SORCHA HALE

Al despertar, Aiden se encontraba a mi lado. Sus ojos marrones estaban abiertos y me observaba con una sonrisa en su rostro. Intercambiamos una mirada y me acomodé en sus brazos apoyando la cabeza sobre su pecho. Lo único bueno de hacer reposo eran los cuidados de Aiden. La mayor parte del tiempo me sentía ansiosa por recuperarme e ir tras Blodwen pero en momentos como ese no sentía ninguna prisa.

Alguien golpeó la puerta y oí la voz de Dara. Unos minutos después, entró en la habitación con Zul a su lado. Había traído una canasta con comida y más velas. Se sentó en el banco y tras examinarme, me reprochó por tener la venda floja y la ajustó.

El mago permaneció en un rincón sin decir nada y una vez que Dara se fue tomó su lugar en el banco.

—Acompañaré a Dara, quiero hablar con Marcus —dijo Aiden—. Regresaré pronto.

Tomó mi rostro en sus manos con una suavidad de la que solo él era capaz y tras un dulce beso salió de la habitación.

Zul y yo comimos dos rebanadas de pan en silencio. Parecía ansioso y su mirada estaba fija en la puerta. Sus ojos grises decían demasiado, se encontraba molesto y cansado pero también había cierto brillo en ellos.

Sabía que quería hablarme pero Sorcha se encontraba en la cabaña y no quería arriesgarse a ser oído. Finalmente, cuando escuchó crujir la madera de la puerta de entrada se relajó.

—Esa debió ser Sorcha —dijo el mago.

—Oí su discusión anoche —respondí.

Zul apoyó la cabeza en sus manos y maldijo en voz baja.

—Esa mujer va a volverme loco.

—No tengo duda de eso —respondí.

Levantó la cabeza y me miró a los ojos, su expresión era de desesperación.

—No puedo ignorar mi atracción hacia ella y no puedo evitar sentirme molesto ante sus contestaciones. No quiero pensar en ella pero ahora que la veo todo el tiempo es imposible no hacerlo.

Sabía cómo se sentía. Estiré mi brazo y palmeé su hombro de manera amistosa. Quería decirle que debíamos atarla y dejarla así hasta que aprendiera modales pero eso no serviría de nada.

—Aiden conoce a Sorcha de cuando eran Nawas, puede aconsejarte mejor que yo —dije.

—Lysha le dijo que la usaría en mi contra porque yo sentía algo por ella pero no parece convencida. ¿Crees que debería decirle la verdad? —preguntó el mago—. Al menos dejaría de pensar que estamos conspirando para matarla.

Recordé sus palabras cuando desperté en la habitación junto a ella: «He vagado por los bosques durante semanas, ahora tengo una cama, comida caliente y un mago que quiere protegerme. No voy a arruinarlo». Sorcha era astuta y engañosa, si sabía la verdad sobre Zul podía aprovecharse de sus sentimientos y manipularlo.

—No. Es mejor que no digas nada, al menos hasta haber matado a los warlocks y destruido el Corazón del Dragón —respondí.

—El Corazón del Dragón…

Su expresión cambió, se volvió más atormentada y furiosa.

—Hice todo lo posible, me aferré a la piedra y usé mi magia para detenerlo, pero Blodwen… sentí frío y vacío… como si estuviera muriendo y no pudiera hacer nada para evitarlo —dijo Zul.

Recordé el enfrentamiento en el pasaje de Elnath.

—Sé a lo que te refieres, Dalamar hizo lo mismo conmigo. Es difícil de explicar pero sentí como si mi alma se estuviera congelando —respondí.

Asintió y luego sacudió levemente la cabeza como si intentara deshacerse del recuerdo.

—Decepcioné a Warrick —susurró.

—Blodwen se mueve por su cuenta y no sabe que el Corazón del Dragón puede quitarle su magia. Podemos usarlo a nuestro favor —dije.

—Sorcha dijo que hay una antigua fortaleza fuera de Lesath que pertenecía a su familia. No sabe con exactitud dónde se encuentra pero cree que Blodwen se dirige allí —dijo el mago.

