1989). <<

[26] Premack y Premack (1972). <<

[27] Savage-Rumbaugh y Rumbaugh (1993). <<

[28] Terrace (1979), Terrace et al (1979). <<

[29] Greenfield y Savage Rumbaugh (1990), Savage-Rumbaugh y Rumbaugh (1993), Sue Savage-Rumbaugh dice que el pequeño tamaño y otros rasgos morfológicos del bonobo hacen de él un modelo del antepasado común póngido/homínido mejor que el chimpancé común. Kanzi nació en cautividad en 1980. Matala, nacida en la selva, nunca fue buena alumna en materia de lenguaje, aunque sus habilidades sociales eran excelentes. <<

[30] Pinker (1994, p. 151). <<

[31] Marler (1970). <<

[32] El córtex cerebral es la capa externa de los hemisferios cerebrales conocida como «la materia gris»: contiene células nerviosas y sus interconexiones, que se prolongan en una serie de pliegues y conductos. Por el contrario, las voces de los primates están controladas por procesos neurales que dependen del sistema central del cerebro (la parte del cerebro que conecta los hemisferios cerebrales a la médula espinal) y por los sistemas límbicos (los cordones y centros nerviosos ubicados en el lóbulo temporal de los hemisferios cerebrales) (Marler, 1970). <<

[33] Alex es un papagayo gris africano con capacidades cognitivas que parecen análogas (aunque no homólogas) a las de los primates y humanos. Alex ha sido un buen ejemplar para explorar semejanzas cognitivas entre especies, ya que ha aprendido a hablar, de modo que uno de los principales obstáculos a la exploración de las mentes primates queda parcialmente superado. Pepperberg (1990) presenta un resumen de sus estudios de Alex y sus implicaciones. <<

[34] Boesch y Boesch (1983). <<

[35] Boesch y Boesch (1989). <<

[36] Este episodio del uso de útiles por parte de Kate se describe en Brewer y McGrew (1990). Primero utilizó un cincel grueso y luego uno más fino para hacer un pequeño corte en el panal. Luego se sirvió de un palo en punta muy afilado para perforar las paredes del panal, y finalmente utilizó un palo más largo y flexible para llegar hasta la miel. En general, se diría que Kate ha utilizado secuencialmente un conjunto de útiles, cada uno de ellos destinados a una tarea concreta. McGrew cree que pueden describirse como utillaje. <<

[37] Boesch (1991, 1993). <<

[38] Los simios no antropomorfos parecen incapaces de reconocerse en un espejo, pero en cambio pueden aprender a utilizar espejos para ver, por ejemplo, si hay otro mono a la vuelta de la esquina (Burne, 1995). <<

[39] Byrne y Whiten (1992). <<

[40] Boesch y Boesch (1989). <<

[41] Cheney y Seyfarth (1988, 1990). <<

[42] Boesch y Boesch (1989, p. 569), <<

[43] Byrne (1995). <<

[1] Al abordar la tecnología olduvayense, es mejor usar el término «artefacto» que «útil». Cuando los arqueólogos descubren esas lascas y núcleos olduvayenses, no saben a ciencia cierta si se trata de piezas de desecho de la manufactura (como las hojas de una rama arrancadas para obtener un palo termitero) o de piezas que se guardan para realizar tal o cual tarea. Ni siquiera se sabe si los propios actores tenían una idea clara de esta división entre «desecho» y «útil». Así que los arqueólogos, criaturas cautas por definición, utilizan un término neutro, artefacto. Potts (1988, cuadro 8.6) ofrece datos sobre la frecuencia de las materias primas utilizadas, según peso y cantidad de artefactos relativos a cuatro yacimientos del lecho 1 de Olduvai: DK, FLKNN 3. FLK «Zinj» y FLK Norte. En FLK «Zinj», el 90,2 por 100 de los artefactos son de cuarcita, aunque siendo como son pequeños, constituyen sólo el 27,6 por 100 del peso total del conjunto. En cambio, los artefactos hechos de basalto vesicular representan el 4,7 por 100 de la cantidad total de artefactos, pero suponen el 44,7 por 100 del peso total. DK es relevante porque presenta una frecuencia relativamente alta de nefelinita (una clase de lava) en cuanto a cantidad (22,7 por 100) y peso (12,6 por 100). El cuarzo, el gneis y el feldespato nunca superan el 0,2 por 100 del conjunto, ya sea en cantidad o en peso, excepto en FLK Norte-6, donde el 1,6 por 100 de los artefactos son de cuarzo. <<

[2] Wynn y McGrew (1989). <<

[3] En Koobi Fora se han encontrado indicios de «pulimentado» de madera en artefactos de unos 1,5 millones de años (Keeley y Toth, 1981). Las posibles funciones de los artefactos olduvayenses se analizan en Schick y Toth (1993, pp. 150-186). <<

[4] Schick y Toth (1993, pp. 118-122) resumen las técnicas de producción de los útiles líticos de Olduvai. <<

[5] Toth et al (1993). El formato básico del experimento consistía en colocar un objeto deseado en una caja con una tapa transparente que sólo podía abrirse cortando un cordel. A Kanzi se le enseñó a producir lascas de un nódulo de piedra y a utilizarlas para cortar. Al principio sólo le dieron lascas para cortar el cordel, pero luego le entregaron nódulos para que produjera por sí solo las lascas. En todos estos experimentos, Kanzi utilizó dos técnicas básicas para obtener lascas: una fuerte percusión a base de lanzar una piedra contra otra, y estrellar piedras contra el suelo para que se partieran en pedazos. En ambos casos se pudo apreciar una cierta mejora, pero ninguno de los artefactos resultantes consiguió parecerse a los de Olduvai. Toth y Schick (1993, p. 351) dicen que la tesis de que los chimpancés no son capaces de moldear piedras al estilo olduvayense debido a una falta de habilidades motoras es poco plausible, puesto que han demostrado tener habilidad suficiente para atar cordones de zapatos y desabrochar camisas. Westergaard (1995) describe la destreza de los monos capuchinos para tallar lascas de piedra. Son muy similares a las que produce Kanzi y significativamente diferentes de las producidas por los homínidos de Olduvai. <<

[6] Lokalalei (GaJh 5), excavado en 1991, tiene una edad ligeramente inferior a los 2,36 ± 0,04 millones de años. Los artefactos están muy bien conservados y hechos de una lava de granulación media que tiene una buena fractura concoidal. Los artefactos, el contexto geológico del yacimiento y el conjunto faunístico se describen en Kibunjia (1994). <<

[7] Toth (1985) realizó miles de experimentos con réplicas para explorarlo. Demuestra que en la región de Koobi Fora la variedad de formas líticas en el espacio se explica por la variedad de características y accesibilidad de las materias primas. Véase asimismo Potts (1988, pp. 235-237). <<

[8] Puede verse en Sterkfontein, donde se constata la introducción, con el achelense, de nuevos tipos de materia prima en una secuencia estratificada de conjuntos (Kuman, 1994). <<

[9] La evidencia directa del uso de útiles líticos para procesar animales muertos procede de los cortes observados en los huesos de los animales (Bunn, 1981; Potts y Shipman, 1981) y de las pautas de desgaste observables en determinados útiles líticos (Keeley y Toth, 1981). La evidencia indirecta se basa en la asociación regular que se observa en trabajos experimentales entre artefactos líticos y huesos animales en los yacimientos arqueológicos, y también en la eficacia de los artefactos líticos para descarnar cadáveres animales (Schick y Toth, 1993). <<

[10] El yacimiento HAS se encuentra en sedimentos de 1.6 millones de años de antigüedad, en la región de Koobi Fora. Entre los huesos de hipopótamo se encontraron 119 piedras descantilladas y un canto rodado que había sido utilizado a modo de percutor (Isaac, 1978). <<

[11] Potts (1988) resume la arqueología de FLK 22, junto con los demás yacimientos del lecho 1 de la garganta de Olduvai. <<

[12] Isaac fue uno de los paleolitistas más relevantes del siglo XX, sobre todo por su contribución al descubrimiento y excavación de nuevos yacimientos, sus métodos analíticos y sus teorías. Murió trágicamente en 1983 en la cumbre de su carrera como profesor de Harvard. Su contribución a la disciplina se encuentra en sus obras completas, editadas por su esposa (B. Isaac. 1989). <<

[13] El modelo de campamento base ya aparece claramente en su texto de 1978 publicado en Scientific American y titulado «The food sharing behaviour of proto-human hominids». Potts (1988) hace un excelente resumen y crítica del modelo. <<

[14] Binford (1981). <<

[15] El debate sobre la frecuencia de la caza, del carroñeo primario (es decir, recuperación de carne de un animal recién muerto que proporciona una cantidad cárnica equivalente a la de un animal cazado) y del carroñeo marginal en parte ha surgido, y en parte se ha visto estimulado, a raíz del considerable avance de los métodos que utilizan los arqueólogos para interprelar sus materiales, sobre todo los huesos animales. Estos métodos incluyen el análisis microscópico de improntas de dientes e incisiones en los huesos, el análisis de las partes del cuerpo representadas e inferencias acerca del tiempo de exposición del hueso a la intemperie. Todos estos avances se inscribían en diversos programas de estudios etnoarqueológicos y analísticos de los procesos implicados en la formación de yacimientos. Pero estos debates acabaron como el rosario de la aurora debido a la incapacidad de los participantes para ni tan sólo ponerse de acuerdo sobre el contenido del registro arqueológico, y ya no digamos su interpreta don. Uno de los temas era las implicaciones de las señales de cortes en los útiles líticos y sus elaciones temporales con las improntas dentales de carnívoros, su frecuencia y el tipo de matanza practicada. La representación de las partes del cuerpo también fue objeto de intenso debate, dado que podía constituir un medio para diferenciar el carroñeo marginal de la caza. Sólo esta última explicaría la presencia en un yacimiento de los huesos más grandes y carnosos, si bien es cierto que el cañoneo primario, esto es, el acceso de un homínido a un animal recién muerto, podría dejar un rastro óseo muy parecido. Los principales textos de este debate son Binford (1984b, 1985. 1986. 1988), Binford et al (1988). Bunn (1981, 1983a. 1983b, 1994), Bunn y Kroll (1986), Isaac (1983a. 1983b). Kroll (1994). Kroll e Isaac (1984). Olivcr (1994), Potts y Shipman (l981)y Shipman (1983. 1986). <<

[16] En Binford (1984a) se describe con detalle. <<

[17] La hipótesis del «escondrijo de piedras» se encuentra en Potts (1988). La minimización del tiempo invertido en buscar lascas afiladas para descuartizar el cadáver del animal habría sido esencial dado el alto nivel de riesgo de depredadores al acecho que habrían afrontado los homínidos. (Véase la nota 25). <<

[18] Se basó sobre todo en estudios actualísticos para identificar el nicho de carroñeo más factible entre tos primeros homínidas (Blumenschine, 1986, 1987: Blumenschine et al, 1994). <<

[19] Stern (1993. 1994) ha subrayado las dificultades de la arqueología del paisaje en el África oriental. La autora describe la relación inversa que existe entre el área de muestreo de un antiguo paisaje, la cantidad de datos arqueológicos disponibles para el estudio y la cantidad de tiempo representado por esos materiales y los sedimentos que los cobijan (1994, p. 89). A título de ejemplo cita los yacimientos arqueológicos del bajo Okote, integrante de Koobi Fora, cuyas resoluciones temporales más precisas lo fechan hace 65 ± 5 millones de años. Por consiguiente, sólo ignorando esta dimensión temporal que arrojan los datos es posible realizar observaciones a escala etnográfica de las interacciones entre los individuos y sus respectivos medios. <<

[20] Potts (1988, p. 308). Potts (1994) y Bhimenschine et al (1994) mencionan la más que probable diversidad de los estilos de vida homínidos. Los últimos sugieren que la variabilidad de la ecología homínida se habría debido a una variabilidad en la competencia de los carnívoros por los tejidos animales. <<

[21] Una dificultad importante a la hora de interpretar este material es que la explotación de animales muertos es prácticamente la única evidencia que tenemos sobre la subsistencia homínida. Sabemos muy poco de la importancia relativa de la carne en la dieta homínida en relación con los alimentos de origen vegetal. La investigación sobre la probable contribución de las materias vegetales a la dieta homínida se realiza mediante estudios actualísticos en medios africanos modernos que valoran la disponibilidad de alimentos vegetales posibles y los costos y beneficios de su explotación (Halley y Kappelman. 1980; Sept, 1994). <<

[22] Aiello y Wheeler (1995) han descubierto una correlación entre el tamaño de los intestinos y el tamaño del cerebro entre los primates en general. Algunos órganos, como el corazón y el hígado, no pueden reducir su tamaño para compensar las necesidades metabólicas, ya que están «acotados» fisiológicamente. El cerebro relativamente grande de los australopitecinos, comparado con el de los primates no humanos, sugiere que consumían una gana de alimentos vegetales de alta calidad, como tubérculos. <<

[23] Véase Blumenschine (1986). Lake (1995) lo ha explorado mediante una sofisticada simulación por ordenador. <<

[24] Varios arqueólogos han destacado la importancia del transporte de piedras. Su identificación en Olduvai fue posible gracias a los estudios geológicos de Hay (1976), que localizó las fuentes de materia prima. Para Isaac (1978), el transporte de piedras era una razón más en favor de su hipótesis del campamento base. Binford (1989) sugirió que lo que se transportaban eran sobre todo los núcleos, puesto que no suelen encontrarse junto a los restos de talla. Toth (1985) ha ideado una metodología para inferir el transporte de artefactos basada en réplicas de conjuntos y en las frecuencias de varios artefactos tipo en conjuntos completos, como en el caso de FxJj50. La pequeña escala espacial de este tipo de transporte se observa en los yacimientos FxJj y FeJj, en el Turkana oriental. Ambos se ocuparon hace unos 1,8 millones de años y distan uno de otro solamente unos 25 km. Los restos líticos de ambos yacimientos están hechos con la materia prima localmente disponible, la lava en el caso de FxJj y el cuarzo en el caso de FeJj (Rogers et al, 1994, p. 151). <<

[25] Richard Potts sugirió que uta de las finalidades del transporte de nódulos y útiles de piedra era la creación de escondrijos. Estos escondrijos habrían posibilitado un acceso rápido a útiles líticos/materias primas necesarios para explotar un animal muerto en el momento propicio. Hacer un uso eficaz del tiempo pudo ser esencial para sobrevivir en un medio repleto de depredadores. Esta sigue siendo una de las explicaciones más plausibles de las acumulaciones de artefactos, sobre todo de manuports (nódulos sin modificar) y de restos faunísticos como puntos especiales del paisaje. Pero no se sabe si los homínidos crearon deliberadamente tales escondrijos, o si simplemente utilizaron estructuras ya existentes —no deliberadas— creadas en el transcurso de sesiones de matanza y descuartizamiento anteriores. Si es cierto que se crearon deliberadamente, entonces constituiría una evidencia más de la capacidad de predicción y de planificación de una futura distribución de recursos. Potts (1988) describió con detalle la hipótesis del escondrijo de piedras, demostrando mediante simples modelos informáticos el beneficio funcional que suponía la creación de tales escondrijos. (Véase la nota 17). <<

