UNA MALA IDEA

La puerta se abrió detrás de mí y la reina Lysha apareció tras ella, me miró con curiosidad, sorprendida de encontrarme sentada frente a su puerta. Sus ojos estaban algo vidriosos como si hubiera estado llorando. Me puse de pie y le ofrecí la bandeja.

Lysha me sonrió, la tomó en sus manos y con un gesto me invitó a pasar.

Sin duda tenía la mejor habitación de la posada, era espaciosa y Goewyn la había llenado de flores. Me miró con timidez, insegura sobre qué decir.

Aún estaba molesta con ella, su ligereza para hablar y su falta de sentido común me irritaban, no podía evitarlo. Pero había salvado mi vida.

—Siento la forma en que me comporté, Lysha. No debí gritarte.

Lysha se sentó en el escritorio y miró la sopa antes de volverse hacia mí.

—Acepto tu disculpa, Adhara.

Su tono de voz y su postura me recordaron al baile de máscaras, como si estuviera sentada en el trono y yo fuera uno de sus súbditos.

—Lamento si dije algo que te molestó —agregó Lysha—. No quiero que te enojes conmigo, deseo que seamos amigas.

Aquella expresión inocente y triste apareció en su rostro de nuevo, la misma que había puesto cuando llegamos a Zosma y me había molestado porque llevaba su rostro descubierto. Era difícil no ser amable con ella.

—No estoy enojada contigo, pero debes comprender que a veces es mejor guardar silencio. No le dije la verdad sobre Seith a Aiden porque sabía que se molestaría y sería peor —respondí—. No debiste hablar.

—No pensé en ello, fui tonta. Debí darme cuenta —dijo Lysha con angustia.

—Lo peor ya pasó, solo intenta ser más cuidadosa.

—Debe ser lindo tener a alguien que se preocupe por ti de esa manera —su voz se quebró e intentó reprimir un sollozo.

Intentó esconder su rostro, pero pude ver lágrimas recorriendo sus mejillas. Los warlocks habían matado a todos sus familiares dejándola sola en aquel castillo. Me acerqué a ella y palmeé su espalda intentando consolarla.

—Eres la reina Lysha de Lesath, eres querida por todos a los que gobiernas. Solo mira a Goewyn —dije—. Sé que tu vida debió ser solitaria, pero ahora tienes el poder de tomar tus propias decisiones.

—Aun así me encuentro sola, no tengo lo que tú tienes. Aiden y Zul son tus amigos, no tus súbditos. Puedes contar con ellos —se lamentó la reina.

—Sé cómo te sientes, yo me sentía de la misma manera cuando vivía en Alyssian. Una vez que terminemos con los warlocks podrás ocupar tu lugar en el trono y tomar tus propias decisiones. Puedes contar conmigo —le dije.

Era extraño, no me sentía tan cercana a ella, apenas la conocía, pero aun así quería mantenerla a salvo y que tuviera la misma oportunidad que había tenido yo de elegir qué quería hacer con mi vida. Los warlocks habían tomado todas las decisiones por ella, era hora de que tomara el asunto en sus manos.

—Gracias, Adhara. Me siento mejor.

Por un momento creí que me abrazaría pero permaneció allí sentada, secó sus lágrimas y probó la sopa dedicándome una sonrisa.

—Debes ser fuerte, Lysha. Debes pelear por lo que quieres —dije.

—Lo haré —respondió.

Fui hacia la puerta, Zul se enfadaría conmigo por dejarlo solo pero no tenía ninguna intención de regresar abajo. Me encontraba cansada y había muchos pensamientos que quería evitar hasta la mañana siguiente.

Mi habitación estaba oscura y silenciosa, era lo que necesitaba. Me acosté y me esforcé por dejar mi mente en blanco, esperando que el sueño se apoderase de mí, me llevó un tiempo dormirme pero finalmente lo logré.

Sentí como si hubiera estado durmiendo por apenas unos minutos, cuando escuché un ruido y la puerta se abrió con un leve crujido. Una silueta entró caminando despacio para no hacer ruido. Era Aiden.

Se acercó a mí y tras intercambiar nuestras miradas me besó la frente. Se veía agotado, tenía ojeras y parecía incapaz de mantener los ojos abiertos. Me corrí hacia al costado haciéndole lugar y se acostó a mi lado sin decir nada, en solo segundos se encontraba completamente dormido.

Esta vez el sueño vino fácil, me sentía más segura durmiendo junto a él.

Los rayos de sol que se filtraron por la cortina me despertaron. Aiden se encontraba profundamente dormido a mi lado. Me cambié silenciosamente y tras cerrar bien las cortinas le di una última mirada antes de cerrar la puerta. Necesitaba hablar con Zul, había temas que debíamos resolver. Era temprano pero podía oír movimiento en el piso de abajo. Fui hacia la habitación del mago, cuando entré no se percató de mi presencia, sus sentidos debían estar relajados. Era extraño que Zul bajara la guardia. Me acerqué a él y tras sacudir su brazo gentilmente, se despertó sobresaltado. Por su expresión noté que estaba a punto de hacer un hechizo pero se detuvo al verme.