Esperaba que Sorcha estuviera en lo cierto o nunca lo encontraríamos. De seguro Mardoc se uniría a él, eso si Akashik no lo eliminaba primero. No sabíamos dónde se encontraba Lysha o si había regresado a Izar a tomar su lugar. Agnof se encontraba demasiado aislado como para escuchar rumores de que alguien hubiera visto a la reina. Las personas de la corte debían sospechar que algo extraño sucedía. Hacía semanas que nadie la veía y poco a poco sus consejeros desaparecían también. ¿Quién estaría reinando? Akashik no cumplía ningún rol en la corte, nadie sabía de su existencia. Y ahora que Blodwen había escapado y que Mardoc probablemente había hecho lo mismo, no quedaba nadie más. El trono en verdad se encontraba vacío.

Lysha no tendría más opción que regresar y nombrar nuevos consejeros y asesores. Y estos serían personas normales, no warlocks. Poco a poco el engaño comenzaba a desmoronarse.

El día transcurrió tranquilo al igual que los días siguientes. Lo único que hacía era reposar, leer y pasar las tardes con Aiden, Zul y Braen. Apreciaba el descanso pero comenzaba a aburrirme y sabía que el mago se estaba poniendo ansioso por dejar pasar más tiempo en lugar de ir tras Blodwen.

Marcus y Dara eran amables con nosotros y nos proporcionaban todo lo necesario pero Agnof se encontraba lejos de ser mi pueblo favorito. Las noches eran demasiado frías y debido a que me rehusaba a comer alces y osos, solo podía comer los pocos granos que cultivaban.

Mi cintura comenzó a mejorar y una mañana me desperté feliz de comprobar que podía moverme sin sentir ningún tipo de dolor. Dara me había sacado los puntos el día anterior y por fortuna la herida había cicatrizado bien. Con suerte en poco tiempo más podríamos partir. Me levanté y fui hacia la sala donde se encontraba el hogar. Aiden me reprochó al verme e intentó persuadirme de que regresara a la cama pero no logró hacerlo. Ahora que por fin podía moverme lo último que quería hacer era quedarme en cama. Le pedí que me ayudara a practicar con Glace pero se negó rotundamente y le prohibió a Zul que lo hiciera. Ambos nos miramos y comenzamos a reír. El mago no sabía ni cómo empuñar una espada y no tenía ningún interés en aprender. Nunca lo habíamos discutido, pero sospechaba que él veía las armas como algo primitivo en comparación con la magia.

Por la tarde, Braen vino a visitarnos y junto a él vinieron dos chicas que no había visto con anterioridad. Una de ellas parecía de su edad y la otra era unos años mayor, ambas poseían rasgos similares, debían ser hermanas.

—Ella es mi amiga Adhara —dijo Braen señalándome.

Ambas me dirigieron una mirada curiosa y me saludaron con un gesto.

—Mikeila y su hermana Laria.

—Es un gusto conocerlas —dije.

—El gusto es nuestro —respondió la mayor, Laria.

Aiden se acercó a saludarla y el mago le hizo un gesto desde la silla en la que se encontraba frente al fuego. Parecían conocerse, ya que no se presentaron.

—¿Qué te trae por aquí, Laria? —preguntó Aiden.

—Quiero pedirle un favor a Adhara —respondió.

La miré extrañada, era raro que quisiera pedirme un favor siendo que no me conocía. La otra niña, Mikeila, le susurró algo al oído a Braen y ambos se rieron. Actuaban de manera sospechosa pero había algo encantador en verlos juntos.

—¿En qué puedo ayudarte? —pregunté.

—Dara me contó que tienes hermosas prendas, como la que llevas ahora puesta —dijo señalándome—. Me encantaría poder hacer algo similar para mí y para mi hermana, me pregunto si puedes prestarme uno de tus vestidos para usarlo de referencia.

Observé el vestido que llevaba puesto: era largo y suelto y la protegía del frío, pero no favorecía para nada su silueta.

—Sí, por supuesto. Iré por uno.

Fui hacia la habitación y tomé uno de mis vestidos de la bolsa de viaje: era beige y hacía tiempo que no lo usaba. Laria tenía pelo rubio cobrizo y ojos verdes al igual que su hermana, el color iría bien en ella.

