—Mantendré la luz un poco más y luego será tu turno —dijo Zul—. Con Adhara cometimos el error de agotarnos, si cada uno la mantiene unos minutos y el otro descansa estaremos bien.
—Sé lo que debo hacer, no es necesario que me hables —respondió Sorcha.
—Salvé tu vida, podrías demostrar un mínimo de agradecimiento —replicó el mago.
—Esa mocosa me engañó, toda mi vida la tomé por una pobre inútil y fue eso lo que vi cuando me encontró —respondió.
Podía oír las voces de Zul y de Sorcha. Abrí los ojos y todo era oscuridad. ¿Qué había sucedido? ¿Dónde estábamos? El suelo se movía debajo de mí, estiré la mano y sentí pelo suave y corto. Me encontraba arriba de Daeron. Una escasa luz iluminaba adelante y vi la silueta del mago con una esfera de luz flotando a su alrededor. Otra silueta con pelo rojo cayendo por sus hombros lo seguía de cerca. Bajé la mirada, Aiden se encontraba en el suelo llevando las riendas de Daeron. Apenas lograba ver su rostro pero lucía preocupado.
—De no ser por Grigor no sé lo que hubiese sucedido —dijo Zul—. Fue generoso de su parte ayudarnos sin pedir nada a cambio.
—Hubiese cambiado lo que fuera con tal de que nos llevara hasta Agnof. Solo necesitaba volar sobre la montaña y estaríamos allí —respondió Aiden.
—No puede faltar mucho, llegaremos a tiempo —dijo el mago—. Adhara es fuerte, sé que aguantará hasta allí.
—Al paso en que te mueves dudo que lleguemos —replicó Sorcha—. ¿Qué es tan especial sobre ella? Lesath se encuentra lleno de mujeres.
—Cállate, Sorcha. Adhara te salvó la vida, de no haber detenido la flecha que te arrojó Zada, no estarías aquí con nosotros —le espetó Aiden.
Me sentía mareada y dolorida. Todo se volvió borroso de vuelta.
—Esa muchacha tenía una puntería mediocre. Podría haberla destrozado en un abrir y cerrar de ojos —respondió.
—Esa muchacha es mi hermana, no vuelvas a hablar mal de ella o de Adhara en mi presencia.
El mago sonaba enojado, Sorcha sonaba tan arrogante y tonta. ¿Cómo podía sentirse atraído por ella?
Silencio. Lo único que podía oír eran las pisadas de los caballos y las respiraciones agitadas debido a la poca circulación de aire. Mi respiración no sonaba agitada, sino débil. Cada vez me sentía más lejos de ellos y de todo lo que me rodeaba. Era como si poco a poco me estuviera desvaneciendo.
—¿Por qué creyó Lysha que me cambiarías por el Corazón del Dragón? —preguntó Sorcha.
Imaginé el rostro tenso de Zul. Esperaba que no le dijera la verdad, no merecía saberla.
—El hechizo ha comenzado a cansarme, cuando cuente tres lo dejaré desvanecer y será tu turno —dijo Zul.
Acaricié el pelo de Daeron, no podía abandonarlo, no quería. Quería quedarme con él, Aiden y Zul. Todo se volvió oscuro y luego otra luz apareció. Intenté aferrarme a lo que veía desesperadamente pero sin éxito.
La herida no solo me dolía sino que también me picaba. No recordaba haber sentido eso antes. Oí voces alrededor pero no podía distinguir lo que decían. Aún me encontraba viva, o al menos eso creía. Entreabrí los ojos y vi el rostro de una mujer. La había visto con anterioridad pero no recordaba dónde.
Podía sentir sus manos en mi cintura, eran frías y estaba haciendo algo que me provocaba picazón. La observé y su nombre vino a mi mente: Dara, la madre de Braen.
Debíamos encontrarnos en Agnof. Estaba cosiendo mi herida, pero no lo estaba haciendo bien, los elfos eran curadores bastante más capaces que los humanos. Mi padre se horrorizaría si viera la distancia que dejaba entre puntada y puntada.
No estaba segura de si el dolor había disminuido un poco o me había acostumbrado a él, de modo que ya no me resultaba tan intenso. Sentía calor, como si mi piel se encontrara en llamas.
Alguien puso un paño de agua fría en mi frente, era refrescante. Quería agua pero no quería hablar. Separé los labios esperando que una de las gotas del paño bajara por mi rostro hasta mi boca.