—Adhara… No vuelvas a hacer eso —me espetó el mago.

—No pensé que fueras a tener la guardia baja —respondí.

—Es la primera vez que duermo bien en días —dijo defendiéndose.

—Necesito hablar contigo, te esperaré abajo. Iremos al pueblo.

Asintió y dejé la habitación para que pudiera cambiarse. Fui a la cocina y encontré a Goewyn amasando pan. Su mirada estaba perdida y no tarareaba canciones como usualmente hacía cuando cocinaba. No podía decidir si habíamos cometido un error al decirle la verdad, era demasiado gentil como para lidiar con ese tipo de oscuridad.

Al verme una sonrisa reemplazó su expresión seria. Me indicó que me sentara y como de costumbre puso un plato de comida tras otro frente a mí.

Me ofrecí a ayudarla pero negó con la cabeza y terminó de poner la mesa en caso de que los demás se despertaran.

—¿Cómo te encuentras? —le pregunté—. Debió ser difícil escuchar la verdad.

—Lo fue —dijo Goewyn—. Es triste pensar en todas aquellas vidas perdidas. Destruir familias y llevarse a los niños… es horrible.

Su expresión se volvió una mezcla de tristeza y enojo.

—Con suerte podremos detenerlos antes de que causen más daño —respondí.

—Ustedes tres están haciendo algo muy noble, desearía poder ayudarlos de alguna manera.

La imagen de Goewyn blandiendo un arma apareció en mi mente y reprimí una sonrisa.

—Siento que todos aquellos que quiero se encuentran en peligro —dijo para sí misma.

Sus palabras despertaron mi curiosidad.

—¿Qué hay del resto de tu familia, Goewyn? —pregunté.

¿Qué hacía alguien alegre como Goewyn viviendo en un pueblo como Zosma?

—Mi familia se encuentra en Mirfak, no los veo desde hace años. Mis padres son nobles y habían prometido mi mano a William Wood, el hijo de otra familia con sangre noble. Siempre supe que quería casarme con Deneb, incluso cuando éramos niños, pero mis padres no me lo permitieron, los suyos eran de origen humilde. Cuando me rehusé a casarme con William mi padre intentó obligarme y escapé junto a Deneb.

—¿Intentaron casarte a la fuerza con alguien a quien no querías? —pregunte atónita.

Era la primera vez que escuchaba algo así, sonaba tan absurdo que era difícil de creer.

—Es normal entre familias de sangre noble —respondió Goewyn.

—Es cruel y… despótico, nadie puede tomar esa decisión por ti —manifesté indignada.

—Lo sé, es por eso que no los dejé hacerlo. Deneb y yo nos casamos luego de escapar y vinimos a Zosma; el pueblo tiene mala reputación, sabíamos que nadie nos buscaría aquí. Construimos la posada y hemos sido felices desde entonces.

Sonaba como un cuento de hadas, a excepción de que habían terminado en Zosma, el pueblo más sombrío de Lesath. Aun así, habían arriesgado todo por amor.

Le sonreí, Goewyn era una persona fuerte. Cuanto más la conocía más me agradaba, me sentía avergonzada por lo que había pensado de ella al conocerla. Habíamos tomado la decisión correcta al contarle sobre Lesath. Si algo salía mal y los warlocks decidían actuar, tendrían una mejor oportunidad de escapar si sabían la verdad.

El mago no tardó en bajar y Goewyn se ofreció a ayudarnos a encontrar lo que necesitábamos. Quería hablar con él a solas pero podía esperar, ella conocía mejor el pueblo y sabía que estaba desesperada por ayudar de alguna manera.

Fuimos de tienda en tienda tachando las cosas de la lista una por una: abrigos, mantas para los caballos, provisiones. Teníamos muy poco dinero, afortunadamente yo conservaba abrigos élficos que me protegerían del frío.

Las personas de allí eran extremadamente desconfiadas con los desconocidos, era bueno que Goewyn estuviera con nosotros, todos la conocían y parecían más dispuestos a atendernos cuando nos veían junto a ella. No podía culparlos, los robos eran comunes allí, el pueblo estaba invadido por forajidos que no parecían ganarse la vida de manera honesta.

El mago me miró de reojo, sabía que en su cabeza intentaba adivinar sobre qué le quería hablar. Goewyn comenzó a guiarnos de regreso a la posada pero nos detuvimos para indicarle que teníamos un asunto más que resolver y que luego la alcanzaríamos.

Al principio, se negó a la idea, insistiendo en quedarse con nosotros. Estaba convencida de que Aiden se enojaría con ella si me permitía quedarme pero, tras asegurarle que estaría a salvo con Zul y que no nos llevaría mucho tiempo, finalmente accedió. La vimos alejarse, volviéndose a nosotros cada un par de pasos hasta que se perdió de vista.

—Pensé que nunca se iría —dijo el mago.

—Se preocupa por nosotros —respondí.

Sabía que el comportamiento de Goewyn impacientaba al mago, pero sus intenciones eran buenas, solo quería vernos a salvo.