[26] Contamos con dos ejemplos de posible evidencia en favor de una salida de África protagonizada por un homínido anterior a H. erectus. Primero, los artefactos de Riwat, en Pakistán, de hace 2 millones de años (Oennell et al, 1988a, 1988b). Sospecho que son «artefactos» naturales, aunque Dennell sostiene que fueron producidos por Homo primitivos. Segundo, los fragmentos dentales de homínidos de la cueva de Longgupo, en China (Wanpo et al. 1995), fechados hace 1,9 millones de años y posiblemente pertenecientes al primer H. erectus. Pero parecen presentar ciertos rasgos primitivos, y existe la posibilidad de que sean de H. ergatter (una especie que incluyo en la categoría general de H. habilis y que seguramente es un antepasado directo de H. erectus). Si así fuera, significaría que H. ergaster pudo salir de África y que H. erectus evolucionó dentro de Asia para luego regresar a Europa y África. Pero no hay acuerdo sobre la identificación taxonómica de estos restos homínidos: y hay quien duda incluso de que sean homínidos. Las distintas interpretaciones se presentan en Wood y Turner (1995) y en Culona (1995). <<

[27] Jack Harris y sus colegas (Kogers. Harris y Feibel, 1994) han intentado comparar sistemáticamente el uso del suelo antes y después de hace 1.6 millones de años en la región del Turkana oriental. Compararon la distribución de asentamientos en tres sucesivos intervalos temporales, de hace 23, 1,9-1,8 y 1,7-1,5 millones de años, y atribuyen la localización más dispar de yacimientos arqueológicos del tercer periodo al comportamiento también más abierto y diversificado de H. erectus. Y concluían que sólo a partir de esa fecha se utilizaron espacios medioambientales más diversos y las actividades se independizaron por primera vez de los elementos del paisaje, es decir, de las fuentes de materias primas y de la sombra de los árboles. En el periodo anterior a los 1.6 millones de años, los yacimientos aqueológicos estaban «atados» a lugares con recursos permanentes de agua, cuyas graveras suministraban cantos rodados. Con posterioridad a esa fecha, los yacimientos se emplazaron en terrenos de aluvión, a cierta distancia de los cursos permanentes de agua y de las materias primas. Los primeros homínidos aparecen más limitados que los primeros humanos en materia de distribución de recursos naturales. Richard Potts (1994) llega a una conclusión parecida cuando compara la arqueología del lecho I de Olduvai (1.8-1.78 millones de años) y la del miembro I de Olorgesailie de 0,9 millones de años. <<

[28] Véase Leakey (1971) y Polts (1988, 1994). Por ejemplo, la principal ocupación de MNK en el lecho II de Olduvai presenta seis grandes estratos arqueológicos en 1,5 metros de sedimento. Binford (1987a) sostenía que, por Jo que se refiere al comportamiento prehistórico, los yacimientos de este tipo no difieren en realidad de la densa concentración de artefactos y fragmentos óseos descubiertos en niveles verticales aleatorios, como en FLK «Zinj». Las diferencias reflejan simplemente el distinto ritmo de acumulación de sedimentos, que explicaría que uno acabara como un palimpsesto y el otro en forma de distribución artefactual verticalmente difusa. Incluso cuando no contamos con esta gran profusión de yacimientos con grandes estratos sedimentarios, la evidencia que suministra la exposición de huesos a la intemperie indica que los conjuntos del «suelo de habitación» se acumularon a lo largo de varios años (Polts. 1986; Behrensmeyer. 1978). <<

[29] Este fue el rasgo básico de los conjuntos faunísticos que llevaron a Isaac a desarrollar su hipótesis del campamento base, ya que implica el transporte de partes del cuerpo animal entre dos o más micromedios. Plummer y Bishop (1994) han sugerido que la variabilidad morfológica de los metapodiales de los bóvidos del lecho 1 de Olduvai indica que los homínidos de Olduvai utilizaron toda una gama de hábitats, abiertos y cerrados, y acaso la gama completa en las márgenes lacustres. Blumenschine (1986,1987) sugirió que los bosques de las márgenes fluviales constituían la región óptima para el carroñeo. Sikes (1994) utiliza la composición isotópica estable de los paleosoles procedentes de yacimientos de homínidos primitivos para estimar la proporción original de praderas (Cd) y bosques (Ct), y demuestra que el dominio de estos últimos es claro. Y llega a la conclusión de que los homínidos del Pliopleistoceno del África oriental habrían optado preferentemente por hábitats relativamente cerrados y boscosos en busca de sombra, alimentos y refugio contra posibles depredadores. Cerling (1992) ha sugerido, de forma algo más general, que los hábitats abiertos, las grandes praderas con 90 por 100 C4 de biomasa, no se consolidaron en el África oriental hasta hace aproximadamente un millón de años. Pero la diversidad de especies animales indica que el primer Homo se abasteció de provisiones y alimentos en toda una variedad de medios, incluidos los hábitats abiertos de la sabana. <<

[30] Verificar una relación entre el tamaño del cerebro y la complejidad social no es nada fácil. La dificultad radica en que el tamaño del cerebro es en sí mismo muy difícil de medir a base de comparaciones entre especies que tengan un mínimo sentido (véase, por ejemplo, Jerison, 1973; Clutton-Brock y Harvey, 1980; Deacon, 1990; Dunbar, 1992). Si bien es cierto que los animales más voluminosos poseen cerebros mayores para responder a las mayores exigencias sensoriales y motrices, el tamaño del cerebro no aumenta de forma lineal en función del tamaño del cuerpo. También hay que tener en cuenta las diferencias dietéticas. Un primate que basa su alimentación en la ingestión de hojas necesita un intestino mayor y, por lo tanto, un mayor tamaño corporal, aunque no requiere una expansión de la capacidad cerebral. En cambio, los primates que se alimentan de frutas tienden a tener un cuerpo más pequeño puesto que requieren un intestino más corto. Estas complejidades han conducido a diferentes medidas de tamaño cerebral utilizadas en estudios comparativos, basadas en medidas de escala alométrica que tienen en cuenta los efectos del tamaño corporal y producen correlaciones lineales entre la capacidad cerebral y el tamaño del cuerpo. Cuando se produce este tipo de correlaciones en primates o en mamíferos en general, se pueden analizar los residuos de la línea de regresión de cada especie. Grandes residuos positivos detectan especies que poseen un cerebro relativamente mayor de lo que cabría esperar en un animal de ese tamaño. En el caso de los primates, los lémures (strepsirhinos) poseen el tamaño cerebral esperado en razón del tamaño de su cuerpo, mientras que los simios presentan casi el doble de capacidad cerebral de Lo que cabría esperar en función de su tamaño. En este sentido, el tamaño cerebral de los humanos es muy superior al que le correspondería por tamaño corporal.

De todas las formas de medir el tamaño del cerebro que se han utilizado, la más contundente frente a los debates críticos que han suscitado estos temas es la relación entre el volumen del neocórtex y el resto del cerebro. Robín Dunbar analizó la correlación entre el volumen del neocórtex y determinados factores relacionados con el comportamiento proveedor y con la movilidad de los primates no humanos, como por ejemplo, el radio de acción, la longitud de un recorrido diario y la cantidad de fruta en la dieta (Dunbar, 1992). Una correlación entre estos componentes habría significado que la presión selectiva en favor de una expansión del cerebro (que se utiliza como una medida aproximativa de la inteligencia) se debió a la complejidad del medio. Pero no se confirmó correlación alguna. En cambio, el volumen del neocortex sí que se correlacionaba con el tamaño medio del grupo entro los primates. El tamaño del grupo podría reflejar la complejidad social, ya que refleja la cantidad de animales que un individuo necesita controlar y tener en cuenta a la hora de tomar decisiones. Se trata, pues, de un test explícito de la hipótesis maquiavélica, con resultado positivo. <<

[31] Como medida de la complejidad modal, Byrne utilizó la amplitud del engaño táctico. Basándose en los informes de engaños tácticos referidos a toda una gama de especies primates, también encontró una fuerte correlación positiva entre la frecuencia y el volumen del neocórtex. Lo cual confirma la tesis de que la presión selectiva en favor de un aumento del tamaño del cerebro en el curso de la evolución homínida vino del medio social (Byrne, 1993: véanse animismo Byrne y Whiten, 1985, 1991, 1992). <<

[32] Otros estudios sobre el tamaño del grupo son los de Clutton-Brock y Harvey (1977), Van Schaik (1983), Foley (1987). Wrangham (1987), Dunbar (1988), Chapman (1990) e labell er al. (1991). Se han realizado muy pocos tests explícitos sobro la influencia relativa del riesgo de depredadores y de la distribución y accesibilidad de los recursos sobre el tamaño del grupo, debido a los problemas inherentes a la medición de estas variables (Wrangham. 1987). Lo más probable es que el tamaño grupal dependa de una serie de factores ecológicos, evolutivos e históricos (Wrangham, 1987; Dunbar, 1988). Además, la idea de que «el tamaño del grupo» es una variable social útil es muy cuestionable. La investigación seria más provechosa si se analizaran determinados tipos de grupo, como por ejemplo, los grupos reproductivos, teniendo en cuenta además las distintas estrategias sociales utilizadas por cada sexo (Cheney et al, 1987). Pero debido a la resolución del registro arqueológico, los prehistoriadores parecen obligados a considerar el tamaño del grupo como una variable social «de textura gruesa». <<

[33] Por ejemplo, el cráneo de Swartkrans llamado SK54 de un australopiteco de corta edad presenta dos agujeros provocados al parecer por los caninos inferiores de un leopardo (Brain, 1981). Brain sugiere que los primeros homínidos habrían vivido rodeados de una serie de grandes depredadores carnívoros. También se ha sugerido que el pequeño australopiteco representado por el cráneo de Taung pudo ser víctima de un águila que se lo arrebató a su madre, tal como suelen hacerlo actualmente con los monos (New Scientist, 9 de septiembre de 1995, p. 7). <<

[34] Jones et al (1992). <<

[35] Lake (1995). <<

[36] Dennett (1988). <<

[37] Dennett (1988, pp. 185-186). <<

[38] Dibble (1989) analiza los intentos de deducir capacidades lingüísticas a partir de útiles líticos. <<

[39] La importancia del área de Broca y del área de Wernicke para el lenguaje constituye el tema central de varias publicaciones recientes que tratan de la evolución del cerebro y del lenguaje (véase, por ejemplo, Corballis, 1991, 1992; Donald, 1991; Falk, 1983, 1990, 1992; Pinker, 1994), pero existe aún cierta confusión sobre sus funciones. Tras una larga descripción del posible papel de ambas áreas en el lenguaje. Steven Pinker concluía hace poco que «para ser sincero, nadie sabe realmente para qué sirve el área de Broca ni la de Wernicke» (1994. p. 311). <<

[40] Se llaman moldes endocraneanos. Algunos se crean de forma natural a medida que las cavidades del cráneo se llenan de sedimentos de grano fino que se petrifican a medida que el cerebro se descompone, dejando un «negativo» de las improntas de la parte interna del cerebro. Otros se crean artificialmente mediante un molde de látex. <<

[41] Tobias (1987. p. 741), Falk (1983). <<

[42] El trabajo de Deacon (1992) intenta comprender cómo se produjo el paso de la comunicación vocal de los antropomorfos al lenguaje de los humanos modernos cuando ambos parecen estar producidos por partes distintas del cerebro. Las voces inarticuladas de los primates tienen su origen en las áreas subcorticales, mientras que el lenguaje humano depende de la actividad del neocórtex (véase el capítulo 5, nota 32). Deacon dice que el lenguaje no requiere circuitos enteramente nuevos, sino que puede explicarse por determinados cambios en las proporciones relativas de ciertos circuitos en distintas partes del cerebro a medida que estas aumentan de tamaño durante el proceso de encefalización. <<

[43] Aiello y Dunbar (1993), Dunbar (1991. 1992, 1993). <<

* La palabra inglesa groom o grooming tiene un significado múltiple, pero aquí se refiere básicamente a esa actitud tan típica entre los primates de escudriñan, asearse, despiojarse y acicalarse unos a otros. Dado que el castellano no tiene una palabra precisa para ello, hemos optado por traducirla indistintamente por espulgo, aseo mutuo, acicalado, etc. (N, de la t.) <<

[44] Aiello (1996a). <<

[1] Charles Caleb Collon, Lacon (1820), vol. I, n.° 408. <<

[2] Gowlett (1984). En Boxgrove se han excavado los desechos de Talla de hachas de mano ovaladas en contextos inalterados y se han vuelto a ensamblar reconstruyendo paso a paso todas y cada una de las percusiones de la secuencia de la talla. Las lascas de acabado de los útiles, delgadas y planas, indican que los talladores utilizaron al menos dos clases diferentes de percutores, unos duros de piedra y otros blandos de hueso. Los de hueso se descubrieron en Boxgrove hace poco con lascas diminutas de sílex todavía incrustadas en los bordes (Bergman y Roberto, 1988; Koberts. 1994). <<

[3] Pelegrin (1993). Muchos animales no humanos, sobre todo los insectos sociales, son capaces de crear «artefactos» de considerable complejidad y simetría obedeciendo de forma mecánica a unas reglas: el caso más emblemático es el panal de las abejas. Se ha llegado a comparar este tipo de «artefactos» con el hacha de mano, sugiriendo que los humanos primitivos no fueron, después de todo, tan inteligentes Pero esta comparación es falaz porque la talla de útiles no es un proceso de construcción sino de reducción, que requiere modificar constantemente los propios planes debido a la impredecibilidad de las fracturas. <<

[4] Hay muchos conjuntos de hachas de mano que contienen útiles muy similares, Uno de los más impresionantes en este sentido es el de Wolvereote Channel, cerca de Oxford (Tyldes ley, 1986). Todos ellos exhiben una simetría casi perfecta, lograda en parte mediante Ja extracción de pequeñas lascas de acabado que, al menos por lo que parece, tienen poco o nulo valor funcional. Muchos de estos útiles son réplicas casi exactas unos de otros, en tamaño y forma. <<

[5] Nuestra comprensión del método levallois ha avanzado considerablemente en los últimos años gracias a los múltiples reensamblajes de los desechos típicos de la talla levallois, y gracias asimismo a experimentos con réplicas (p. ej., Boéda, 1988. 1990; Roebroeks, 1988). Inizan et al (1992) sugieren que podría constituir el método de percusión técnicamente más difícil. <<

[6] Hayden (1993. p. 118). <<

[7] Se define una punta levallois como un útil producido mediante el método levallois y que presenta una «morfología simétrica, un extremo distal claramente apuntado y la cicatriz dorsal en forma de «Y» invertida que se obtiene mediante tres o máximo cuatro golpes sin dirección precisa» (Bar Yosef y Meignen. 1992, p. 175). <<

[8] Schlanger (1996), Maastricht-Belvédère contiene varios conjuntos distintos y separados de desechos de talla. El «núcleo Marjories» está constituido por 41 lascas reensambladas de un total de 145 que se cree proceden del mismo núcleo. Ninguna de las lascas reensambladas presenta indicios de haber sido retocada o utilizada, y nueve de ellas se han clasificado como lascas levallois. Parece que el núcleo se transportó al yacimiento ya parcialmente tallado, ya que no se han encontrado lascas de la parte exterior del nódulo de sílex. <<

[9] La inteligencia técnica de los humanos primitivos también se aprecia en tipos y métodos de producción que no abundan en el Viejo Mundo. Por ejemplo, H. sapiens arcaico del África subsahariana produjo largos útiles bifaces, los llamados bifaces lumpebienses que por lo general impresionan por su tamaño, simetría y por el hecho de que algunos ejemplares estén hechos de piedra sumamente dura y difícil de trabajar. Un ejemplar de Mugunik, al oeste de Kenia, mide 267 mm de largo y sólo 35 mm de grosor como máximo. Estos útiles fueron producidos mediante percusión bifacial con percutores duros y blandos (McBrearty. 1988). Merece la pena mencionar aquí que en algunos casos, extremadamente raros, los humanos primitivos desarrollaron una tecnología de hojas muy parecida a la del Paleolítico Superior, al comienzo del cuarto acto. Roñen (1992) describe los conjuntos laminados de los humanos primitivos, y los llama PPS, Prepaleolítico Superior. Conrad (1990) analiza los conjuntos de hojas de los neandertales durante el último periodo ínterglaciar del noroeste de Europa. Pero en este caso se aprecia una clara diferencia entre el tipo de hojas producidas en estos conjuntos y las del Paleolítico Superior. Por ejemplo, los humanos primitivos no fabricaron núcleos de hojas en forma de prisma, sino que desbastaron las hojas golpeando en diversas direcciones sobre el núcleo.