—Aquí tienes —dije entregándoselo.

—Gracias, te lo regresaré en unos días —respondió.

—No es necesario, puedes quedártelo si quieres.

Las personas de Agnof habían sido amables al permitir que nos quedáramos en la cabaña y al ofrecernos comida, me agradaba poder hacer algo por ellos.

—¿Puedo quedármelo? —preguntó Mikeila contenta.

Asentí con la cabeza.

—Es muy grande para ti —dijo Laria.

—Puedes achicarlo —respondió Mikeila.

—Ese vestido luciría bonito en ti —dijo Braen.

Las mejillas de la niña se sonrojaron y le sonrió tímidamente. En verdad eran encantadores.

—¡Gracias, Adhara! Nos vemos luego —dijo Laria.

Aiden acompañó a los tres hacia la puerta. Por alguna razón el mago parecía entretenido con la situación, estaba leyendo un libro frente al fuego pero podía ver que se estaba esforzando por mantenerse serio.

—Zul.

—Adhara —respondió con la mirada en el libro.

—¿Qué es lo divertido?

Concentró su atención en el libro unos segundos más antes de cerrarlo y volverse a mí.

—Sorcha odia a los niños —respondió simplemente.

—¿Sorcha odia a los niños? ¿Cómo es posible? —pregunté.

Cómo alguien podía odiar a un ser dulce e inocente como Braen. Tal vez era a causa de Lysha.

—No lo sé —respondió el mago.

Tomé a Glace y comencé a limpiar su hoja con un pedazo de tela. Quería practicar, sentir la espada de nuevo en mi mano y saber que me encontraba en condiciones de pelear. Miré a Zul con curiosidad.

—¿En qué piensas?

—Tal vez no sea mala idea que te enseñe a usar una espada, podría resultarte útil —dije.

El mago me observó y luego dejó escapar una carcajada.

—¿Te encuentras tan desesperada por encontrar a alguien con quien practicar?

—Sí —respondí riendo.

—Tendrás mas suerte con Braen que conmigo —respondió Zul.

Se encontraba en lo cierto, no convencería al mago de que agarrara una espada.

—No creo que a sus padres les agrade la idea —dijo Aiden.

Eso era cierto y además no me animaría a hacer ningún movimiento contra él por miedo a lastimarlo.

—Practica conmigo, Aiden.

—No, aún no estás del todo recuperada —respondió.

Le dirigí una mirada molesta y me sonrió. Sabía que no podía enojarme con él cuando me miraba de esa manera. Regresé mi atención a la espada, a limpiar su hoja. Era la primera vez en la semana que nos encontrábamos los tres solos, sin Sorcha, Braen, Marcus o Dara.

—Hay algo que he querido decirles —dije.

Ambos volvieron su mirada hacia mí.

—Escuché la conversación que tuvieron Marcus y tú, Aiden —dije—. No estaba del todo consciente, pero recuerdo sus palabras. Él es el tío de Lysha, el hermano de su madre, Ciara.

—Sí, le conté la historia a Zul y estaba esperando para contártela a ti —respondió.

—La situación cambió, Lysha es hija de Akashik, lo cual significa que debemos matar a la reina de Lesath. Todos los familiares del padre de Lysha están muertos y Marcus renunció a su derecho al trono, el único que podría sucederle es su hijo.

—Marcus Ian —dijo Aiden.

Asentí, me alegraba de que Braen tuviera un hermano mayor, no sería bueno poner otro niño en el trono.

—¿Por qué te importa quién heredará el trono? —preguntó Zul—. Debemos concentrarnos en matar a los warlocks.

—No podemos dejar a Lesath sin un gobernante. Mi maestro Astran siempre decía que los humanos se vuelven egoístas y ambiciosos cuando se trata del poder y todo se vuelve caos. Si matamos a Lysha, Marcus Ian tiene que estar allí y ocupar el trono.

—Adhara tiene razón, todos los nobles de la corte van a pelear por el trono si no hay un heredero —dijo Aiden.

A juzgar por su expresión, ya había estado pensando en el tema.

—¿Dónde está Marcus Ian? —preguntó Zul.