—Asumo que quieres hablar acerca de Aiden —dijo el mago.

Lo miré sorprendida, no pensé que fuera a adivinarlo.

—Ayer no regresaste a la mesa —dijo Zul—. ¿Escuchaste algo que te perturbó?

Asentí con la cabeza y le conté la conversación entre Aiden y Elana. Sabía que no era correcto relatarle una conversación privada entre Aiden y su madre, pero necesitaba saber su opinión.

—No podemos posponer nuestra partida —dijo el mago con seriedad—. Me alegra que haya encontrado a su madre, pero ahora que tenemos todo lo necesario para encontrar el Corazón del Dragón, tomarán medidas drásticas para encontrarnos. El Concilio de los Oscuros no tardará en cerrarse sobre nosotros.

—No es eso lo que iba a sugerir —respondí.

El mago me miró con curiosidad.

—Aiden merece una vida tranquila, solo continúa luchando contra ellos para que pueda quedarme en Lesath sin correr peligro.

No podía decir las palabras, al pensar en ello sentía un vacío en mi pecho. Podía ver que el mago me comprendía.

—Quieres dejarlo atrás —me espetó.

—Nosotros podemos resolver esto y volveré por él cuando todo haya terminado —respondí—. Estará a salvo y podrá quedarse con su madre.

No quería hacerlo, sabía que Aiden me odiaría pero era lo correcto. Se lo debía luego de todo lo que había hecho por mí. Por primera vez entendí por completo cómo había estado dispuesto a enviarme a Alyssian a pesar de lo que sentía por mí.

—Aiden jamás estará de acuerdo —replicó Zul—. No puedes tomar esa decisión por él, aún está enfadado por la forma en que te entregaste a Akashik. Esta vez no estoy seguro de que te perdone.

—Es lo mejor para él —dije—. Esta noche tú y yo nos escabulliremos y dejaremos Zosma.

—Es una mala idea —insistió.

—Zul, por favor.

El mago no parecía estar convencido de que fuera lo correcto pero asintió. Regresamos a la posada en silencio, cada uno perdido en sus pensamientos. No me agradaba irme de manera abrupta pero ese era un buen lugar para que se quedaran. Goewyn cuidaría a Lysha, estaría a salvo allí.

Cuando llegamos pensé que encontraría a Aiden enfadado en la puerta por no haberlo despertado, pero no había rastros de él. Dejamos todo lo que habíamos comprado en la habitación del mago, ya que habíamos acordado encontrarnos allí pasada la medianoche. Lysha se encontraba en el comedor y tras preguntarle me dijo que Aiden había salido. Era extraño que no nos hubiéramos cruzado con él en el pueblo, me sentía nerviosa de no saber dónde se encontraba.

Goewyn y Deneb se hallaban ocupados en la pequeña huerta que tenían en el jardín y Elana no había dejado su habitación.

Pasé la mayor parte de la tarde sentada en el comedor viendo a la joven reina coser un vestido, era buena para ello. Al parecer se había aburrido de andar con las mismas prendas y había decidido confeccionar unas nuevas.

Las elfas eras más hábiles y veloces con las manos pero aun así era un buen trabajo, de seguro le habían enseñado desde niña. Al ser reina debía haber recibido instrucción en todo tipo de temas.

A medida que el tiempo siguió avanzando y no había rastros de él, me uní a Lysha y la ayudé a coser una de las mangas, no era algo que me interesara mucho pero podía coser razonablemente bien, mi madre me había enseñado.

Quería mantener mi mente ocupada, podía sentir aquella sensación de nostalgia que se había vuelto familiar, la misma que sentía cada vez que me encontraba a gusto en un lugar y sabía que pronto debería abandonarlo y aventurarme a lo desconocido. Me hubiese gustado pasar más tiempo ahí pero mi charla con Akashik me recordaba lo urgente de la situación, aquel oscuro ser no se detendría ante nada para conseguir lo que quería y debíamos hacer todo lo que estuviera a nuestro alcance para detenerlo.

Deneb nos había dicho que había escuchado rumores en el pueblo de que la reina se encontraba enferma y de que pocos la habían visto en la corte en los últimos días. Sin duda aquellos pocos debían ser sus consejeros más cercanos o mejor dicho Blodwen y Mardoc.

No sabía por cuánto tiempo podrían ocultar su ausencia hasta que la gente comenzara a sospechar. Mi mayor temor era que decidieran darse a conocer y tomaran el trono por la fuerza. Miedo y caos envolverían a Lesath y se perderían vidas. Por otro lado, el apoyo de las personas sería útil, pelearían, ya no nos encontraríamos solos contra ellos. Pero la política real había sido desalentar el uso de armas y a excepción de la guardia real pocos sabrían manejar un arma o conseguirla. Con seguridad, el Concilio había tomado sus precauciones en caso que un día la verdad fuera revelada, con los warlocks controlando a los soldados de la reina y sin nadie más que fuera capaz de mantener una pelea, Lesath se encontraba completamente indefenso.