En la industria de Howieson's Poorl. en África del Sur. fechada hace 73,000 años, las hojas fueron retocadas para formar pequeños útiles oblicuos, llamados microlitos, Parkington (1990) revisa las dataciones de Howieson's Poort, y basándose en evidencia procedente de numerosos yacimientos de África del Sur. afirma que varios conjuntos de Howieson's Poort podrían datar de hace sólo 40 000 años, lo cual ha sido confirmado mediante datación por resonancia electrónica, que ha arrojado una edad para estos útiles de Howienson's Poort de entre 40 000 y 60 000 años, y para los de la cueva de Border entre 45 000 y 75 000 años. El problema es que la industria de Howieson's Poort tal vez no fuera un fenómeno unitario, pudiendo aparecer en distintos momentos y en distintos yacimientos hace entre 100 000 y 40 000 años. Parkington dice que sólo en tres yacimientos de África del Sur aparecen útiles del tipo Howienson's Poort, debajo de los conjuntos de lascas y hojas de la Edad de la Piedra Media. En el estrato superior de otros yacimientos se hallaron conjuntos de transición a la Edad de la Piedra Tardía, con cantidades crecientes de núcleos de laminillas. Excepción hecha de esta industria —que en realidad podría pertenecer al cuarto acto—, los microlitos sólo aparecen en conjuntos de humanos modernos, hacia el final de la última glaciación, miles de años después del comienzo del cuarto acto. <<

[10] Kuman (1994). Véase asimismo Clarke (1988). <<

[11] Por ejemplo, durante la Edad de la Piedra Media en África se trabajaron diversos materiales sumamente duros, en claro contraste con períodos anteriores (Clark. 1982). <<

[12] Goren-Inbar (1992). Belfer Cohén y Goren-lnbar (1994) y Villa (1983). <<

[13] Los huesos de la mano de los neandertales implican una precisión algo menor en la manipulación entre el pulgar y los otros dedos que en los humanos modernos (Jones et al. 1992), Dennell (1983. pp. 81-83) sugiere que los humanos primitivos carecían de capacidades motrices para trabajar el hueso, el asta y el marfil. Esta afirmación es dudosa, dado que sólo este tipo de capacidad podría explicar los pocos útiles de madera que aparecen en el registro arqueológico y la diversidad de acciones motrices implicadas en tareas como la matanza y el descuartizamiento de animales y el procesamiento de materias vegetales. <<

[14] Knecht (1993a), a través de una serie de estudios experimentales, ha demostrado la eficacia de los proyectiles hechos con materias orgánicas, y Slraus (1990a) compara la adaptabilidad de la materia lítica y de la materia orgánica para producir proyectiles en el contexto del Paleolítico Superior Reciente. Oakley et al (1977) y Belitzky et al (1991) describen los útiles de madera de los humanos primitivos. <<

[15] Por desgracia hay relativamente pocos estudios del microdesgaste de los primeros útiles prehistóricos, y ello se debe en gran parte a que la materia prima es poco propicia a este tipo de estudios. Keeley y Toth (1981) llevaron a cabo estudios del microdesgaste de las hachas de mano africanas, y demostraron que fueron útiles plurifuncionales. Estudios de los útiles achelenses y claelunienses de Inglaterra dieron resultados parecidos (Keeley, 1980). El uso experimental de réplicas de útiles (véase, p. ej., Jones, 1980. 1981) también confirma la idea de que los primeros útiles fueron plurifuncionales y no especializados. Los análisis de útiles musterienses realizados por Anderson-Gerfund (1990) y Béyrics (1988) arrojan resultados similares. <<

[16] Kuhn (1993) analiza el estrecho margen de variabilidad de las puntas musterienses, mientras que Peterkin (1993) y Clark et al (1986) demuestran las relaciones entre las armas del Paleolítico Superior y determinados tipos de especies animales. Straus (1990a, 1993) examina la especialización un materia de armas durante el Paleolítico Superior, tema que tratamos en el capítulo 9. <<

[17] Shea (198H. 1989; Lieberman y Shea. 1994) han constatado pautas de rotura, restos de microfractura y desgaste abrasivo en útiles apuntados. También se han realizado análisis de desgaste en útiles musterienses de la Europa occidental, pero sin evidencia clara de que se hubieran utilizado como puntas de flecha (Anderson-Gerfund. 1990; Béyries, 1988). <<

[18] Binford (1989. p. 28). <<

[19] Un estudio demuestra que comparando estadísticamente más de mil hachas de mano de 17 yacimientos de Europa, África, la India y el Próximo Oriente, sólo las procedentes de una de estas regiones parecen mostrar algún tipo de formas distintivas (Wynn y Tierson, 1990). Dado que la muestra incluía yacimientos de latitudes septentrionales y meridionales, lo que significa explotación de diferentes clases de animales y distintos grados de importancia de las materias vegetales en la dicta de los humanos primitivos, la única conclusión posible es que la morfología de las hachas de mano guarda escasa relación con la variabilidad del medio natural y con las actividades de subsistencia. <<

[20] Klein (1989). <<

[21] Gamble (1993). <<

[22] Muchos conjuntos faunísticos del Pleistoceno Medio, como los de Torralba. España, los de Zhoukoudian. China, y los de Olorgesailie, en África, donde domina el elefante, se interpretaron iniciulmenle como un reflejo de la presencia de caza mayor (p. ej. Howell, 1965; Isaac, 1978; Shipman et al, 1981). En los años ochenta Binford reinterpretó varios de ellos como un producto de carroñeo homínido (Binford, 1985, 1987b; Binford y Ho. 1985; Binford y Stonc, 1986; Binford y Todd. 1982). Pero gran parte de esos conjuntos faunísticos podrían estar sencillamente demasiado alterados y mal preservados para poder establecer deducciones sobre comportamientos del pasado (Villa. 1983. 1990. 1991; Stopp, 1988). <<

[23] Véanse resúmenes en Gamble (1986) y en Stringer y Gamble (1993). Para un estudio más detallado de la fauna del Pleistoceno, véase Stuart (1982). Se cree que un alto grado de diferenciación de las especies reflejaría una auténtica diferencia entre las comunidades animales del Pleistoceno y las del mundo moderno. Pero recordemos que los conjuntos faunísticos del Pleistoceno suelen arrojar una resolución cronológica muy pobre, y constituyen invariablemente auténticos palimpsestos. Datos recientes obtenidos de los núcleos de hielo muestran que hubo fluctuaciones medioambientales breves pero muy intensas, en el transcurso de las cuales determinadas especies pudieron ampliar, temporalmente, su radio de acción. Por lo tanto, la idea de que tales comunidades diversificadas (opuestas a los conjuntos) fueron un rasgo típico del Pleistoceno podría ser infundada. <<

[24] Otro rasgo medioambiental de relativo riesgo para los neandertales fue el menor grado de zonación de la vegetación durante el Pleistoceno, claramente inferior al actual, presentando una distribución de comunidades vegetales de tipo más cuadricular. Hoy encontramos tipos de vegetación distintivos, como el bosque, la pradera y la tundra, que se presentan en forma de franjas relativamente anchas, cada una con sus respectivas especies animales. Pero antes del final de la última glaciación, hace 10 000 años, los tipos de vegetación estuvieron al parecer mucho más intermezclados (Guthrie, 1984. 1990). En favor de esta hipótesis hablan los análisis de polen y, lo que es más importante, la manifiesta diversidad de animales de caza característica de los paisajes del Pleistoceno. Guthrie sugiere que este contraste de la vegetación se debe a suelos más ricos y a primaveras y veranos más largos y con mayor grado de variabilidad, Lo cual habría reducido la predecibilidad de las especies animales haciendo su explotación aún más difícil que la que hoy se observa en las latitudes más septentrionales.

Otra dificultad de los neandertales es que en aquellos medios fluctuantes e impredecibles habrían tenido que enfrentarse y competir por alimento y cobijo con una serie de carnívoros. Esta competición se evidencia en la mezcla de actividad humana y carnívora que con frecuencia vemos representada en los mismos conjuntos faunísticos (Straus, 1982). Gamble (1986, 1989) trató de estimar la variación de la presión competitiva entre carnívoros y humanos durante el Pleistoceno europeo, y sugiere que podría explicar la variación de los índices de supervivencia que se observa en los esqueletos y enterramientos neandertales. <<

[25] Para más información sobre la tecnología inuit, véase Oswalt (1973), y para los modernos cazadores-recolectores en general, véase Oswalt (1976). Torrenee (1983) ha demostrado que la complejidad tecnológica está relacionada con la latitud y lo interpreta como un reflejo de la necesidad de ganar tiempo (tiempo-dependencia). En efecto, los grupos como los inuit tienen que asegurarse el éxito de sus golpes mortales porque difícilmente tendían una segunda oportunidad. Además, la explotación de mamíferos marinos requiere una tecnología especialmente compleja, ya que además de matar al animal, hay que recuperarlo y sacarlo del mar. Churchill (1993) ofrece un análisis muy útil de la tecnología y métodos de caza de los modernos cazadores-recolectores. <<

[26] Soffer (1989b) pasa revista a las distintas tecnologías de almacenamiento de que disponen los cazadores-recolectores. Para el almacenaje permanente usan varios tipos de pozos, depósitos y otros dispositivos, mientras que para el almacenaje portátil es útil secar la carne, aunque es una actividad que requiere mano de obra intensiva. También es posible el «almacenaje social» en forma de creación de obligaciones recíprocas; en ocasiones los útiles pueden servir incluso para simbolizar deudas. En fin, una forma de almacenamiento posible entre los neandertales pudieron ser los propios individuos, mediante acumulación de reservas de grasa. <<

[27] Trinkaus (1995) realiza un estudio completo de los índices y pautas de mortalidad de los neandertales. Dos factores cuestionarían sus aparentes altos índices de mortalidad. Primero, la muestra abarca todo el Viejo Mundo y mezcla neandertales de decenas de miles de años de diferencia. Por consiguiente puede no reflejar una población real concreta. Segundo, la muestra la componen inevitablemente individuos descubiertos en cuevas. Ante la posibilidad de que hubiera individuos de diferentes edades que murieron en otros lugares del territorio, basarse en muestras de sólo un contexto puede llevar a conclusiones erróneas. Berger (National Geographic, 1996, n. 189, p. 27) compara las lesiones de los neandertales con las de los vaqueros de un rodeo. <<

[28] Chase (1986) pasa revista a los conjuntos faunísticos del Paleolítico Medio. Uno de los problemas de la interpretación de estas faunas en cuevas es que el producto de la actividad humana suele aparecer mezclado con los restos de hienas, osos y otros carnívoros. Muchas veces resulta difícil distinguir entre ambos. Gran parte del debate que ha provocado su interpretación lo inició Binford (1985), al sugerir que los neandertales fueron esencialmente carroñeros. Mellars (1989a) y Stringer y Gamble (1993) analizan las distintas interpretaciones de los conjuntos faunísticos más relevantes. <<

[29] Chase (1986, 1989). Las pautas relativas a las partes del cuerpo representadas en el yacimiento (predominantemente huesos carnosos), y la presencia de marcas de cortes en los lugares del esqueleto más próximos a las zonas más carnosas, no son ni mucho menos las que cabría esperar de un carroñeo oportunista situado en la zona inferior de la jerarquía depredadora. Los restos de bóvidos y equinos presentan frecuencias relativamente altas de partes animales menos utilitarias (como las que dejan los carnívoros cuando matan un animal), aunque aún se observan marcas de matanza y descuartizamiento en los huesos de las extremidades (Chase, 1986). Levine (1983) ha demostrado que los restos equinos presentan una tasa de mortalidad catastrófica (es decir, que se hallan representados animales de diferentes edades en idéntica proporción que en una manada viva), producto, seguramente, de la caza y no del carroñeo. <<

[30] Mary Stiner (Stiner y Kuhn, 1992) ha analizado la launa de la Grotta di Sant'Agostino. <<

[31] Además de las cuevas, también hay evidencia de caza neandertal en yacimientos abiertos. Tanto en Mauran, en los Pirineos, como en La Borde, en el valle del Lot, los bóvidos dominan los conjuntos faunísticos. En Mauran se han hallado los restos de al menos 108 bóvidos, que representan más del 90 por 100 del conjunto. El yacimiento se halla en la parte inferior de un acantilado a orillas del río y podría reflejar una caza por despeñamiento masivo (Giran y David, 1982: Mellars, 1989a). No hay dataciones absolutas para el yacimiento y Straus (1990b) cuestiona su atribución al Paleolítico Medio, porque, dice, se basa en un razonamiento circular y el conjunto lírico no excluye una fecha de principios del Paleolítico Superior. También afirma que el conjunto faunístico pudo formarse durante un periodo relativamente prolongado en el tiempo y, por consiguiente, la masacre masiva de bóvidos implícita en la supuesta caza por despeñamiento pudo muy bien no existir. La Borde está aparentemente bien fechada en 120 000 años de antigüedad (Springer y Gamble, 1993. p. 163). En el caso de que los neandertales fueran efectivamente carroñeros oportunistas, estos yacimientos presentarían una distribución de especies animales más uniforme. La Cotte, en Jersey, podría ser otro posible caso de caza por despeñamiento. La cueva está en la base de un acantilado de 180 000 años de edad (Scott, 1980; Callow y Cornford, 1986). Mellars (1989a) afirma que los yacimientos como el de La Cotte indican que los neandertales practicaron una caza por despeñamiento equiparable al despeñamiento masivo de bisontes que practicaron los paleoindios de América del Norte. Gamble (Stringer y Gamble, 1993. p. 162) también interpreta La Cotte como reflejo de un sistema de caza especializada, pero sugiere que podría traducir no una caza perfectamente controlada y planificada, sino una «conducción peligrosa de gentes desesperadas». Las pilas de huesos de mamut y de rinoceronte que se han descubierto en esta cueva se interpretan como los restos animales arrastrados hasta la cueva una vez que los animales hubieran sido conducidos al precipicio y se despeñaran hasta morir. <<

[32] Stiner (1991). <<

[33] Gamble (1987). <<

[34] En latitudes más meridionales las dificultades medioambientales de los neandertales se habrían reducido, pero no desaparecido. Los conjuntos faunísticos de las cuevas del Levante indican que uno de los rasgos típicos del Pleistoceno fue la diversidad de faunas, así como la competición por presas y abrigos entre humanos y carnívoros. Los neandertales de la cueva de Kebara parecen haber ganado la mano en esta competición, ya que las marcas de dientes que se observan en la fauna suelen ser posteriores a las marcas de cortes practicados por los humanos (Bar-Yosef et al, 1992).Tanto los neandertales como los humanos anatómicamente modernos del Próximo Oriente se asocian a industrias musterienses, y ambos fueron al parecer cazadores competentes. Las puntas levallois de Kebara y de Qafzeh, asociadas a neandertales y a humanos modernos respectivamente, presentan señales de desgaste y pautas de fractura indicativas de su utilización como puntas de lanza fijadas a un fuste (Shea. 1988. 1989).

