Lecturas recomendadas

La evolución humana

Jones et at (1992) ofrecen una serie de capítulos excelentes que abarcan todos los aspectos de la evolución humana, con descripción de fósiles y de cuanto puede conocerse a partir de los primates actuales y de la genética humana. Para un debate sobre los métodos de la taxonomía molecular para reconstruir las relaciones entre humanos y primates en el curso de la evolución, véase Byrne (1995, capítulo 1).

Los descubrimientos más recientes de australopitecinos se describen en White et al (1994), Wolde Gabriel et al (1994), Leakey et al (1995) y en Brunet et al (1995), mientras que Wood (1994) y Andrews (1995) analizan la importancia de estos descubrimientos. Susman (1991) estudia la anatomía de la mano australopitecina para conocer su potencial para fabricar útiles líticos. Johanson y Eddy (1980) relatan el descubrimiento de «Lucy» y analizan su significado. Wood (1992) revisa los fósiles más antiguos de Homo, y Tobias (1991) lleva a cabo un estudio completo de los fósiles homínidos de la garganta de Olduvai.

Rightmire (1990) aborda la evolución de H. erectus mientras que Swísher et al (1994) fechan los fósiles de H. erectus de Java, y Wanpo et al los de China (1995). La importancia de los nuevos descubrimientos de China y los problemas de su identificación taxonómica se abordan en Wood y Turner (1995) y en Culotta (1995). Walker y Leakey (1993) presentan un detallado estudio del espécimen de H erectus llamado KNM-WT 15000. El tema de la evolución de los humanos modernos ha estado en el centro de un intenso debate durante esta última década, entre quienes defienden una evolución multiregional y quienes defienden la expansión a partir de África. Sobre la contribución de la genética molecular, cabe incluir las aportaciones de Cann et al (1987) y de Templeton (1993), mientras que Hubiin (1992), Frayer et al (1993 1994). Aiello (1993), Stringer y Brüuer (1994) y Wolpoff (1989; Wolpoff et al, 1984) resumen ios puntos más conflictivos relacionados con los homínidos fósiles. Los fósiles más antiguos de Europa se describen en Arsuaga et al (1993), Carbonell et al (1995) y en Roberts et al (1994). Stringer (1993) ofrece un compendio de las distintas interpretaciones. Stringer y Gamble (1993) y Trin-kaus y Shipman (1993) abordan la evolución y la naturaleza de los neandertales Grün y Stringer resumen las dataciones de los primeros humanos anatómicamente modernos.

Existen varios títulos que tratan sobre el origen de los humanos modernos. Los más notables son los editados por Akazawa et al (1992), por Mellars y Stringer (1989), por Bráuer y Smith (1992) y por Nitecki y Nitecki (1994).

La tecnología de los útiles líticos

Border (1961a, 1968) e Inizan et al (1992) presentan una introducción general a la tecnología lítica, describiendo las diferentes técnicas y los respectivos periodos prehistóricos.

La arqueología del segundo acto

En Merrick y Merrick (1976), en Chavaillon (1976), en Roche (1989), en Roche y Tierce-lin (1977) y en Kibunjia (1994; Kibunjia et al, 1992) se describen los primeros útiles líticos. Ha-nis y Capaldo (1993) revisan los yacimientos arqueológicos más antiguos y su posible interpretación. Leakey (1971) describe la arqueología de la garganta de Olduvai, mientras Hay (1976) aborda el importante trasfondo geológico. Sobre la industria olduvayense, véase Toth (1985) y Schick y Toth (1993), y para la arqueología del lecho I, véase Potts (1988), Isaac (1984) analiza todos los demás complejos arqueológicos del África oriental, incluido el de Koobi Fora. Sobre la interpretación de los huesos animales asociados a útiles líticos, véase Binford (1981, 1985. 1986), Bunn (1981, 1983a, 1983b), Bunn y Kroll (1986), Potts (1988) y Potts y Shipman (1981). La lectura de las obras de Olynn Isaac (B. Isaac, 1989) es fundamental para entender la arqueología del segundo acto. Otros artículos útiles sobre el contexto medioambiental de los primeros homínidos son los de Cerling (1992) y Sikes (1994), Dennell et al (1988a. 1988b) proponen una antigüedad de 2 millones de años para los útiles líticos descubiertos en Pakistán.