—Agua, tiene sed —dijo Aiden.
—Iré por ella —respondió una voz.
Busqué los ojos de Aiden agradecida de que hubiese entendido lo que quería.
—Estarás bien, Adhara. Lo prometo. Dara está cerrando la herida —dijo Aiden.
Le sonreí, lo cual era bastante difícil de hacer considerando lo mal que me sentía. Una figura se aproximó con agua y Aiden me acercó el vaso. Era la sensación más refrescante que había experimentado.
Los ojos se me cerraron, odiaba que eso sucediera; era incapaz de mantenerme despierta sin importar cuánto lo intentara.
—He hecho lo mejor que pude con la herida, debemos dejarla descansar y rezar para que baje su temperatura —dijo Dara.
Había soñado pocas veces en mi vida y, sin embargo, ahora soñaba cada vez que cerraba los ojos. Era confuso, por momentos no sabía si estaba despierta o dormida. Las escenas se repetían en mi mente. Lysha corriendo hacia mí y luego riendo siniestramente. En varias ocasiones llevé mi mano a la herida pensando que aún sangraba, alguien tomaba mi mano cada vez que lo hacía y me aseguraba que estaba cerrada. Quería poder despertar y mantenerme lo suficientemente consciente y lúcida como para saber qué estaba pasando, pero me sentía afiebrada y débil y solo tenía voluntad para dormir.
El ruido de voces me despertó. Intenté escuchar las palabras para tener cierta noción de lo que estaba ocurriendo.
—Luces cansado, muchacho. ¿Has dormido algo?
—Un par de horas ayer. No quería hacerlo pero Zul me obligó —respondió Aiden.
—Aún parece tener temperatura pero creo que es seguro decir que vivirá —dijo Marcus.
Aiden dijo algo que no logre oír.
—Tú y yo debemos tener una conversación honesta. Sé que no fueron atacados por un grupo de salvajes que vivían en la montaña. Tú y la chica parecen espadachines capaces y estoy seguro de que Zul tiene sus secretos, además no hay salvajes allí. No insultes mi inteligencia y dime la verdad. ¿Fueron aquellos magos oscuros los que hicieron eso?
Silencio.
—¿Sabes acerca de los warlocks? —preguntó Aiden.
—Mi nombre completo es Marcus Rainhart, la reina Ciara era mi hermana mayor.
Aiden debía estar tan sorprendido como yo.
—Cuéntame tu historia y te contaré la nuestra —dijo Aiden.
Marcus suspiró y comenzó a hablar.
—Un tiempo después de su boda, Ciara comenzó a actuar de modo extraño. Intenté hablar con ella en varias ocasiones pero se negaba a oírme. Hasta que un día finalmente lo hizo… Creí que su esposo podía estar maltratándola pero no era eso. Me contó que se había enamorado de un noble que estaba viviendo a escondidas en el castillo. Durante meses averigüé todo lo que pude acerca de quién era él, hasta que descubrí la verdad. Era un mago oscuro que practicaba magia negra. Y no estaba solo, había otros como él, escondiéndose en un recámara oculta del castillo. Traté de hacer que Ciara entrara en razón pero ella lo adoraba, era como hablarle a oídos sordos. No podía decirle la verdad al rey porque la juzgaría por traición, no sabía cómo ayudarla. Me mantuve callado y el tiempo pasó. Cuando nació mi primer hijo, Marcus Ian, temí por nuestra seguridad. La mitad de la familia del rey había muerto en extraños accidentes y sabía que no podía ser casualidad. Le dije a Ciara que quería vivir una vida sencilla lejos de la corte y firmé un documento renunciando a mi derecho al trono en caso de que algo le ocurriera. Pensé que eso sería suficiente, pero me equivoqué —Marcus hizo una pausa—. Teníamos parientes lejanos aquí y el lugar se encontraba bastante alejado de Izar. Pensé que viviríamos en paz, hasta que un día creí ver al mago rondando por el pueblo. Akashik. Preparé todo para escapar pero no había venido por nosotros. Unos días después una terrible plaga se expandió por Agnof.
¿Akashik era el responsable de la plaga? ¿Había matado a todo un pueblo solo para asegurar la muerte de unos pocos?
—¿La plaga fue obra de Akashik? —preguntó Aiden incrédulo.
—No puede haber sido coincidencia —dijo Marcus.