—Marcus no quería decirme, así que tuve que preguntarle a Braen —hizo una pausa y agregó—: Marcus Ian se encuentra en la corte del Hechicero de Hielo.

El mago y yo intercambiamos miradas de sorpresa. ¿Por qué estaba Marcus Ian en la corte del Hechicero y no en Agnof con su familia?

La puerta se abrió abruptamente y Sorcha entró. Guardamos silencio y nos observó con desconfianza.

—Lamento interrumpirlos. ¿Estaban planeando cómo deshacerse de mí? —preguntó.

—No todo gira alrededor de ti, Sorcha —respondió Aiden.

Se paró frente al mago, con sus ojos azules fijos en él.

—Estás en mi lugar.

—Sí, estábamos planeando cómo deshacernos de ti. Probablemente te atemos a una silla y te clavemos esto —dijo Zul en tono irónico con el atizador en su mano.

—Me gustaría verte intentarlo, mago —respondió Sorcha—. Sal de mi lugar.

Zul abrió la boca y volvió a cerrarla, parecía estar controlándose para no decir nada grosero. Se puso de pie y le ofreció la silla, Sorcha le quitó el atizador de la mano y se sentó.

—¿Dónde has estado? —preguntó Aiden.

—Ayudando a Dara con la cosecha —respondió.

Eso me sorprendió, su actitud con Dara era diferente a su actitud hacia nosotros. Era la única que parecía apreciar Agnof. No la había visto mucho en los últimos días, ya que, por fortuna, había decidido no ir a visitarme a la habitación. Pero ahora que la veía en la silla mecedora, comiendo algo frente al fuego, lucía a gusto. Su expresión era más despreocupada de lo que jamás la había visto. Movía la leña con el atizador y miraba las chispas que salían del fuego. Me pregunté por qué le gustaba tanto jugar con el atizador. Zul parecía irritado por eso pero no hizo ningún comentario. Debía ser revelador poder hacer lo que quisiera sin tener que preocuparse por las órdenes y castigos del Concilio.

—Dime, Sorcha, ¿sabes cómo usar una espada? —pregunté.

—No —dijo Aiden de manera severa.

Sentí su mirada sobre mí pero lo ignoré, no tendría que ser cuidadosa con ella y ansiaba un buen duelo.

—A diferencia de Seith, no perdí mi tiempo con eso. La magia es el arma más confiable que uno puede tener, las espadas son tontas y rudimentarias —respondió Sorcha.

La miré indignada, en total desacuerdo con sus palabras. Para mi sorpresa, el mago dejó escapar una risa.

—Tú piensas lo mismo —dije ofendida.

—Coincido en que no hay arma más confiable que la magia —replicó Zul.

Sabía que pensaba de esa manera, al menos no se había atrevido a decir que las espadas eran tontas.

—Es irónico que piensen así —dijo Aiden—. Los dos fallaron con sus hechizos y ahora no pueden usar magia entre ustedes. No estoy seguro de que la magia sea tan confiable.

La expresión de Zul y Sorcha se transformó, parecían aun más indignados que yo.

—No sabes nada acerca de magia, ahórranos tu opinión —replicó Sorcha.

Aiden y yo intercambiamos miradas y reímos. Era la primera vez que el mago y Sorcha parecían estar de acuerdo en algo.

—Falta poco para el atardecer, iré a cortar más leña —dijo Aiden.

—Iré contigo.

—No, hace frío. Quédate aquí —respondió.

Lo miré extrañada, era inusual que Aiden no quisiera pasar tiempo a solas conmigo. A decir verdad, era la primera vez.

—Aiden tiene razón, está nevando —dijo Zul—. Es mejor que descanses, cuanto más rápido te recuperes, más rápido podremos partir. Yo lo ayudaré.

Permanecí en mi lugar sin decir nada, estaba cansada de que me trataran como si estuviera enferma.

—No es mala idea, con tu puntería probablemente le des a Aiden en lugar de al tronco y no tendremos que oír más de sus tonterías —dijo Sorcha.

—Tal vez deberías ir tú en vez de Aiden —repliqué.