La arqueología del tercer acto

Leakey (1971) analiza la primera utilización de la tecnología bifacial, mientras que Asfaw et al (1992) fechan las primeras hachas de mano. Para una visión general de la penetración de los humanos modernos en Asia y Europa, véase Gamble (1993, 1994), Bar-Yosef (1994a) describe el yacimiento de Dmanasi, y los más antiguos del Asia occidental se abordan en Bar Yosef (1980, 1989,1994a), en Bar-Yosef y Goren Inbar (1993) y en Goren-lnbar (1992). Para los yacimientos del Asia oriental véase Schick y Zhuan (1993). El yacimiento de Zhoukoudian se analiza en Wu y Lin (1983). El debate en torno a la primera colonización de Europa se discute en Roebroeks y Van Kolfschoten (1994), y Pares y Pérez-González (1995) describen los útiles más antiguos de Atapuerca. Bonifay y Vandermeersch (1991) proponen una ocupación de hace más de un millón de años. El yacimiento de Boxgrove se describe en Robcrts (1986), y las cuestiones relativas a su datación se abordan en Bowen y Sykes (1994).

Isaac (1982) y Phillípson (1985) abordan la arqueología de África de hace entre 1,5 millones y 200 000 años, el Paleolítico Inferior. Los yacimientos más importantes son los de Olorgesailie, en Kenia (Isaac, 1997; Potts, 1989,1994); el de Isimila, en Tanzania (Howell, 1961); en el Gadeb, en Etiopía (Clark y Kurashina, 1979a, 1979b) y el de Sterkfontein, en África del Sur (Kuman, 1994). Para los yacimientos del Asia occidental de este periodo, véase Bar-Yosef (1980,1994a), para los del Asia oriental véase Schick y Zhuan (1993) y para los del sureste asiático véase Ayers y Rhee (1984), Bartstra (1982), Sémah et al. (1992), Pope (1985, 1989) y Yi y Clark (1985). Roebroeks et al (1992) y Gamble (1986) analizan los yacimientos más antiguos de Europa, Roe (1981) los de Gran Bretaña, y Villa (1983) los de Francia, con especial atención al de Terra Amata. Otros yacimientos importantes son el de la cueva de Pomncwydd, en el País de Gales (Green, 1984), el de High Lodge, en Inglaterra (Ashton et al, 1992) y el de la Cotte, en Jersey (Callow y Cornford, 1986). Svoboda (1987) y Verles (1975) analizan ios yacimientos que carecen de hachas de mano.

Por lo que se refiere al periodo de hace entre 200 000 y 51 000 años, Clark (1982) aborda la arqueología de África, mientras Allsworth-Jones (1993) ofrece una interpretación de las asociaciones entre la especie humana y las industrias líticas. Yacimientos particularmente importantes con secuencias estratificadas del material son Haua Fteah, en el norte de África (McBumey, 1967), Muguruk, en Kenia (McBrearty, 1988), el de las cataratas de Calambo, en la República Democrática de Congo (Clark. 1969. Í974). el de Klasies River Mouth, en África del Sur (Singer y Wymer, 1982; Thackeray, 1989) y la cueva de Border, también en África del Sur (Beaumont et al, 1978). Para un compendio de los yacimientos de este periodo en el Asia occidental, véase Bar-Yosef (1988, 1994b) y Jelenik (1982). En Bar-Yosef et al (1992) se describen los trabajos más recientes realizados en la importante cueva de Kebara. Sobre Europa, Gamble (1986) y Roebroeks et al (1992) ofrecen una visión global, y para estudios más concretos véase Laville et al (1980) sobre los abrigos del suroeste francés, Luffreau (1992) para los yacimientos del norte de Francia, Kuhn (1995) para los de la Italia occidental y Conrad (1990) para los del Rin medio. Se conoce poco y mal la arqueología del Asia oriental de este mismo periodo. Schick y Zhuan (1993) y Zhonglong (1992) analizan los escasos yacimientos que se conocen, casi todos ellos con problemas de datación.