Estas puntas de lanza se usaron para cazar una serie de especies animales que incluía la gacela, el gamo y el corzo. La gacela fue seguramente la presa principal, puesto que representa más del 75 por 100 de los restos faunísticos de Kebara. Aunque tanto los neandertales como los humanos modernos practicaron la caza de estos animales, la pauta precisa de su comportamiento cazador parece ser diferente (Lieberman y Shea, 1994): los neandertales habrían practicado una estrategia menos móvil, aunque requería un esfuerzo diario mayor que en el caso de los humanos modernos. Esto concuerda con la evidencia de los esqueletos, cuya anatomía muscular indica un alto grado de actividad física y una alta frecuencia de fracturas por sobreesfuerzo (Trirrkaus. 1995). Como en el caso de Europa, el prolongado éxito y eficacia de las estrategias de caza de estos humanos primitivos del Levante traducen una sofisticada inteligencia de la historia natural. En el éxito a largo plazo de los humanos primitivos del Levante está implícita una comprensión del comportamiento animal y la capacidad para «leer» claves visuales. Pero las bases del conocimiento de los humanos primitivos de Europa y del Asia occidental pudieron ser diferentes, debido no sólo a la distinta gama de animales de caza, sino a una mayor abundancia y disponibilidad de alimentos vegetales asociadas ambas a latitudes más meridionales. Tenemos evidencia arqueológica de su explotación, como son los restos de los frutos de la especie Cettis de la cueva Doura y los guisantes silvestres de los hogares de Kebara (Bar-Yosef, 1994b; Bar-Yosef et al, 1992). Pero este tipo de evidencia sigue siendo muy escasa.

El comportamiento de subsistencia de los humanos primitivos de la Edad de la Piedra Media (EPM) del sur de África comparte muchas semejanzas con el Levante y con Europa. También aquí la interpretación de los restos faunísticos ha desatado una polémica, iniciada con la publicación del controvertido volumen de Binford (1984a) sobre Klasies River Mouth. Klein (1989) ofrece la interpretación más razonable de las pautas de subsistencia durante la EPM y de sus diferencias con las de la Edad de Ja Piedra Tardía (EPT). Los restos faunísticos de Klasies River Mouth indican que se cazó el antílope, pero seguramente los bóvidos mayores, como el búfalo, son producto del carroñeo. Los humanos primitivos de la EPM también explotaron la foca y diversos crustáceos, lo que demuestra la existencia de una avanzada inteligencia de la historia natural aplicada a la explotación de recursos costeros. Los humanos primitivos del sur de Africa, al igual que los neandertales de Europa, no parecen excesivamente activos en materia de pesca o de caza de aves. <<

[35] Trinkaus (1987. 1995). Los neandertales presentan una alta frecuencia de lesiones traumáticas e indicadores de la existencia de estrés durante el desarrollo. Su bajo índice de supervivencia podría reflejar asimismo declives frecuentes de población, coincidiendo tal vez con periodos de escasez estacional de alimentos provocados por fluctuaciones medioambientales o episodios de caza fallidos. <<

[36] Este es un rasgo que comparten con otros humanos primitivos a excepción de los primeros humanos anatómicamente modernos (Trinkaus, 1987). <<

[37] Algunas magníficas agujas hechas de hueso proceden del yacimiento de Combe Saunière, en el suroeste de Francia, fechado hace 18 000 años (Geneste y Plisson, 1993). <<

[38] Gamble (1994). <<

[39] Gamble (1986. 1992) y Roebroeks et al (1992) analizan la evidencia relativa a la capacidad de los humanos primitivos para explotar medios interglaciares. La total ausencia de rastros arqueológicos durante el ipswichianiense de Gran Bretaña (es decir, del último interglaciar, hace aprox. 125 000 años, fase 5.a, véase el recuadro de la p. 38), un periodo que se caracteriza por la abundancia de animales de caza pero también por unas capas forestales relativamente densas, podría indicar la imposibilidad por parte de los neandertales de explotar estos medios con su tecnología. Pero en el caso de que los neandertales hubieran vivido en pequeños grupos, también podría ocurrir que su registro arqueológico fuera sencillamente demasiado disperso y escaso. Pero la ausencia de restos arqueológicos también podría deberse a internos fallidos de colonizar las islas Británicas antes de que quedaran aisladas del resto del continente por la elevación del nivel del mar tras el periodo glaciar precedente. <<

[40] Villa (1983), véase asimismo Stepanchuk (1993). <<

[41] Oswalt (1973, 1976). <<

[42] La influencia del clima en la industria neandertal de Francia se analiza en Nicholas Rolland y Harold Dibble (1990; Dibble y Rolland, 1992; véase también Turq, 1992, y su interpretación de la variante musteriense de Ouina como un reflejo de actividades tiempo-dependientes en condiciones climáticas severas). Demuestran que cuando el clima es relativamente templado, se producen útiles con un grado relativamente bajo de reducción, es decir, más bien grandes y con menos episodios de retoque. En cambio, cuando las condiciones climáticas son muy frías, los útiles se retocan y reafilan con más frecuencia y los productores se muestran más conservadores con sus materias primas. A modo de explicación, dicen que los largos inviernos de aquellas fases frías habrían forzado a los grupos a minimizar trayectos y habrían reducido su acceso a las materias primas. Durante las condiciones más templadas, los neandertales habrían cambiado sus lugares de habitación con más frecuencia, permitiéndoles un recambio más frecuente de materias primas, lo que a su vez habría producido conjuntos con menor índice de reducción.

Mary Stiner y Steven Kuhn han explorado la conexión entre la variabilidad de la tecnología lítica y los conjuntos de huesos animales de cuatro cuevas de la Italia centrooccidental, todas ellas ocupadas por neandertales (Grotta Breuil. Grotta Guattari, Grotta dei Moscerini y Grotta di Sant'Angelo). El carácter de los huesos animales anteriores a hace 55000 años sugieren que los anímales procedían del carroñeo. Los útiles y lascas asociadas a estos huesos eran relativamente grandes y presentan evidencia de uso prolongado, así como frecuencias relativamente altas de transporte entre yacimientos. Con posterioridad a aquella fecha los neandertales parecen dedicarse prioritariamente a la caza de anímales como el ciervo y el caballo. Y sus útiles líticos habían cambiado. Ahora dominan técnicas de producción que permiten obtener una gran cantidad de pequeñas lascas, y los útiles ya no reflejan un trabajo intensivo ni un transporte de larga distancia.

Si bien existe una clara asociación entre la variación tecnológica y la forma de obtención de carne, no se observa en cambio una relación directa ni obvia entre ambas. Los útiles líticos anteriores o posteriores a hace 55 000 años son, por lo general, raederas. Las puntas líticas presentan más o menos la misma frecuencia en ambos conjuntos. Stiner y Kuhn (1992) dicen que las diferencias en las pautas de movilidad de los neandertales por el territorio, dedicados como estaban tanto a la caza como al carroñeo, ofrecían distintas oportunidades para reponer sus materias primas destinadas a la fabricación de útiles. El carroñeo y la recolección implican pautas de búsqueda de un radio de acción relativamente vasto, y la producción de grandes lascas mediante técnicas de reducción centrípeta del núcleo habrían supuesto diversas ventajas, porque tales lascas sin trabajar son perfectamente aptas para la recolección y el carroñeo en áreas donde escasean las materias primas. El constante y reiterado reafilado que esas lascas sin trabajar permiten, constituye también una forma de hacer frente a la incertidumbre del cuándo y dónde encontrar materias primas para fabricar nuevos útiles. Hace menos de 50 000 años, la caza debió de exigir una dependencia mayor de aquellas zonas con una concentración mayor de alimentos, lo que redujo el radio de acción de los homínidos, lo cual comportó a su vez periodos de ocupación en cuevas más prolongados pero también menor incertidumbre acerca de las materias primas disponibles. En consecuencia, se produjeron mayores cantidades de útiles ligeros mediante una técnica de reducción de la plataforma del núcleo que permite obtener lascas sin trabajar que podían utilizarse directamente, sin modificaciones o todo lo más con ligeros retoques, para procesar tejido animal. Este estudio ilustra una vez más que la variación que se aprecia en las técnicas de los humanos primitivos a nivel regional es fundamentalmente un reflejo pasivo de la movilidad y de la distribución de las materias primas. Esa variabilidad no estructuró las pautas de movilidad y de caza como ocurre entre los modernos cazadores-recolectores. Roebroeks et al (1988) y Péblot-Augustins (1993) han realizado estudios adicionales sobre transporte y movilidad de útiles entre humanos primitivos. Para interpretaciones anteriores de la tecnología del Paleolítico Medio véanse Binford y Binford (1969), Binford (1973) y Bordes (1961b. 1972). <<

[43] En otras regiones se observan idénticos reflejos pasivos de la variabilidad medioambiental y formas similares de simples decisiones costo/beneficio. En la región de Aquitania. Geneste (1985) ha reconocido que el índice de «utilización» (IU) de materias primas aumenta progresivamente con la distancia de las fuentes donde se obtuvieron —el IU mide la intensidad de uso de una materia prima una vez obtenida—. En un radio de 5 km, el IU es de sólo 5 por 100: para las fuentes situadas a 5-20 km de los yacimientos, el IU es del 10-20 por 100; y para materias exóticas situadas a 50-80 km de distancia, el IU es de 75-100 por 100 Además, las formas de introducción de la materia prima en los yacimientos varia sistemáticamente: se realiza en bloques ya preparados cuando la fuente está a 5-20 km, y en piezas ya en la fase final de la secuencia de reducción para aquellas materias procedentes de fuentes exóticas.

Otte (1992) explica que en el yacimiento de Sclayn, cuya ocupación se fecha hace 130 000 años, los humanos primitivos utilizaron el cuarzo local para producir simples denticulados, el cuarzo de una cantera algo más distante para hacer becs y perforadores, y el sílex cuyo origen estaba a 30 km se usó para hacer raederas fuertemente retocadas, mientras que las lascas levallois hechas de arenisca fina se habían transportado al yacimiento desde una fuente lejana.

Callow (Callow y Cornford, 1986) atribuye una parte importante de la variabilidad tecnológica de La Cotte a cambios en la disponibilidad de las materias primas. Cuando la elevación del nivel del mar dificulta el acceso a las materias primas, los útiles son pequeños y las lascas gruesas con retoque inverso o bifacial. Cuando el nivel del mar desciende y las materias primas son más accesibles, estos rasgos decrecen. <<

[44] Dunbar (1992) analiza las distintas medidas del tamaño del cerebro, y concluye que todas ellas demuestran algún grado de correlación con el tamaño medio del grupo. La correlación más fuerte se da cuando el tamaño del cerebro se estima en función de la relación entre el volumen del neocórtex y el resto del cerebro. <<

[45] Aiello y Dunbar (1993). Son cifras medias procedentes de los datos que figuran en su cuadro 1. <<

[46] Dunbar (1993). Para los humanos modernos se da una cifra de 147,8. Todas estas estimaciones presentan altos índices de Habilidad, en torno al 95 por 100, y los relativos a los humanos modernos se sitúan entre el 100,2 y el 231,1. La extrapolación que trasciende a la escala de valores de la variable X se intenta justificar sin demasiado éxito aduciendo que se trata de un estudio exploratorio y no explicativo. En el comentario que sigue al artículo de Dunbar se analizan una serie de temas metodológicos. Dunbar afirma que el tamaño del grupo que se asocia a los humanos modernos coincide con el tamaño de los grupos cazadores-recolectores de nivel intermedio, situándose entre el grupo de personas que viven juntas cotidianamente (30-50 individuos) y la unidad de población (500-2000 individuos). El tamaño de los grupos de nivel intermedio va de 100 a 200, con una media no muy distinta de los 147.8 que se les atribuye. Dunbar sugiere asimismo que tanto en las sociedades agrícolas prehistóricas como en las sociedades modernas existen muchos grupos (como en el ejército) de unos 150 individuos, lo que reforzaría la idea de que, con ese tamaño, los humanos modernos están cognitivamente obligados a mantener contacto personal. Un razonamiento más bien débil, para decirlo suavemente. <<

[47] En los restos neandertales de la Grotta Guattari y de Krapina se observan importantes señales de incisivos de carnívoros (Trinkaus. 1985. White y Toth. 1991). No sabemos si los neandertales llevaban ya algún tiempo muertos cuando fueron devorados por los carnívoros. Pero es la posibilidad más lógica, aunque hay clara evidencia de caza y muerte de homínidos primitivos a manos de carnívoros (Brain, 1981). <<

[48] Un buen ejemplo de ello es el matadero de elefantes de Mwanganda's Village, en África (Clark y Haynes, 1970). Dennell (1983) menciona las consecuencias para el tamaño del grupo de la presencia de lotes alimenticios de megafauna. <<

[49] Incluso entre los modernos cazadores-recolectores con armas de fuego el porcentaje de éxito en la caza suele ser muy bajo. Por ejemplo. Marks (1976) describe las poquísimas veces que los bisa del valle consiguen matar realmente a un animal, aun utilizando fusiles de caza. <<

[50] Wrangham (1987) analiza la competencia por los alimentos como un desincentivo para la vida en grupo la frecuencia de choques agresivos en grupos de primates no humanos parece correlacionarse directamente con el tamaño del grupo y el grado de concentración de los alimentos (Dunbar, 1988, pp. 113-115). Podría constituir una de las principales causas del modelo de fusión-escisión tan frecuente entre los grandes grupos de primates (Beauchamp y Cabana, 1990). <<

[51] Stringer y Gamble (1993). Trinkaus (1983). <<

[52] Por ejemplo, véase Naroll (1962), Yellen (1977). CVConnell (1987) realiza uno de los estudios de mayor utilidad y demuestra que el área espacial de la distribución artefactual está condicionada tanto por el número de personas que ocupan el yacimiento como por la duración de la ocupación. <<

[53] Binford (1989, p. 33). <<

[54] Mellars (1999a. p. 358). <<

[55] White (1993a. p. 352). <<

[56] Soffer (1994.p. 113). <<

[57] Es una visión compartida por muchos (véase Mellars, 1989a), y para un ejemplo concreto de ausencia aparente de estructura espacial en lugares de matanza, véase Farizy y David, 1992. No se trata de una función de preservación, ya que como destaca Clive Gamble (1994; Stringer y Gamble, 1993), tenemos varias áreas de ocupación en su mayor parte bien preservadas y no alteradas en los yacimientos de humanos primitivos de Hoxne y de Boxgrove, Inglaterra, en Biache-St.-Vuasl. en el norte de Francia, y en Maastricht-Belvédère, en Holanda. Ninguno de ellos tiene fosas, improntas de postes, hogares ni estructuras líticas como las que se utilizan para estructurar la interacción social entre los humanos modernos. El mismo fenómeno se ha detectado precisamente en los sedimentos de 0,99 millones de años de Olorgesailie. Como ha descrito Richard Potts. aun cuando los sedimentos arqueológicos de estos yacimientos hayan preservado huellas de pies y madrigueras de animales, no hay indicios de hogares, ni de abrigos ni «rastros de unidades sociales claras» (Potts, 1994. p. 18). Hayden (1993) cuestiona esta interpretación y sugiere que hay numerosos yacimientos del Paleolítico Medio con estructura espacial, observable en la distribución artefactual, así como en otros elementos como improntas de postes y construcciones de paredes que indicarían un uso social del espacio. Pero muy pocos de estos ejemplos, por no decir ninguno, resisten un examen minucioso, y no podrían explicarse en términos más parcos. <<

[58] Stringer y Gamble (1993. pp. 154-158), Gamble (1994, pp. 24-26). <<

[59] En una reciente revisión de estos dalos. Knight et al (1995) concluyen que no hay más de 12 piezas de este tipo en todo el periodo anterior al inicio del Paleolítico Superior, y todas ellas se fechan en menos de 250 000 años. Pero creen que estos grumos de ocre rojo indican que los humanos primitivos se pintaban el cuerpo. Sugieren que el ocre pudo utilizarse como un símbolo de la sangre menstrual y construyen un intrincado razonamiento, poco convincente por lo demás, para explicar el origen del comportamiento simbólico y ritual basándose en un texto anterior de Knight (1991). <<

[60] Gargelt (1989) analiza la evidencia sobre los enterramientos neandertales (para Kebara, véase Bar Yoscf et al. 1992). Respecto a Shanidar, sugiere que lo más probable es que el responsable de la presencia de polen en la cueva fuera el viento, mientras que Gamble (19S9) menciona la posibilidad de que el polen llegara a la cueva con los obreros de la excavación. Gamble (1989) destaca que la distribución de los enterramientos neandertales parece ser inversamente proporcional a la intensidad de la actividad de los carnívoros. Akazawa et al. (1995) han descrito lo que ellos consideran el enterramiento de un niño neandertal en la cueva siria de Dedenyeh. De su breve informe no parece deducirse la presencia de una fosa, peto la excelente conservación podría indicar efectivamente un enterramiento. Dicen que encima del corazón del niño se colocó deliberadamente un trozo de sílex, pero los dalos en apoyo de esta hipótesis son insuficientes. <<

[61] Birket-Smith (1936) y Weyer (1932) las analizan en relación con los grupos inuit, mientras que Knight (1991) reúne numerosos relatos de todo el mundo. <<

[62] Mithen (1994) lo analiza en detalle en relación con el achelense y el clacloniense en el sureste de Inglaterra (Wymer. 1974; Ashlon et al., 1994), basándose en el intento de correlación de Wymer (1988) entre conjuntos y ecosistemas pretéritos, Gamble (1992, cuadro 2) correlaciona yacimientos sin hachas de mano de principios del Paleolítico del noroeste de Europa con estadios interglaciares, mientras que V'aloch (1984) y Svoboda (1992) también sostienen que las industrias de cantos rodados/lascas proceden de medios forestales. Véase asimismo McNabb y Ashton (1995) y Mithen (1995).