Sorcha me miró molesta y le sostuve la mirada. Aiden se acercó a mí, me besó y fue hacia la puerta.

—Ayer a la noche te escuché quejarte del frío —le dijo el mago a Sorcha—. ¿Quieres que pida otra frazada?

—Quiero que te vayas a cortar leña y me dejes en paz —respondió Sorcha evitando su mirada.

—Espero que esta noche te congeles —replicó Zul.

Tomó el hacha que se encontraba en la pared y salió de la cabaña pegando un portazo.

Me encontraba furiosa, Sorcha había lastimado sus sentimientos sin razón alguna, cuando Zul se esforzaba por ser amable con ella. Me miró desafiante, retándome a que dijera algo.

—No puedes hablarle así, Sorcha —dije.

—Ya no sigo órdenes de nadie, puedo hacer lo que quiero —respondió.

Me puse de pie con Glace en la mano. Se levantó de la silla y fijó sus ojos en mí, lista para actuar en caso de que la atacara. Me obligué a calmarme. Sorcha era Sorcha Hale, descendiente de la Dama Draconis y la persona que quería Zul. Apoyé a Glace en la silla para demostrarle que no quería lastimarla, pero la dejé al alcance de mi mano en caso de que intentara algo. Recordé las palabras de Aiden, Sorcha estaba acostumbrada a órdenes y amenazas, tendría que intentar razonar con ella de una manera que no implicara violencia.

—Ya no eres una aprendiz de Nawa. No estamos esperando que cometas un error para cortarte la cabeza como lo harían Akashik o Blodwen y no pasamos nuestro tiempo conspirando para deshacernos de ti. Zul es una buena persona, no te atrevas a confundirlo con Seith —dije.

Sus ojos del color del hielo me observaban fijamente, parecía molesta y confundida.

—Solo me quieren para que los ayude a eliminar a los warlocks. Cuando estén todos muertos me van a eliminar a mí.

—A la única que voy a eliminar cuando terminemos con los warlocks es a Lysha —respondí.

Su expresión se relajó y pude ver que disimulaba una sonrisa.

—Aprecio que te encuentres dispuesta a ayudarnos, y también Aiden y Zul. Cuando todo termine, vamos a ser libres de vivir nuestras vidas y nadie va a intentar matarte. ¿Crees que Zul se va a preocupar de que no tengas frío si planea matarte? Es absurdo —dije.

Esperaba que eso hiciera cambiar su actitud, me había costado demasiado decir que apreciaba su ayuda, es más, no estaba segura de que lo hiciera.

—Cuando la hermana de Zul intentó matarme, detuviste la flecha. ¿Por qué? —preguntó Sorcha pensativa.

Recordé la escena de aquella noche y me apresuré a pensar una excusa.

—Estabas buscando comida. Si hubieras querido atacarnos, lo hubieses hecho —respondí.

—Eres extraña —dijo Sorcha aún pensativa.

—Los elfos me enseñaron a valorar la vida y no es un asunto que tome a la ligera.

—Aún no confío en ti, Adhara.

—Créeme, yo tampoco.

Se alejó de mí, fue hacia la puerta y dejó la cabaña. Esperaba que esa charla sirviera de algo, me conformaba con que tratara mejor al mago. No me sentía cansada pero fui hacia la habitación de todos modos. Me recosté en la cama y cerré los ojos, Zul tenía razón, cuanto más rápido me recuperara más rápido partiríamos.

Me encontraba recostada en la nieve, la sangre brotaba de mi cintura tiñendo de rojo todo a mi alrededor. No comprendía, Dara había cosido la herida y ya había sanado. ¿Por qué me encontraba allí? Una risa infantil resonó en mis oídos, Lysha me observaba, su expresión era de pura maldad. Estiré el brazo en busca de Glace pero no había rastros de la espada. Intenté detener la sangre con mis manos pero continuaba fluyendo como si fuera agua. No era posible, de haber perdido toda esa sangre estaría muerta. Había algo extraño en la situación, algo irreal. Todo era blanco y solo podía ver a Lysha. Aiden, Zul y Blodwen deberían esta allí, pero no estaban y debería haber un dragón en el cielo. Nada de esto era real, era un sueño. Estaba soñando y me encontraba consciente de ello. Cerré los ojos pensando en despertar pero, al abrirlos de nuevo, aún me encontraba allí. Esta vez no era Lysha quien se encontraba frente mí sino una sombra, una silueta negra. Me puse de pie, la sangre recorría mi pierna hasta la nieve roja. Quería despertar pero no podía hacerlo, era desesperante. La sombra se veía más claramente con cada intento que hacía por despertarme. Cerré los ojos concentrándome y al abrirlos ya no había una sombra, sino Seith.