—Se ocultaron en las cuevas y sobrevivieron a su maldición. Permanecieron aquí escondidos —dijo Aiden.
—Todos los días rezamos por las almas de aquellos que murieron a causa de la plaga. Las demás familias lo hacen por bondad, yo lo hago por culpa. Era yo quien debía morir, no todos los demás —dijo Marcus con voz afligida.
—Akashik es el culpable de lo que ocurrió —respondió Aiden.
Silencio.
—Cuando oí que mi hermana había muerto y que su hija asumiría el trono supe que aquel monstruo había triunfado, y que sería quien tomara todas las decisiones —dijo Marcus—. Siempre me pregunté quién sería el verdadero padre. Pobre niña.
Me odié por haber creído lo mismo: pobre niña, pobre marioneta encerrada en su propio castillo. La arpía era tan engañosa como su padre.
—Lysha es hija de Akashik y fue quien atacó a Adhara —dijo Aiden con frialdad.
Marcus maldijo. Su sobrina, la reina de Lesath, era tan oscura como aquel que había seducido a su hermana.
Aiden le contó acerca de sus padres y Marcus pareció recordarlos. Le relató cómo habíamos estado escapando del Concilio y acerca de la lucha en Elnath. Me fui quedando dormida de a poco hasta que me dormí por completo.
Abrí los ojos, me sentía diferente, consciente. Llevé la mano hacia mi cintura y percibí un vendaje, se encontraba limpio y sin sangre, eso era bueno. Intenté moverme, pero el dolor volvió de forma repentina. Respiré. Al menos me encontraba con vida y ya no sentía sueño. Miré alrededor, no reconocí la habitación. Pensé que me hallaba sola, hasta que vi a alguien observándome desde un rincón.
—¿Sorcha?
Tal vez aún estaba alucinando.
—¿Esperabas despertar junto a Aiden? —preguntó.
Sorcha sonrió de manera burlona y se acercó a la cama.
—Tú fuiste quien se interpuso en mi camino en el pasaje de Elnath, impidiéndome cumplir con mi tarea —dijo—. ¿Qué harías si conjurara a la Muerte Blanca ahora? Pareces algo frágil para luchar contra una serpiente.
Mi cuerpo se tensó, miré alrededor, no había rastros de mi espada.
—Salvé tu vida —respondí.
—Lo sé —hizo una pausa y agregó—. He vagado por los bosques durante semanas, ahora tengo una cama, comida caliente y un mago que quiere protegerme. No voy a arruinarlo.
La miré en silencio.
—Iré por Aiden, es la primera vez que has dicho algo coherente en dos días —dijo Sorcha.
Salió de la habitación y me relajé, acostumbrarme a su presencia iba a ser difícil. ¿Había estado inconsciente durante dos días? Lo último que recordaba con claridad era a Aiden y Zul peleando en la nieve y luego cargándome por el túnel. ¿Qué había pasado con Lysha y Blodwen?
—Adhara.
Aiden entró en la habitación y vino hacia mí.
—¿Cómo te sientes? —preguntó preocupado.
—Algo dolorida, pero bien —respondí.
Se sentó en la cama y apoyó su mano en mi frente.
—Luces mejor y te ha bajado la fiebre —dijo Aiden.
Acarició mi mejilla, sus ojos se apoderaron de los míos y me perdí en su mirada.
—Luce pálida y apenas puede moverse.
Sorcha se encontraba en la puerta observándonos.
—Pronto me recuperaré y desearás no haber dicho eso —respondí molesta.
Intenté incorporarme pero Aiden me sostuvo contra la almohada.
—Aprecio que me hayas avisado que ha despertado pero me gustaría algo de privacidad, Sorcha —dijo Aiden—. Ve a ayudar a Zul con la leña.
—No me des órdenes —replicó.
—Es una sugerencia —respondió Aiden en tono brusco.
—No puedo negar que necesita ayuda, tras verlo ayer es más probable que se corte él mismo antes que al tronco —dijo Sorcha.
Cerró la puerta tras ella y oí sus pisadas alejándose.
—Mantenla alejada de mí. —dije.
Aiden asintió y tomó mi rostro en sus manos. Nos miramos detenidamente, podía ver el alivio en sus ojos, era el mismo alivio que sentía yo de estar viva y con él.
—Por un momento pensé que te iba a perder —susurró.
—Hice todo lo posible por quedarme a tu lado —respondí.