La cadena de consecuencias que van desde medios boscosos, pasando por grupos de pequeño tamaño, hasta el predominio del aprendizaje individual —de ensayo y error— en detrimento del aprendizaje social, y que produce una tecnología lítica con un bajo nivel de destreza técnica (véase Mithen. 1996, figura 7.2), podría explicar asimismo los útiles líticos del yacimiento de Gran Dolina, una de las muchas cavernas en la montaña de piedra caliza de Alapuerca, en España. Estos útiles líticos podrían ser los más antiguos descubiertos en Europa, ya que se han encontrado en un depósito lechado hace 780 000 años. Este depósito contiene también muchos restos fósiles de animales y restos de al menos cuatro humanos primitivos, que se han asignado inicialmente a H. heidelbergensis. Los útiles muestran un nivel muy tosco de habilidad técnica y son comparables a los de Olduvai. Pero lo más relevante es que el tipo de animales representados en los fósiles corresponden a medios de bosque: el castor, el oso, el venado y el gamo. Estos humanos primitivos vivieron, al parecer, en medios boscosos y por lo tanto sin la estructura social necesaria para mantener un alto nivel de destreza técnica en el grupo. Las lechas que se barajan para los depósitos de Gran Dolina deben considerarse provisionales hasta que otros métodos de datación las confirmen. Los homínidos y útiles líticos de este yacimientos, se describen en Carbonell et al. (1995) y el método de datación en Pares y Pérez-González (1998).

John Shea (comunicación personal, 20 de junio de 1994) sugiere que también podría existir una relación entre industria y medio en Ubeidiya, Israel. Este yacimiento estuvo ocupado durante un periodo relativamente largo (aunque seguramente de forma intermitente entre hace aproximadamente 1.4 y 0.85 millones de años). Muchos de los útiles encontrados en los estratos inferiores se parecen a los artefactos olduvayenses y reflejan escasa pericia técnica. El medio en que se produjeron, reconstruido a partir del polen hallado en sedimentos asociados, parece ser de bosque frondoso. Lo cual podría indicar la existencia de pequeños grupos sociales, que a su vez implican bajos niveles de aprendizaje social. En los estratos superiores de Ubeidiya se hacían hachas de mano, que aparecen asociadas a medios de estepa/sabana y, seguramente, a un tamaño grupal mayor y por lo tanto a más aprendizaje social. El resultado sería una mejora de la destreza técnica y de la tradición cultural, como de hecho queda reflejado en la producción de hachas de mano técnicamente más complejas. <<

[63] Holloway (1985) atribuye el mayor nivel de expansión cerebral de los neandertales respecto de los humanos modernos a una adaptación metabólica a medios fríos. <<

[64] Aiello y Dunbar (1993), Dunbar (1993). Dunbar sugiere que el lenguaje es un medio notablemente más eficaz para transmitir información social que las sesiones de aseo mutuo, y ello por dos razones: la primera es que puede utilizarse paralelamente a otras actividades: y en segundo lugar, se puede hablar a muchas personas a la vez, mientras que las sesiones de aseo y espulgo se limitan a una sola persona. <<

[65] Aiello (1996a). <<

[66] Beeun y Walker (1993). <<

[67] Holloway (1981a, 1981b, 1985), Holloway y de la Coste-Lareymondie (1982). También LeMay (1975. 1976) ha afirmado que los moldes endocraneanos neandertales indican una estructura neurológica esencialmente moderna. <<

[68] Phillip Lieberman y Ed Crehn presentaron en 1971 una reconstrucción muy influyente del aparato vocal neandertal. Sugerían que los cráneos neandertales exhiben semejanzas muy relevantes con la morfología de un humano moderno recién nacido, no con un adulto, y sobre esas bases reconstruyeron el aparato vocal Comparado con los humanos modernos, su tamaño y forma sólo permitía producir una gama limitada de sonidos vocales. De ahí que sostuvieran que los neandertales eran capaces de lenguaje y habla, pero con una gama de vocales muy limitada. Fremlen (1975) demostró que esta gama restringida de vocales habría tenido escasas consecuencias en materia de lenguaje, y lo razonaba de la siguiente forma: «… perece em prebebte que equel heble fecre enedekede debede e le felte de les tres vekeles segeredes. Le kemplejeded del heble depende de les kensenentes, ne de les vekeles, keme pede verse en le kemprensebeleded generel de este texte». De forma un tanto sorprendente, y en base al mismo método anterior, Lieberman y Crelin afirmaron que H. sapiens arcaico, a diferencia de los neandertales, era capaz de producir un habla completamente moderna. Jeffrey Laitman y sus colegas llegaron a conclusiones parecidas tras reconstruir el aparato vocal basándose en la forma de la base del cráneo, que se correlacionaba, dijeron, con la ubicación de los tejidos blandos (Laitman et al, 1979. 1991. 1993). Midiendo la base del cráneo de varios fósiles neandertales y de H. sapiens arcaico, llegaron a la misma conclusión que Lieberman y Crelin: los neandertales, a diferencia de H. sapiens arcaico, difícilmente habrían podido producir la gama completa de vocalizaciones modernas. Ambos estudios han recibido fuertes criticas, que se resumen en Schepartz (1993). Véase asimismo Frayer (1992) y Houghron (1993). Una de las críticas más relevantes es la que califica de inexactas las reconstrucciones de los cráneos neandertales utilizadas por Lieberman y otros, sobre todo las correspondientes al yacimiento de Chapelle-aux-Saints. <<

[69] Arensburg et al (1989). Hay desacuerdo importante sobre las implicaciones de este minúsculo hueso prehistórico (Arensburg et aly 1990: Laitman et al, 1990; Lieberman. 1993). <<

[70] Lieberman (1984). <<

[71] Aiello (1996b). <<

[1] Block (1995) analiza distintos tipos de consciencia. <<

[2] Dennett (1991, p. 137). <<

[3] Dennett (1991, p 308). <<

[4] Penfield (1975) y Block, en forma resumida (1995), describen las consecuencias de los ataques ligeros de epilepsia. <<

[5] Nagel (1974). <<

[6] Wynn (1995. p. 21). <<

[1] La idea de que la transición del Paleolítico Medio al Superior marca una ruptura drástica en el comportamiento humano es la más comúnmente aceptada y se defiende en Mellars (1973,1989a. 1989b) y en White (1982, 1993a, 1993b). Sin embargo. Murshack (1990) dice que la capacidad para el simbolismo visual evolucionó gradualmente a lo largo del Pleistoceno, mientras Lindly y Clark (1990) sugieren que los cambios de comportamiento de hace aproximadamente 20 100 años son mucho más importantes que los de hace 40 000-35 000 años. Pero en sus conclusiones parecen olvidar la repentina aparición y la abundancia de ítems de ornamentación personal hace unos 40 000 años. Bednarik (1994) ha sugerido que las pautas cronológicas y espaciales actualmente vigentes para los «objetos de arte» son un mero reflejo de la conservación y del contexto del descubrimiento y no prejuzga las pautas del comportamiento prehistórico. Esta opinión extremadamente tajante es totalmente errónea. Por ejemplo, los contrastes taxonómicos que se observan entre los conjuntos del Paleolítico Medio y los del Paleolítico Superior en el suroeste de Europa no pueden explicar las diferencias en las cantidades respectivas de arte. Hay una enorme cantidad de objetos orgánicos asociados a los neandertales que han sobrevivido miles de años, como son los huesos de los animales que cazaron. Pero ni uno solo presenta evidencia de imágenes talladas o grabadas con significado simbólico. Y pese al mal estado de preservación del registro del Paleolítico Inferior, considerado en su globalidad, hay algunos yacimientos con un nivel de preservación casi perfecto, como el de Boxgrove y, como se menciona en el capítulo 7, en ellos tampoco se aprecia ningún indicio de actividad con significado simbólico. <<

[2] White (1982, p. 176) se refirió a la «total reestructuración de las relaciones sociales en la frontera del Paleolítico Medio al Superior» y a la «transformación a partir de sistemas sociales internamente poco o nada diferenciados» (1993a, p. 352). Soffer (1994) esboza un guión social para la transición, y argumenta concretamente la ausencia de división sexual del trabajo y la provisión biparental de los pequeños en el Paleolítico Medio. En este sentido, la autora sitúa el origen del modelo de campamento base/compartir alimentos, propuesto por Isaac (1978), hace 2 millones de años, al comienzo del Paleolítico Superior. La evidencia que aporta es escasa, por no decir inconsistente, y la inteligencia social y probable complejidad social de los humanos primitivos, como hemos comentado en el capítulo 6, sugieren que la hipótesis de Soffer y de White de una forma simple de organización social en el Paleolítico Medio es totalmente errónea. <<

[3] Orquera (1984) sugiere que la transición podría explicarse por un incremento de la tecnología especializada de caza. Hayden (1993) cree que el contraste entre las comunidades del Paleolítico Medio y Superior de Europa es similar al que se da entre cazadores-recolectores «simples» y complejos, según evidencia el registro etnográfico. Estos últimos se caracterizan por el almacenamiento de alimentos, la propiedad privada y la diferenciación social, mientras que los primeros son de pequeño tamaño y altamente móviles. El problema que plantea esta idea es que las poblaciones del Paleolítico Medio de Europa vivieron precisamente en aquellos medios y bajo el tipo de presión adaptativa más propicios para el desarrollo de los atributos propios de sociedades cazadoras-recolectoras complejas. Pero no fue así, lo cual significa que había obstáculos cognitivos que impidieron a los neandertales desarrollar innovaciones técnicas y económicas. Hayden asume quizás esta tesis cuando sugiere que «pudieron producirse algunos cambios en la capacidad y la composición mentales de los neandertales a los humanos plenamente modernos» (1993, p. 137), si bien puntualiza inmediatamente que no es probable que esos cambios fueran relevantes. <<

[4] Bar-Yosef (1994b) compara explícitamente el origen del Paleolítico Superior y el origen de la agricultura. Propone que los arqueólogos adopten una estrategia similar para la transición del Paleolítico Medio al Superior, igual que se ha hecho con el origen de la agricultura. Ello equivaldría a tratar de identificar primero el «núcleo» donde se produjeron los desarrollos técnicos más decisivos y luego su proceso de expansión, ya fuera por migración o bien por difusión tecnológica. El problema que plantea esta comparación es que los cambios ocurridos durante la transición del Paleolítico Medio al Superior parecen incorporar una diversidad y una profundidad mucho mayores que los de hace 10 000 años, y una incidencia mayor, puesto que parecen tener lugar en muchas regiones del mundo en un lapso de tiempo muy corto. Además, se carece para ese periodo de una única «gran idea»» (como la domesticación de las plantas). <<

[5] La interpretación del lenguaje varía. Algunos autores afirman que la transición marcó el paso de un lenguaje gesticulado al lenguaje hablado (Corballis, 1992); otros, en cambio, sostienen que se pasó de un protolenguaje sin la gama completa de tiempos verbales al lenguaje plenamente moderno (Whallon, 1989). Mellars dice que la «emergencia de un lenguaje complejo y altamente estructurado» pudo «potencialmente revolucionar todo el espectro de la cultura humana» (Mellars, 1989a, p, 364), sin especificar lo que él entiende por «complejo» o por «altamente estructurado» ni en qué pudo consistir esa revolución. Gamble y Stringer (1993) se refieren a la falta de capacidades simbólicas en el Paleolítico Medio, pero no queda claro si incluyen el simbolismo lingüístico y visual en esas capacidades. <<

[6] Fodor (1985, p. 4), Gardner (1983. p. 279), Rozin (1976, p. 262), Sperber (1994, p. 61), Karmiloff-Smith (1994. p. 706), Carey y Spelke (1994. p 184) y Boden (1994. p 522). <<

[7] White (1992) afirma que la dificultad para definir el arte ha sido un serio obstáculo a la hora de explicar el origen del «arte». Conkey (1983,1987) sostiene que la adopción por parte de los arqueólogos del concepto moderno de arte como una categoría universal es un estorbo a la hora de explicar los desarrollos culturales de comienzos del Paleolítico Superior. <<

[8] Bednarik (1995) hace afirmaciones extravagantes acerca de estos útiles. En unos simples rasguños sobre hueso ve marcas «concepto-mediatizadas», sin explicar lo que quiere decir con este término. Afirma igualmente en relación con un simple conjunto de líneas yuxtapuestas que son «conjuntos estructurados», «deliberados», con «idéntica angulación» y «rectitud extraordinaria», sin intentar justificar tales afirmaciones. Su discurso ilustra el tipo de interpretación crítica y subjetiva de los datos arqueológicos que obstaculiza gravemente nuestro avance hacia una comprensión del modelo de la evolución cognitiva. <<

[9] Marshack (1990, pp. 457-498). <<

[10] El arte figurativo auriñaciense de Europa central se reduce a cuatro yacimientos: Vogelherd, Hohlenstein-Sladel, Geissenklosterle, los tres en Alemania, y Stralzing/Krems-Rehberg en Austria. La serie más numerosa de diez estatuillas procede de la cueva de Vogelherd, y consiste en 2 mamuts, 1 caballo, 2-3 felinos u otros animales indeterminados, una cabeza de mamut en bajo relieve, un león en bajo relieve, un bisonte totalmente esculpido, la cabeza de un león y una figura antropomorfa (Hahn. 1972,1984 1993). Marshack (1990) explica que su análisis microscópico de las figuras de Vogelherd reveló que las figuras animales aparecían con frecuencia marcadas y sobremarcadas, como si se tratara de prácticas rituales periódicas. <<

[11] Delluc y Delluc (1978). <<

[12] White (1989, 1992. 1993a. 1993b) ha realizado un estudio detallado de la producción y distribución de estos ítems en toda Europa, poniendo de manifiesto su considerable complejidad y su abundancia en el suroeste de Europa. De los muchos aspectos importantes a destacar de su estudio, cabría mencionar que las cuentas forman un claro horizonte temporal fechable hace uno 40 000 años y que en el suroeste de Europa no se encuentran en contextos funerarios sino en estratos de ocupación. White destaca que habría que considerar estas cuentas como objetos de arte en lugar de trivializarlos como ítems decorativos. <<