La puerta se abrió y Aiden entró por ella, se veía algo desanimado. Le pregunté dónde había estado pero se limitó a besar mi mejilla, le hizo un gesto cordial a Lysha y sin decir otra palabra, subió las escaleras en silencio. Luché contra mi impulso de seguirlo, parecía no tener ganas de hablar.

La cena fue silenciosa. A excepción de Lysha que se encontraba de buen humor, nadie parecía estar demasiado elocuente o había demasiado en sus cabezas como para interesarse en una conversación.

El mago y yo intercambiamos un rápido gesto confirmando que nos encontraríamos pasada la medianoche y procederíamos con nuestra huida. Aiden se acomodó en los sillones y permaneció allí por un buen rato. Su conducta era extraña, no parecía triste ni perturbado como lo había visto a Zul en ocasiones, parecía distante. Por lo general disfrutaba de la compañía de Goewyn y Deneb pero lo había visto evitarlos. Normalmente hubiese respetado el hecho de que quisiera estar solo, pero dado que esa noche sería la última vez que lo vería en mucho tiempo, no podía hacerlo.

—Es tarde —dije acercándome a él.

Le ofrecí mi mano y le indiqué las escaleras.

—Estaré contigo en unos minutos —respondió tomando mi mano y luego soltándola.

Quería saber qué pensaba pero como siempre me encontraba lejos de poder adivinar que pasaba por su mente.

—Luces cansado —insistí—. Por favor, ven conmigo.

Su expresión se volvió algo extraña y tras analizarme por unos segundos se puso de pie y me siguió. De alguna manera mi habitación se había convertido en nuestra habitación, no estaba segura si era lo correcto, de seguro mis padres no lo aprobarían pero dadas las circunstancias no le daba demasiada importancia. Me sentía más segura junto a él y a decir verdad no veía nada malo en ello.

—¿Te encuentras bien? —preguntó Aiden.

—Sí, eres tú quien me preocupa —respondí.

—Estaré bien mientras esté contigo —replicó.

—Tu madre…

—Prefiero no hablar de ello —me interrumpió—. Goewyn dijo que fueron al pueblo en la mañana, ¿consiguieron todo lo necesario?

—Aún faltan algunas cosas —mentí.

—¿Cómo qué?

Era difícil saber si sospechaba algo, no lo había visto hablar con Goewyn.

—Zul cree que debemos comprar otro caballo; los abrigos y las mantas son pesados y sería mejor si dividimos el peso.

Ahora que lo pensaba no era una mala idea.

—Zul tiene razón —respondió Aiden pensativo.

Permanecimos en silencio y puse mis brazos alrededor de él, no tardaría en ser medianoche, era hora de dormir, al menos para él. Acaricié su pelo y de a poco sus ojos se fueron cerrando hasta dormirse. Lo extrañaría, lo extrañaría tanto que aquella sensación de malestar en mi pecho no me dejaría hasta que nos reencontráramos. Besé sus labios con suavidad y permanecí allí hasta que llegó la hora. Mi bolsa de viaje ya se encontraba en la habitación del mago y había dejado una muda de ropa escondida. Me cambié en silencio, tomé mi espada Glace y tras una última mirada que amenazó con romperme el corazón cerré la puerta detrás de mí.

Silencio. Todos dormían. Crucé el pasillo en silencio evitando pisar donde sabía que la madera crujía. Quería pensar que estaba haciendo lo correcto pero las dudas comenzaron a acecharme a medida que me fui acercando a la habitación de Zul. Al abrir la puerta lo encontré listo sentado en una silla junto a la ventana. A juzgar por su expresión supe que él también estaba reconsiderando nuestro plan, podía ver dudas en su rostro.

El equipaje se encontraba apilado a un costado, nos llevaría dos viajes cargar todo hasta los establos. No había desacertado al sugerir que necesitábamos otro caballo, era demasiado peso para repartir entre dos.

La pregunta en la mirada del mago fue tan clara como si hubiera hablado.

—Estoy segura —dije.

No parecía convencido pero aun así se puso de pie y abrió la ventana. No sería fácil bajar desde el segundo piso, pero sería imposible bajar por las escaleras sin que algún ruido nos delatara. Zul pasó un pie por la ventana y tras analizar la forma más segura de bajar me indicó que le alcanzara uno de los bultos.

El mago no parecía habilidoso para este tipo de tareas, si se resbalaba y caía podía lastimarse seriamente. Tomé el bulto que contenía los abrigos y fui junto a él. Era mejor si bajaba yo primero y le mostraba cómo hacerlo.

—Iré yo primero —le susurré.

Había desaprobación en su mirada.

—Estaré bien, si me caigo tengo listo un hechizo.

Me sacó los abrigos de la mano sin darme tiempo a responder y cuidadosamente pasó el otro pie por la ventana. La noche era oscura y solo la luna iluminaba los alrededores. El mago se mostró decidido, pero su expresión no parecía del todo convencida.

Lo miré para darle aliento, él me dedicó una corta sonrisa y dio un paso por el techo de madera para probar su equilibrio.

La puerta de la habitación se abrió de manera abrupta con un fuerte ruido, Zul y yo nos sobresaltamos y lo tomé de la mano sujetándolo al mismo tiempo que perdía el equilibrio.