Sentí sus labios sobre los míos y lo rodeé con mis brazos aferrándome a él. Permanecimos así por un rato hasta que volvimos a hablar.
—¿Qué pasó? No recuerdo mucho de la pelea.
—Grigor nos ayudó, atacó a Lysha, Seith y Blodwen con fuego. Fue inesperado, sucedió rápido y ellos huyeron en diferentes direcciones —dijo Aiden.
—Hubiese disfrutado verlo tragarse a Lysha —respondí.
—También yo —hizo una pausa y agregó—. Blodwen tiene el Corazón del Dragón.
—¡¿Qué?!
Aiden anticipó mi reacción y me sostuvo con sus manos para evitar que me levantara.
—Usó magia negra contra Zul y se escapó con la piedra.
—¿Por qué no lo siguieron? —pregunté.
—Te estabas muriendo, Adhara. En lo único que podíamos pensar era en cómo hacer para salvarte —replicó Aiden.
Warrick nos había confiado el Corazón del Dragón y lo habíamos perdido en solo horas, lo habíamos decepcionado. No podía imaginarme cómo debía sentirse Zul.
—Blodwen sabe que Akashik los traicionó, anda por su cuenta y Sorcha cree saber hacia dónde se dirige. Lo encontraremos —dijo Aiden.
Lo pensé detenidamente. Blodwen no era tan fuerte como Akashik, si utilizaba el Corazón del Dragón y lográbamos quitárselo, perdería su magia y sería fácil terminar con él.
—¿Sorcha accedió a ayudarnos?
—Fue fácil convencerla luego de lo que le hizo Lysha —respondió Aiden—. La tuvo de rehén durante días y quiere vengarse.
No era la única que quería venganza.
—Realmente creí que era una niña inocente, me cuesta creer que me haya engañado de esa manera. Fui tan tonta.
Me sentía enojada conmigo misma. Akashik me había manipulado como al resto de sus víctimas. De alguna manera debí darme cuenta.
—Nos engañó a todos —dijo Aiden.
Suspiré y hundí la cabeza en la almohada. Aún nos quedaba un largo camino por recorrer, pero me sentía aliviada de saber que podría hacerlo. Había sobrevivido.
La puerta se abrió y el mago apareció tras ella.
—Adhara.
—¡Zul! —respondí.
Me sonrió y tras intercambiar una larga mirada se abalanzó hacia mí y me abrazó. Reprimí una mueca de dolor e intenté no moverme mientras le devolvía el abrazo.
—Sé más cuidadoso —le advirtió Aiden.
Zul aflojó la presión y me soltó alejándose un poco.
—No vuelvas a asustarnos de esa manera —dijo el mago.
—Lo dices como si hubiera tenido otra opción —respondí.
Dejé escapar una risa y al hacerlo el dolor se extendió por mi cuerpo. Al parecer no podía hacer nada sin sentir dolor. Observé a Zul, había algo diferente en él, se notaba cansado y podía ver preocupación en sus ojos grises, pero también había cierto brillo en su mirada que no había visto con anterioridad.
Sorcha se asomó a la puerta y permaneció allí en silencio. Cada vez que la veía, mi cuerpo se tensaba como si me encontrara en peligro. La observé más detenidamente, llevaba un vestido de confección simple y mangas largas debajo de su capa roja. Debía ser de Dara, ya que era similar al que ella llevaba y el material parecía abrigado.
Dara entró en la habitación con Braen a su lado. El niño me saludó alegremente al ver que me encontraba despierta y me ofreció un vaso con agua. Besé su mejilla en agradecimiento y al ver su tímida sonrisa me di cuenta de lo que en verdad significa la inocencia. De haber conocido a Braen antes que a Lysha hubiese notado la diferencia. Había algo natural en Braen, algo que ahora que lo pensaba, había sido más forzado en Lysha.
—Gracias por tu ayuda, Dara. Tus cuidados me han salvado —dije.
—Habías perdido tanta sangre que dudaba de que sobrevivieras. Me alegra que lo hayas hecho, eres demasiado joven para morir —respondió.
Le pidió a Braen que dejara la habitación y me cambió el vendaje en silencio. Su expresión era seria y parecía concentrada en lo que hacía. Sin duda era una mujer fuerte, debía serlo para cuidar a su familia en un lugar frío y aislado como Agnof.
—Espero no haberte causado demasiadas molestias —dije.
—No más de las necesarias —respondió simplemente.