[13] Bahn y Vertut (1989) y Clottes (1990) pasan revista a los problemas de datación del arte rupestre. Nuestro conocimiento de la cronología del Paleolítico está cambiando radicalmente a raíz de la datación por radiocarbono (Valladas et al. 1992), cuyo uso esperamos que se generalice. <<

[14] Chauvet, Deschamps e Hillaire (1996) hacen una descripción del arte de la cueva Chauvet. Además de su datación temprana. 10 000 años más antigua de lo que los expertos esperaban, la cueva también es importante por el predominio de rinocerontes y carnívoros en el arte. En otras cuevas estos animales suelen ser poco frecuentes, superados cuantitativamente por caballos y bisontes. Además, todas las demás cuevas pintadas «clásicas» se han descubierto en el Périgord/Ouerey y en los Pirineos franceses, o en Cantabria. Pero el descubrimiento de la cueva Chauvet ha cambiado de forma fundamental nuestros conocimientos de la pintura rupestre del Paleolítico. <<

[15] Bahn (1991, 1994) analiza el arte del Pleistoceno fuera de Europa. Hay numerosos yacimientos australianos fechados en el Pleistoceno. En Sandy Creek, Queensland, los grabados han dado una antigüedad de 32 000 años gracias a los sedimentos que los cubren, y la pintura roja ha arrojado directamente una fecha de 26 000 años. El análisis de radioearbono del material orgánico barnizado que recubre los petroglifos del sur de Australia ha dado fechas de 42 700 años para una figura oval de Wharton Hill. y 43 140 + 3000 para una línea curva en Panaramitec North. Estas fechas tan antiguas son discutibles y no deberían aceptarse sin confirmación. Hay quien sostiene que ciertos ítems de arte del Pleistoceno proceden de China y de América del Sur. <<

[16] Mithen (1989, 1990) dice que la combinación de severas condiciones climáticas e intensificacíón de la caza produjo fluctuaciones entre los principales animales de caza, lo que a su vez creó las condiciones para que floreciera el arte paleolítico. Jochim (1983) enfatizaba, de forma más general, el papel de refugio desempeñado por el suroeste de Europa durante el momento álgido de la última glaciación, lo que habría coadyuvado a la emergencia del arte rupestre y rituales asociados, que sirvieron para marcar territorios y para hacer frente a las tensiones sociales derivadas de altas densidades de población. Véase asimismo Soffer (1987). <<

[17] Chase (1991) ofrece un análisis útil de la compleja terminología arqueológica referida a símbolos y estilos, y estudia las distintas formas de utilizar la palabra «arbitrario». Diferencia entre «iconos», que apuntan a algo por medio de una imagen que se le parece (como un retrato), «índices», que apuntan a algo asociándose a ello (como el humo y el fuego), y «símbolos», que tienen una relación completamente arbitraria con su referente que hay que conocer. <<

[18] Esta es quizás la diferencia fundamental entre un útil con atributos simbólicos y un útil con atributos estilísticos (Chase, 1991). Sackett (1982) distingue entre «estilo activo», cuya intención es comunicar algo, y «estilo pasivo», cuando un útil adopta determinados atributos distintivos de un individuo o grupo, pero sin que por parte del artesano hubiera intención de comunicar esa identidad. Algo con estilo activo actuará como un símbolo (Wobst, 1977). Halverson (1987) sugiere que el arte rupestre del Paleolítico pudiera no tener significado (y por consiguiente fue creado sin intención alguna de comunicar), «ni referencias religiosas, míticas ni metafísicas» (1987, p. 63). Lo cual parece bastante improbable dada la limitada gama de temas que los artistas del Paleolítico optaron por reproducir. <<

[19] Layton (1994) ofrece una síntesis excelente de nuestros conocimientos actuales del arte aborigen. <<

[20] Faulstich (1992) analiza el uso de la abstracción y del naturalismo en el arte walpiri. Explica que las abstracciones suelen tener diversos niveles de significado, mientras que una imagen naturalista tendrá un solo referente, aunque ese referente en sí mismo pueda tener múltiples significados. <<

[21] Tacon (1989) analiza la representación de peces en el arte del Arnhem Land occidental, y explica su importancia económica y simbólica. Sobre esta última, explica que entre los kunwinjku del Arnhem Land central los peces son un símbolo tan poderoso de fertilidad, de relaciones sexuales y de reencarnación que el coito suele describirse en lenguaje familiar como «una mujer pescando un pez con redes». Hace referencia a una semejanza entre el papel de las redes para pescar y el de las piernas para retener un pene, y apunta a un vínculo simbólico entre los peces y los penes como fuente de la vida humana. Los peces también invitan a ser pintados y pensados debido a su anatomía. En las pinturas, sus espinas —símbolos de la transformación entre la vida y la muerte— pueden representarse en detalle. También son buenos para la pintura y el pensamiento porque, más que cualquier otro animal, sus colores poseen la cualidad «irisada» que se asocia a la esencia de los Seres Ancestrales. Taylor (1989) aporta elementos fascinantes de la polivalencia de las imágenes en el arte aborigen de los kunwinjku, en el Arnhem Land occidental, y Morphy (1989b) lo hace sobre los yolngu del Arnhem Land oriental. <<

[22] Lewis-Williams (1982, 1983, 1987, 1995) ha llevado a cabo estudios particularmente detallados del arte rupestre del sur de África exponiendo sus complejos significados simbólicos. Ha destacado la presencia de fenómenos «entópticos» en las imágenes de este arte generados por el sistema nervioso cuando se halla bajo estados de consciencia alterados (Lewis-Williams y Dowson, 1988; Lewis-Williams, 1991). Dice que se encuentran imágenes similares en muchas tradiciones de arte rupestre, incluido el arte paleolítico. Un buen ejemplo de polivalencia se encuentra en Natal Drakensberg, el arte rupestre de los san, en la imagen de una serie intrincada de curvas en forma de «U» que aparecen rodeadas de minúsculos insectos voladores (Lewis-Williams, 1995). Se trata, en principio, de una pintura de un panal de abejas, que refleja probablemente la gran estima de todos los cazadores-recolectores por la miel. Pero Lewis-Williams también explica que esta imagen podría tener un significado entóptico y reflejar asimismo la actividad de los chamanes. <<

[23] Morris (1962) incluye muchas pinturas espléndidas hechas por chimpancés. <<

[24] Hay numerosos útiles del Paleolítico Inferior que, según algunos autores, podrían ser «arte» o tener significados simbólicos, debido a la presencia de líneas incisas (véase la nota 8). Marshack (1990) y Bednarik (1992. 1995) también se inclinan por esa lectura, pero la mayoría de esos útiles pueden explicarse como útiles marcados de forma no deliberada, bien en el transcurso de actividades humanas (triturar hierba sobre un soporte de hueso, por ejemplo), bien por carnívoros, o bien en el transcurso de los procesos físicos implicados en la formación de un yacimiento (Chase y Dibble, 1987,1992: Davidson, 1990, 1991,1992: Pelcin, 1994). Los restantes útiles, pocos, se encuentran aislados y separados unos de otros en el espacio y en el tiempo, y no hay razón para creer que las marcas que presentan formen parte de un código simbólico. <<

[25] Knight et al (1995). <<

[26] Lo cual es muy distinto a atribuir significado al comportamiento de otro individuo a partir del —posible— contenido de su mente, algo que sí pudo darse entre los humanos primitivos. En este tipo de atribución de significado, lo significado (el estado cognitivo) está espacial y temporalmente próximo al significante (el comportamiento observado). Se trata de un rasgo central de la inteligencia social y muchos primates no humanos lo poseen en distintos grados. Como hemos visto en el capítulo 4, los primates no humanos parecen incapaces de atribuir significado a marcas inanimadas o a objetos alejados de sus referentes. <<

[27] White (1992, p. 558) y Hewes (1989, p. 145) también lo constatan de forma independiente. Hewes afirma que «no percibo diferencia perceptual alguna entre la decodificación del rastro no deliberado de un animal y la descodificación de «representaciones» hechas por el hombre, si bien es cierto que la lectura efectiva de las huellas animales exige mayor capacidad cognitiva». <<

[28] Bégouen y Clones (1991) sugieren que algunos grabados sobre hueso de la cueva de Enlene, en los Pirineos, pudieron ser producto de artistas noveles, dado que muestran mucha menor pericia que los grabados de las paredes de las cuevas adyacentes de Tuc d'Audoubert y de Les Trois-Frères. Pero no parecen dispuestos a aceptar la idea, relativamente simple, de Capitán y Bouyssonie, avanzada ya en 1924, según la cual Enlène representaría un taller donde los aprendices trabajaban bajo la supervisión de un maestro. Y si bien los libros suelen reproducir con suma frecuencia las imágenes de animales más realistas y técnicamente mejor conseguidas, el arte del Paleolítico contiene numerosas imágenes de animales desproporcionados que pudieron ser obra de una mano poco entrenada (Bahn y Vertul, 1989). <<

[29] Morphy (1989a) presenta una serie de textos que ilustran las diversas y complejas formas en que el arte utiliza a los animales. En el arte cerámico de los alfareros ilama, un grupo amerindio que floreció en Colombia en el primer milenio a. C. (pp. 87-97), y en el arte de las islas Salomón (pp. 318-342), pueden verse buenos ejemplos de antropomorfismo. También aparecen imágenes antropomorfas en el arte rupestre de Kenia, en el arte aborigen de Australia y en el arte de los indios hopi y de los indios pueblo zuñi de Arizona y Nuevo México. <<

[30] Bahn y Vertut (1989) analizan las imágenes antropomorfas del arte paleolítico (p. 144 para la descripción del hechicero de Les Trois-Frères), mientras Lorblanchet (1989) explora la continuidad entre imágenes humanas y animales. La espléndida figura de Grimaldi mide 47.2 mm de alto y está hecha de serpentina verde. Hembra y animal enlazan por la parte posterior de sus cabezas, hombros y pies. Pertenece a un grupo de figurillas de Grimaldi que fueron «redescubiertas» en Montreal en 1991, si bien su descubrimiento en Grimaldi se produjo entre 1883 y 1895 (Bisson y Bolduc, 1994), Delporte (1979. 1993) y Gvozdover (1989) describen figuras humanas del Paleolítico, y Gamble (1982,1993), Duhard (199.3) y Rice (1981) las interpretan. <<

[31] Srejovic (1972). <<

[32] Kennedy (1992) ofrece una visión general del pensamiento antropomórfico, destacando sobre todo su presencia en la etología. Sugiere que ha llevado a muchas interpretaciones erróneas sobre el comportamiento animal y sostiene que incluso los científicos que se esfuerzan por no antropomorfizar animales lo hacen a veces sin darse cuenta. Afirma que la gente tiende compulsivamente a antropomorfizar porque la idea de que los animales son conscientes y tienen objetivos parece estar en nosotros por naturaleza y por socialización. <<

[33] Willis (1990), en la introducción a su volumen sobre el significado humano en el mundo actual, ofrece una revisión de las distintas definiciones e interpretaciones del totemismo. <<

[34] Willis (1990, p. 4). <<

[35] En la necrópolis de Oleneoslrovski Mogilnik, en Carelia, de 7800 años de antigüedad, las tumbas aparecen distribuidas en dos grupos, norte y sur. En las tumbas del primer grupo, en el norte, había una efigie cérvida, mientras que en las del grupo sur había una efigie de serpientes y humanos, lo que se ha interpretado como un reflejo de una división en dos grupos totémicos (O'Shea y Zvelebil, 1984). <<

[36] Morphy (1989b, p. 145). Dado que los Seres Ancestrales son recreados continuamente a través de rituales y ceremonias, el pasado Ancestral se concibe mejor como una dimensión del presente y, por lo tanto, el paisaje no es simplemente un registro de acontecimientos mitológicos del pasado, sino que desempeña un papel activo en la creación de esos acontecimientos. <<

[37] Carmichael et al (1994) presenta una serie de contribuciones sugiriendo que los humanos asignan universalmente significado simbólico a rasgos topográficos con formas extrañas, sean cuevas, ríos o rocas. <<

[38] Ingold (1992, p. 42). <<

[39] Las tácticas de caza de comienzos del Paleolítico Superior parecen basarse más en el acoso y muerte de animales individuales que en la matanza masiva de manadas, y en este sentido son más típicas del Paleolítico Medio. Enloe (1993), por ejemplo, lo ha demostrado en el Nivel V del Abri du Flageolet (25 700 ± 700 años), y coincide con la pauta de caza de renos auriñaciense que Spiess (1979) propuso para el Abri Pataud, y con la del cérvido reconstruida por Pike-Tay (1991, 1993) en Roe de Combe y en La Ferrassie. Pike-Tay dice que durante el Perigordiense Superior la caza no estaba organizada de forma tan logística como a finales del Paleolítico Superior. Pero Mellars (1989a, pp. 357-338) describe los conjuntos de Abri Pataud, Roe de Combe. La Gravette y Le Piage dominados por el reno, cuyos restos representan el 95-99 por 100 de los restos de fauna, todos ellos fechados hace entre 32 000 y 34 000 años. El predominio de una única especie en estos conjuntos de comienzos del Paleolítico Superior contrasta significativamente con los conjuntos del Paleolítico Medio de la misma región. Sólo el yacimiento del Paleolítico Medio de Mauran parece arrojar un porcentaje equivalente de dominio de una sola especie, en este caso bóvidos. En Audouze (1987), Audouze y Enloe (1992), Bokelmann (1992), Bratlund (1992) y Grpnnow (1987) se describe la caza especializada del reno en la fase final del Paleolítico Superior. <<

[40] White (1989); Mithen (1990). <<

[41] Straus (1992, p. 84). La caza especializada del íbice es característica del sistema de subsistencia de finales del Paleolítico Superior en todas las regiones montañosas del sur de Europa (Straus, 1987b). Pero algunos yacimientos, como el de Bolínkoba y Rascaño, en la España cantábrica, situados en acantilados muy escarpados, también presentan niveles de principios del Paleolítico Superior. <<

[42] Soffer (1989a, pp. 714-742). <<

[43] Klein (1989, pp. 540-541). <<

[44] Silberbauer (1981) ofrece una descripción particularmente detallada de los modelos antropomórficos que utilizan los g/wi Este pueblo impone atributos humanos a los mamíferos sobre todo, y algo menos a aves, reptiles y anfibios. Silberbauer explica que atribuir personalidades y características humanas a tales animales sirve para predecir su comportamiento tanto antes como después de recibir el impacto (y mientras se persigue su rastro cuando está herido). Marks (1976) destaca algo parecido entre los bisa, y Gubser (1965) entre los nunamiut. Blurton-Jones y Konner (1976) han reconocido que el conocimiento que tienen los !kung del comportamiento animal, basado en modelos antropomórficos, es tan bueno como el de cualquier científico occidental. <<

[45] Douglas (1990, p. 33). Esta autora se refiere en especial a los lele de la República Democrática de Congo. Estos pueblos tienen numerosas prohibiciones relacionadas con la ingestión de animales moteados, porque los relacionan al parecer con enfermedades de la piel, incluida la viruela. La autora dice que «no utilizan animales para dibujar imágenes elaboradas de sí mismos, ni los utilizan necesariamente para plantear y responder a profundos problemas metafísicos. El hecho es que tienen razones prácticas para intentar comprender y predecir el comportamiento animal, razones que tienen que ver con la salud, la higiene y la enfermedad. Los principios de madurez, de intercambio matrimonial, de territorio y de hegemonía política que utilizan para explicar su propio comportamiento son los mismos que utilizan para predecir el comportamiento animal». <<