Una silueta se acercó a nosotros con paso rápido. Vi su mirada de furia. Era Aiden.

Una sensación de horror se apoderó de mí, una sensación que solía reservar para Seith, pero la ira en su expresión era tal que era imposible poder contenerla. El mago permaneció inmóvil por unos segundos, tan sorprendido como yo y luego me apretó la mano para que lo ayudara a subir.

Aparté la mirada de Aiden y sujeté a Zul con más fuerza, tirando de su brazo para ayudarlo a pisar bien y entrar por la ventana. Una vez que se encontró adentro, ambos intercambiamos una mirada de pánico y nos volvimos a Aiden.

Por primera vez no había calidez en sus ojos, sino enojo, traición y otras emociones que no pude descifrar. ¿Cómo nos había descubierto? Habíamos sido tan silenciosos como una gacela y parecía dormido cuando dejé la habitación.

El silencio se volvió tenso e imposible de aguantar. Miré al mago de reojo esperando que dijera algo, normalmente podía contar con él para que hiciera algún comentario que atenuara la tensión, pero esta vez no parecía estar dispuesto a arriesgarse.

—Zul, espera afuera. Adhara y yo necesitamos tener una conversación —dijo Aiden con severidad.

Era tonto sentirme intimidada pero no podía evitarlo, jamás había visto esa expresión en él.

—Tal vez no sea lo mejor… dadas las circunstancias —respondió el mago.

Estaba de acuerdo con él, sería más seguro si hablábamos con Zul en la habitación.

—No creas que no estoy enfadado contigo también —dijo Aiden—. Somos amigos, debiste decírmelo.

El mago permaneció en silencio. Era verdad, cuando los conocí apenas podían mantener una conversación sin discutir pero con el tiempo habían formado un vínculo y se habían vuelto amigos.

—Realmente quiero pensar que lo hiciste por su amistad y no para deshacerte de mí— le espetó Aiden, su tono era tan frío como el hielo.

Zul se sintió dolido por esas palabras, era extraño que se sintiera afectado por algo que dijera Aiden, pero no quería que pensara de ese modo. El mago era incapaz de hacer algo así. Sería una buena oportunidad para contarle acerca de Sorcha, no solo se convencería de que no sentía nada por mí sino que se sorprendería tanto que olvidaría un poco su enojo.

—Esa no fue la razón, lo juro —le aseguró el mago.

—Te creo —respondió Aiden tras analizarlo por un momento —. Ahora por favor vete.

Comenzó a ir hacia la puerta y me miró a modo de disculpa. Asentí indicándole que estaría bien y volví la vista a Aiden.

Esto no podía ser bueno. Aguardé a que dijera algo pero parecía estar buscando las palabras o intentando mantener la calma. Le sostuve la mirada, me sentía mal por lo que había hecho, sabía que de seguro se había sentido traicionado pero no me arrepentía, solo intentaba mantenerlo a salvo y darle la oportunidad de que fuera feliz.

Mantuve la cabeza en alto, había hecho lo correcto.

—¿Cómo pudiste? —dijo finalmente en tono acusador—. Ibas a dejarme atrás. ¿Por qué?

—El otro día cuando tu madre se levantó durante la cena, los seguí. Escuché su conversación —hice una pausa y agregué—. No quería ser entrometida, estaba preocupada.

—Si escuchaste nuestra conversación entonces escuchaste cuando le dije que iría contigo y con Zul —me espetó.

A juzgar por su expresión supe que estaba intentando mantener su tono calmado para evitar gritarme y despertar a todos.

—Tu madre se encuentra con vida, deberías poder pasar tiempo junto a ella —repliqué—. De no ser por mí, nada te impediría ir a algún pueblo lejano y vivir una vida normal y tranquila con ella. Es lo que quieres.

—No, lo que quiero es estar contigo y creo que no lo pude haber dejado más claro. Lo que quiero es ayudar a terminar con el Concilio y asegurarme de que estaremos a salvo aquí. Mi madre lo entiende y sabe que regresaré por ella después de eso.

Silencio. ¿Cómo podía decir que Elana lo entendía cuando le había rogado que se quedara?

—Elana quiere que estés a salvo y tiene razón —respondí.

—Mi madre sabe que de no ser por ti aún creería que estoy muerto, quiere que sea feliz y sabe que no hay otro modo.

Esa era una conversación que no había escuchado.

—Lo siento, lo hice por ti —dije finalmente.

—No puedes arreglar esto con un «lo siento» —dijo levantando su tono de voz—. Te escabulliste de la habitación como un roedor. ¡Ibas a irte con Zul!

¿Cómo se atrevía a compararme con un roedor?

—¡No me escabullí como un roedor! —repliqué enfadada.

—Se veía así desde la cama —respondió en tono frío.

Alejé mis manos de la empuñadura de Glace.

—Estabas despierto.

Debí darme cuenta.

—¿Crees que soy tonto? Te conozco, Adhara. Sé que no hubieses insistido en que subiera contigo a la habitación cuando sabías que quería estar solo de no haber tenido una razón —replicó.