Aguardé en silencio sin saber qué más decir. Terminó de cambiarme el vendaje, me tomó la temperatura apoyando su mano sobre mi frente y luego fue hacia la puerta. Me acomodé en la almohada para dormir un rato y noté a Dara observándome. Parecía indecisa pero su expresión se volvió resuelta.
—Esta es la habitación de mi hijo Marcus Ian —dijo—. Permití que te quedaras aquí porque en el estado en que te encontrabas necesitabas atención constante. Ahora que has mejorado, tú y Aiden pueden quedarse con Zul y Sorcha en la cabaña.
—De acuerdo —hice una pausa y agregué—. A mi madre tampoco le agradaría dejar a un extraño en mi habitación.
—Marcus me contó que fue su sobrina quien te atacó. Ella y aquellos magos oscuros los buscan a ti y a tus amigos, no es seguro para mi familia que estén aquí —dijo.
La miré en silencio, no sabía por qué me sorprendía tanto, sus palabras eran ciertas.
—Sé que son buenas personas pero debo proteger a mi hijo —agregó Dara.
—No quiero poner a Braen en peligro. Le diré a Aiden que me lleve a la cabaña —respondí.
Asintió y dejó la habitación. No había pensado en eso, pero se encontraba en lo cierto. Recordé la conversación entre Marcus y Aiden, si Akashik se enteraba que estaban con vida los mataría. Ahora que lo pensaba, Lysha era uno de ellos, al matarla dejaríamos a Lesath sin su reina. La familia de su padre estaba muerta y Marcus era el hermano de su madre. Él no podría sucederla ya que había renunciado a su derecho al trono, por lo tanto el siguiente en la línea era Braen. Observé la habitación, Braen tenía un hermano mayor, Marcus Ian. Si Lysha moría, le correspondería a Marcus Ian sucederla.
La cabeza comenzó a dolerme y cerré mis ojos hasta quedarme dormida. Descansé hasta al atardecer y luego vinieron Aiden y Zul a llevarme a la otra cabaña. Por alguna razón el mago lucía contento e incluso aliviado con mi mudanza, sospechaba que se encontraba relacionado con Sorcha.
Aiden me tomó en sus brazos y Zul tomó a Glace y mi bolsa de viaje. Al salir, el aire frío me heló la cara, había olvidado lo frías que eran las noches. Me acurruqué contra el pecho de Aiden y me tapé con mi capa. Una de las familias de Agnof había estado arreglando una de las cabañas abandonadas para uno de sus hijos mayores y había permitido que Zul y Sorcha se quedaran en ella, ya que en la casa de Marcus no había lugar suficiente. Aiden se había negado a dejarme y había estado durmiendo en una silla en la habitación.
Un copo de nieve mojó mi rostro y me di cuenta de que estaba cayendo nieve del cielo. Era la primera vez que veía nevar, era frío y hermoso. Todo a nuestro alrededor se había vuelto blanco.
La cabaña era más chica que la de Marcus pero la madera tenía un aspecto más nuevo, debían haber reconstruido gran parte de ella. Sorcha se hallaba sentada en una silla mecedora frente a un pequeño hogar. Me dirigió una mirada molesta y continuó moviendo la leña con un atizador.
Aiden me llevó a una de las habitaciones, era pequeña y a excepción de la cama y un banco de madera se encontraba vacía. Me depositó cuidadosamente sobre el colchón y me tapó con una frazada. La fiebre había disminuido bastante pero no se había ido del todo, por momentos sentía frío y luego comenzaba a transpirar y a sentir calor.
Oí voces discutiendo, Aiden se sentó en el banco dejando escapar un suspiro. Lo miré con curiosidad.
—¡No estoy extinguiendo el fuego!
—La leña debe durar hasta mañana, deja eso —dijo Zul.
Algo metálico golpeó contra el suelo y supuse que era el atizador.
—Supongo que quieres que duerma aquí en el piso ahora que ella está aquí —dijo Sorcha.
—No. Quédate en la habitación en que has estado durmiendo, yo dormiré aquí en mi bolsa de dormir.
La cabaña tenía dos habitaciones y hasta el momento no habían tenido problema, ya que habían sido solo ellos dos.
—¿Dormirás aquí para dejarme la habitación? ¿A qué estás jugando, Zul? —preguntó Sorcha con desconfianza.
—No estoy jugando a nada, Sorcha. Solo intento ser cortés —respondió el mago.