Mis labios se encontraban fríos, era como si me estuvieran besando pero no sentí la calidez o la familiaridad que sentía con Aiden. Me desperté de manera abrupta y aparté de un empujón a la persona que se encontraba sobre mí, a la persona que me había besado. Seith.

Estiré la mano y tomé la empuñadura de Glace y la mística que se encontraban a mi lado, bajo las sábanas. El sueño había sido su obra, había sentido magia en él, al igual que la vez que había soñado con Zul.

—Lograste despertar —dijo Seith—. Es una lástima, hubiese sido más práctico matarte mientras dormías.

—Me besaste —dije perpleja y furiosa.

Su expresión ya no era la misma de siempre, no era fría e inexpresiva, había fuertes emociones en ella.

—Un beso de despedida —respondió.

Llevé la mano hacia mis labios, de haberme despertado antes lo hubiera podido evitar.

—Si crees que será fácil matarme te probaré cuan equivocado estás —dije.

Fijó sus ojos sobre mí por unos segundos y luego maldijo en voz baja. La mística que Grigor me había dado dio resultado, su magia no funcionaría.

—No puedes valerte de tu magia. ¿Quieres vencerme? Pelea —dije levantando a Glace.

Hizo una mueca como si la situación le resultara graciosa.

—No aquí, no quiero que tus amigos nos interrumpan —dijo.

Se dio vuelta para agarrar la capa que había sobre mi bolsa de viaje. Me quité el collar que Aiden me había regalado y lo dejé en las sabanas, sabía que nunca me lo quitaba, era el único mensaje en el que podía pensar.

Seith puso la capa sobre mis hombros bruscamente y tiró de mi brazo en dirección a la ventana. No tenía sentido que me resistiera, tenía más fuerza que yo y conjuraría una espada en cuestión de segundos. Iría con él y pelearía. Sabía acerca de Agnof y era una amenaza para Marcus y su familia, no podía permitir que le dijera a Akashik que se encontraban con vida.

Salí por la ventana y lo seguí a través de la nieve. El sol aún se encontraba detrás de las montañas, la luz del día no se había ido del todo. El aire era frío y áspero contra mi piel, la nieve era profunda y mis pies se enterraban con cada pisada. No eran buenas condiciones para un duelo con espadas.

Miré alrededor pero no había nadie. Los árboles de tronco grueso que cortaban para hacer leña se encontraban del otro lado de la cabaña. Seith se volvió hacia mí, nuestras miradas se cruzaron brevemente y luego regresó su atención al camino y tiró de mi muñeca con más fuerza.

No estaba segura de hacia dónde íbamos o cuánto tiempo más caminaríamos, pero al llegar a un claro despejado de árboles se detuvo y me arrojó al suelo.

Mi espalda golpeó contra la nieve y salté sobre mis pies, colocándolos en la posición correcta, con la espada lista en mi mano. Seith tomó una rama y caminó alrededor de mí, marcando un gran círculo en la nieve. Al terminar, la rama se transformó en una espada e hizo un tajo en su mano. Una gota de sangre cayó sobre la unión del círculo y por un momento la circunferencia se volvió del color de la sangre.

—Esta vez nadie va a interrumpirnos. La sangre le da mayor fortaleza el hechizo, nadie entra ni sale del círculo, no hasta que estés muerta —dijo Seith.

Tomé la empuñadura con mayor fuerza, había estado demasiado cerca de la muerte como para saber que haría todo lo posible para nunca volver a estarlo.

—Mi sangre cerró el círculo y mi sangre es lo único que puede volver a abrirlo. Prepárate para morir, Adhara.