Odiaba que me conociera tanto, era como si no pudiera hacer nada sin que me delatara.

—Estoy aquí y no iremos a ningún lado sin ti —dije—. No hay nada más que discutir.

Aiden me miró incrédulo y caminó por la habitación intentando calmarse sin éxito.

—¡Estás aquí porque te detuve! No porque tuviste un cambio de parecer —gritó.

—Si te hace sentir mejor, no estaba segura de poder llegar hasta los caballos sin arrepentirme —dije en tono más suave.

Era verdad, mi resolución había comenzado a resquebrajarse cuando el mago salió por la ventana.

—No, no me hace sentir mejor.

No estaba segura sobre qué decir, pero a él parecían sobrarle las palabras.

—Te entregaste a Akashik, me ocultaste lo que pasó con Seith y ahora intentaste irte con Zul en medio de la noche y continuar sin mí. En lo único que puedo pensar es en encadenarte a mi lado para evitar que continúes haciendo más estupideces.

—¡Esas estupideces, como tú dices, fueron para mantenerte con vida!

¿Desde cuándo era yo la que hacía estupideces? ¿Cómo podía cuestionarme después de todas las estupideces que él había hecho?

—No tienes idea de cómo me siento en este momento.

Fue la primera vez, desde que comenzó la discusión que se mostraba dolido en vez de enfadado.

Me imaginé cómo me sentiría yo si él y el mago intentaran dejarme atrás y sentí apenas una sombra de lo que él debía estar sintiendo. Furia, dolor, traición, decepción…

—No fue mi intención lastimarte, solo quería protegerte —le aseguré con suavidad.

Silencio.

—No volveré a hacer algo así, lo prometo —agregué.

—Necesito poder confiar en ti, Adhara. Y en este momento no puedo hacerlo —me espetó.

No sabía qué me inquietaba más, si sus palabras o la mirada en sus ojos indicándome que era verdad. ¿Podía ser que realmente me hubiera perdido la confianza?

Alguien golpeó la puerta, los dos aguardamos y la reina Lysha no tardó en aparecer tras ella. Llevaba un largo camisón y por su expresión había estado durmiendo hasta hacía poco.

—Oí gritos —dijo observándonos.

—No es nada —respondí.

—Esto se encuentra lejos de no ser nada.

Lo miré sorprendida de que continuara con la discusión frente a Lysha.

—Lamento si la hemos despertado, su majestad —se disculpó Aiden.

—¿Ocurre algo malo? —preguntó Lysha.

Pude imaginar la respuesta de Aiden en mi cabeza.

—Solo… problemas de pareja —respondió.

Al parecer había recobrado algo de su compostura.

—Oh —dijo Lysha.

—Es tarde, es mejor si todos regresamos a la cama —se volvió hacia mí y agregó—. Te escoltaré a tu habitación.

Vi incrédula como agarraba mi bolsa de viaje y me indicaba que lo siguiera. La forma en que actuaba era como si creyera que intentaría irme de vuelta. No podía creer eso, sabía que no lo haría.

No vi rastros del mago mientras íbamos por el pasillo, era extraño que no se hubiese quedado merodeando cerca luego de ver la expresión de furia que había consumido a Aiden.

Lysha nos dio las buenas noches y desapareció. Continuamos hasta mi habitación y una vez adentro Aiden dejó mis cosas en el piso y fue hacia la puerta.

—¿Qué haces? —pregunté.

—Hay otras habitaciones libres en la posada —respondió Aiden.

Lo miré perpleja, todavía debía encontrarse bastante enfadado si se rehusaba a dormir en la misma habitación que yo.

—De acuerdo.

No me agradaba, pero tal vez era mejor así. Tendríamos tiempo de tranquilizarnos y con suerte a la mañana siguiente Aiden estaría de mejor humor.

Cerró la puerta y me acosté en la cama mirando el techo, no sabía que hora era pero dudaba que pudiera volver a dormir.

La noche fue larga, logré conciliar el sueño pero me desperté en varias ocasiones, para cuando llegó la mañana me sentía cansada como si nunca hubiera dormido. Me quedé en la cama por un largo tiempo hasta que comencé a escuchar movimiento, era mejor si bajaba cuando ya todos lo hubieran hecho. Pensé que el mago vendría para ver qué había sucedido pero aún no había rastro de él. Tal vez Aiden le había dicho que se mantuviera lejos de mí por miedo a que planeáramos otro escape. Lo dudaba, sabía que ninguno de los dos lo intentaría de nuevo, pero era la única explicación que podía pensar.

Bajé silenciosamente intentando descifrar de quiénes eran las voces en la cocina, la voz de Goewyn era alta y fácil de reconocer, también pude distinguir a Lysha, su voz era más aguda y tímida. Para mi sorpresa oí a Zul riendo.

Entré en la cocina y varias personas me miraron desde la mesa: Deneb, Elana, Goewyn, Lysha, Zul y una joven de pelo oscuro y misteriosos ojos grises. Era Zada, la hermana de Zul.