[46] Knecht (1993a, 1993b, 1994) llevó a cabo amplios estudios experimentales de la manufactura y uso de armas orgánicas de caza a principios del Paleolítico Superior. También compara la utilidad de la piedra y del asta como materias primas para fabricar armas de caza, y dice que mientras que la piedra posee mayor capacidad para cortar y penetrar y es de talla más rápida, los útiles hechos de material orgánico son más duraderos y fáciles de reparar. Pike-Tay (1993) dice que sus estudios faunísticos y los estudios tecnológicos de Knecht implican que los buscadores y proveedores de alimentos del Perigordiense Superior fueron expertos cazadores. La autora interpreta que las armas orgánicas de principios del Paleolítico Superior no estaban pensadas para animales concretos, sino para cazar toda una variedad de ellos. <<

[47] Por ejemplo, Clark et al (1986) realizaron un análisis estadístico con distintas variables de los conjuntos líticos y faunísticos de La Riera, que demostraba una asociación persistente entre las puntas solutrenses y el íbice. Utilizando métodos similares, Peterkin (1993) demostró una asociación positiva entre la longitud de la empuñadura de los útiles líticos y la proporción de bóvidos en los conjuntos del Paleolítico Superior del suroeste de Francia, lo que indicaría el uso de una tecnología de enmangue fijo para cazar bóvidos. Para el desarrollo de la tecnología del arco, véase Bergman (1993). <<

[48] Esto puede reconocerse utilizando los criterios de Bleed (1986) para el diseño óptimo de armas de caza (véase también Torrence, 1983). Este autor comparó dos diseños alternativos: útiles fiables y útiles sostenibles, pensados cada uno para circunstancias distintas. Cuando los recursos alimentarios son predecibles, pero disponibles sólo durante cortos periodos (una situación que Torrence, 1983, calificaría de apremio o «tiempo-dependiente»), los útiles tendrían que ser fiables. Lo cual se traduciría en un cierto «sobrediseño», es decir, en útiles con partes redundantes y pensados para recursos concretos y producidos por especialistas. Cuando los recursos presentan una distribución más uniforme en el tiempo y son relativamente impredecibles, los útiles óptimos tendrían un diseño sostenible. Se trata de útiles fáciles de reparar y mantener mientras se usan, y que normalmente incorporarían múltiples componentes estandarizados. Considerado desde una escala de análisis muy amplia, es cierto que encontramos manufactura de útiles fiables en aquellos medios más «tiempo-dependientes» del periodo álgido de la última glaciación, como era de esperar, y un cambio a una manufactura de útiles sostenibles en los medios forestales del Holoceno, donde se daba una mayor dispersión y una menor predecibilidad de los animales de caza. Straus (1991) y Geneste y Plisson (1993) describen la tecnología de caza especializada del suroeste de Europa en el momento álgido de la última glaciación, mientras Zvelebil (1984) la compara con la tecnología microlítica y sostenible del Mesolítico. Ofrece una excelente descripción de la tecnología mesolítica y de su perfecta adecuación a la caza en medios forestales (Zvelebil, 1986). El contraste entre útiles fiables y útiles sostenibles también es manifiesto a una escala de análisis menor. Por ejemplo, Pike-Tay y Bricker (1993) sostienen que mientras en los conjuntos líticos gravetienses del suroeste francés predominan los artefactos líticos que, según ellos, son armas de caza fácilmente sostenibles para explotar el alce y el reno, en los conjuntos gravetienses del estrato 4 del Abri Pataud predominan las armas orgánicas. Este estrato se caracteriza asimismo por un periodo estacional de caza muy breve —sólo en primavera y otoño— que pudo estimular la producción de útiles orgánicos fiables, tal como sugiere la teoría de Bleed. <<

[49] Straus (1990a) usa esta frase para caracterizar la ínterrelación entre tecnología microlítica, arpones orgánicos y largas puntas de proyectil en el solutrense y el magdaleníense. Pero es posible que también sea apropiada como descripción general de los desarrollos tecnológicos de los humanos modernos. <<

[50] Wendorf et al. (1980). <<

[51] La evidencia más impresionante de almacenamiento durante el Paleolítico Superior se encuentra en la llanura rusa, donde Soffer (1985) descubrió pozos de almacenaje en muchos yacimientos que se utilizaron para esconder provisiones de carne congelada. Entre finales del Pleistoceno y principios del Holoceno las comunidades de Japón (cultura Jomon) y del Próximo Oriente (nalufienses) construyeron estructuras de almacenamiento para guardar materias vegetales (Soffer, 1989b). Nadie discute que entre los grupos mesolíticos fuera corriente almacenar alimentos, aunque la evidencia arqueológica siga siendo muy parca al respecto. <<

[52] Se trata de un trozo de hueso de la gruta del Tai (Drôme. Francia), que data del magdaleniense, y que presenta 1020 incisiones en un lado y 90 en el otro, todas ellas ordenadas en lineas paralelas al eje del hueso. Marshack (1991) ofrece una descripción minuciosa e interpreta la pieza como una representación de un sistema de anotación y, más concretamente, como un calendario solar. <<

[53] Existen varias interpretaciones de estos útiles: muescas de caza, calendarios lunares, una «concepción matemática del cosmos», el «conocimiento de un sistema de numeración o cálculo», y «un acompañamiento rítmico de recitación tradicional… o de instrumentos de música» (D'Errico y Cacho, 1994. p. 185). <<

[54] Tanto Marshack (1972a. 1972b, 1991) como D'Errico (1991: D'Errico y Cacho. 1994) han realizado un examen microscópico de las marcas para averiguar la manera y el orden en que se hicieron Mientras Marshack fue el innovador de esta investigación. D'Errico aportó un grado mayor de valoración objetiva de las marcas, en parte utilizando útiles producidos experimentalmente para establecer los criterios a utilizar para inferir la dirección, el tipo y los cambios del útil. Es lógico que exista un cierto grado de desacuerdo entre arabos científicos, y que D'Errico se muestre escéptico hacia muchos de los métodos e interpretaciones de Marshack (D'Errico, 1989a, 1989b, 1991, 1992; Marshack, 1989). Los casos más sólidos en la deducción de sistemas de anotación a partir de estos artefactos son el estudio que realizaron D'Errico y Cacho (1994) del útil inciso del Paleolítico Superior procedente de Tossal de la Roca, España, y el estudio de D'Errico (1995) del asta incisa de La Marche, Francia. Robinson (1992) realiza una crítica muy lúcida del trabajo de Marshack. <<

[55] Buenos ejemplos etnográficos son el paleo-calendario de América del Norte descrito en Marshack (1985) y el calendario de los yakut de Siberia hecho de placas de marfil fósil (Marshack. 1991). <<

[56] Pfeiffer (1982). <<

[57] Mithen (1988, 1990). <<

[58] Estas esculturas de Marta, y muchas otras piezas de arte paleolíticas, aparecen muy bien ilustradas en el National Geographic, vol. 174, n.° 4 (octubre de 1988). <<

[59] Hyndman (1990) hace una descripción del orden de colocación de los trofeos de los wopkaimin de Nueva Guinea central y los interpreta como mapas mentales. Destaca su función como recordatorio de las características de determinados lugares y áreas del medio físico. La disposición de los huesos en el orden de colocación de los trofeos de la casa de los hombres bako-nabip es la siguiente: «Las reliquias ancestrales (menarnen) se guardan en cestas de cuerda colocadas en el centro de los trofeos a nivel de los ojos. Los trofeos pertenecen al ámbito del ahip [círculo interno de las aldeas] en aldeas relativamente estables… emplazadas en el centro del territorio tribal. Los cerdos domésticos se entregan en adopción a familias selectas que residen a corta distancia de las aldeas, y las mandíbulas de estos animales se exhiben debajo de las reliquias ancestrales… Los huesos de cerdo salvaje ocupan una posición inferior a los domésticos; proceden del gipsak, la zona baja de la selva tropical que rodea el jardín interior y las zonas aldeanas… Las mandíbulas de marsupial ocupan la posición más alejada del suelo, y proceden sobre todo de las selvas medía y alta. Las pelvis y los huesos del muslo del casuario [animal del mismo género que el avestruz] se colocan junto a los cerdos salvajes y a los marsupiales, representando así la coexistencia de estos animales en las selvas exteriores» (Hyndman. 1990. p. 72). <<

[60] Leroi-Gourhan (1968) sugiere que hay pautas deliberadas en la distribución de las figuras de las pinturas rupestres, y según él, algunos animales, como los carnívoros, aparecen en cavidades profundas, y el bisonte en áreas centrales. Esta tesis nunca se ha verificado formalmente, en parte debido a la dificultad que supone identificar las entradas originales y el lugar preciso en que empiezan y acaban la entrada, las partes centrales y las zonas más profundas. Sieveking (1984) cree que las pautas propuestas por Leroi-Gourhan podrían estar relacionadas con las características ecológicas de los animales que se asociaban entre sí regularmente, de forma muy parecida a como estos aparecen codificados en el orden de colocación de los trofeos de los wopkaimin. <<

[61] Eastham y Eastham (1991). <<

[62] Para los ítems de ornamentación personal de principios del Paleolítico Superior véase White (1989b, 1992, 1993a, 1993b), y Soffer (1985) para los ítems manufacturados en la llanura rusa a finales del Paleolítico Superior. <<

[63] Esto explicaría seguramente la discontinua distribución espacial y temporal de las puntas con formas muy específicas que los arqueólogos clasifican mediante nombres propios —como las «puntas Font Robert» o pedunculadas— de Europa occidental, y las «puntas Emi-reh» del Próximo Oriente. Estos artefactos, sumamente útiles para los arqueólogos puesto que sirven de indicadores cronológicos cuando se carece de otros métodos de datación, son portadores seguramente de información social relativa a su pertenencia grupal, una información que se incorpora en el momento de su fabricación. Otros elementos de variabilidad, como serían las marcas en arpones, pudieron servir para comunicar propiedad individual. La creencia de que estos útiles tipológicamente distintivos del Paleolítico Superior incorporaban información social está muy extendida entre los arqueólogos (p ej., Mellars, 1989b). Wiessner (1983) realiza un excelente estudio etnográfico de la información social de que están investidos determinados útiles. Esta autora analiza los ítems de la cultura material de los san del Kalahari que llevan información social, y descubre que las puntas de proyectil son idóneas para incorporar información referida a grupos y fronteras territoriales, debido a su importancia social, económica, política y simbólica generalizada. La autora caracteriza este tipo de información de «estilo emblemático» y lo diferencia de lo que ella denomina el estilo «afirmativo», que es información sobre la propiedad individual. En cuanto al Paleolítico, tal vez cabria esperar la presencia del estilo afirmativo en útiles orgánicos como los arpones y las flechas, cuya producción suele exigir mayor inversión en términos de tiempo que la talla de puntas líticas. Además, el proceso mismo de manufactura había adquirido renovada importancia. Sinclair (1995, p. 50) afirma que «los aspectos simbólicos de la tecnología [del Paleolítico Superior) no se limitar a la forma externa de los útiles… el simbolismo está presente en todo el proceso de manufactura, a través del uso de un conjunto de capacidades y deseos dominantes comunes a la tecnología y a otras actividades en el seno de la sociedad». <<

[64] Gellner (1988. p. 45). <<

[65] Morphy (1989b) ofrece un resumen de las características de los Seres Ancestrales. <<

[66] Gamble (1993). <<

[67] El enterramiento de Skhül se describe en McCown (1937) y el de Oafzch en Vandermeersch (1970). Lindly y Clark (1990) dudan de que las partes de animales se incluyeran deliberadamente junto a los humanos anatómicamente modernos en el momento del enterramiento. Pero debido a la estrecha asociación entre huesos animales y humanos, no hay duda de que esas partes de animales fueron depositadas intencionadamente en las tumbas. <<

[68] Lieberman y Shea (1994). Las inferencias relativas a la estacionalídad se obtienen mediante el análisis de las capas de cemento de los dientes de gacela, mientras que para conocer la intensidad de la caza se analizan la frecuencia de las puntas en los conjuntos líticos y el carácter de las fracturas. La evidencia de un gasto energético mayor por parte de los neandertales se halla en el carácter de su esqueleto poscraneano (Trinkaus, 1992). <<

[69] Grün et al. (1990). Grün y Stringer (1991), Stringer y Brauer (1994). <<

[70] Singer y Wymer (1982). Thackeray (1989) ofrece un resumen de la secuencia arqueológica del yacimiento de Klusier River Mouth. <<

[71] Knight et al (1995) resume la evidencia relativa al uso de ocre rojo en la Edad de la Piedra Media. <<

[72] Knight et al (1995), Knight (1991). <<

[73] Este yacimiento se excavó en 1941 y la verdadera fecha de la tumba, si es que es una tumba, es todavía incierta Por desgracia tampoco es posible fechar el material óseo (Grün y Stringer, 1991). <<

[74] Parkington (1990) reúne la evidencia cronológica de la industria de Howieson's Poort. y demuestra que algunos de estos conjuntos podrían tener sólo 40 000 años. Según él, es improbable que esta industria fuera un fenómeno unitario y sostiene que emergió en distintas épocas hace entre 100 000 y 40 000 años. <<

[75] Yellen (1995). <<

[76] Aquí elijo uno solo de los posibles guiones para el origen y distribución de los humanos modernos en todo el mundo. La visión opuesta más destacable es la que propone una evolución multirregional (para el debate sobre el origen de los humanos modernos, véase Mellars y Stringer, 1989; Nitecki y Nitecki, 1994). El razonamiento más sólido en favor de la hipótesis multirregional de la evolución es la continuidad de los rasgos morfológicos de los fósiles en diferentes partes del mundo, especialmente en el sureste asiático/Australasia y China. Sospecho que esta continuidad también puede explicarse por la emergencia de un conjunto similar de rasgos adaptativos y por un cierto grado de hibridación entre poblaciones residentes e inmigrantes. <<

[77] Jones y Rouhani (1986), Jones et al (1992). <<

[78] Tendría que ser posible descubrir en el período de hace entre 100 000 y 60 000-30 000 años yacimientos arqueológicos creados por los primeros humanos modernos que guarden algún parecido con los humanos modernos y con los humanos plenamente modernos. Este yacimiento podría ser el de Prolom II, en Crimea, que contiene útiles Líticos típicamente neandertales, pero también una gran cantidad de huesos, algunos de los cuales presentan perforaciones, incisiones o astillas (Stepanchuk, 1993). El yacimiento aún no se ha fechado y no hay restos de esqueleto humano asociado a él. En mi opinión, este yacimiento arqueológico demostrará ser un asentamiento de primeros humanos modernos con una pizca de fluidez cognitiva. <<

[1] Dunbar se expresa de la siguiente forma al respecto: «El intercambio de información ecológicamente relevante podría ser el desarrollo ulterior que se capitalizó en una ventana de oportunidad creada por la disponibilidad de un ordenador con una gran capacidad para procesar información» (1993, p. 689). <<