Silencio.
—Si mi magia funcionara contra ti, te hechizaría para que digas la verdad —dijo Sorcha.
—Si mi magia funcionara contra ti, te hubiera hechizado hace días solo para hacerte callar —replicó Zul.
Eran peor que Aiden y yo cuando nos conocimos.
—Estoy diciendo la verdad. Quiero que estés cómoda —hizo una pausa y agregó—. Supongo que Zafir y Seith no eran demasiado atentos contigo.
Silencio. Oí pasos y luego un portazo. Al parecer, Sorcha había terminado la discusión. Aiden y yo intercambiamos miradas. Pobre Zul, ahora comprendía por qué se alegraba de que estuviéramos con él. Debía ser terrible estar solo con Sorcha si discutían de esa manera.
Quería pensar que ahora que viajaba con nosotros había una posibilidad para que estuvieran juntos pero ni siquiera podían tener una conversación civilizada.
Aguardamos unos minutos antes de hablar, en caso de que Zul viniera a la habitación, pero parecía haberse ido a dormir.
—Voy a tener una charla con Sorcha —dije.
Aiden dejó escapar una risa.
—Tú y yo solíamos pelear al principio.
—No así —respondí.
Sorcha y Zul habían sido enemigos durante años y habían intentado matarse recíprocamente. Su situación era bastante más compleja que la nuestra.
—Siempre odié a Sorcha pero ha tenido una vida complicada. En parte entiendo por qué actúa así —dijo Aiden.
—Tú fuiste un aprendiz de Nawa y no eres así —respondí.
—Sorcha es una mujer. Zafir y Seith siempre fueron crueles con ella y entre ellos mismos, solo les interesaba el poder y se veían como competencia. Y el Concilio solo le daba órdenes y amenazas de muerte si no las cumplía —dijo Aiden—. Creo que está a la defensiva porque sospecha que vamos a tratarla de la misma manera. Es lo único que conoce.
Las palabras de Aiden tenían sentido. No podía creer que Zul intentara ser caballero con ella, porque nunca nadie lo había sido.
—Zul va a perder la cabeza —dije.
—Aún me resulta difícil creer que tenga sentimientos por ella —replicó Aiden.
A mí también me había resultado difícil de creer al principio pero sabía que en verdad estaba enamorado de ella.
Quedaba poco de la vela que iluminaba la habitación y no tardaría en extinguirse. Dara me había dicho que debía cambiarme la venda antes de dormir y me había dado un ungüento de hierbas que debía pasarme por la herida. Pensé que ella vendría a hacerlo, pero al parecer había decidido que podía arreglarme por mi cuenta.
Llevé las manos hacia la venda y al levantar la cintura para pasarla por debajo y enrollarla, no pude evitar hacer una mueca de dolor.
—¿Qué haces? —preguntó Aiden.
—Tengo que cambiar la venda.
Me sentía irritada, no me gustaba estar con vendas o sentir dolor.
—Yo lo haré —respondió.
Aiden se puso de pie y tras agarrar vendas nuevas y el ungüento verde de mi bolsa de viaje se sentó en el borde de la cama. Levanté mi camisola dejando visible mi cintura y mis mejillas se sonrojaron. Retiró la venda cuidadosamente y después de pasarme la pasta verde sobre los puntos de la herida, enrolló la venda nueva alrededor de mi cintura. Sus manos eran suaves sobre mi piel. El ambiente se volvió más íntimo. Cuando terminó con la venda, acarició mi pelo y se inclinó hacia mí para besarme. Sus labios eran dulces y cálidos, aquellas emociones sobre las que no tenía control se apoderaron de mí en segundos. Intentó alejarse un poco pero lo atraje hacia mí. El beso se volvió más intenso. Sus manos se enredaron en mi pelo y me sostuvo contra él, despertando todo tipo de sensaciones.
—Tu herida —dijo deteniéndose abruptamente.
A juzgar por su expresión no quería detenerse, apenas había logrado separar sus labios de los míos y su mirada poseía tal intensidad que solo podía pensar en perderme en sus brazos.
—No me importa —respondí.
Tomé su rostro en mis manos y fundí mis labios contra los suyos, esto eliminó cualquier duda que pudo haber tenido, ya que Aiden me atrajo hacia sí como nunca antes. Rodeé su cuello con mis brazos y le agradecí a las estrellas el estar con vida.