—¡Zada! —exclamé.

Esta se puso de pie y me dio un abrazo.

—Adhara, me alegro de que estés bien —dijo—. Zul me estaba contando que te las habías ingeniado para escapar de los warlocks.

—Con un poco de ayuda —dije mirando a Lysha—. ¿Qué haces aquí? ¿Cómo está Talfan?

—Utilicé el mismo amuleto élfico que me había guiado hacia tus abuelos, le puse una prenda de Zul y me guió hasta aquí —hizo una pausa tras mirar a su hermano y agregó—: Talfan despertó y sus heridas están mejor, pero ya no puede utilizar magia.

Zul parecía haber tomado bien la noticia, pude ver tristeza en sus ojos cuando Zada dijo lo de la magia pero sabía que se sentía aliviado de que estuviera con vida.

Me senté junto a ellos, Zada terminó de contar su historia. Talfan se había despertado dos días después de que los warlocks me hubieran llevado y una vez que estuvo mejor, Zada lo había dejado al cuidado de mis abuelos y desde entonces nos había estado buscando. Como Talfan ya no podía utilizar su pergamino mágico para comunicarse con nosotros, Zada había decidido buscar a su hermano para contarle que Talfan se encontraba con vida.

Zada parecía cansada, debía haber llegado hacía un rato. Miré alrededor, todos nos encontrábamos ahí a excepción de Aiden.

Pasamos un rato charlando, era extraño estar rodeada de tanta gente pero al mismo tiempo me sentía cómoda con todos los que se encontraban allí. No debía mantener en secreto lo que era, no con ellos, podía ser yo misma.

Goewyn y Deneb parecían más relajados, de vez en cuando se perdían en sus pensamientos o se sobresaltaban un poco con algún ruido inesperado, pero ya no parecían estar conmocionados ante la situación. Goewyn se encontraba feliz de tenernos a todos allí y se esforzaba por asegurarse de que estuviéramos cómodos, en especial Lysha, no solo porque era la reina, sino porque al ser más joven que el resto, la había adoptado como una especie de hermana pequeña.

Elana también parecía estar bien, temí que su trato hacia mí cambiara luego de su conversación con Aiden, después de todo yo era la razón por la cual su hijo insistía en seguir luchando contra el Concilio, pero aún era amable conmigo. A decir verdad había sentido su mirada sobre mí con frecuencia desde que había entrado en la cocina, era extraño.

Le ofrecí a Zada mi habitación para que descansara, a juzgar por su aspecto una buena siesta le vendría bien y Goewyn todavía no habría preparado una habitación para ella.

El mago la acompañó para indicarle el camino y cuando regresó me señaló con la cabeza que lo siguiera. Había tantas personas en la posada que era difícil encontrar un lugar donde hablar, pero los sillones frente al hogar estaban vacíos

—Me alegro de que Talfan se encuentre bien —dije.

—Sí, está con vida y eso es lo que importa —respondió.

Me miró expectante sabiendo que en verdad quería hablar sobre otro tema.

—¿Has visto a Aiden? —pregunté.

—Se fue a la mañana temprano, probablemente quiera estar un rato solo —respondió.

—Lo supuse.

Cuando se enfadaba, desaparecía. Típico de Aiden.

—Fue duro contigo —era una afirmación—. Pero lo que hicimos estuvo mal, lo lastimaste.

Lo observé, tenía la impresión de que quería decir algo más pero no se animaba a hacerlo.

—Creo que es mejor decirle la verdad sobre Sorcha, si sigo mintiendo solo causaré más problemas —agregó el mago.

—Es una buena idea.

Era una excelente idea.

—Esperaré a que Zada regrese con Talfan y se lo diré —dijo más para sí mismo que para mí.

—Nunca lo había visto tan enfadado —dije recordando la escena de la noche anterior.

—Nunca pensé que te llamaría roedor —replicó Zul.

Lo miré extrañada, al parecer no era la única que tenía la mala costumbre de escuchar conversaciones.

—No te vi en el pasillo —dije.

—La habitación de al lado estaba vacía. ¿Sabes que si pones un vaso en la pared puedes escuchar la conversación del otro lado casi con exactitud? —me preguntó con una sonrisa.

—No lo sabía.

Era un buen truco para tener en cuenta.

—Me sentí mal dejándote sola allí, quería asegurarme de que no fuera a exasperarse contigo —agregó rápido.

—Gracias —hice una pausa—. Debí escucharte, fui tonta al intentar dejarlo.

El mago puso una mano en mi hombro tratando de reconfortarme. Odiaba admitirlo, pero tal vez había ido demasiado lejos. Pensándolo bien, era como si Aiden escapara con Goewyn y me dejara aquí. Furiosa no comenzaría a describir cómo me sentiría.

—¡Adhara, allí estás!

Goewyn se detuvo frente a nosotros, parecía algo agitada y había una expresión de alarma en su rostro que se volvió alivio al verme.

—¿Sucede algo? —pregunté llevando mi mano hacia la espada de manera instintiva.

—No, es solo que… ¡Me olvide de ofrecerles té! —dijo.