[2] Talmy (1988). <<

[3] Pinker (1989). <<

[4] Sperber (1994, p. 61). <<

[5] El filósofo Daniel Dennett sugiere, para la evolución de la mente, un guión parecido al de Sperber cuando en su libro de 1991, Consciousness Explained, interpreta uno de sus «experimentos mentales». Pero en su caso destaca la importancia de hablarse a uno mismo más que con otras personas. Lo llama «autoestimulación» y las consecuencias que describe son las que yo he descrito como «fluidez cognitiva». Cito a Dennett (1991, pp. 195-196): «La práctica de hacerse preguntas a uno mismo pudo originarse como un efecto colateral natural de hacer preguntas sobre otros, y su utilidad sería parecida: un comportamiento que visiblemente incrementaría las perspectivas de uno gracias a una orientación-acción mejor informada… Supongamos… que la información correcta ya está en el cerebro, pero se halla en manos del especialista equivocado; el subsistema del cerebro que necesita la información no puede acceder directamente al especialista porque la evolución sencillamente no ha encontrado la oportunidad para suministrar esa «conexión». Pero hacer que el especialista «transmita» la información al medio, y luego confiar en un par de orejas (y un sistema auditivo) para poder captarla, sería una forma de crear una «conexión virtual» entre los subsistemas implicados. Un acto de autoestimulación de este tipo podría abrir una nueva y valiosa vía entre los componentes internos de uno». Si sustituimos los términos «especialista» por «inteligencia especializada» y «conexión virtual» por «fluidez cognitiva», el razonamiento de Dennett es similar al que yo he propuesto, salvo que en su caso cualquier «especialista» podría «transmitir» información, mientras que yo sostengo que esta función se limitó solamente a la inteligencia social. <<

[6] Rozin (1976. p. 246). <<

[7] Pigeot (1990), Fischer (1990). <<

[8] Es importante mencionar aquí que aunque los humanos modernos tienen una capacidad para la instrucción verbal, los artesanos especializados suelen adquirir su habilidad técnica mediante observación y aprendizaje a base de ensayo y error, y no mediante aprendizaje explicito. Wynn (1991) describe este proceso en varios grupos modernos, desde los palangreros hasta los artesanos de las sociedades tradicionales. Ese método de aprendizaje asegura que el conocimiento técnico se construye en el interior de una inteligencia especializada, que es algo muy distinto a convertirse en parte de lo que Sperber (1994) llama el módulo de la metarrepresentación, donde se emplaza el conocimiento adquirido mediante el lenguaje. Los psicólogos llaman «memoria procesal» a la clase de conocimiento que sólo puede expresarse mediante demostración. Y la comparan con la «memoria proposicional» que está dividida en dos; episódica y semántica. Endel Lulving (1983) propuso y exploró esta distinción. Si bien estos tipos de memoria comparten muchos rasgos, difieren en otros: la memoria episódica se refiere a recuerdos de hechos y quehaceres personales, mientras que la memoria semántica se refiere al conocimiento del mundo, que es independiente de la identidad y del pasado de la persona. Con respecto al guión de la evolución que he propuesto, la memoria episódica podría ser perfectamente la forma original de la memoria en la inteligencia social, y pudo estar presente en los humanos primitivos, así como formas de memoria procesal en las inteligencias técnica y de la historia natural. En cambio, la memoria semántica podría ser exclusiva de la mente humana moderna. Si la principal diferencia entre esta memoria y la episódica es el tipo de información que procesan —y Tulvin destaca que las diferencias más importantes entre estos dos tipos de memoria siguen siendo inciertas—, entonces la memoria semántica pudo emerger a raíz de la invasión de información no social en la inteligencia social. Esta información se hizo accesible a los módulos mentales previamente dedicados a crear recuerdos sólo de eventos personales en la inteligencia social, y se hizo asimismo asequible a la consciencia reflexiva o autoconsciencia. <<

[9] Schachter (1989. p. 360). <<

[10] Searle (1992. pp. 108-109). <<

[11] Aiello (1996a), Wills (1994). <<

[12] Wills (1994). <<

[13] Knight et al (1995). <<

[14] Smith et al (1995). <<

[15] Stringer y Gamble (1993), Dean et al (1986), Zollikofer et al (1995). Véase asimismo Smith et al (1993). <<

[16] Akazawa et al (1995). <<

[1] El breve resumen que sigue de la evolución de los primates se basa en Martin (1990) y Simons (1992). <<

[2] McFarland (1987). <<

[3] Simons (1992). <<

[4] Milton (1988). <<

[5] Aiello y Wheeler (1995). <<

[6] Whiten (1990, p. 367). <<

[7] Humphrey (1984, p. 22). <<

[8] No están claras las relaciones filogenéticas entre los primates fósiles euroasiáticos de entre 15 y 4,5 millones de años y los homínidos. De estos fósiles, el mejor representado es Dryopithecus, cuyos restos se han encontrado en Hungría, el sur de Francia y en España. En la región del valle del Penedés, en España, se ha encontrado recientemente un espécimen especialmente bien conservado de D. laietanus, que demuestra que los dryopitecos se colgaban de los árboles y caminaban a cuatro patas, como los actuales orangutanes (Moyá-Solá y Kóhler. 1996), Andrews y Pilbeam (1996) comentan la reconstrucción filogenética de este periodo. <<

[9] Aiello (1996a). <<

[10] Wheeler (1984, 1988, 1991, 1994). <<

[11] DeMenocal (1995). <<

[12] Falk (1990). <<

[13] Falk (1990, p. 334). <<

[14] Aiello y Wheeler (1995). <<

[15] Humphrey (1984, p. 23). <<

[16] Aiello (1996a. 1996b). <<

[17] Aiello y Dunbar (1993), Aiello (1996b), basándose en un trabajo reciente de Roben Foley. sugiere que un aumento gradual a ritmo exponencial de la población humana, empezando con H. erectus hace 1,8 millones de años, habría acabado por traducirse en una explosión demográfica, forzando a la población a vivir en grandes grupos. <<

[18] Los más notables son útiles trabajados bifacialmente, parecidos a las hachas de mano, que se encuentran en los conjuntos del final del musleriense en yacimientos como el de Combe Cirenal. Clive Gamble (1993. 1994; Stringer y Gamble, 1993) ha sugerido que pueden observarse otros rasaos en el comportamiento neandertal a partir de hace 60 000 años —como un mayor grado de estructura espacial en los yacimientos arqueológicos—, que prefiguran los desarrollos del Paleolítico Superior. Llama a este periodo «fase pionera». Pero no hay evidencia sólida de la presencia de una fluidez cognitiva, y no hay nada que indique una capacidad para el simbolismo. <<

[19] Lake afirma que «es plausible que la evolución por selección natural avance aislando, rectificando y luego reintegrando las partes una y otra vez. La selección natural es mucho más eficaz cuando la correlación entre la variabilidad y las condiciones genotípicas es muy estrecha; resulta imposible cuando no hay correlación entre ambas. El grado de correlación sería débil en los sistemas generalizados, ya que las condiciones genotípicas estarían sujetas a más presiones selectivas que demandan respuestas adaptativas incompatibles. Es por ello que la selección natural opera con más éxito sobre los sistemas especializados. Pero estos sistemas suelen ser frágiles, en el sentido de que no hay forma de adaptarlos para que puedan afrontar un cambio radical en las condiciones selectivas. Así, parece que la persistencia a largo plazo de un tipo de sistema (o de linaje) requiere que posea las propiedades contradictorias de la predecibilidad y La flexibilidad. Sugiero que la selección natural ha resuelto con frecuencia este entresijo descomponiendo los sistemas en partes cuyas interconexiones mutuas son muy débiles. De esta manera puede responder a pequeños cambios en las condiciones selectivas adaptando el subsistema más pertinente sin afectar radicalmente al resto del sistema. Pero al mismo tiempo, la posibilidad de reordenar los vínculos entre los distintos subsistemas proporciona la flexibilidad requerida para hacer frente a condiciones selectivas radicalmente alteradas» (comunicación personal, 16 de noviembre de 1995). <<

[20] Dawkins (l986). <<

[21] El problema que plantea la definición de «ciencia» se pone de manifiesto cuando comparamos los dos puntos de vista siguientes, el primero, que mantienen los filósofos e historiadores de la ciencia, nace ya con la publicación a principios del siglo XVII de la obra de Francis Bacon. quien proclama que la ciencia debe basarse en la observación empírica del mundo y en la experimentación. A partir de Bacon se han propuesto otras definiciones de ciencia. Karl Popper negó que la ciencia fuera un mero proceso de generalización a partir de un cúmulo de observaciones y dijo que la esencia de la ciencia es la capacidad para falsar las propias hipótesis. Thomas Kuhn introdujo la idea de que la ciencia está profundamente arraigada en una matriz social y no avanza por una acumulación gradual de conocimientos, sino a saltos («cambios de paradigma»). Más recientemente algunos filósofos como Paul Foyerbend han cuestionado la idea misma de método científico.

Hay muchos libros que abordan las distintas y cambiantes ideas sobre la ciencia (por ejemplo, Gillies, 1993) y otros que describen el desarrollo del pensamiento científico; tal voz el más notable sea el trabajo de Herberl Bulterworth de 1957, The Origins of Modern Science 1300-1800. Como evidencia el propio título, las distintas historias de la ciencia empiezan casi invariablemente a finales del periodo medieval y se centran en el trabajo de figuras como Galileo, Copérnico. Newton y Einslein. En todas estas obras se presupone implícitamente que si bien los fundamentos intelectuales de todos esos científicos se encuentran en las obras de los pensadores clásicos e islámicos, la ciencia es en realidad un producto de la civilización occidental. Un artículo reciente publicado en el Brítish Journal for the history of Science llegaba a la conclusión de que la ciencia no tiene más de 250 años y que está confinada a la Europa occidental y a Norteamérica (Cummingham y Williams. 1993).

Pero pasemos a considerar ahora el otro punto de vista, radicalmente distinto, y que se debe a un científico En su libro de 1995, The Trouble with Science, Robin Dunbar cuyas teorías sobre la evolución del lenguaje se han comentado aquí, afirma que la ciencia es un método para descubrir cosas sobre el mundo basado en la generación de hipótesis y la verificación/contrastación de las predicciones derivadas de esas hipótesis. Se trata de una posición bastante convencional. Pero Dunbar adopta una posición radical al cuestionar la presunción de que ese método sea exclusivo de la cultura occidental moderna.

En su libro, Dunbar sostiene que no sólo los inventos tecnológicos chinos del primer milenio a. C., como la imprenta, la seda y la pólvora, pueden considerarse como productos de la ciencia, sino también el conocimiento que tenía Aristóteles del mundo natural en el siglo IV a. C. y el desarrollo de las matemáticas y de la física por parte de los estudiosos islámicos de los siglos IX al XII d. C. Hasta aquí resulta sin duda aceptable para la mayoría de sus lectores. Pero Dunbar da un paso más y afirma que la ciencia es algo corriente en las sociedades tradicionales no occidentales. Según él, la «ciencia» es el método para adquirir el prodigioso y preciso conocimiento sobre el mundo natural que ya poseían los cazadores-recolectores, los pueblos pastores y agricultores. Y por si fuera poco, Dunbar afirma que muchos animales no humanos también hacen «ciencia», porque la verificación de hipótesis parece ser uno de los medios que utilizan para adquirir SU conocimiento del mundo. Y concluye que «la ciencia es una característica genuina y universal a todas las formas avanzadas de vida» (p. 75). <<

[22] D'Errico (1995), Donald (1991) también destaca la importancia de lo que él denomina «dispositivos de almacenaje exteriores». <<

[23] Dennett (1991). <<

[24] En su libro The Trouble with Science (1995), Robin Dunbar dice que el uso de meta loras es muy corriente en la física y en la biología de la evolución, ya que estas disciplinas se basan en teorías un tanto extrañas a nuestra experiencia cotidiana. Para entenderlas, los científicos tienden no sólo a utilizar metáforas, sino a elegir aquellas relacionadas con el mundo social de los humanos. Por ejemplo, el genetista Steve Jones (1993) utiliza la metáfora del código genético como posesión de un lenguaje; y Pinker (1994) dice que el uso de una metáfora lingüística en la genética es ya moneda corriente. Dunbar ofrece ejemplos de otras muchas metáforas utilizadas en el pensamiento biológico, como por ejemplo la hipótesis del «esperma kamikaze». <<

[25] Gould (1990, p. 229). <<

[26] Kuhn (1979). <<

[27] Dennett (1991, p. 455). <<

[1] Mole (1992) presenta un breve compendio de las teorías existentes sobre el origen de la agricultura. <<

[2] Wendorf el al. (1990) describen la arqueología de Wadi Kubbaniya, e Hillman (1989) resume los restos alimentarios del último Paleolítico. <<

[3] Hillman et al. (1989). <<

[4] Cohen y Armelagos (1984). <<

[5] Hole (1992). <<

[6] Este razonamiento se detalla en el libro de Nathan Cohen de 1977 titulado La crisis alimentaria de la prehistoria. <<

[7] Cohen y Armelagos (1984). <<

[8] Dansgaard. White y Johnson (1989). <<

[9] El siguiente resumen se basa en Moore y Hillman (1992). <<

[10] Legge y Rowley-Conwy (1987). <<

[11] Este es el periodo denominado Dryas reciente, un acontecimiento medioambiental global que significó un nuevo avance de las capas de hielo en Europa. Fue un intervalo frío corto y duro seguido de un calentamiento global muy rápido que mareó el verdadero fina de la última glaciación. <<

[12] Bar-Yosef y Belfer-Cohen (1989). <<

[13] La arquitectura misma no es necesariamente indicativa de sedentarismo. Los cazadores-recolectores también construyen viviendas relativamente estables en determinadas circunstancias, así como otras estructuras a las que regresan regularmente. Bar-Yosef y Belfer-Cohen (1989) sugieren que la mejor evidencia de sedentarismo se halla en la presencia de gorriones, ratones y ratas en la fauna de estos yacimientos. <<

[14] Para un resumen del asentamiento y economía natufienses, véanse Byrd (1989) y Bar-Yosef y Belfer-Cohen (1989). <<

[15] Bar-Yosef y Belfer-Cohen (1989, p. 4909). <<

[16] Esto se evidencia en las relaciones espaciales entre los pozos de almacenaje y los habitáculos En Radomyshl aparecen varias viviendas en torno a un pozo central de almacenamiento, lo que indicaría un «acceso abierto, visible e igual de todos los habitantes del yacimiento a los recursos almacenados». En el yacimiento ligeramente más tardío de Dobrani-chevka aparece una cantidad similar de pozos de almacenamiento de tamaño parecido, distribuidos alrededor de cada vivienda, lo que significaría que los residentes de cada vivienda eran ahora propietarios de sus propios recursos almacenados, pero la distribución de estos se-guía siendo equitativa. En yacimientos posteriores, como los de Mezin. Gontsy y Eliseevichi, los pozos de almacenamiento aparecen distribuidos preferentemente en torno a una Kilo vivienda Por ejemplo, en Mezin parece que había 5 viviendas, pero 6 de los 7 (u 8) pozos de almacenamiento estaban emplazados al lado de sólo una de ellas. Por consiguiente, parece que los residentes de esta vivienda controlaron el acceso a los recursos almacenados (Soffer, 1985, pp 459 463). <<

[17] Mithen (1990). <<

[18] Véanse Albrethsen y Petersen (1976), Larsson (1983) y Clark y Neeley (1987). <<

[19] Véanse Clark (1992) y Mithen (1993) para dos visiones distintas sobre cómo utilizar una perspectiva darwiniana para abordar el comportamiento prehistórico. <<

[20] Hayden (1990. p. 35). <<

[21] Bahn (1978). Esta evidencia ha sido valorada críticamente en White (1989b). <<

[22] Bahn (1978). <<

[23] Para el adiestramiento de perros en el sur de Escandinavia, véase Larsson (1983), para el natufiense, véase Byrd (1989). <<

[24] Humphrey (1984. pp. 26-27). <<

[25] Zvelebil (1994) resume la evidencia sobre la gestión y manipulación de recursos vegetales durante el Mesolítico europea. <<

[26] Yen (1989) y Hallam (1989) resumen la evidencia sobre ««domesticación» del medio entre los indígenas australianos. Véanse asimismo Chase (1989) y Jones y Mechan (1989). <<

[27] Véanse Higgs y Jarman (1969), Higgs (1972). <<