La utilización de núcleos de sedimentos marinos para reconstruir los cambios medioambientales de este periodo se aborda en Dawson (1992), y Shackleton y Opdyke (1973) y Shackleton (1987) presentan otras contribuciones importantes al tema. Alley et al (1993), Johnsen et al (1992) y Taylor et al (1993) analizan los primeros resultados del estudio de los núcleos de hielo.

La arqueología del cuarto acto

En Knight et al (1995) se estudia el uso de ocre rojo en el sur de África, mientras Yellen et al (1995) se centran en los arpones de hueso de más de 90 000 años de antigüedad. Roberts etal (1990, 1993, 1994) y Alien (1994) describen los yacimientos más antiguos de Australia, y Gamble (1993) y Bowdler (1992) discuten el proceso de colonización. Davidson y Noble (1992) analizan las implicaciones de la colonización en relación con las capacidades culturales, mientras Bahn (1994) fecha las primeras manifestaciones de arte en Australia. Bowdler (1992) y Brown (1981) tratan de la evolución de la morfología de los humanos modernos de Australia, y Flood (1983) se ocupa de la arqueología de los primeros australianos. Sobre la colonización de América del Norte, véase Hoffecker et al. (1993), C Haynes (1980). G. Haynes (1991), Gamble (1993) y Greenberg et al (1986). Larichev et al (1988, 1990, 1992) ofrece un resumen de la evidencia de ocupación en el norte de Siberia. Entre los yacimientos americanos más importantes por lo que se refiere a ocupación prehistórica, se incluyen el abrigo de Meadowcroft (Adovasio et al, 1990), el de Monte Verde, en Chile (DiUeyhay 1989; Dillebay y Collons 1988) y el de Pedra Furada, en Brasil (Guidon et al, 1994; Meltzer et al, 1994). Dillehay et al (1992) proponen una nueva estructura de la arqueología más antigua de América del Sur.

Los cambios de tecnología y de comportamiento de hace 40 000 años en África se analizan en Smith (1982), Parkington (1986) y Wadley (1993). Cióse (1986) se ocupa de la nueva tecnologia del Haua Fteah, y Wendorf et al (1980) de los importantes desarrollos culturales del Wadi Kubbaniya, y más concretamente de las piedras para triturar o moler. Los primeros cambios tecnológicos ocurridos en el Asia occidental se describen en Bar-Yosef (1988. 1994b), Gilead (1991), Gilead y Bar-Yosef (1993) y en Olszewski y Dibble (1994). Por lo que respecta a los primeros objetos de arte del Asia oriental, véase Bednarik y Yuzhu (1991) y Aikens y Higuchi (1982). Zhonglong (1992) y Reynolds y Barnes (1984) describen los cambios de la industria lítica de esta parte del mundo. Y Anderson (1990) y Groube et al (1986) describen los yacimientos arqueológicos más antiguos del sureste asiático.

Los cambios culturales acaecidos en Europa a partir de hace 40 000 años se abordan de forma concisa en Mellars (1973. 1989a, 1989b, 1992), White (1982), Gamble (1986) y en Allsworth-Jones (1986). Hedges et al (1994), Bischoff et al (1989) y Cabrera y Bischoff (1989) suministran dataciones decisivas de la expansión de los humanos modernos. Sobre la primera tecnología del hueso, véase Kneeht (1993a, 1993b) y para la tecnología del abalorio, véase White (1989a, 1993a, 1993b). Delluc y Delluc (1978) y Hahn (1993) describen el arte más antiguo, mientras Bednarik (1992,1995) y Marshack (1990) proponen la existencia de arte ya en el tercer acto. Para una interpretación de la relación entre neandertales y humanos modernos, véase Harold (1989) y Mellars (1989a). Para el arte del último periodo glaciar en Europa, véanse Bahn y Vertut (1988), y para los desarrollos y adaptaciones tecnológicos durante el periodo álgido de la última glaciación, véanse Straus (1991), Jochim (1983) y Gamble y Soffer (1990). Para la prehistoria europea posterior, véanse Barton et al (1992) y Cunliffe (1994).