Zul y yo intercambiamos miradas, incluso para Goewyn eso era actuar extraño.

—Tomamos té en la cocina, dos veces —respondí.

—Oh, cierto, deben ser los nervios, este tema de los demonios oscuros aún está rondando en mi cabeza —dijo con una risita nerviosa.

Parecía tranquila en la cocina, me pregunté qué estaría sucediendo en su cabeza.

—Son magos oscuros, no demonios —la corrigió Zul.

Goewyn asintió y se alejó sin decir nada. El mago y yo continuamos con nuestra conversación, Aiden apenas había intercambiado dos palabras con él en la mañana y solo para avisarle que partiríamos al día siguiente. El mago estaba de acuerdo conmigo en que la reina Lysha estaría a salvo quedándose en la posada.

Lysha me agradaba y haría lo posible por mantenerla a salvo pero esa no era la única razón, si algo le pasaba no tenía ningún heredero que asumiera el trono.

Los elfos me habían enseñado que uno de los problemas más comunes en la sociedad de los hombres se daba cuando un rey o una reina morían sin dejar ningún heredero legítimo que ocupara el trono. Todos aquellos que creyeran tener derecho a él comenzarían una guerra que solo resultaría en más caos para Lesath.

Lysha era la última de su familia, debía vivir y retomar su lugar como reina una vez que todo hubiera terminado.

Deneb entró en la sala y se sentó en uno de los sillones con un libro en su mano, nos hizo un breve gesto saludándonos y comenzó a leer su libro. Algo en su actitud era sospechosamente extraño pero no dije nada; siendo su casa nadie podía pedirle que fuera a leer a otro lado.

El mago reprimió una risa y cuando lo miré con curiosidad no dijo nada al respecto.

Comenzaba a sentirme un poco encerrada, le indiqué a Zul que iría afuera a tomar un poco de aire fresco y este me siguió. Antes que pudiéramos salir, Elana se interpuso en nuestro camino, había algo inquietante en la forma en que me miraba.

—¿Hacia dónde te diriges, Adhara?

—Afuera, necesito un poco de aire fresco —respondí.

—Necesito ayuda para terminar unos vestidos, noté que eres buena cosiendo —dijo Elana.

No tenía ganas de coser, pero hubiera sido descortés negarme. Además el hecho de que me pidiera ayuda era una buena señal, significaba que no me odiaba. Pero aun así había algo sospechoso, algo andaba mal, todos se comportaban de manera inusual.

—Creí que aún tenías bastantes vestidos para vender —dije con ingenuidad.

—Son para Lysha, no está acostumbrada a repetirlos —se apresuró a decir.

Escuché pasos y luego susurros. Me di vuelta, Goewyn y Deneb nos estaban observando desde la otra habitación. En el momento en que nuestras miradas se cruzaron, se dieron vuelta sobresaltados y pretendieron estar ocupados. Era como si me hubiesen estado espiando.

Los tres habían mantenido sus miradas en mí toda la mañana, estaba comenzando a pensar que habían perdido la cabeza cuando otra explicación apareció en mi mente.

—Aiden les pidió que me vigilaran —dije volviéndome a Elana.

Esta guardó silencio por un momento, pero finalmente asintió con la cabeza.

—¿Tú sabías esto? —le pregunté al mago.

—No, pero comencé a sospecharlo cuando Goewyn nos ofreció un té por tercera vez —respondió.

Me sentía molesta, habían estado espiándome de manera descarada desde que me había despertado.

—Mi hijo me contó lo que sucedió, tenía miedo de que lo intentaras de nuevo —dijo Elana con suavidad.

—Le dije que no volvería a hacerlo, pero aparentemente hablaba en serio cuando dijo que ya no confiaba en mí —repliqué molesta.

Elana puso una mano en mi hombro y para mi sorpresa había una gentil sonrisa en su rostro.

—Sé que lo hiciste para protegerlo y para que pudiera pasar más tiempo conmigo, creo que fue un maravilloso gesto y te estoy agradecida —dijo Elana—. Pero Aiden se encuentra decidido a ir contigo y entiendo por qué lo hace, tú también eres su familia.

Sus palabras me helaron, no pensaba en Aiden como familia, no exactamente, esa palabra solo guardaba relación con mis padres. Sabía que era él, que si debía elegir a alguien con quien casarme y formar una familia sin duda sería él, pero el hecho de que ya pensara en mí como familia era algo inquietante y abrumador. También me sorprendió que hubiera aceptado que Aiden viniera con nosotros. Sabía que Aiden lo había dicho, pero había imaginado que lo había aceptado porque no tenía otra opción y no porque pensara que era lo correcto.

—Cuidaré de él, Elana. Tienes mi palabra —dije.

Debía ser insoportablemente difícil para ella dejarlo ir, quería que supiera que haría todo lo posible para mantenerlo a salvo.

Puso sus brazos alrededor de mí y me dio un abrazo, le devolví el gesto, su contacto no me resultaba inquietante y por suerte no me estrujaba contra ella como lo hacía Iara.

—Sé que lo harás, Adhara.